La participación como votante en una contienda electoral es la máxima expresión del ser democrático, y hay poco que se pueda comparar con ello en una democracia. El pueblo hondureño está de parabienes, preparándose para la fiesta de mañana a pesar de que algunos ciegos no reconozcan o quieran reconocer un proceso que estaba inscripto mucho antes de los hechos del 28 de junio.
Gane Porfirio Lobo o no, así haya mayor cantidad de votos en blanco o no, abstencionismo o no, lo importante que este domingo es el día más importante de la historia moderna hondureña, bisagra entre un período conflictivo y otro que deberá llenarse de diálogo para llegar a enero con un nuevo presidente reconocido por todo el mundo, aunque siga la diatriba de los países del Alba, ruido al que habrá que acostumbrarse y que no tiene más decibeles que una política ideológica gritona y chillona.
Desde antes del 28 de junio cuando se violaron los preceptos constitucionales que culminaron con la ruptura de la presidencia de Zelaya y hasta que se alejó del cargo Micheletti, todos los países y los organismos multi gubernamentales tuvieron la opción de acompañar o no el nuevo proceso de gobierno. Más allá de los que decidieron en su momento, las elecciones de este 29 de noviembre son el punto de unión y unificación de criterios para darle a los hondureños la razonabilidad de la duda y permitir que afronten la institucionalidad mediante su Congreso y la Corte Suprema.
Que Zelaya sea restituido o no, ya no es tan importante como que mañana, tras ser elegido el nuevo presidente democrático, todos los ciudadanos gocen de la fiesta electoral y el mundo de la bienvenida a una Honduras democrática y transparente.
La suerte de Zelaya va por otro camino y eso debe preocupar solo al Congreso y a la Corte Suprema que bajo acuerdo político se han convertido en las dos instituciones que deberán velar por la restitución o no. Lo que todo hondureño hace votos, así como la comunidad internacional, que la restitución se ajuste a debido proceso y no esté contaminada por los revanchismos políticos.
Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
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noviembre 28, 2009
septiembre 28, 2009
Infantilismo de Micheletti
Más allá de los hechos políticos de estos días, el decreto del gobierno hondureño de prohibir las garantías constitucionales muestra cierto infantilismo político de parte del presidente Roberto Micheletti.
Si bien la medida es una reacción al llamado a la insurrección de parte del irresponsable presidente depuesto Manuel Zelaya y del gobierno de Brasil que le permite usar suelo brasileño con ese fin, Micheletti ha exagerado quitando las libertades públicas a todos los ciudadanos y, mucho más, permitiendo que las autoridades puedan cerrar los medios de comunicación que consideren perturbadores para la tranquilidad nacional.
Mejor sería que restablezca todas las garantías constitucionales y que movilice a la Justicia y a las fuerzas de seguridad para que actúen en contra de las turbas si es que se convierten en un factor de inseguridad pública. Pero quitarle a todos los ciudadanos el derecho a movilizarse, a reunirse, a asociarse, a estar informados por los medios de su elección, es francamente un castigo para todos los hondureños y, en todo caso, un signo inmaduro, infantil y de debilidad política.
El gobierno ya ha cerrado dos medios de comunicación que se han mostrado y comportado como activistas, más que desarrollando una actividad periodística en sí, pero ello es igualmente indicativo de que se está violando la libertad de expresión. Si se justifica el criterio de cerrar Canal 36 y Radio Globo, en algún momento, el mismo atropello podría ser utilizado contra otros medios que pudieran tener otra tendencia o criterio editorial, porque solo bastaría que una autoridad competente dijera que la información – por más verdadera que fuera – pudiera estar acarreando intranquilidad para la nación.
A pesar de que uno comparta o no el criterio editorial de Canal 36 y Radio Globo, estos medios tienen todo el derecho de buscar la verdad de la forma que lo desean, claro está, que si cometen algún delito, tienen responsabilidades ulteriores de acuerdo a lo que establecen las leyes por lo que deben ser demandados ante la Justicia. Lo que no debe hacerse, es crear leyes – como pudiera interpretarse lo que significa la aplicación de un decreto o un estado de sitio o de excepción – para generar censura previa, es decir prohibir que puedan informar.
Lo mejor que le pudiera pasar al régimen de Micheletti es que recapacite, que vuelva hacia atrás, desactive este decreto que conculca las libertades y trate de buscar una salida pacífica a este entuerto. Como dije en otros posts, creo que lo más sensato hasta ahora y que resulta en una salida elegante para ambas partes – al menos la más elegante – es aceptar el Acuerdo de San José propuesto por el presidente costarricense Oscar Arias. De esa forma, Zelaya al poder pero con un gobierno de unidad nacional y camino hacia unas elecciones en la que no podrá tener ningún tipo de opción una “cuarta urna” y una salida del poder en enero, termina siendo, al fin y al cabo, el anhelo que tuvieron Micheletti, el Congreso y la Corte Suprema, cuando decidieron voltear a Zelaya el 28 de junio para que no busque perpetuarse en el poder y violar la Constitución.
Si bien la medida es una reacción al llamado a la insurrección de parte del irresponsable presidente depuesto Manuel Zelaya y del gobierno de Brasil que le permite usar suelo brasileño con ese fin, Micheletti ha exagerado quitando las libertades públicas a todos los ciudadanos y, mucho más, permitiendo que las autoridades puedan cerrar los medios de comunicación que consideren perturbadores para la tranquilidad nacional.
Mejor sería que restablezca todas las garantías constitucionales y que movilice a la Justicia y a las fuerzas de seguridad para que actúen en contra de las turbas si es que se convierten en un factor de inseguridad pública. Pero quitarle a todos los ciudadanos el derecho a movilizarse, a reunirse, a asociarse, a estar informados por los medios de su elección, es francamente un castigo para todos los hondureños y, en todo caso, un signo inmaduro, infantil y de debilidad política.
El gobierno ya ha cerrado dos medios de comunicación que se han mostrado y comportado como activistas, más que desarrollando una actividad periodística en sí, pero ello es igualmente indicativo de que se está violando la libertad de expresión. Si se justifica el criterio de cerrar Canal 36 y Radio Globo, en algún momento, el mismo atropello podría ser utilizado contra otros medios que pudieran tener otra tendencia o criterio editorial, porque solo bastaría que una autoridad competente dijera que la información – por más verdadera que fuera – pudiera estar acarreando intranquilidad para la nación.
A pesar de que uno comparta o no el criterio editorial de Canal 36 y Radio Globo, estos medios tienen todo el derecho de buscar la verdad de la forma que lo desean, claro está, que si cometen algún delito, tienen responsabilidades ulteriores de acuerdo a lo que establecen las leyes por lo que deben ser demandados ante la Justicia. Lo que no debe hacerse, es crear leyes – como pudiera interpretarse lo que significa la aplicación de un decreto o un estado de sitio o de excepción – para generar censura previa, es decir prohibir que puedan informar.
Lo mejor que le pudiera pasar al régimen de Micheletti es que recapacite, que vuelva hacia atrás, desactive este decreto que conculca las libertades y trate de buscar una salida pacífica a este entuerto. Como dije en otros posts, creo que lo más sensato hasta ahora y que resulta en una salida elegante para ambas partes – al menos la más elegante – es aceptar el Acuerdo de San José propuesto por el presidente costarricense Oscar Arias. De esa forma, Zelaya al poder pero con un gobierno de unidad nacional y camino hacia unas elecciones en la que no podrá tener ningún tipo de opción una “cuarta urna” y una salida del poder en enero, termina siendo, al fin y al cabo, el anhelo que tuvieron Micheletti, el Congreso y la Corte Suprema, cuando decidieron voltear a Zelaya el 28 de junio para que no busque perpetuarse en el poder y violar la Constitución.
septiembre 24, 2009
Indicios de humo blanco en Honduras
Quiérase o no, la llegada de Manuel Zelaya a Honduras, por más refugiado que esté en la embajada brasileña de Tegucigalpa, ha precipitado unos cambios que parecen con viento favorable.
Roberto Micheletti, ante la presión internacional y el escarnio en las Naciones Unidas, parece estar más dispuesto que nunca a negociar. Tras una llamada de Jimmy Carter y aceptando de nuevo revisar la propuesta del presidente costarricense Oscar Arias, pareciera que se encontrará una salida airosa y razonable.
Probablemente Zelaya regresará al poder, condicionado por un acuerdo que prevé un gobierno de coalición y unas elecciones sin reelección, lo que en definitiva fue la cláusula violada que derivó en el golpe de estado. Así que todo volvería al inicio, es decir a una presidencia de Zelaya con fin anunciado y con una inmunidad que podría ser levantada para procesarlo por delitos que van más allá de las decisiones políticas.
Obviamente, un acuerdo de estas características parece a primera instancia más favorable a los intereses de Zelaya. Sin embargo, si uno analiza con perspectiva podrá avizorar todo lo contrario. Zelaya se irá y con él las ansias del chavismo de expandirse por todo el país. La crisis se irá desinflando y de a poco la comunidad internacional volverá a confiar en un país, restituyendo la ayuda financiera y humanitaria, además de las inversiones, que tanto se necesitan.
Roberto Micheletti, ante la presión internacional y el escarnio en las Naciones Unidas, parece estar más dispuesto que nunca a negociar. Tras una llamada de Jimmy Carter y aceptando de nuevo revisar la propuesta del presidente costarricense Oscar Arias, pareciera que se encontrará una salida airosa y razonable.
Probablemente Zelaya regresará al poder, condicionado por un acuerdo que prevé un gobierno de coalición y unas elecciones sin reelección, lo que en definitiva fue la cláusula violada que derivó en el golpe de estado. Así que todo volvería al inicio, es decir a una presidencia de Zelaya con fin anunciado y con una inmunidad que podría ser levantada para procesarlo por delitos que van más allá de las decisiones políticas.
Obviamente, un acuerdo de estas características parece a primera instancia más favorable a los intereses de Zelaya. Sin embargo, si uno analiza con perspectiva podrá avizorar todo lo contrario. Zelaya se irá y con él las ansias del chavismo de expandirse por todo el país. La crisis se irá desinflando y de a poco la comunidad internacional volverá a confiar en un país, restituyendo la ayuda financiera y humanitaria, además de las inversiones, que tanto se necesitan.
septiembre 22, 2009
Mmmmmhhhhhhhh Brasil, Brasil....
Después de todo este despelote originado por Manuel Zelaya a quien la comunidad internacional apoyó sólidamente después de que fue golpeado el 28 de junio, pero a quien aconsejó a no entrar a Honduras por sus propios medios para evitar escaramuzas, confrontación y violencia a raíz de la polarización reinante, cabe preguntarse si los diplomáticos brasileños y si Lula da Silva realmente fueron sorprendidos de buena fe en la embajada en Tegucigalpa.
Mmmmmhhhhh parecen todos pensar con asombro y sospechas sobre la honestidad y la ingenuidad de los brasileños. O Zelaya es muy astuto para entrar de sopletón justo en el momento en que sabe que acapararía la atención de la reunión de la ONU y del G20 – algo que debe haber planificado con Hugo Chávez y otros amigotes que harán relucir esta semana sus dotes democráticas - o Brasil realmente le tendió una mano a Zelaya para congraciarse con él y, especialmente, para encaramarse a lo más alto de un liderazgo regional que no solo trata de alcanzar, sino que debe demostrar con obras y acciones, que lo está alcanzando.
Todo es muy sospechoso. Brasil en estas últimas semanas adoptó medidas concretas en contra de Roberto Micheletti. Además viene demostrando en otros foros que se está tratando de consustanciarse y agradar a la comunidad internacional con propuestas honestas – que no le cuestan mucho – como apoyar la nacionalización del gas en Bolivia o aumentar su cuota de pago a Paraguay por la energía de la represa de Itaipú o por sus declaraciones más conciliadoras en el Unasur, escapando de las posiciones más recalcitrantes de Ecuador y Venezuela contra Colombia.
