Cuando los gobiernos no dan
pie con bola en lo económico, apelan al uso descontrolado de la propaganda para
crear en el ciudadano una sensación ficticia de bienestar.
Argentina y Venezuela son
casos típicos del uso de esta regla inversamente proporcional: A menor
crecimiento, mayor propaganda. Sus gobiernos apelan al auto elogio político
para tapar su mala performance económica.
Ambos gobiernos invierten a
diario cifras suculentas en propaganda buscando crear percepciones sobre un
país mejor. Fabrican nuevos escenarios llenos de esperanza, exagerando el
optimismo por un futuro mejor con presupuestos irreales que luego modifican a
gusto y placer; así como no tienen empacho para mentir y manipular índices de inflación,
pobreza o crecimiento, desvirtuando la realidad.
Como excusa utilizan la
muletilla de siempre. Necesitan contrarrestar la crítica desestabilizadora y
mal intencionada de la oposición, entidades independientes y medios de
comunicación. Bajo ese argumento, crean su estrategia de propaganda y los
millones danzan sin control.
El gobierno de Cristina
Kirchner es el más avezado en el gasto de propaganda. La inversión oficial es millonaria
en el programa Fútbol para Todos, el actual “pan y circo” del peronismo, donde
los eslóganes apuntan a un país de ensueño. Desde que comenzó en 2009, los
centenares de millones de dólares gastados hubieran servido para crear una
infraestructura digna de juegos olímpicos. Datos cruzados de instituciones como
Poder Ciudadano y LED de Argentina sitúan los gastos directos de auto elogio en
más de 150 millones de dólares por año, sin contar la publicidad que hacen los
organismos autónomos de gobierno.
Los gastos también son
siderales en medios de comunicación, agencias de noticias y encuestadoras
coaptados, comprados o creados a imagen y semejanza del gobierno con fondos
públicos, pero usados como medios propios. Aunque los gobiernos usualmente
presionan o influencian a los medios, la exageración de esta táctica en
Argentina y Venezuela, así como en Bolivia, Ecuador y Nicaragua, se desprende
de la estrategia de “hegemonía comunicacional” inventada y promovida por el
expresidente Hugo Chávez.
La consigna propagandística
de Chávez – así como de los gobiernos autoritarios de la historia - no solo
serviría para contrarrestar la crítica, sino para crear nacionalismos capaces
de suplir las carencias de la población y disimular los altos índices de
inflación, bajo crecimiento y el aumento
considerable de la pobreza.
En el caso de Venezuela, y
debido a la acostumbrada falta de transparencia del gobierno, es más difícil
cuantificar el gasto público en publicidad. Además, porque en el esquema de
culto al personalismo por Chávez – quien literalmente está hasta en la sopa –
la publicidad no se puede contabilizar cuando se incorpora en los libros de
textos, en estribillos del cancionero popular o hasta en un “padre nuestro” en
honor al “comandante” que se recita en liturgias populares y partidarias.
Ambos países, otrora polos
de atracción de inmigrantes, son los que más exportan gente debido a sus crisis
económicas y políticas. Es notable como han desperdiciado los beneficios
económicos de los altos precios de las materias primas y del petróleo. Otros
países, como Bolivia, Paraguay y Perú, con mucho menos recursos, lograron mucho
más. Basan sus políticas públicas en la austeridad y en el control del gasto y
la corrupción.
Lamentablemente, en
Argentina y Venezuela, como sucede con todo gobierno de corte personalista y
populista, la propaganda se usa como brazo del clientelismo, creándose un
círculo vicioso del que es difícil despegarse. No se entiende que la propaganda
mal usada es a la política lo que la inflación a la economía. Cuando están
descontroladas, tienen un efecto contrario y devastador, generando mayores
obstáculos para el desarrollo económico.
Los gobiernos que sucederán
a los de Cristina Kirchner y Nicolás Maduro, deben aprender que la propaganda es
un anabólico de la política, que solo genera espejismos y ficciones. La realidad,
en cambio, sigue pasando por el uso eficiente de los recursos y la transparencia
de las estadísticas oficiales, lo único que puede generar confianza interna y
atraer inversiones extranjeras, verdaderos motores del crecimiento. trottiart@gmail.com