viernes, 2 de marzo de 2012

Cristina esquizofrénica

Cristina de Kirchner no se pareció tanto a una estadista como sí a una líder esquizofrénica. Un día después de que sus funcionarios pidieron a las compañías privadas argentinas boicotear productos ingleses y que en Tierra del Fuego el gobierno provincial no dejó atracar a dos buques cruceros en el puerto de Usuahía, la presidenta ofreció desde el Congreso abrir tres vuelos semanales desde Buenos Aires a las Islas Malvinas.

El ofrecimiento pareció desbaratado. Los isleños temían todo lo contrario. Temían que el gobierno argentino hubiera cumplido su amenaza de no permitir que la aerolínea de Chile pudiera usar el espacio aéreo argentino para sus dos viajes semanales entre la ciudad chilena de Punta Arenas y las Islas. En cambio, dijo que los vuelos debían ser de Aerolíneas Argentinas y desde su territorio.

Todos esperaban que Cristina anunciara una agudización del boicot, incentivada por el apoyo de otros gobiernos sudamericanos que no permiten que barcos de bandera malvinense se abastezcan en sus puertos; y por el apoyo conseguido entre varios países en la ONU que piden a Gran Bretaña que se siente en la mesa de negociaciones y el que también ofrecieron músicos ingleses que por estos días están en Argentina de concierto en concierto.

Probablemente haya motivos más de fondo y Cristina haya recibido algunas señales como para hacer este anuncio que poco tiene de sentido común en una política de presión económica. A no ser, que una vez logrado los vuelos y la aerolínea chilena sea desbancada, Cristina se sentiría con el sartén por el mango. Esta posibilidad es la que advirtió el gobierno isleño, por lo que la rechazaron de cuajo.

jueves, 1 de marzo de 2012

Bombas por comida

Jamás el mundo se hubiera imaginado que la presión nuclear se aliviaría por el intercambio de políticas armamentistas por comida. Así quedó expuesta esta medida creativa del gobierno estadounidense en sus relaciones con el régimen agresivo de Corea del Norte.

En un giro de 180 grados en las relaciones entre ambos países, el hijo de Kim Jong Il, que gobierna desde diciembre, aceptó suspender el enriquecimiento de uranio y aplicar una moratoria sobre ensayos nucleares y de misiles de largo alcance a cambio de 240.000 toneladas de alimentos para subsanar la hambruna de su pueblo,  que la sufre desde hace años.

Según agencias, desde 2006 que Corea del Norte viene probando misiles balísticos y explosiones nucleares, además de enriquecer uranio para desarrollar armas nucleares.

Resta saber si esta buena medida disuasiva creada por la necesidad, podría imitarse con otras probables potencias nucleares o al menos buscarse otros mecanismos, como los que podrían aceptar los iraníes para desactivar sus aspiraciones nucleares.

Por el momento, lo del gobierno de Kim Jong Un es un buen gesto, aunque tendrán que esperarse los resultados. Ya en otras oportunidades Corea del Norte prometió dejar de lado políticas nucleares para restablecerlas casi de inmediato.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Buena decisión de gobierno argentino

El gobierno argentino insiste en una lucha de muchas décadas que lamentablemente se precipitó por una tonta guerra en 1982: recuperar las Islas Malvinas.

El gobierno de Cristina de Kirchner ha puesto todo su empeño, a casi 30 años de aquella guerra que comenzó un 2 de abril, para que Gran Bretaña se siente a la mesa de negociaciones para discutir la soberanía de las Malvinas como ha solicitado la ONU y muchos países en forma individual, incluso EE.UU.

La arrogancia de Gran Bretaña se coronó hace un par de semanas cuando el primer ministro James Cameron tildó a la Argentina de colonialista, un aspecto que no sólo fue grosero sino que además sirvió para las chanzas internacionales a sabiendas de la actitud histórica de los ingleses en ese rubro.