Brasil ni su canciller parecen muy ingenuos, y pudieran estar jugando un “jogo” peligroso. Más allá de que la intención sea acaparar la atención de la comunidad internacional, forzar un diálogo que sería impuesto por el Consejo de Seguridad de la ONU por si hubiera alguna agresión contra su embajada u obligar un diálogo entre Micheletti y Zelaya; también le pudiera salir el tiro por la culata. Si se comprobara que no hubo ingenuidad sino intención, Brasil se estaría entrometiendo en asuntos internos de otro país – y esto va más allá de la discusión y pensamiento de si fue golpe de Estado o no lo que le sucedió a Zelaya – además de que pondría al propio derecho internacional en aprietos, ya que estaría cobijando a alguien que no está pidiendo ser exiliado por persecución, sino todo lo contrario.
Más allá de las posiciones encontradas en Honduras, lo cierto es que la acción de Brasil de haber tenido la intención o no de proteger a Zelaya, y de haber tenido la opción de hacerlo o no cuando él se presentó ante la sede diplomática, lo cierto es que el gran país sudamericano ya entró al juego, aunque sin saber si podrá desplegar el “jogo bonito” al que nos tiene acostumbrados en el fútbol.
Mmmmmhhhhh parecen todos pensar con asombro y sospechas sobre la honestidad y la ingenuidad de los brasileños. O Zelaya es muy astuto para entrar de sopletón justo en el momento en que sabe que acapararía la atención de la reunión de la ONU y del G20 – algo que debe haber planificado con Hugo Chávez y otros amigotes que harán relucir esta semana sus dotes democráticas - o Brasil realmente le tendió una mano a Zelaya para congraciarse con él y, especialmente, para encaramarse a lo más alto de un liderazgo regional que no solo trata de alcanzar, sino que debe demostrar con obras y acciones, que lo está alcanzando.
Todo es muy sospechoso. Brasil en estas últimas semanas adoptó medidas concretas en contra de Roberto Micheletti. Además viene demostrando en otros foros que se está tratando de consustanciarse y agradar a la comunidad internacional con propuestas honestas – que no le cuestan mucho – como apoyar la nacionalización del gas en Bolivia o aumentar su cuota de pago a Paraguay por la energía de la represa de Itaipú o por sus declaraciones más conciliadoras en el Unasur, escapando de las posiciones más recalcitrantes de Ecuador y Venezuela contra Colombia.
Brasil ni su canciller parecen muy ingenuos, y pudieran estar jugando un “jogo” peligroso. Más allá de que la intención sea acaparar la atención de la comunidad internacional, forzar un diálogo que sería impuesto por el Consejo de Seguridad de la ONU por si hubiera alguna agresión contra su embajada u obligar un diálogo entre Micheletti y Zelaya; también le pudiera salir el tiro por la culata. Si se comprobara que no hubo ingenuidad sino intención, Brasil se estaría entrometiendo en asuntos internos de otro país – y esto va más allá de la discusión y pensamiento de si fue golpe de Estado o no lo que le sucedió a Zelaya – además de que pondría al propio derecho internacional en aprietos, ya que estaría cobijando a alguien que no está pidiendo ser exiliado por persecución, sino todo lo contrario.
Más allá de las posiciones encontradas en Honduras, lo cierto es que la acción de Brasil de haber tenido la intención o no de proteger a Zelaya, y de haber tenido la opción de hacerlo o no cuando él se presentó ante la sede diplomática, lo cierto es que el gran país sudamericano ya entró al juego, aunque sin saber si podrá desplegar el “jogo bonito” al que nos tiene acostumbrados en el fútbol.
septiembre 21, 2009
Zelaya y un nuevo capítulo de la crisis
Cuando a nivel internacional estaban todos distraídos, Manuel Zelaya con la ayuda de Brasil, ingresó al país y desde la embajada de ese país en Tegucigalpa está tratando de organizarse y juntar tanta gente como le sea posible para bloquear cualquier intervención del gobierno de Roberto Micheletti.
Los próximos días serán reveladores para los detalles sobre quien ayudó a Zelaya a burlar al régimen de Micheletti. Por las reacciones de Hillary Clinton, de Oscar Arias y de Insulza de la OEA y de Amorín el canciller brasileño, da la sensación de que este paso de Zelaya estuvo concertado. Porque no puede ser que todos coincidan en que fue un paso bien dado, y que ahora se abre la posibilidad de un arreglo, cuando hasta hace semanas atrás todos aconsejaban a Zelaya que volver sería poner en riesgo la seguridad de los hondureños.
¿Será que el fin justifica los medios? ¿A cuánto este movimiento de Zelaya arriesga la seguridad de sus seguidores? ¿Qué responsabilidad tiene Brasil en todo esto? ¿Qué otros gobiernos sabían de los movimientos de Zelaya? ¿Tiene Micheletti que dialogar con Zelaya camino a lo que los aspirantes en las elecciones establecieron de que la propuesta de Arias es válida? ¿Cuánto respaldo tiene Micheletti? ¿Qué opinarán y posición adoptarán los aspirantes a las elecciones de noviembre? ¿Si Zelaya se incorpora definitivamente, respetará las elecciones y dejará el poder? ¿Terminará Micheletti por hacer encarcelar y procesar a Zelaya?
Estas primeras 24 horas son cruciales para empezar a entender. Veremos.
Los próximos días serán reveladores para los detalles sobre quien ayudó a Zelaya a burlar al régimen de Micheletti. Por las reacciones de Hillary Clinton, de Oscar Arias y de Insulza de la OEA y de Amorín el canciller brasileño, da la sensación de que este paso de Zelaya estuvo concertado. Porque no puede ser que todos coincidan en que fue un paso bien dado, y que ahora se abre la posibilidad de un arreglo, cuando hasta hace semanas atrás todos aconsejaban a Zelaya que volver sería poner en riesgo la seguridad de los hondureños.
¿Será que el fin justifica los medios? ¿A cuánto este movimiento de Zelaya arriesga la seguridad de sus seguidores? ¿Qué responsabilidad tiene Brasil en todo esto? ¿Qué otros gobiernos sabían de los movimientos de Zelaya? ¿Tiene Micheletti que dialogar con Zelaya camino a lo que los aspirantes en las elecciones establecieron de que la propuesta de Arias es válida? ¿Cuánto respaldo tiene Micheletti? ¿Qué opinarán y posición adoptarán los aspirantes a las elecciones de noviembre? ¿Si Zelaya se incorpora definitivamente, respetará las elecciones y dejará el poder? ¿Terminará Micheletti por hacer encarcelar y procesar a Zelaya?
Estas primeras 24 horas son cruciales para empezar a entender. Veremos.
septiembre 02, 2009
Honduras y su escenario futuro
Es difícil predecir lo que sucederá con Honduras en los próximos meses. La cuenta regresiva hacia las elecciones comenzó este lunes, mientras el gobierno de Roberto Micheletti no da vuelta atrás y la comunidad internacional apoya la moción del Consejo permanente de la OEA para no reconocer al próximo gobierno que los hondureños elijan el 29 de noviembre.
Por ahora el acuerdo propuesto por el presidente Oscar Arias no parece permear en la voluntad del nuevo gobierno y la prensa internacional – además del mentor presidente venezolano – está dejando caer las pretensiones de Manuel Zelaya de regresar al poder. A esta altura, muchos se preguntan: ¿regresar para qué? Antes de que logre reacomodarse debería dejar lugar a unas elecciones que se adelantarían por un mes, según Arias, y en las que no se podría colocar ningún tipo de cuarta urna.
La Comunidad Europea dio marcha atrás a más sanciones contra Honduras y tal vez Zelaya logre algún otro compromiso de parte de Hillary Clinton este jueves, que muchos esperan que no sea en contra de lo que queda de ayuda económica estadounidense, inversiones ni remesas y que todo siga por el lado de la política, tal el caso de restricciones inmigratorias para que las sanciones no penalicen a los millones de hondureños que no están a favor de una u otra postura en pugna y que no tienen la culpa de lo que sucede, sino que quieren vivir en paz y que no los manipulen acercándolos a cualquiera de los dos extremos en la polémica.
Nadie sabe que significará en la práctica que el nuevo gobierno que emerja de las elecciones de noviembre no sea reconocido. ¿Más sanciones? ¿Qué se piense que Mel Zelaya debe regresar, aún habiéndosele acabado su tiempo? ¿Y si fuera así por cuánto tiempo regresaría?¿Es que se trata de un partido de fútbol en que el referí da un alargue porque alguien demoró el juego? ¿Pero cuánto tiempo más seguirían las sanciones y el no reconocimiento de un gobierno nuevo, legítimo, elegido por el pueblo, conformado por un candidato que nada tuvo que ver en el golpe o la sucesión, como quieran llamarla? ¿Las elecciones y todo el cronograma electoral ya estaban aprobados y autorizados antes del 28 de junio, por lo que no haberlo cumplido, hubiera significado el descarte de los candidatos?
Pero la pregunta más trascendente es ¿cómo se comportaría la comunidad internacional en caso de que las elecciones se realicen con normalidades (masivas y transparentes) y se elija al nuevo presidente en noviembre con un alto porcentaje de votos, y luego éste asuma en enero como está previsto en el calendario, mientras Micheletti se retira a su finca?
Por ahora el acuerdo propuesto por el presidente Oscar Arias no parece permear en la voluntad del nuevo gobierno y la prensa internacional – además del mentor presidente venezolano – está dejando caer las pretensiones de Manuel Zelaya de regresar al poder. A esta altura, muchos se preguntan: ¿regresar para qué? Antes de que logre reacomodarse debería dejar lugar a unas elecciones que se adelantarían por un mes, según Arias, y en las que no se podría colocar ningún tipo de cuarta urna.
La Comunidad Europea dio marcha atrás a más sanciones contra Honduras y tal vez Zelaya logre algún otro compromiso de parte de Hillary Clinton este jueves, que muchos esperan que no sea en contra de lo que queda de ayuda económica estadounidense, inversiones ni remesas y que todo siga por el lado de la política, tal el caso de restricciones inmigratorias para que las sanciones no penalicen a los millones de hondureños que no están a favor de una u otra postura en pugna y que no tienen la culpa de lo que sucede, sino que quieren vivir en paz y que no los manipulen acercándolos a cualquiera de los dos extremos en la polémica.
Nadie sabe que significará en la práctica que el nuevo gobierno que emerja de las elecciones de noviembre no sea reconocido. ¿Más sanciones? ¿Qué se piense que Mel Zelaya debe regresar, aún habiéndosele acabado su tiempo? ¿Y si fuera así por cuánto tiempo regresaría?¿Es que se trata de un partido de fútbol en que el referí da un alargue porque alguien demoró el juego? ¿Pero cuánto tiempo más seguirían las sanciones y el no reconocimiento de un gobierno nuevo, legítimo, elegido por el pueblo, conformado por un candidato que nada tuvo que ver en el golpe o la sucesión, como quieran llamarla? ¿Las elecciones y todo el cronograma electoral ya estaban aprobados y autorizados antes del 28 de junio, por lo que no haberlo cumplido, hubiera significado el descarte de los candidatos?
Pero la pregunta más trascendente es ¿cómo se comportaría la comunidad internacional en caso de que las elecciones se realicen con normalidades (masivas y transparentes) y se elija al nuevo presidente en noviembre con un alto porcentaje de votos, y luego éste asuma en enero como está previsto en el calendario, mientras Micheletti se retira a su finca?
agosto 25, 2009
Duro golpe a la OEA
Los siete cancilleres latinoamericanos se marcharon hoy de Honduras con la cabeza baja, después de dos días de entrevistas y negociaciones con un amplio espectro de hondureños. Su misión era convencer a Roberto Micheletti de que aceptara renunciar y restituir en el poder a Manuel Zelaya, como manda la propuesta del presidente costarricense Oscar Arias.
