El Mundial empezó muy mal,
con poca fiesta en Sao Paulo, con gradas vacías hasta la patada inicial y con
cánticos de “Hey, Dilma, vai tomar no culo” en represalia contra la presidente Dilma
Rousseff por un torneo que los brasileños creen que no debería haberse
efectuado.
La corrupción política, los
reclamos de una masiva clase que todavía cree que la repartija del bienestar es
muy desigual y el descalabro por las obras de infraestructura, son parte de la
ecuación y del malestar del pueblo.
La bronca, la amargura, el
descontento, la indiferencia y las pocas ganas de sonreír cuando la realidad da
para llorar, se pusieron de manifiesto en una ceremonia deslucida, ordinaria y desganada.
Ni Pitbul, ni Jay Lo, ni Claudia Leitte pudieron levantar una fiesta deslucida
que contrastó con la imagen siempre perenne de un Brasil que nos tiene
acostumbrados a la alegría desbordada, a la samba contagiosa, al eterno carnaval
y su amplia sonrisa hospitalaria.
Con solo un par de comparsas
del sambódromo de Río de Janeiro hubiera alcanzado para que la inauguración
fuera fiesta y el mundo identificara a Brasil y se sintiera identificado.
Probablemente las autoridades hayan querido dar muestras de austeridad en un momento
que las papas queman, pero es irrisorio pensar que una fiesta para el mundo podría
esconder tanta corrupción como la que desenmascaró este torneo, tanto la del
gobierno anfitrión como la de la cúspide de la FIFA, envuelta en eternos
escándalos.
Por otro lado, ante la poca
fiesta en Brasil, el contraste mayor en
América Latina fue por Venezuela y el gobierno de Nicolás Maduro que sigue
haciendo de las suyas en un sempiterno circo al que peligrosamente ya no se le
presta atención por reiterativo.
La fiscal (oficial) chavista
Luisa Ortega Díaz amplió la persecución de políticos opositores excusándose en
aquellos e-mails de María Corina Machado, en los que se interpretó que “aniquilar”
a Maduro no era una simple borrada política del mapa del presidente, sino una
literal forma de expresar un atentado contra su vida.
A Maduro ya le falta poco
para superar a Hugo Chávez en denunciar conspiraciones contra su vida y su gobierno.
Y esta vez, prueba en mano, aunque se trate de la falta de seriedad
investigativa de presentar como evidencia un par de e-mail, está tratando de
crear un caso que le permita desviar la atención política de otros temas que no
han desaparecido de la conversación pública: Corrupción, escasez, desabastecimiento,
inflación, ineficiencia en la administración de los recursos públicos y
persecución contra los privados.
En este circo reiterado pero
efectivo para sus fines políticos, el gobierno cursó órdenes a la Interpol para
que proceda a la captura de Diego Arria, Pedro Burelli y Ricardo Koesling,
todos ellos en el extranjero y citados en los e-mails de Machado, quien deberá
presentarse a declarar el lunes en la Fiscalía (oficial).
El despropósito y el circo de
Maduro es tan irrisorio como peligroso. Tomando como real su propia mentira, el
gobierno sigue ampliando su onda expansiva para aniquilar a la oposición. Y lo
está consiguiendo con total invención e impunidad.