Los ingleses consideran que los malvinenses no pueden estar fuera de la ecuación y tienen derecho a la autodeterminación, en realidad un juego político de palabras si se piensa que ese no fue el tema que se tuvo en cuenta con los pobladores de Hong Kong que se resistieron siempre a ser abrazados por China y por lo tanto se les permitió un status híbrido, y que las islas fueron argentinas hasta 1833 cuando los ingleses las invadieron.

Lo importante que Argentina escale los sistemas de presión hasta que Inglaterra se siente a dialogar y para ello es muy válido que la solidaridad de varios países sudamericanos que no permiten atracar en sus puertos a buques de bandera de Las Malvinas, así como la decisión de este lunes del gobierno de la provincia argentina de Tierra del Fuego.
La gobernadora de esa provincia, Fabiana Ríos, no permitió que los buques cruceros de turismo Star Princess y Adonia, ambos de Carnival Corporation con bandera británica, pudieran atracar en Usuahía.
Pese a que la decisión es un duro golpe a la economía de la ciudad y provincia por cuanto dejó de percibir ingresos de unos cinco mil turistas por un par de días, lo importante es que la decisión política mantiene la presión contra el gobierno inglés, una medida que tan lejos de su territorio les pesará neutralizar cada vez más.

Cuando el tumor es propaganda


Ahora que Hugo Chávez ha salido de su operación en La Habana, no parece que el tema de la desinformación sobre su estado de salud ha cambiado. Comparto con ustedes, la columna que publiqué este fin de semana; a continuación:

La información anodina y sin precisiones de Hugo Chávez sobre el nuevo tumor cancerígeno que le extirparán en La Habana, calmó en algo los rumores, pero no las críticas sobre la irresponsabilidad de un gobierno que insiste en ocultar la verdad y desinformar sobre un asunto de elevado interés público como la salud del primer mandatario.

Una fuente fundamental de la propaganda es la desinformación intencionada, lo cual Chávez aprendió como táctica militar y perfeccionó en su acercamiento a Cuba. Los regímenes autoritarios basan su estabilidad en la lealtad y el culto a la personalidad, de ahí que la salud de Chávez o Fidel Castro, como antes la de Lenin, Mao, Hitler o de Kim Jong II, sean consideradas secreto de Estado; y sus cuerpos terminan embalsamados para la historia.

Chávez adquirió esos vicios por eternizarse en el poder y haber aprendido técnicas de propaganda que el gobierno cubano ensaya a diario para crear rumores, manipular información, controlar medios de comunicación y calcular los efectos del silencio. Por eso Chávez prefirió internarse en el sigilo de La Habana que exponerse a la transparencia que manejan las clínicas oncológicas de Brasil, como Lula da Silva y Fernando Lugo experimentaron.

Hay que hacer una diferencia entre Cuba y Venezuela. El caso de Chávez es más grave, por dos razones. Primero, porque tratándose de que no es un régimen impuesto por la fuerza sino ungido por los votos, incumple con las condiciones de rendición de cuentas y transparencia que exige la democracia. Y segundo, porque usa dineros de todos los venezolanos para crear en otros países sistemas de propaganda a su imagen y semejanza, como ocurre entre miembros de la Alianza Bolivariana para las Américas.

No es casual que en esos países, los responsables de la propaganda sean los que más han sobrevivido a los constantes cambios de gabinete, como Fernán Alvarado y Rosario Murillo, secretarios de Comunicación de Ecuador y Nicaragua; e Iván Canelas y Andrés Izarra, ministros de Comunicación de Bolivia y Venezuela.

Desinformar a nivel gubernamental se ha vuelto un vicio tan grande como hacer propaganda. Un caso patético es el de Argentina, donde las mediciones oficiales sobre pobreza e inflación son manipuladas y rara vez coinciden con las de consultoras privadas, a las que se prohíbe divulgar sus resultados. Otros gobiernos son aún más frontales, tomando represalias contra quienes denuncian actos de corrupción en la función pública, como le ocurrió en Ecuador a los autores del libro El Gran Hermano, sentenciados a pagar dos millones de dólares a favor del presidente Rafael Correa, por revelar la existencia de contratos fraudulentos y comprobados, entre el gobierno y su hermano.