El duro golpe continuará en estos días para la OEA. Mañana en Washington, en medio de la reunión de embajadores de la OEA, Colombia introducirá una moción para rechazar a Hugo Chávez por su “proyecto expansionista”, ya que el domingo el presidente venezolano instruyó a su ministra de propaganda a que “hay que hacer todo lo posible para que mi mensaje llegue a los colombianos”, algo que Chávez ya había hecho el 16 de agosto cuando publicó un campo pagado en los diarios de referencia colombianos denunciando la connivencia militar entre Estados Unidos y Colombia.
También el viernes, el tema militar que ha levantado “vientos de guerra” según Chávez, será la excusa para la reunión de Bariloche del Unasur que hora conduce su homólogo Rafael Correa, por lo que de haber algún acuerdo o arreglo será nuevamente fuera de la OEA, un organismo que da la apariencia que no está ayudando a solucionar los grandes problemas de una región, cuyos asuntos más importantes, como los conflictos entre chilenos-bolivianos- peruanos o entre nicaragüenses-hondureños o ecuatorianos-colombianos o venezolanos-colombianos o argentinos-uruguayos o venezolanos-contra todos, están lejos de resolverse con el liderazgo de la OEA y de su secretario general.
Micheletti no cedió a la persuasión de los cancilleres y dijo que su gobierno se mantendrá firme a pesar de las nuevas presiones del gobierno de Estados Unidos en la suspensión de las visas generales que afectarán a unos 30 mil hondureños en forma anual. Micheletti dijo que seguirá adelante con el proceso electoral y estará por verse que suspensiones impondrá la comunidad internacional, ya que difícilmente podrá no reconocerse un proceso que estaba pautado desde antes de la salida de Zelaya y que tiene la garantía de la mayoría de los partidos políticos y los órganos rectores dentro del país. El nuevo gobierno se presta a desafiar a la comunidad internacional prometiendo una participación masiva en las elecciones de noviembre para demostrar el apoyo a la democracia.
Estará por verse lo que suceda en estas próximas semanas, las presiones económicas más extremas y cuáles serán las estrategias de Zelaya y Chávez que han estado desaparecidos por un par de días del tema Honduras, lo que parece toda una eternidad.
El duro golpe continuará en estos días para la OEA. Mañana en Washington, en medio de la reunión de embajadores de la OEA, Colombia introducirá una moción para rechazar a Hugo Chávez por su “proyecto expansionista”, ya que el domingo el presidente venezolano instruyó a su ministra de propaganda a que “hay que hacer todo lo posible para que mi mensaje llegue a los colombianos”, algo que Chávez ya había hecho el 16 de agosto cuando publicó un campo pagado en los diarios de referencia colombianos denunciando la connivencia militar entre Estados Unidos y Colombia.
También el viernes, el tema militar que ha levantado “vientos de guerra” según Chávez, será la excusa para la reunión de Bariloche del Unasur que hora conduce su homólogo Rafael Correa, por lo que de haber algún acuerdo o arreglo será nuevamente fuera de la OEA, un organismo que da la apariencia que no está ayudando a solucionar los grandes problemas de una región, cuyos asuntos más importantes, como los conflictos entre chilenos-bolivianos- peruanos o entre nicaragüenses-hondureños o ecuatorianos-colombianos o venezolanos-colombianos o argentinos-uruguayos o venezolanos-contra todos, están lejos de resolverse con el liderazgo de la OEA y de su secretario general.
Micheletti no cedió a la persuasión de los cancilleres y dijo que su gobierno se mantendrá firme a pesar de las nuevas presiones del gobierno de Estados Unidos en la suspensión de las visas generales que afectarán a unos 30 mil hondureños en forma anual. Micheletti dijo que seguirá adelante con el proceso electoral y estará por verse que suspensiones impondrá la comunidad internacional, ya que difícilmente podrá no reconocerse un proceso que estaba pautado desde antes de la salida de Zelaya y que tiene la garantía de la mayoría de los partidos políticos y los órganos rectores dentro del país. El nuevo gobierno se presta a desafiar a la comunidad internacional prometiendo una participación masiva en las elecciones de noviembre para demostrar el apoyo a la democracia.
Estará por verse lo que suceda en estas próximas semanas, las presiones económicas más extremas y cuáles serán las estrategias de Zelaya y Chávez que han estado desaparecidos por un par de días del tema Honduras, lo que parece toda una eternidad.
agosto 19, 2009
Reciprocidad y desacato
Reciprocidad y desacato 19-08-09
A juzgar por cómo se conducen las relaciones diplomáticas, como es el caso entre Honduras y Argentina, nos está dejando a los ciudadanos con un sabor agridulce, teniendo en cuenta que no estamos obteniendo buenos ejemplos de conducta ciudadana de quienes deberían ofrecerlo, teniendo en cuenta que los gobernantes son quienes nos representan y tienen la obligación de administrar la cosa pública, incluyendo la gerencia de los bienes públicos así como las relaciones políticas entre los estados.
Lamentablemente, estamos en un momento muy ríspido en materia de relaciones, donde los gobernantes de turno utilizan la “diplomacia por micrófono” o viven haciendo declaraciones políticas, más que fomentando la verdadera diplomacia que debería servir para limar las asperezas ante cada situación que se presenta difícil.
La reciprocidad es un principio diplomático que suele emular la política bíblica del “ojo por ojo, diente por diente”, que a veces, para lo único que sirve, es para exacerbar los ánimos o para justificar la venganza. De todos modos, en diplomacia, como en los aspectos consulares, los países utilizan este principio siendo respetado por los actores de turno. Así, por ejemplo, Brasil y Chile cobran una cuota de 100 dólares de entrada a ciudadanos estadounidenses, porque ese es el valor que cuesta una visa para entrar a los Estados Unidos.
Este principio de reciprocidad también lo usan Ecuador y Colombia, quienes han expulsado los embajadores respectivos, después de la lectura que cada país hizo de la incursión militar colombiana contra un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano en marzo de 2008. Lo mismo sucedió entre Bolivia y Estados Unidos, entre Estados Unidos y Venezuela, aunque las relaciones ya se normalizaron y entre Venezuela y Colombia, donde Hugo Chávez decidió congelar las relaciones después de las acusaciones públicas que Alvaro Uribe hiciera a Venezuela por vender armas de fabricación sueca a las FARC.
A cada rato y cada vez con mayor frecuencia, los gobiernos llaman a sus embajadores para pedir explicaciones o aclaraciones sobre declaraciones o conductas inapropiadas que perjudican las relaciones diplomáticas. Pero, más allá de la reciprocidad, lo que sucede ahora es algo nuevo, se está utilizando la vía del desacato en la diplomacia, es decir desobedeciendo las órdenes de un gobierno, lo que podría desembocar en nuevos problemas, más que ayudar a solucionar los viejos.
Esta vez el turno fue para el canciller argentino Jorge Taiana. Declaró - después de que el gobierno de Roberto Micheletti invocara el principio de reciprocidad para echar a los diplomáticos argentinos de Honduras porque Argentina desconoció a la embajadora hondureña en Buenos Aires - que Argentina no retirará de territorio hondureño su misión diplomática porque no reconoce como legítimo al nuevo gobierno de facto, sino solo al que encabeza el depuesto presidente Manuel Zelaya.
Argentina adoptó así la figura del desacato que utilizó Venezuela al dejar a un diplomático venezolano encerrado en la sede de su país, algo que probablemente harán otros países, como Chile, como medida de presión (y a pedido de Zelaya) para que el gobierno de Micheletti se someta al acuerdo de San José que promueve el presidente costarricense Oscar Arias.
Más allá del intríngulis político y del reconocimiento o no que se haga del nuevo gobierno hondureño, lo que causa sorpresa y será interesante observar – además de que el principio de reciprocidad es aceptable dentro de los estándares de las leyes internacionales – cómo se moverá el derecho y la legalidad internacional ante el tema del desacato, un delito grave en el caso de que lo cometa un ciudadano, por ejemplo, puede ser deportado si no acepta las normas de migración o puede terminar en la cárcel si desacata una orden de un juez.
A juzgar por cómo se conducen las relaciones diplomáticas, como es el caso entre Honduras y Argentina, nos está dejando a los ciudadanos con un sabor agridulce, teniendo en cuenta que no estamos obteniendo buenos ejemplos de conducta ciudadana de quienes deberían ofrecerlo, teniendo en cuenta que los gobernantes son quienes nos representan y tienen la obligación de administrar la cosa pública, incluyendo la gerencia de los bienes públicos así como las relaciones políticas entre los estados.
Lamentablemente, estamos en un momento muy ríspido en materia de relaciones, donde los gobernantes de turno utilizan la “diplomacia por micrófono” o viven haciendo declaraciones políticas, más que fomentando la verdadera diplomacia que debería servir para limar las asperezas ante cada situación que se presenta difícil.
La reciprocidad es un principio diplomático que suele emular la política bíblica del “ojo por ojo, diente por diente”, que a veces, para lo único que sirve, es para exacerbar los ánimos o para justificar la venganza. De todos modos, en diplomacia, como en los aspectos consulares, los países utilizan este principio siendo respetado por los actores de turno. Así, por ejemplo, Brasil y Chile cobran una cuota de 100 dólares de entrada a ciudadanos estadounidenses, porque ese es el valor que cuesta una visa para entrar a los Estados Unidos.
Este principio de reciprocidad también lo usan Ecuador y Colombia, quienes han expulsado los embajadores respectivos, después de la lectura que cada país hizo de la incursión militar colombiana contra un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano en marzo de 2008. Lo mismo sucedió entre Bolivia y Estados Unidos, entre Estados Unidos y Venezuela, aunque las relaciones ya se normalizaron y entre Venezuela y Colombia, donde Hugo Chávez decidió congelar las relaciones después de las acusaciones públicas que Alvaro Uribe hiciera a Venezuela por vender armas de fabricación sueca a las FARC.
A cada rato y cada vez con mayor frecuencia, los gobiernos llaman a sus embajadores para pedir explicaciones o aclaraciones sobre declaraciones o conductas inapropiadas que perjudican las relaciones diplomáticas. Pero, más allá de la reciprocidad, lo que sucede ahora es algo nuevo, se está utilizando la vía del desacato en la diplomacia, es decir desobedeciendo las órdenes de un gobierno, lo que podría desembocar en nuevos problemas, más que ayudar a solucionar los viejos.
Esta vez el turno fue para el canciller argentino Jorge Taiana. Declaró - después de que el gobierno de Roberto Micheletti invocara el principio de reciprocidad para echar a los diplomáticos argentinos de Honduras porque Argentina desconoció a la embajadora hondureña en Buenos Aires - que Argentina no retirará de territorio hondureño su misión diplomática porque no reconoce como legítimo al nuevo gobierno de facto, sino solo al que encabeza el depuesto presidente Manuel Zelaya.
Argentina adoptó así la figura del desacato que utilizó Venezuela al dejar a un diplomático venezolano encerrado en la sede de su país, algo que probablemente harán otros países, como Chile, como medida de presión (y a pedido de Zelaya) para que el gobierno de Micheletti se someta al acuerdo de San José que promueve el presidente costarricense Oscar Arias.
Más allá del intríngulis político y del reconocimiento o no que se haga del nuevo gobierno hondureño, lo que causa sorpresa y será interesante observar – además de que el principio de reciprocidad es aceptable dentro de los estándares de las leyes internacionales – cómo se moverá el derecho y la legalidad internacional ante el tema del desacato, un delito grave en el caso de que lo cometa un ciudadano, por ejemplo, puede ser deportado si no acepta las normas de migración o puede terminar en la cárcel si desacata una orden de un juez.
agosto 17, 2009
Micheletti y los prejuicios por la CIDH
Los prejuicios del gobierno de Roberto Micheletti salieron a la luz durante la visita que empezó hoy la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, un organismo que si bien es parte de la OEA, tiene un carácter autónomo lo que la hace independiente de la política o de las influencias que pudiera tener de parte del secretario general de la institución, el chileno José Miguel Insulza.
