lunes, 3 de noviembre de 2014

Menos crecimiento, más propaganda

Cuando los gobiernos no dan pie con bola en lo económico, apelan al uso descontrolado de la propaganda para crear en el ciudadano una sensación ficticia de bienestar.
Argentina y Venezuela son casos típicos del uso de esta regla inversamente proporcional: A menor crecimiento, mayor propaganda. Sus gobiernos apelan al auto elogio político para tapar su mala performance económica.
Ambos gobiernos invierten a diario cifras suculentas en propaganda buscando crear percepciones sobre un país mejor. Fabrican nuevos escenarios llenos de esperanza, exagerando el optimismo por un futuro mejor con presupuestos irreales que luego modifican a gusto y placer; así como no tienen empacho para mentir y manipular índices de inflación, pobreza o crecimiento, desvirtuando la realidad.
Como excusa utilizan la muletilla de siempre. Necesitan contrarrestar la crítica desestabilizadora y mal intencionada de la oposición, entidades independientes y medios de comunicación. Bajo ese argumento, crean su estrategia de propaganda y los millones danzan sin control.
El gobierno de Cristina Kirchner es el más avezado en el gasto de propaganda. La inversión oficial es millonaria en el programa Fútbol para Todos, el actual “pan y circo” del peronismo, donde los eslóganes apuntan a un país de ensueño. Desde que comenzó en 2009, los centenares de millones de dólares gastados hubieran servido para crear una infraestructura digna de juegos olímpicos. Datos cruzados de instituciones como Poder Ciudadano y LED de Argentina sitúan los gastos directos de auto elogio en más de 150 millones de dólares por año, sin contar la publicidad que hacen los organismos autónomos de gobierno.
Los gastos también son siderales en medios de comunicación, agencias de noticias y encuestadoras coaptados, comprados o creados a imagen y semejanza del gobierno con fondos públicos, pero usados como medios propios. Aunque los gobiernos usualmente presionan o influencian a los medios, la exageración de esta táctica en Argentina y Venezuela, así como en Bolivia, Ecuador y Nicaragua, se desprende de la estrategia de “hegemonía comunicacional” inventada y promovida por el expresidente Hugo Chávez.
La consigna propagandística de Chávez – así como de los gobiernos autoritarios de la historia - no solo serviría para contrarrestar la crítica, sino para crear nacionalismos capaces de suplir las carencias de la población y disimular los altos índices de inflación, bajo  crecimiento y el aumento considerable de la pobreza.
En el caso de Venezuela, y debido a la acostumbrada falta de transparencia del gobierno, es más difícil cuantificar el gasto público en publicidad. Además, porque en el esquema de culto al personalismo por Chávez – quien literalmente está hasta en la sopa – la publicidad no se puede contabilizar cuando se incorpora en los libros de textos, en estribillos del cancionero popular o hasta en un “padre nuestro” en honor al “comandante” que se recita en liturgias populares y partidarias.
Ambos países, otrora polos de atracción de inmigrantes, son los que más exportan gente debido a sus crisis económicas y políticas. Es notable como han desperdiciado los beneficios económicos de los altos precios de las materias primas y del petróleo. Otros países, como Bolivia, Paraguay y Perú, con mucho menos recursos, lograron mucho más. Basan sus políticas públicas en la austeridad y en el control del gasto y la corrupción.
Lamentablemente, en Argentina y Venezuela, como sucede con todo gobierno de corte personalista y populista, la propaganda se usa como brazo del clientelismo, creándose un círculo vicioso del que es difícil despegarse. No se entiende que la propaganda mal usada es a la política lo que la inflación a la economía. Cuando están descontroladas, tienen un efecto contrario y devastador, generando mayores obstáculos para el desarrollo económico.

Los gobiernos que sucederán a los de Cristina Kirchner y Nicolás Maduro, deben aprender que la propaganda es un anabólico de la política, que solo genera espejismos y ficciones. La realidad, en cambio, sigue pasando por el uso eficiente de los recursos y la transparencia de las estadísticas oficiales, lo único que puede generar confianza interna y atraer inversiones extranjeras, verdaderos motores del crecimiento. trottiart@gmail.com