En América Latina los gobiernos no solo son alérgicos a poner en manos de los ciudadanos la información que generan, sino que además tratan de entorpecer que los medios de comunicación lo hagan. Por eso existen más países con leyes de prensa para trabar la labor de los medios, que estados con legislaciones sobre transparencia y acceso a información pública que obliguen a oficinas y funcionarios a difundir los datos que se les solicitan. En muchos, como Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Paraguay y Venezuela, los gobiernos se resisten a promulgar este tipo de leyes, como si los actos de administración de gobierno que los ciudadanos les han delegado, fueran asuntos privados.

Además de esta resistencia a la transparencia, en Latinoamérica no se escatiman esfuerzos para crear órganos de propaganda o para “decir la verdad que los medios callan”, como se excusó esta semana Evo Morales al inaugurar su programa de radio. También en Argentina, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, esa misma excusa promovida hace tiempo por Hugo Chávez, ha servido a los gobiernos para expropiar o comprar medios o crear agencias de noticias que solo se utilizan como órganos de difusión partidaria y no como medios públicos al servicio de todos los sectores de la sociedad.

La desinformación y la propaganda gubernamental son tumores que carcomen a la democracia. Aunque combatir ese cáncer debería ser una tarea de todos, lamentablemente es un ejercicio que poco se practica a la hora de elegir o reelegir a los gobernantes.

lunes, 27 de febrero de 2012

Correa y un gesto no muy auténtico

Al gesto de Rafael Correa de esta mañana hay que agradecerlo. El hecho de que cuatro periodistas no irán a la cárcel y no tendrán que pagar 40 millones de dólares es algo muy importante, así como los dos periodistas autores del libro El Gran Hermano que también fueron perdonados a pagar dos millones de dólares.

El perdón fue un gesto importante, pero esto no evita que se pueda seguir sosteniendo que en Ecuador el gobierno y el poder político siguen coartando la libertad de prensa y de expresión.

Primero porque el perdón no equivale a la disolución de la sentencia, la que ha quedado en firme según la decisión de la Corte Nacional y ojalá las familias Pérez, Emilio Palacio, y los autores del libro prosigan el proceso judicial hasta las últimas instancias. Segundo, porque el Presidente utilizó la tribuna una vez más para insultar a la prensa, al seguir calificándola de desestabilizadora de la democracia, dictatorial, oligárquica y acusar a los propietarios de medios de ser herederos de imprentas. Tercero porque además de estos juicios hay otros graves problemas que enfrenta la prensa, a saber el Código de la Democracia que impuso restricciones a la cobertura periodística durante la campaña electoral que desembocará en los comicios del 17 de febrero de 2013, así como la Ley de Comunicación que pronto será aprobada en el Congreso.

Del discurso de Correa se desprendió también el odio en contra de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, su falta de respeto por los comisionados y por la relatora especial de Libertad de Expresión, Catalina Botero.

Los cuestionamientos contra la CIDH no fueron más que otra manera de ponerle presión, como lo viene haciendo desde octubre pasado cuando Fundamedios y los autores de El Gran Hermano participaron de una sesión y denunciaron ser víctimas de persecución política y judicial. Desde entonces, Correa no cesó de atacar a la CIDH, cuestionando su presupuesto, su funcionamiento, el lugar de su sede y acusándola de injerencia a la soberanía del Ecuador.

El perdón de Correa vale mucho, pero no fue muy auténtico. Ya había adelantado en estos posts y mi columna que finalmente Correa perdonaría, una actitud que él nunca descontó de su repertorio y que quería hacer cuando la justicia le diera la razón y condenara a los periodistas.

Una de las notas importantes de este proceso ha sido observar la solidaridad mediática internacional que despertó, lo que se transformó en un elemento de fuerte presión para el gobierno.