Las declaraciones de la vicecanciller hondureña, Martha Lorena Alvarado, de que la misión pudiera traer una “visión parcializada” por ser parte de la OEA, son tan infelices como la del otrora primer canciller de Micheletti, Enrique Ortez Colindres, cuando calificó a Barack Obama como aquel “negrito” ignorante que “no sabe ni dónde está Tegucigalpa”; lo que a la postre le costó su puesto de trabajo.
Más que “atajarse” y tratar de descalificar a la CIDH, mejor sería que el gobierno de Micheletti prestara toda su colaboración a la comisión y que luego rechace o acepte su informe, que seguramente terminará por contener cosas a favor y en contra del gobierno; pero descalificar a la CIDH en forma previa es bastante infeliz y crear una cultura defensiva que no hace bien al nuevo gobierno.
En definitiva, en todos lados, los gobiernos, por más honestos o corruptos, conservadores o liberales, buenos o malos, no pueden controlar todas las situaciones generadas por las propias instituciones del Estado o paraestatales o ilícitas y al margen de la ley, por lo que siempre se debe estar atento a las violaciones a los derechos humanos. La vicecanciller debe aprender que una investigación no deslegitimiza a ningún gobierno, pero prestar la mayor cooperación, todo lo contrario.
Lo que no puede la canciller es partir de la base de que su gobierno es bueno y el anterior era malo. No creo que la CIDH vaya a tratar de establecer – y no es su misión - si en Honduras hubo golpe de Estado o una transición constitucional el 28 de junio pasado, sino más bien observará qué tipo de violaciones a los derechos humanos se están cometiendo, provengan de donde provinieren, sin distinciones de ideología o de grupos.
La CIDH es una institución con riguroso profesionalismo y es una garantía a nivel internacional para proteger nuestros derechos humanos cuando los sistemas estatales y judiciales a nivel local fallan. Siempre le quedará al gobierno de Micheletti desaprobar el informe si considera que su resultado no refleja la realidad, pero prejuzgar antes, es crear animosidad injustificable.
Las declaraciones de la vicecanciller hondureña, Martha Lorena Alvarado, de que la misión pudiera traer una “visión parcializada” por ser parte de la OEA, son tan infelices como la del otrora primer canciller de Micheletti, Enrique Ortez Colindres, cuando calificó a Barack Obama como aquel “negrito” ignorante que “no sabe ni dónde está Tegucigalpa”; lo que a la postre le costó su puesto de trabajo.
Más que “atajarse” y tratar de descalificar a la CIDH, mejor sería que el gobierno de Micheletti prestara toda su colaboración a la comisión y que luego rechace o acepte su informe, que seguramente terminará por contener cosas a favor y en contra del gobierno; pero descalificar a la CIDH en forma previa es bastante infeliz y crear una cultura defensiva que no hace bien al nuevo gobierno.
En definitiva, en todos lados, los gobiernos, por más honestos o corruptos, conservadores o liberales, buenos o malos, no pueden controlar todas las situaciones generadas por las propias instituciones del Estado o paraestatales o ilícitas y al margen de la ley, por lo que siempre se debe estar atento a las violaciones a los derechos humanos. La vicecanciller debe aprender que una investigación no deslegitimiza a ningún gobierno, pero prestar la mayor cooperación, todo lo contrario.
Lo que no puede la canciller es partir de la base de que su gobierno es bueno y el anterior era malo. No creo que la CIDH vaya a tratar de establecer – y no es su misión - si en Honduras hubo golpe de Estado o una transición constitucional el 28 de junio pasado, sino más bien observará qué tipo de violaciones a los derechos humanos se están cometiendo, provengan de donde provinieren, sin distinciones de ideología o de grupos.
La CIDH es una institución con riguroso profesionalismo y es una garantía a nivel internacional para proteger nuestros derechos humanos cuando los sistemas estatales y judiciales a nivel local fallan. Siempre le quedará al gobierno de Micheletti desaprobar el informe si considera que su resultado no refleja la realidad, pero prejuzgar antes, es crear animosidad injustificable.
agosto 07, 2009
¿Y los hondureños?
En períodos conflictivos como el que vivimos hoy en Latinoamérica, la avidez de apoyo popular crece entre los líderes políticos de la región para hacer prevalecer sus ideas, justificar sus acciones y demostrar su poder.
Las crisis más agudas exigen a los gobernantes un mayor sostén público. Así sucede en los actuales conflictos latinoamericanos - limítrofes, ideológicos, económicos o de índole militar – como en el caso de Honduras, donde la ciudadanía está siendo tironeada a diario entre dos posiciones opuestas, como las del presidente depuesto Manuel Zelaya y el designado Roberto Micheletti.
Las permanentes marchas a favor de uno y otro dirigente, demuestran que muchos ciudadanos se adhieren genuinamente a una causa. Varios son persuadidos, otros manipulados, pero, en definitiva, en las muchedumbres todos son estimulados y halagados para defender ideas propias y ajenas.
El riesgo es que ese entusiasmo y apasionamiento no sea reciprocado por quienes antes lo incitaron, ya sea porque el enfoque defendido cambia de repente, debido a que el líder modifica su posición o la altera para pactar con la otra fuerza política, como seguramente ocurrirá si la mediación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, resulta exitosa.
En el proceso de arbitraje actual, parece que el protagonista principal, ese que es cortejado y mimado en cada elección, está ausente. Al partidario fiel se le toma en cuenta solo para hacer masa. Nadie parece preguntarse ¿cómo se sentirían los seguidores de Micheletti si acaso su gobierno decide aceptar la restitución de Zelaya? o ¿cómo se sentirían los seguidores de Zelaya, si aceptara volver condicionado a la Presidencia, sin posibilidad de reelección?
La respuesta: muy decepcionados y traicionados. Con un ingrato sabor por haberse dejado inducir las broncas y robado las ilusiones; burlados e impotentes por haberse dejado manipular y utilizar, para luego ser desechados. Descartados.
Los individuos que se masifican en respaldo de uno u otro sector, cuanto más tiempo se someten a las arengas y a las exaltaciones, más difíciles se vuelven de controlar y mucho mayor se hace su presión.
Ni Zelaya ni Micheletti pueden negociar o ceder tan fácilmente sin considerar la presión de sus seguidores. La destitución de Zelaya es apoyada por un gran multitud que no quiere un país autocrático chavista, persuadida de que si regresa a la Presidencia, por más condiciones que se le impongan, su tozudez le hará seguir buscando mecanismos para reformar la Constitución, emulando a su gestor, Hugo Chávez, que aunque negó varias veces la reelección, consiguió esa posibilidad a perpetuidad. Quienes apoyan a Zelaya, lo consideran el líder, que de tener el tiempo suficiente, los puede sacar de la pobreza, dándoles empleos y/o dádivas, mayor dignidad, y acabar con el sometimiento a “las oligarquías dueñas del país”.
Si el presidente costarricense pretende que se cree un gobierno de reconciliación y unidad con la restitución de Zelaya – como reclama la comunidad internacional - no se debería solo articular un pacto político, sino generar un diálogo incluyendo el sentir de otros sectores sociales que claman por tener garantías de que Zelaya se irá sin chistar llegado su término a mediados de enero. Al mismo tiempo, debería pedir que bajen los decibeles belicistas aquellos ruidosos como Hugo Chávez, quien está instigando a la violencia y avivando la insurrección armada, y como Daniel Ortega, quien presta su terreno para esos objetivos.
Sería importante, además, que así como se han impuesto sanciones al gobierno de Micheletti, también se le impongan a Zelaya, en caso de que continúe arengando a lo que llama su “ejército del pueblo”, una masa transformada ya en fuerza de choque que utilizará como escudo humano para reingresar al país. El peligro, es que la alta volatilidad de la masa y la pasión que los activistas e infiltrados tienen por los desbordes y la violencia, predicen consecuencias nefastas como ya empezaron a suceder.
Si realmente se pretende la paz y la unidad para superar la crisis, además de reducir los ruidos que impiden el diálogo profundo, se deberían encontrar formas para que los ciudadanos sientan que sus preocupaciones están incluidas. Un ciudadano descartable, despechado, tarde o temprano, buscará otra masa donde anidar, para así continuar con su peligroso derrotero.
Las crisis más agudas exigen a los gobernantes un mayor sostén público. Así sucede en los actuales conflictos latinoamericanos - limítrofes, ideológicos, económicos o de índole militar – como en el caso de Honduras, donde la ciudadanía está siendo tironeada a diario entre dos posiciones opuestas, como las del presidente depuesto Manuel Zelaya y el designado Roberto Micheletti.
Las permanentes marchas a favor de uno y otro dirigente, demuestran que muchos ciudadanos se adhieren genuinamente a una causa. Varios son persuadidos, otros manipulados, pero, en definitiva, en las muchedumbres todos son estimulados y halagados para defender ideas propias y ajenas.
El riesgo es que ese entusiasmo y apasionamiento no sea reciprocado por quienes antes lo incitaron, ya sea porque el enfoque defendido cambia de repente, debido a que el líder modifica su posición o la altera para pactar con la otra fuerza política, como seguramente ocurrirá si la mediación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, resulta exitosa.
En el proceso de arbitraje actual, parece que el protagonista principal, ese que es cortejado y mimado en cada elección, está ausente. Al partidario fiel se le toma en cuenta solo para hacer masa. Nadie parece preguntarse ¿cómo se sentirían los seguidores de Micheletti si acaso su gobierno decide aceptar la restitución de Zelaya? o ¿cómo se sentirían los seguidores de Zelaya, si aceptara volver condicionado a la Presidencia, sin posibilidad de reelección?
La respuesta: muy decepcionados y traicionados. Con un ingrato sabor por haberse dejado inducir las broncas y robado las ilusiones; burlados e impotentes por haberse dejado manipular y utilizar, para luego ser desechados. Descartados.
Los individuos que se masifican en respaldo de uno u otro sector, cuanto más tiempo se someten a las arengas y a las exaltaciones, más difíciles se vuelven de controlar y mucho mayor se hace su presión.
Ni Zelaya ni Micheletti pueden negociar o ceder tan fácilmente sin considerar la presión de sus seguidores. La destitución de Zelaya es apoyada por un gran multitud que no quiere un país autocrático chavista, persuadida de que si regresa a la Presidencia, por más condiciones que se le impongan, su tozudez le hará seguir buscando mecanismos para reformar la Constitución, emulando a su gestor, Hugo Chávez, que aunque negó varias veces la reelección, consiguió esa posibilidad a perpetuidad. Quienes apoyan a Zelaya, lo consideran el líder, que de tener el tiempo suficiente, los puede sacar de la pobreza, dándoles empleos y/o dádivas, mayor dignidad, y acabar con el sometimiento a “las oligarquías dueñas del país”.
Si el presidente costarricense pretende que se cree un gobierno de reconciliación y unidad con la restitución de Zelaya – como reclama la comunidad internacional - no se debería solo articular un pacto político, sino generar un diálogo incluyendo el sentir de otros sectores sociales que claman por tener garantías de que Zelaya se irá sin chistar llegado su término a mediados de enero. Al mismo tiempo, debería pedir que bajen los decibeles belicistas aquellos ruidosos como Hugo Chávez, quien está instigando a la violencia y avivando la insurrección armada, y como Daniel Ortega, quien presta su terreno para esos objetivos.
Sería importante, además, que así como se han impuesto sanciones al gobierno de Micheletti, también se le impongan a Zelaya, en caso de que continúe arengando a lo que llama su “ejército del pueblo”, una masa transformada ya en fuerza de choque que utilizará como escudo humano para reingresar al país. El peligro, es que la alta volatilidad de la masa y la pasión que los activistas e infiltrados tienen por los desbordes y la violencia, predicen consecuencias nefastas como ya empezaron a suceder.
