Soy fanático del Miami Heat y otra vez no dormiré ni leeré el diario mañana por la mañana; y no soportaré a los comentaristas que estarán refregando en nuestras caras que Dallas mereció el triunfo. Y lo peor de todo, que la gran incógnita, si Dallas saldrá campeón o si Miami gana para extender la serie a un séptimo partido, recién se resolverá el domingo.
Faltan tres días de sufrimiento, expectativa e incertidumbre. No es fácil ser fanático de básquet y estar en una serie tan reñida como ésta. La verdad que sería mejor que fuera un partido solo, una gran final. Si el equipo de uno pierde, se sufre por un par de días; pero de inmediato se empieza con el proceso de sanación hasta que todo queda reducido a recuerdos cada vez más difusos. Es cuando uno reza para que la mala memoria sea prodigiosa. El olvido es el único remedio.
Pero siete finales, en cambio, hacen mal. Es demasiado. Desde que esto empezó hace ya más de una semana, no me fue fácil dormir, descansar, trabajar y hasta anoche soñé con la derrota. No disfruté ningún juego, ni siquiera los dos que Miami ganó. Eso sí, con las victorias del Heat, me leí todo, me quedé hasta la madrugada viendo los videos en la página de la NBA una y otra vez, y devoré cada comentario en ESPN. Y con gran esperanza enfrenté cada nuevo juego, para caer de nuevo en la desazón. ¡Una montaña rusa!
Nunca tuve fe de que Miami ganaría un partido en Dallas y temí que perderíamos la serie 4 a 1. Por eso ahora, a pesar de la derrota, habiendo robado el primer juego allá, creo que Miami tiene grandes chances de ganar los dos partidos como local. Tiemblo, igualmente, de pensar que Dallas puede tener su revancha del 2006 y ganar la serie 4-2 y celebrar en nuestra casa como nosotros lo hicimos en Dallas aquel año. Sería dolorosísimo, más que este año tenemos un trío de lujo, con Lebron James, Chris Bosh y Dwayne Wade, aunque sin colmar las expectativas.
Para alguien neutral, que son pocos, porque la mayoría está inclinada hacia Dallas, la serie es buenísima. Todos los partidos se definieron en los tres minutos del cuarto período. ¡Para el infarto! Encima, ahora, el equipo visitante tiene ventaja de un juego, aunque tiene que jugar dos de visita en un estadio en el que los fanáticos tratarán de hacer su propio partido. Sin embargo, el objetivo de los Mavericks no es inalcanzable; los texanos – y el alemán – ya tienen la experiencia de haber robado un partido en Miami.
Quiero que llegue el domingo. ¡Falta tan poco, pero se siente tan lejos! Si Miami pierde, quedaré de cama, malhumorado, con ganas de no hablar con nadie, ni de leer, escuchar o ver nada de nada. Si Miami gana, el proceso seguirá hasta el martes, para terminar a cara o seca, todo o nada; como en la ruleta rusa: vivir o morir.
La vida del fanático es insoportable. Hubiera tenido que hacer una costosa apuesta a favor de los Mavericks. Por lo menos, si el Heat pierde, tendría la salvación de ganar muchos dólares; mientras si gana, no me importaría perder un montón de dinero. ¡Cómo no lo pensé antes!