lunes, 16 de junio de 2014

Este es el Mundial, pero de la corrupción

Si la FIFA fuera un país, Transparencia Internacional la habría ubicado en la lista de los más corruptos del planeta. El solo hecho de que la sede de Catar 2022 fuera vendida al mejor postor, aumenta la percepción de que en este Mundial decanta toda la podredumbre que viene carcomiendo al fútbol desde hace décadas.

Alrededor de la pelota nadie está exento de manchas. Gobiernos brasileños favorecieron a empresas que donaron fondos a campañas electorales, en lugar de usarlos para terminar estadios. En Catar los estadios se construyen con obreros migrantes sumidos en la esclavitud; mientras tanto, las empresas de indumentaria deportiva siguen procesadas judicial y públicamente por explotación laboral infantil.

Varios árbitros amañaron partidos en el Mundial de Sudáfrica y se teme que esa práctica continúe. Directores y futbolistas de varias ligas fueron suspendidos por apostar a favor o en contra de sus propios partidos o, más deshonroso aún, en contra de sus fanáticos. Representantes de jugadores hacen su propio partido traficando estrellas y manoseando contratos, como el de Neymar del Barcelona. Y como broche de oro, el mejor jugador del mundo, Lionel Messi, llega a los vómitos, sospechado de lavar dinero en partidos benéficos de su fundación, después que el año pasado tuvo que calmar al César con cinco millones de euros por evasión fiscal.

Lo de Messi es grave, mucho más que el caso de Maradona que se autodestruyó en lo personal a base de anfetaminas, verborragia y cocaína. Si se confirma lo de la Pulga, se trataría de una autodestrucción profesional, un intríngulis confuso y oscuro, donde están involucrados empresarios, parientes y narcotraficantes, lavando dinero en bancos del Caribe. Una defraudación doble - ilegal y moral - si se considera que la plata habría terminado en bolsillo propio y no en organizaciones de beneficencia, como originalmente se prometió al público que pagó entradas en Perú, Colombia y EE.UU. para verlo jugar.

Casos de deportistas a quienes sus padres malograron sus finanzas no sorprenden, son ejemplo las ex tenistas Steffi Graf y Arantxa Sánchez Vicario. Lo de Messi no está claro aún si el tema pasa por su papá o por una pesquisa fiscal oportuna para desbaratar su cabeza y las posibilidades argentinas.

Messi y su entorno tendrán que aprender que a esta altura de su carrera y fortuna, su salud deportiva depende más de la transparencia administrativa que de la preparación física. Una honestidad que lamentablemente no le enseñan los dirigentes de arriba, amparados por una FIFA que terminó siendo escudo y escondite para los corruptos.

La amañada institución, que ya hedía desde la época de Joao Havelange, ha contagiado y amparado corrupción en todas direcciones. Las primeras investigaciones indican que las sedes de Catar y de Rusia 2018, han sido producto de más de cuatro millones de euros repartidos en sobornos para comprar votos de miembros de asociaciones africanas y caribeñas. El caso ya hundió a algunos dirigentes, pero los peces gordos siguen en la corriente.

La presión es mucha y no es el calor el que hará que Catar (y tal vez Rusia) pierda la sede. Al presidente de la FIFA,  Joseph Blatter, se le está exigiendo una investigación exhaustiva y que muestre cabezas en vez de trofeos al término de este Mundial. Por suerte ya no son solo políticos y futbolistas los que piden transparencia, ahora la demandan Adidas, Visa y Sony, los grandes auspiciantes que no quieren asociar sus marcas al descalabro y al despilfarro.         

A este movimiento todavía no se han sumado otras multinacionales como Coca-Cola, Budwiser, Pepsi o Hyundai, tal vez porque el negocio del fútbol es eso, un gran negocio. Pero si al unísono cortaran los víveres a la FIFA, así como con autoridad les quitaron los auspicios a grandes deportistas por mala conducta, tal los casos de Lance Amstrong, Kobe Bryan, Tiger Woods y Alex Rodríguez, entre otros, seguramente obligarían a la FIFA a rectificar acciones.

A la FIFA se le pide ética y transparencia. Pero difícil será mientras esta no se desprenda de sus privilegios corporativos y no someta a sus agremiados a la justicia ordinaria. Nada cambiará en el fútbol si sigue considerando al soborno, la extorsión y el engaño por resultados como simples faltas éticas, en vez de delitos agravados.