Si realmente se pretende la paz y la unidad para superar la crisis, además de reducir los ruidos que impiden el diálogo profundo, se deberían encontrar formas para que los ciudadanos sientan que sus preocupaciones están incluidas. Un ciudadano descartable, despechado, tarde o temprano, buscará otra masa donde anidar, para así continuar con su peligroso derrotero.
julio 19, 2009
Honduras; tozudez, ruido y tiempo
Las negociaciones son difíciles. La tozudez, el tiempo y el ruido son las mayores dificultades. Desde que se conocieron los siete puntos de Oscar Arias, se sabía que el gobierno de Roberto Micheletti no las aceptaría, por cuanto hacerlo hubiera sido volver atrás con su tesitura de que Manuel Zelaya violó la Constitución.
Arias se sitió frustrado este domingo porque dijo que mientras Zelaya había aceptado su propuesta, Micheletti la había rechazado. Sin embargo, lo que no se entiende es que mientras Arias propuso que Zelaya debía renunciar a todo tipo de consulta sobre la posibilidad de reelección, Zelaya declaró al diario brasileño O Estado de S. Paulo que él insistiría con una asamblea constituyente; que, en definitiva, es justamente lo mismo, aunque diga lo contrario.
Zelaya no esconde su vocación por seguir adelante con su propuesta de seguir con la encuesta y la convocatoria a la asamblea constituyente, aunque dice que terminará su mandato en enero y se irá al campo y a sus granjas a trabajar. Esto huele a lo mismo que prometía Hugo Chávez, quien se cansó de decir en entrevistas que dejaría el poder al finalizar su mandato de cinco años. Dos constituyentes y reformas constitucionales más tarde, nos damos cuenta que Chávez ya tenía la vocación de mentir.
Tiempo es lo que se necesita en una negociación y mucho no hay. En un esquema en el que las elecciones de noviembre se aproximan, cada día de demora, torna a las partes, especialmente a los simpatizantes de Zelaya, cada vez más impacientes; ganando así la percepción de que la violencia puede estallar o ser provocada en cualquier momento.
Más allá de la tozudez de las partes y del tiempo, el otro ingrediente que puede hacer peligrar una mediación es el ruido que provocan las declaraciones de quienes se deberían quedar callados – como Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales - para que Arias pueda tomar las 72 horas y tratar de seguir negociando.
Arias se sitió frustrado este domingo porque dijo que mientras Zelaya había aceptado su propuesta, Micheletti la había rechazado. Sin embargo, lo que no se entiende es que mientras Arias propuso que Zelaya debía renunciar a todo tipo de consulta sobre la posibilidad de reelección, Zelaya declaró al diario brasileño O Estado de S. Paulo que él insistiría con una asamblea constituyente; que, en definitiva, es justamente lo mismo, aunque diga lo contrario.
Zelaya no esconde su vocación por seguir adelante con su propuesta de seguir con la encuesta y la convocatoria a la asamblea constituyente, aunque dice que terminará su mandato en enero y se irá al campo y a sus granjas a trabajar. Esto huele a lo mismo que prometía Hugo Chávez, quien se cansó de decir en entrevistas que dejaría el poder al finalizar su mandato de cinco años. Dos constituyentes y reformas constitucionales más tarde, nos damos cuenta que Chávez ya tenía la vocación de mentir.
Tiempo es lo que se necesita en una negociación y mucho no hay. En un esquema en el que las elecciones de noviembre se aproximan, cada día de demora, torna a las partes, especialmente a los simpatizantes de Zelaya, cada vez más impacientes; ganando así la percepción de que la violencia puede estallar o ser provocada en cualquier momento.
Más allá de la tozudez de las partes y del tiempo, el otro ingrediente que puede hacer peligrar una mediación es el ruido que provocan las declaraciones de quienes se deberían quedar callados – como Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales - para que Arias pueda tomar las 72 horas y tratar de seguir negociando.
julio 11, 2009
Mediación: mucho ruido
El proceso de mediación es difícil, lento y está lleno de ruidos. Muchos de ellos involuntarios, la gente opina, se manifiesta, a favor o en contra de la continuidad de Roberto Micheletti o de la restitución de Manuel Zelaya. Pero hay otros ruidos, de altos decibeles, voluntarios e intencionados, que buscan confundir y que nada sirven al objetivo común para que la mediación de Oscar Arias sea positiva y Honduras (toda) gane.
El mayor ruido es el producido por los mismos protagonistas. En lugar de guardar sus mejores argumentos para las lides de la mediación, empujan a la opinión pública opinando y descalificando al otro, mostrando sus espuelas como si se tratara de runa riña de gallos. Y uno se pregunta: ¿Cómo en todo proceso litigante, no sería mejor que hubiera una especie de secreto de sumario y que fuera el juez, el único, quien con muchas limitaciones pudiera contar lo que sucede?
El otro ruido lo generan los ruidosos de siempre, los líderes continentales en generar molestias. Hugo Chávez - después de un par de días en silencio y de haber renegado del viaje solidario de Fernando Lugo, Cristina de Kirchner y de Rafael Correa para acompañar a Zelaya a El Salvador el día que no pudo aterrizar en Tegucigalpa – comenzó su diatriba contra Micheletti, Hillary Clinton, Estados Unidos, salvando solamente a Barack Obama, nada tonto, sabiendo que el líder estadounidense goza de más popularidad que él mismo en su propio país.
Unido al militar Chávez, quien perpetró un golpe de Estado sangriento en su país, unido al golpista histórico del continente americano del continente, el dictador militar Fidel Castro, reapareció con sus ruidos. Esta vez se llenó la boca de democracia, haciendo premoniciones sobre que el golpe de Estado en Honduras representa un nefasto antecedente para el continente al instigar otros golpes en otros países donde se desconoce la Constitución. Hipocresía de espejo se debería llamar esta nueva retórica política.
Lamentablemente, estos ruidos interesados están minando un proceso que debería estar limitado solo a las opiniones bienintencionadas.
El mayor ruido es el producido por los mismos protagonistas. En lugar de guardar sus mejores argumentos para las lides de la mediación, empujan a la opinión pública opinando y descalificando al otro, mostrando sus espuelas como si se tratara de runa riña de gallos. Y uno se pregunta: ¿Cómo en todo proceso litigante, no sería mejor que hubiera una especie de secreto de sumario y que fuera el juez, el único, quien con muchas limitaciones pudiera contar lo que sucede?
El otro ruido lo generan los ruidosos de siempre, los líderes continentales en generar molestias. Hugo Chávez - después de un par de días en silencio y de haber renegado del viaje solidario de Fernando Lugo, Cristina de Kirchner y de Rafael Correa para acompañar a Zelaya a El Salvador el día que no pudo aterrizar en Tegucigalpa – comenzó su diatriba contra Micheletti, Hillary Clinton, Estados Unidos, salvando solamente a Barack Obama, nada tonto, sabiendo que el líder estadounidense goza de más popularidad que él mismo en su propio país.
Unido al militar Chávez, quien perpetró un golpe de Estado sangriento en su país, unido al golpista histórico del continente americano del continente, el dictador militar Fidel Castro, reapareció con sus ruidos. Esta vez se llenó la boca de democracia, haciendo premoniciones sobre que el golpe de Estado en Honduras representa un nefasto antecedente para el continente al instigar otros golpes en otros países donde se desconoce la Constitución. Hipocresía de espejo se debería llamar esta nueva retórica política.
Lamentablemente, estos ruidos interesados están minando un proceso que debería estar limitado solo a las opiniones bienintencionadas.
julio 10, 2009
¿Por qué no te callas?
Se había mantenido en un sorpresivo silencio mientras las partes se habían decidido por buscar la mediación de Oscar Arias, ante la sugerencia Hillary Clinton y el gobierno de Estados Unidos.
Pero fiel a su carácter irreverente y a llamar la atención, lejos de querer una solución en el conflicto hondureño, sino a intervenir en asuntos que no le competen – mejor dicho que no debieran competerle – Hugo Chávez salió nuevamente hoy para tirar estiércol para todos lados y hablar de un diálogo que ya está sepultado.
En realidad, cuan necesario sería tener a mano para este tipo de circunstancias al Rey Juan Carlos I con su “¿por qué no te callas?”
Chávez rompió su silencio para acusar a medio mundo de por qué no se aprovechó el viaje de Roberto Micheletti para apresarlo por traición a la patria y golpista, algo que Daniel Ortega ya había sugerido, y calificó prácticamente de indeseable a Hillary Clitnon a quien acusa de haber buscado un diálogo sin el consentimiento de Barack Obama.
Es que piensa – y se da cuenta – que mientras duran las negociaciones – en realidad muy empantanadas – las nuevas autoridades de Honduras van ganando tiempo para llegar a las elecciones de noviembre sin la posibilidad de que Manuel Zelaya sea restituido. El tiempo juega en contra.
¿Pero por qué será su interés para que Zelaya vuelva al poder? ¿Democracia? Nadie el cree a Chávez ese cuento.
Pero fiel a su carácter irreverente y a llamar la atención, lejos de querer una solución en el conflicto hondureño, sino a intervenir en asuntos que no le competen – mejor dicho que no debieran competerle – Hugo Chávez salió nuevamente hoy para tirar estiércol para todos lados y hablar de un diálogo que ya está sepultado.
En realidad, cuan necesario sería tener a mano para este tipo de circunstancias al Rey Juan Carlos I con su “¿por qué no te callas?”
Chávez rompió su silencio para acusar a medio mundo de por qué no se aprovechó el viaje de Roberto Micheletti para apresarlo por traición a la patria y golpista, algo que Daniel Ortega ya había sugerido, y calificó prácticamente de indeseable a Hillary Clitnon a quien acusa de haber buscado un diálogo sin el consentimiento de Barack Obama.
Es que piensa – y se da cuenta – que mientras duran las negociaciones – en realidad muy empantanadas – las nuevas autoridades de Honduras van ganando tiempo para llegar a las elecciones de noviembre sin la posibilidad de que Manuel Zelaya sea restituido. El tiempo juega en contra.
¿Pero por qué será su interés para que Zelaya vuelva al poder? ¿Democracia? Nadie el cree a Chávez ese cuento.
julio 07, 2009
Difícil mediación: ¿democracia o gobernabilidad?
El presidente Oscar Arias de Costa Rica tiene una difícil tarea a partir de este jueves. Debe mediar entre dos posiciones que hasta hoy parecen irreconciliables. Roberto Micheletti dijo que negociar no implica restituir a la presidencia a Manuel Zelaya, mientras que éste último dijo que su condición es ser restituido.
Hasta ahora el escenario parece irreconciliable. Dos preguntas quedan en el aire:
En el caso de que Zelaya retorne al país: ¿Cómo podría Zelaya gobernar nuevamente por un par de meses su país sin el apoyo de los otros dos poderes públicos, los que le han retirado su lealtad por haber violado la Constitución, además de la contra de los militares y de los obispos?
En el caso de que Micheletti siga en el poder: ¿Cómo puede un gobierno de facto sostenerse, y hasta cuándo, con tanta presión internacional y con los grifos de ayuda financiera y económica cerrados, siendo uno de los países más pobres del continente americano?
El problema de Honduras ya no es una cuestión de si fue golpe de Estado o una transición democracia; la discusión quedó atrás y así se juzgue una u otra cosa, el hecho es que la realidad dista de ser un problema de democracia – eso en realidad se resolverá con las elecciones de noviembre o anticipándolas – sino que el problema más grave es de gobernabilidad.
Siga quien siguiere en el poder, gane quien ganare las elecciones, lo cierto es que uno u otro sector, tendrá que gobernar con el otro, que ya no es la oposición, sino el enemigo.
Por eso creo que Arias, un demócrata muy inteligente que no ha ganado por casualidad el Premio Nobel de la Paz, tratará de mediar y buscar una salida a largo plazo, no quedándose en el presente cercano, época que terminará engrosando el anecdotario latinoamericano de esas “venas abiertas” infligidas por nosotros mismos. Arias habló muy bien de ellas en la Cumbre de Trinidad y Tobago. Solo falta “googlear” por ellas, para leer el mejor discurso de la Cumbre.
Hasta ahora el escenario parece irreconciliable. Dos preguntas quedan en el aire:
En el caso de que Zelaya retorne al país: ¿Cómo podría Zelaya gobernar nuevamente por un par de meses su país sin el apoyo de los otros dos poderes públicos, los que le han retirado su lealtad por haber violado la Constitución, además de la contra de los militares y de los obispos?
En el caso de que Micheletti siga en el poder: ¿Cómo puede un gobierno de facto sostenerse, y hasta cuándo, con tanta presión internacional y con los grifos de ayuda financiera y económica cerrados, siendo uno de los países más pobres del continente americano?
El problema de Honduras ya no es una cuestión de si fue golpe de Estado o una transición democracia; la discusión quedó atrás y así se juzgue una u otra cosa, el hecho es que la realidad dista de ser un problema de democracia – eso en realidad se resolverá con las elecciones de noviembre o anticipándolas – sino que el problema más grave es de gobernabilidad.
Siga quien siguiere en el poder, gane quien ganare las elecciones, lo cierto es que uno u otro sector, tendrá que gobernar con el otro, que ya no es la oposición, sino el enemigo.
Por eso creo que Arias, un demócrata muy inteligente que no ha ganado por casualidad el Premio Nobel de la Paz, tratará de mediar y buscar una salida a largo plazo, no quedándose en el presente cercano, época que terminará engrosando el anecdotario latinoamericano de esas “venas abiertas” infligidas por nosotros mismos. Arias habló muy bien de ellas en la Cumbre de Trinidad y Tobago. Solo falta “googlear” por ellas, para leer el mejor discurso de la Cumbre.
julio 04, 2009
Honduras: hora de verdades
Este domingo es hora de verdades. Manuel Zelaya amenaza volver a Honduras y hacerlo con varios mandatarios amigos. La Iglesia Católica le exhorta que no lo haga para evitar violencia. El nuevo gobierno expresó que lo apresará y juzgará. Mientras tanto, los militares dijeron que apoyarán a la policía para que lo detengan.
Mientras hoy la asamblea general de la OEA recibía el informe negativo de José Miguel Insulza de que Honduras no daría marcha atrás, y pidiendo su separación de la entidad aplicando una Carta Democrática que jamás se utilizó para condenar a los demás regímenes antidemocráticos de las Américas, miles de hondureños se arrojaron a las calles para expresar su desprecio por Zelaya y apego a Roberto Micheletti; acciones de apoyo que no pueden dejarse de tener en cuenta como parte de la voluntad de un pueblo.
Es probable que la OEA tenga que extender plazos si quiere resolver el conflicto, de lo contrario el regreso intempestivo de Zelaya - como lo hizo cuando se apoderó de las urnas en un cuartel general después de que el Poder Judicial no lo autorizaba a desplegarlas – puede generar mayores consecuencias.
El conflicto hondureño es confuso porque sostiene, con la misma convicción, dos verdades diametralmente opuestas: Golpe de Estado y sucesión constitucional. Gran parte de la comunidad internacional, anota que la destitución y expulsión de Mel Zelaya mediante fuerza militar no tiene otra lectura que un golpe de Estado. En cambio, para una mayoría de hondureños, incluyendo a la Justicia y al Congreso, su verdad es que se trató de una transición democrática, obligada por los atropellos de un presidente que se había elevado por arriba de la Constitución y la justicia.
Vivimos en un mundo muy polarizado, donde es difícil aferrarse a verdades absolutas; y las contradicciones están a flor de piel. La OEA, por ejemplo, rechaza el golpe en Honduras pero flirtea a un régimen totalitarista de medio siglo como el cubano; Hugo Chávez reclama a los hondureños someterse a la resolución de la OEA pero desconoce en su país los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos; mientras Raúl Castro y Daniel Ortega hacen gala de cinismo al exigir la Carta Democrática.
La forma en que las nuevas autoridades hondureñas procedieron está en entredicho, pero muchos comprenden su verdad de fondo. Trataron de prevenir el modelo “chavista” que Zelaya estaba adoptando para perpetuarse en el poder, y evitar las consecuencias antidemocráticas que experimenta Venezuela, donde todo está sometido a la voluntad única del líder. Sin este ingrediente invasivo, no se podría entender lo que gritan los hondureños en las calles. No es casualidad que Chávez haya amenazado con usar la fuerza militar para derrocar al nuevo presidente Roberto Micheletti y liderado un movimiento sarcásticamente democrático dentro de la OEA, de países con signos autoritarios como Cuba, Ecuador, Nicaragua y Bolivia.
A pesar de que cada sector tenga sus razones o verdades, y que las organizaciones intergubernamentales hayan establecido límites, enviando así un mensaje a otros países para evitar imitaciones; es importante que utilicen la misma vara para medir, ya que si bien se quejan contra Honduras, también debería ser poco tolerantes con aquellos gobiernos, que disfrazados por procesos electorales, se la pasan dando “golpecitos” con total impunidad
Mientras hoy la asamblea general de la OEA recibía el informe negativo de José Miguel Insulza de que Honduras no daría marcha atrás, y pidiendo su separación de la entidad aplicando una Carta Democrática que jamás se utilizó para condenar a los demás regímenes antidemocráticos de las Américas, miles de hondureños se arrojaron a las calles para expresar su desprecio por Zelaya y apego a Roberto Micheletti; acciones de apoyo que no pueden dejarse de tener en cuenta como parte de la voluntad de un pueblo.
Es probable que la OEA tenga que extender plazos si quiere resolver el conflicto, de lo contrario el regreso intempestivo de Zelaya - como lo hizo cuando se apoderó de las urnas en un cuartel general después de que el Poder Judicial no lo autorizaba a desplegarlas – puede generar mayores consecuencias.
El conflicto hondureño es confuso porque sostiene, con la misma convicción, dos verdades diametralmente opuestas: Golpe de Estado y sucesión constitucional. Gran parte de la comunidad internacional, anota que la destitución y expulsión de Mel Zelaya mediante fuerza militar no tiene otra lectura que un golpe de Estado. En cambio, para una mayoría de hondureños, incluyendo a la Justicia y al Congreso, su verdad es que se trató de una transición democrática, obligada por los atropellos de un presidente que se había elevado por arriba de la Constitución y la justicia.
Vivimos en un mundo muy polarizado, donde es difícil aferrarse a verdades absolutas; y las contradicciones están a flor de piel. La OEA, por ejemplo, rechaza el golpe en Honduras pero flirtea a un régimen totalitarista de medio siglo como el cubano; Hugo Chávez reclama a los hondureños someterse a la resolución de la OEA pero desconoce en su país los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos; mientras Raúl Castro y Daniel Ortega hacen gala de cinismo al exigir la Carta Democrática.
La forma en que las nuevas autoridades hondureñas procedieron está en entredicho, pero muchos comprenden su verdad de fondo. Trataron de prevenir el modelo “chavista” que Zelaya estaba adoptando para perpetuarse en el poder, y evitar las consecuencias antidemocráticas que experimenta Venezuela, donde todo está sometido a la voluntad única del líder. Sin este ingrediente invasivo, no se podría entender lo que gritan los hondureños en las calles. No es casualidad que Chávez haya amenazado con usar la fuerza militar para derrocar al nuevo presidente Roberto Micheletti y liderado un movimiento sarcásticamente democrático dentro de la OEA, de países con signos autoritarios como Cuba, Ecuador, Nicaragua y Bolivia.
A pesar de que cada sector tenga sus razones o verdades, y que las organizaciones intergubernamentales hayan establecido límites, enviando así un mensaje a otros países para evitar imitaciones; es importante que utilicen la misma vara para medir, ya que si bien se quejan contra Honduras, también debería ser poco tolerantes con aquellos gobiernos, que disfrazados por procesos electorales, se la pasan dando “golpecitos” con total impunidad
Honduras dice no a Chávez
El presidente venezolano está muy incómodo. A él (así como a la mayoría de los hondureños) no le importa la suerte de Mel Zelaya, esa es la cortina de humo, lo que le incomoda es saber que lo están rechazando a él y a su revolución. No es para menos. José Miguel Insulza no logró en sus reuniones en Tegucigalpa que las autoridades hondureñas decidan restituir a Mel Zelaya, según lo establece la resolución de la OEA, siendo el primer traspié internacional que Hugo Chávez sufre en su derrotero por expandir la revolución bolivariana a fuerza de billetera y petrodólares.
Más allá de la interpretación de los hechos y de los principios en juego, respecto a si la destitución de Zelaya fue un golpe o una transición democrática, lo cierto es que la crisis desenmascaró el problema real: la mayoría de los hondureños rechaza vivir en un país con un modelo chavista de gobierno.
Esta, es en realidad, la primera derrota internacional de Chávez. A nivel nacional, Chávez solo perdió en diciembre de 2007 de un total de 18 procesos electorales en 10 años, muchos de ellos forzados y con sospechas de fraude. Incluso Chávez se las ingenió para “matar” políticamente a quienes le ganaron algunas elecciones, por eso el alcalde Caracas, está ahora haciendo una huelga de hambre para que le restituyan sus poderes, y el gobernador del Zulia, está exiliado en Perú, perseguido como tantos otros disidentes.
Chávez ganó elecciones, pero ha destruido a los poderes públicos, ha desbandado a los sindicatos, intimidado a los partidos políticos, comprado a las Fuerzas Armadas, luchado contra la Iglesia, perseguido a medios y periodistas. En Venezuela nada se mueve si no es a su voluntad, claro está, todo dentro de un marco legal y jurídico creado a medida por dos poderes totalmente adictos. Una democracia sin contrapesos ni pluralidad y diversidad, no es democracia.
Chávez estuvo pataleando todos estos días, incluso en conjunto con Rafael Correa, Daniel Ortega, Evo Morales y Raúl Castro, quienes con el sarcasmo y el cinismo que les caracteriza, pidieron a la OEA restablecer la democracia en Honduras, la que ellos no practican en sus casas. Es más, hablaron de la Carta Democrática, la que utilizan como papel higiénico y Chávez, con total desparpajo, pide que en Honduras se cumpla con la resolución de la OEA que le daba 72 horas, mientras en su país jamás ha cumplido con los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y con las decisiones de la Comisión, ambos organismos pertenecientes a la OEA.
La conveniencia política es mucha, por eso se entiende cómo estos países que en las reuniones de Trinidad y Tobago y de San Pedro Sula despotricaron y descalificaron a la OEA, sean ahora quienes se llenen la boca clamando por democracia.
Chávez está muy incómodo porque en Honduras se vio la primera y concreta medida en contra de la propagación de su revolución. Hasta ahora venía sorteando escollos, como la oposición que tuvo Zelaya de la dirigencia opositora y de los medios de comunicación cuando decidió ingresar al ALBA. Ya en aquella oportunidad, Chávez, quien se autoproclama no intervencionista en los asuntos de otros estados, calificó a los opositores de Zelaya y a los medios como “pitiyanquis” y “lame cu…” del imperio.
Esta noche, después de que en días pasados dijo que derrocaría a Micheletti con la fuerza militar, dijo que no era intervencionista y volvió a la carga contra Estados Unidos. Se cuidó de acusar directamente a Barack Obama – sabiendo que el presidente estadounidense es más popular que él en Venezuela mismo – pero sí avanzó en contra “de los varios Estados Unidos”, algunos de los cuales estarían detrás del golpe. Aunque no elaboró, la prensa propagandística de su régimen ya anduvo circulando información esta semana de que el golpe de Estado en Honduras era una estrategia del Pentágono para comenzar a socavar su hegemonía en la región.
Chávez está incómodo. Teme que el ejemplo de Honduras pudiera expandirse por otros países en donde él cree que tiene todo a su favor. Y él sabe que las apariencias engañan.
Más allá de la interpretación de los hechos y de los principios en juego, respecto a si la destitución de Zelaya fue un golpe o una transición democrática, lo cierto es que la crisis desenmascaró el problema real: la mayoría de los hondureños rechaza vivir en un país con un modelo chavista de gobierno.
Esta, es en realidad, la primera derrota internacional de Chávez. A nivel nacional, Chávez solo perdió en diciembre de 2007 de un total de 18 procesos electorales en 10 años, muchos de ellos forzados y con sospechas de fraude. Incluso Chávez se las ingenió para “matar” políticamente a quienes le ganaron algunas elecciones, por eso el alcalde Caracas, está ahora haciendo una huelga de hambre para que le restituyan sus poderes, y el gobernador del Zulia, está exiliado en Perú, perseguido como tantos otros disidentes.
Chávez ganó elecciones, pero ha destruido a los poderes públicos, ha desbandado a los sindicatos, intimidado a los partidos políticos, comprado a las Fuerzas Armadas, luchado contra la Iglesia, perseguido a medios y periodistas. En Venezuela nada se mueve si no es a su voluntad, claro está, todo dentro de un marco legal y jurídico creado a medida por dos poderes totalmente adictos. Una democracia sin contrapesos ni pluralidad y diversidad, no es democracia.
Chávez estuvo pataleando todos estos días, incluso en conjunto con Rafael Correa, Daniel Ortega, Evo Morales y Raúl Castro, quienes con el sarcasmo y el cinismo que les caracteriza, pidieron a la OEA restablecer la democracia en Honduras, la que ellos no practican en sus casas. Es más, hablaron de la Carta Democrática, la que utilizan como papel higiénico y Chávez, con total desparpajo, pide que en Honduras se cumpla con la resolución de la OEA que le daba 72 horas, mientras en su país jamás ha cumplido con los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y con las decisiones de la Comisión, ambos organismos pertenecientes a la OEA.
La conveniencia política es mucha, por eso se entiende cómo estos países que en las reuniones de Trinidad y Tobago y de San Pedro Sula despotricaron y descalificaron a la OEA, sean ahora quienes se llenen la boca clamando por democracia.
Chávez está muy incómodo porque en Honduras se vio la primera y concreta medida en contra de la propagación de su revolución. Hasta ahora venía sorteando escollos, como la oposición que tuvo Zelaya de la dirigencia opositora y de los medios de comunicación cuando decidió ingresar al ALBA. Ya en aquella oportunidad, Chávez, quien se autoproclama no intervencionista en los asuntos de otros estados, calificó a los opositores de Zelaya y a los medios como “pitiyanquis” y “lame cu…” del imperio.
Esta noche, después de que en días pasados dijo que derrocaría a Micheletti con la fuerza militar, dijo que no era intervencionista y volvió a la carga contra Estados Unidos. Se cuidó de acusar directamente a Barack Obama – sabiendo que el presidente estadounidense es más popular que él en Venezuela mismo – pero sí avanzó en contra “de los varios Estados Unidos”, algunos de los cuales estarían detrás del golpe. Aunque no elaboró, la prensa propagandística de su régimen ya anduvo circulando información esta semana de que el golpe de Estado en Honduras era una estrategia del Pentágono para comenzar a socavar su hegemonía en la región.
Chávez está incómodo. Teme que el ejemplo de Honduras pudiera expandirse por otros países en donde él cree que tiene todo a su favor. Y él sabe que las apariencias engañan.
julio 02, 2009
El insulso Insulza y el injerencista Chávez
¿Qué le pasa a la OEA? ¿Qué le pasa a su secretario general? José Miguel Insulza ha llevado a la organización a un alto grado de desprestigio después de que buscó, apoyó e influenció a todos los gobiernos del área para que respaldaran el ingreso a la institución de una de las dictaduras más largas de la historia en el mundo.
Fue una medida política, de la que pudo convencer a los gobiernos, pero no pudo hacerlo con la gente de a pie, que más allá de las ideologías, reconoce que en Cuba no existe libertad y no le gustaría ir a vivir a “ese paraíso”
¿Es éste insulso personaje, el más idóneo para hablar de democracia y para negociar con el gobierno de Roberto Micheletti la restitución de Mel Zelaya? después de defender a un régimen como el de La Habana o no haber dicho nada a Hugo Chávez quien en días pasados expresó que invadiría Honduras para derrocar al gobierno. Parece que el tema de la no intervención es solo una vara aplicada a algunos países, particularmente los de izquierda.
Insulza, a quien se le acusa de buscar su reelección apoyado por Chávez y los gobiernos parte del sistema ideológico del ALBA, ¿es la persona idónea para negociar en Honduras, siendo que el golpe contra Zelaya se debió a su alianza entretejida con Chávez en los últimos años?
Seguramente cuando mañana Insulza sea recibido por Micheletti, tratando de negociar que se cumpla con la resolución de que se restituya a Zelaya, el secretario general de la OEA tendrá que soportar los vítores de miles de hondureños que apoyan al nuevo gobierno.
Mientras tanto, quien provocó todo este desbarajuste, Hugo Chávez, sigue mirando de lejos y acusando a los medios de comunicación de haber dado el golpe en connivencia con los militares y los demás poderes del Estado – ya que no puede acusar a Obama y al “imperio” que se desvinculó de todo – además de felicitar a Cristina de Kirchner quien acompañaría eventualmente a Zelaya a su regreso.
Pero lo más cómico de todo, es que hoy Hugo Chávez, fiel a no ir a ningún lado donde no pueda ser protegido por la inteligencia venezolana o cubana, dijo que no acompañaría a Zelaya, aunque aclaró que “yo quisiera ir, pero no debo, por la más elemental prudencia”. (¿¿??)
Más allá del destino de la crisis, lo cierto es que el conflicto ha desnudado que hay grandes movimientos en el continente que no quieren que Chávez se entrometa en sus asuntos internos, a pesar de que abra su billetera de par en par. Chávez declaró que su injerencia en Honduras es falsa, pero los hondureños lo desmienten gritándole masivamente en las calles.
Fue una medida política, de la que pudo convencer a los gobiernos, pero no pudo hacerlo con la gente de a pie, que más allá de las ideologías, reconoce que en Cuba no existe libertad y no le gustaría ir a vivir a “ese paraíso”
¿Es éste insulso personaje, el más idóneo para hablar de democracia y para negociar con el gobierno de Roberto Micheletti la restitución de Mel Zelaya? después de defender a un régimen como el de La Habana o no haber dicho nada a Hugo Chávez quien en días pasados expresó que invadiría Honduras para derrocar al gobierno. Parece que el tema de la no intervención es solo una vara aplicada a algunos países, particularmente los de izquierda.
Insulza, a quien se le acusa de buscar su reelección apoyado por Chávez y los gobiernos parte del sistema ideológico del ALBA, ¿es la persona idónea para negociar en Honduras, siendo que el golpe contra Zelaya se debió a su alianza entretejida con Chávez en los últimos años?
Seguramente cuando mañana Insulza sea recibido por Micheletti, tratando de negociar que se cumpla con la resolución de que se restituya a Zelaya, el secretario general de la OEA tendrá que soportar los vítores de miles de hondureños que apoyan al nuevo gobierno.
Mientras tanto, quien provocó todo este desbarajuste, Hugo Chávez, sigue mirando de lejos y acusando a los medios de comunicación de haber dado el golpe en connivencia con los militares y los demás poderes del Estado – ya que no puede acusar a Obama y al “imperio” que se desvinculó de todo – además de felicitar a Cristina de Kirchner quien acompañaría eventualmente a Zelaya a su regreso.
Pero lo más cómico de todo, es que hoy Hugo Chávez, fiel a no ir a ningún lado donde no pueda ser protegido por la inteligencia venezolana o cubana, dijo que no acompañaría a Zelaya, aunque aclaró que “yo quisiera ir, pero no debo, por la más elemental prudencia”. (¿¿??)
Más allá del destino de la crisis, lo cierto es que el conflicto ha desnudado que hay grandes movimientos en el continente que no quieren que Chávez se entrometa en sus asuntos internos, a pesar de que abra su billetera de par en par. Chávez declaró que su injerencia en Honduras es falsa, pero los hondureños lo desmienten gritándole masivamente en las calles.
Dolorosa libertad de prensa en Honduras
A juzgar por el atropello contra la libertad de prensa, los periodistas y los medios de comunicación, se puede afirmar que en Honduras sí hubo un golpe de Estado el domingo cuando se destituyó al presidente Manuel Zelaya. Esta, la libertad de prensa, es una de las primeras víctimas que llevan implícito los cortes constitucionales, así como el debilitamiento de otros derechos individuales y sociales.
Más allá de si se justificaba o no para el pueblo y las autoridades hondureñas expulsar al Presidente o sobre la discusión de si se trató de un golpe de Estado o de una destitución apegada a las leyes, lo cierto es que el nuevo gobierno censuró a periodistas y medios de comunicación, como en el caso de los medios radioeléctricos, particularmente, entre ellos las cadenas internacionales Telesur y CNN Internacional, así como la agencia AP. Si bien las restricciones fueron duras en las primeras 48 horas, también es un poco exagerado hablar de un “apagón informativo” como algunos grupos defensores de derechos humanos y de defensa de la libertad de prensa hicieron ver, como si se hubiera tratado de otro Irán.
Prueba de que no fue así, es que los sitios de internet de noticias más importantes del país, prácticamente todos los periódicos, no tuvieron ningún tipo de censura. Se informó minuto a minuto, sin censura previa, y los medios o la comunidad internacional no se vieron forzados a informarse a través de Twitter, Facebook o YouTube como sucedió tras la crisis y la férrea censura en Irán.
También se deben dejar de lado por mentirosas y chabacanas las acusaciones de Hugo Chávez quien desde el principio – como no pudo culpar a Barack Obama ni al imperio de estar detrás del golpe – responsabilizó a “los medios oligarcas” de ser los intelectuales atrás de la escena. Los medios hondureños, principalmente los diarios independientes, ya están acostumbrados a los insultos de Chávez, como cuando les calificó de “pitiyanquis” y de “lame cu…” después de criticar al gobierno de Zelaya por alinearse a la iniciativa ideológica del ALBA.
Vale aclarar que si bien no hay excusa para restringir la labor de la prensa en ningún momento y bajo ninguna circunstancia, tampoco se puede pecar de ingenuidad y pensar que durante el gobierno de Zelaya la libertad de prensa era absoluta. El Canal 8 fue cerrado por las nuevas autoridades porque no se trataba de un canal público, sino de uno que fue utilizado por el gobierno de Zelaya, con los dineros de los hondureños, como un medio al servicio propagandístico.
El gobierno de Zelaya también se ha caracterizado, y fue denunciado, por utilizar la publicidad oficial para castigar y premiar a los medios, corrompió a numerosos periodistas que estaban en planilla, y cometió continuos atropellos contra medios y periodistas por el solo hecho de que disentían y fiscalizaban su labor.
Lo que sí es censurable, es que entre tanta confusión y sin saber a quien echarle la culpa en el tumulto, mucha gente parece avivada y azuzada para volcarse en contra de los medios y acusarlos de golpistas. No hay un medio de comunicación en Honduras que no haya estado o todavía esté de alguna forma – la empresa en sí, sus editores, periodistas o fotógrafos – siendo amenazado, agredido, violentado, maltratado o malinterpretado por una u otra posición que forman parte de la profunda polarización que afecta a la sociedad.
Lamentablemente, la libertad de prensa termina siendo un elemento muy doloroso para muchos, pero muy necesaria para mantener a la democracia a flote. Y al nuevo gobierno le cabe preservarla.
Más allá de si se justificaba o no para el pueblo y las autoridades hondureñas expulsar al Presidente o sobre la discusión de si se trató de un golpe de Estado o de una destitución apegada a las leyes, lo cierto es que el nuevo gobierno censuró a periodistas y medios de comunicación, como en el caso de los medios radioeléctricos, particularmente, entre ellos las cadenas internacionales Telesur y CNN Internacional, así como la agencia AP. Si bien las restricciones fueron duras en las primeras 48 horas, también es un poco exagerado hablar de un “apagón informativo” como algunos grupos defensores de derechos humanos y de defensa de la libertad de prensa hicieron ver, como si se hubiera tratado de otro Irán.
Prueba de que no fue así, es que los sitios de internet de noticias más importantes del país, prácticamente todos los periódicos, no tuvieron ningún tipo de censura. Se informó minuto a minuto, sin censura previa, y los medios o la comunidad internacional no se vieron forzados a informarse a través de Twitter, Facebook o YouTube como sucedió tras la crisis y la férrea censura en Irán.
También se deben dejar de lado por mentirosas y chabacanas las acusaciones de Hugo Chávez quien desde el principio – como no pudo culpar a Barack Obama ni al imperio de estar detrás del golpe – responsabilizó a “los medios oligarcas” de ser los intelectuales atrás de la escena. Los medios hondureños, principalmente los diarios independientes, ya están acostumbrados a los insultos de Chávez, como cuando les calificó de “pitiyanquis” y de “lame cu…” después de criticar al gobierno de Zelaya por alinearse a la iniciativa ideológica del ALBA.
Vale aclarar que si bien no hay excusa para restringir la labor de la prensa en ningún momento y bajo ninguna circunstancia, tampoco se puede pecar de ingenuidad y pensar que durante el gobierno de Zelaya la libertad de prensa era absoluta. El Canal 8 fue cerrado por las nuevas autoridades porque no se trataba de un canal público, sino de uno que fue utilizado por el gobierno de Zelaya, con los dineros de los hondureños, como un medio al servicio propagandístico.
El gobierno de Zelaya también se ha caracterizado, y fue denunciado, por utilizar la publicidad oficial para castigar y premiar a los medios, corrompió a numerosos periodistas que estaban en planilla, y cometió continuos atropellos contra medios y periodistas por el solo hecho de que disentían y fiscalizaban su labor.
Lo que sí es censurable, es que entre tanta confusión y sin saber a quien echarle la culpa en el tumulto, mucha gente parece avivada y azuzada para volcarse en contra de los medios y acusarlos de golpistas. No hay un medio de comunicación en Honduras que no haya estado o todavía esté de alguna forma – la empresa en sí, sus editores, periodistas o fotógrafos – siendo amenazado, agredido, violentado, maltratado o malinterpretado por una u otra posición que forman parte de la profunda polarización que afecta a la sociedad.
Lamentablemente, la libertad de prensa termina siendo un elemento muy doloroso para muchos, pero muy necesaria para mantener a la democracia a flote. Y al nuevo gobierno le cabe preservarla.
junio 30, 2009
Elecciones anticipadas para Honduras
¿No sería oportuno adelantar las elecciones presidenciales en Honduras para sacar al país de una crisis que parece encaminada a profundizarse? ¿Sería muy descabellado?
De repente, el nuevo presidente Roberto Micheletti y el depuesto Mel Zelaya – quien dijo que quiere terminar su período y prometió que no buscaría reformar la Constitución para perpetuarse en poder – podrían consensuar una salida institucional y adelantar las elecciones, que de todas maneras están a la vuelta de la esquina, programadas para noviembre. Ambos dijeron querer lo mejor para el país, y creo que ese sentimiento, cuando los ánimos se calmen es lo que en realidad todos quieren, excepto que ahora, unos y otros, quiere tener su razón.
En realidad, estamos ante dos posiciones polarizadas e irreconciliables: La mayoría de los hondureños en Honduras y muchos exiliados pareciera que apoyan a Micheletti, dicen que no fue un golpe de Estado porque los militares solo hicieron respetar la Constitución y se manifiestan concretamente en contra de Zelaya y de quienes consideran su promotor, Hugo Chávez. Mientras tanto, la comunidad internacional insiste en que se trata de un golpe de Estado, que Zelaya debe ser restituido, a la vez que se están buscando los castigos para hacer recapacitar al nuevo gobierno.
Hoy, por ejemplo, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo se sumaron al movimiento contra el nuevo gobierno, argumentando que suspenden créditos y ayuda financiera al país, a la vez que los organismos intergubernamentales analizan aislar al país.
La situación se pondrá tensa este jueves si es que Zelaya realmente piensa ingresar al país, acompañado de Rafael Correa, Cristina de Kirchner e Insulza. Parece ser una bravuconada, si uno realmente entiende que para entrar al país, un avión necesita los permisos necesarios o por lo menos los del aeropuerto para poder aterrizar. Más aún, las nuevas autoridades parece que lo esperarían con órdenes de captura, por lo que se entiende que hasta el momento, Zelaya está utilizando argumentos y propaganda a su favor.
Hay en todo esto, además de mucha confusión y polarización sobre las dos posiciones más visibles, una increíble dosis de hipocresía que molesta y mucho. No se puede entender que después de que muchos gobiernos que hasta hace una semana eran fuertemente críticos de la OEA y que se pasaban constantemente la carta democrática por el traste, se revistan ahora de grandes demócratas y de poner a la OEA en una posición que nunca le dieron y que nuca tuvo.
El solo anuncio de que pudiera haber elecciones anticipadas podría ayudar a descomprimir esta tensión natural que se ha creado el domingo con el golpe y mucho tiempo antes con todos los “golpecitos” constitucionales que Zelaya venía pegando.
De repente, el nuevo presidente Roberto Micheletti y el depuesto Mel Zelaya – quien dijo que quiere terminar su período y prometió que no buscaría reformar la Constitución para perpetuarse en poder – podrían consensuar una salida institucional y adelantar las elecciones, que de todas maneras están a la vuelta de la esquina, programadas para noviembre. Ambos dijeron querer lo mejor para el país, y creo que ese sentimiento, cuando los ánimos se calmen es lo que en realidad todos quieren, excepto que ahora, unos y otros, quiere tener su razón.
En realidad, estamos ante dos posiciones polarizadas e irreconciliables: La mayoría de los hondureños en Honduras y muchos exiliados pareciera que apoyan a Micheletti, dicen que no fue un golpe de Estado porque los militares solo hicieron respetar la Constitución y se manifiestan concretamente en contra de Zelaya y de quienes consideran su promotor, Hugo Chávez. Mientras tanto, la comunidad internacional insiste en que se trata de un golpe de Estado, que Zelaya debe ser restituido, a la vez que se están buscando los castigos para hacer recapacitar al nuevo gobierno.
Hoy, por ejemplo, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo se sumaron al movimiento contra el nuevo gobierno, argumentando que suspenden créditos y ayuda financiera al país, a la vez que los organismos intergubernamentales analizan aislar al país.
La situación se pondrá tensa este jueves si es que Zelaya realmente piensa ingresar al país, acompañado de Rafael Correa, Cristina de Kirchner e Insulza. Parece ser una bravuconada, si uno realmente entiende que para entrar al país, un avión necesita los permisos necesarios o por lo menos los del aeropuerto para poder aterrizar. Más aún, las nuevas autoridades parece que lo esperarían con órdenes de captura, por lo que se entiende que hasta el momento, Zelaya está utilizando argumentos y propaganda a su favor.
Hay en todo esto, además de mucha confusión y polarización sobre las dos posiciones más visibles, una increíble dosis de hipocresía que molesta y mucho. No se puede entender que después de que muchos gobiernos que hasta hace una semana eran fuertemente críticos de la OEA y que se pasaban constantemente la carta democrática por el traste, se revistan ahora de grandes demócratas y de poner a la OEA en una posición que nunca le dieron y que nuca tuvo.
El solo anuncio de que pudiera haber elecciones anticipadas podría ayudar a descomprimir esta tensión natural que se ha creado el domingo con el golpe y mucho tiempo antes con todos los “golpecitos” constitucionales que Zelaya venía pegando.
junio 29, 2009
Equivocados: fondo y forma
Las reacciones en el mundo entero no se hicieron esperar apenas se supo que el presidente Manuel Zelaya fue destituido por el Congreso hondureño o que se le dio un golpe de Estado, como prefirieron llamarlo otros. En todos lados se condenó y seguramente a partir de este lunes las organizaciones intergubernamentales verán de qué forma aplicarán medidas o castigos.
Más allá de las argumentaciones que se escucharon durante el día - especialmente en el Congreso y del nuevo presidente Roberto Micheletti, quien prometió que continuará con el proceso electoral hacia noviembre – sobre que no se trató de un golpe de Estado, sino de una transición democrática de constitucionalmente deponer el Presidente de su cargo por incumplir con la ley y la Constitución, lo cierto es que las autoridades hondureñas se han equivocado.
Es probable que en el fondo la cúpula política hondureña haya tenido razones valederas en contra de Zelaya, quien en la última semana desacató órdenes de la Justicia que le prohibía realizar una encuesta este domingo con la que quería palpar el sentir de los electores para acrecentar sus intenciones sobre la reelección presidencial. Sin embargo, lo que estuvo equivocado, fue la forma en que se produjeron los hechos, un Presidente detenido por los militares y expulsado hacia Costa Rica.
La forma, más que un proceso democrático debido que debería seguir juicio político y otros esquemas que deben estar fijados por ley, se vio plenamente como un golpe de Estado, aspecto que ningún otro gobierno o institución internacional puede hacerle la vista gorda y dejar de condenar.
Si bien una gran cantidad de personas, de líderes y dirigentes detestaba la forma en que Zelaya estaba atropellando al país, da la sensación que esa gente pudiera estar enfrentándose a un caso similar a lo que sucedió con Hugo Chávez en abril de 2002, quien fue restituido al gobierno luego de un golpe de Estado injustificado.
Creo que los hondureños tienen todo el derecho, apegándose a la legislación y a la Constitución – como en cualquier otro país – de destituir a un Presidente por las razones ilegítimas e ilegales que hubiera en juego; pero se deberían haber cuidado las formas, pensado en las apariencias, ya que la opinión pública internacional desconocía todos los elementos y solo puede juzgar los acontecimientos a la luz de un golpe de Estado.
Más allá de las argumentaciones que se escucharon durante el día - especialmente en el Congreso y del nuevo presidente Roberto Micheletti, quien prometió que continuará con el proceso electoral hacia noviembre – sobre que no se trató de un golpe de Estado, sino de una transición democrática de constitucionalmente deponer el Presidente de su cargo por incumplir con la ley y la Constitución, lo cierto es que las autoridades hondureñas se han equivocado.
Es probable que en el fondo la cúpula política hondureña haya tenido razones valederas en contra de Zelaya, quien en la última semana desacató órdenes de la Justicia que le prohibía realizar una encuesta este domingo con la que quería palpar el sentir de los electores para acrecentar sus intenciones sobre la reelección presidencial. Sin embargo, lo que estuvo equivocado, fue la forma en que se produjeron los hechos, un Presidente detenido por los militares y expulsado hacia Costa Rica.
La forma, más que un proceso democrático debido que debería seguir juicio político y otros esquemas que deben estar fijados por ley, se vio plenamente como un golpe de Estado, aspecto que ningún otro gobierno o institución internacional puede hacerle la vista gorda y dejar de condenar.
Si bien una gran cantidad de personas, de líderes y dirigentes detestaba la forma en que Zelaya estaba atropellando al país, da la sensación que esa gente pudiera estar enfrentándose a un caso similar a lo que sucedió con Hugo Chávez en abril de 2002, quien fue restituido al gobierno luego de un golpe de Estado injustificado.
Creo que los hondureños tienen todo el derecho, apegándose a la legislación y a la Constitución – como en cualquier otro país – de destituir a un Presidente por las razones ilegítimas e ilegales que hubiera en juego; pero se deberían haber cuidado las formas, pensado en las apariencias, ya que la opinión pública internacional desconocía todos los elementos y solo puede juzgar los acontecimientos a la luz de un golpe de Estado.
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