sábado, 21 de abril de 2012
Un servicio secreto poco profesional
Si la Cumbre de las Américas pasará a la historia no es por sus resultados, que fueron exiguos, ni tampoco por los temas políticos como la reinserción de Cuba a la OEA, la soberanía de las Islas Malvinas o la legalización de las drogas, y muchos menos por los temas de agenda que nunca tuvieron el consenso para insertarse en una declaración final que fracasó.
La Cumbre pasó a la historia por la tragicomedia escenificada por unos 11 miembros del servicio secreto y 10 de las fuerzas armadas de Estados Unidos, que días antes de que llegara Barack Obama, se involucraron con prostitutas y dejaron mal parado al gobierno estadounidense.
Las bromas por estos días fueron como un servicio secreto tan preparado puede no haber sido diligente para guardar sus secretos; pero en realidad lo que resaltó es la poca profesionalidad de esa entidad, lo que incluso puede subir de tono si la Fiscalía General de Colombia comprueba que algunas de las 21 prostitutas que participaron de la festichola en el Hotel Caribe era menor de edad.
La vergüenza del gobierno estadounidense se compara a muchas otras en que los militares se han visto en las guerras de Irak y Afganistán tomándose fotos con cadáveres, con gestos obscenos hacia símbolos religiosos, tirando el Corán o fotografías en que los soldados y oficiales estadounidenses posaban con víctimas torturadas como si fueran trofeos de caza.
Es cierto que no se puede generalizar, pero es obvio también que esta conducta irresponsable merece fuertes sanciones de las autoridades y que se revean los códigos de conducta de todas las entidades públicas de Estados Unidos. Estos escándalos minimizan los esfuerzos de un gobierno que siempre trata de imponerse con sermones anti corrupción, éticos y democráticos. Estos valores, más que con sermones, se imponen con hechos y acciones, algo en lo que las fuerzas armadas estadounidenses dejan mucho que desear.
jueves, 19 de abril de 2012
De Guillén a Maradona y Fidel
El manager del equipo de béisbol Miami Marlins, el venezolano Oswaldo “Ozzie” Guillén, no es el primer deportista famoso en confesar su amor por el dictador cubano. Su frase “I love Fidel Castro” en la revista Time, es similar a la del legendario entrenador argentino Diego Maradona, “Díganle a Fidel que lo amo”, aunque la gravedad de la ofensa de Guillén radica en el contexto en que la cometió.
El derecho a expresar lo que pensamos es un ejercicio complicado. Aunque las leyes amparen ese derecho a decir y hacer lo que sentimos, la libertad de expresión está condicionada por normas éticas de pundonor y sensibilidad, con el fin de que evitemos ofensas y agravios gratuitos.
En EE.UU. donde la libertad de expresión tiene una amplia protección constitucional y la Corte Suprema de Justicia ampara hasta quien quiera quemar una bandera o romper un crucifijo, esos actos están más condicionados legal y moralmente, si se cometieran en un desfile militar de veteranos o en una procesión de Semana Santa, por incitar a la violencia.
Aunque Guillén tiene todo el derecho a decir lo que piensa, como se argumentó en otras ciudades y en el exterior; también se justifica el enojo de muchos en Miami que preferirían verlo expulsado del equipo a que solo le hayan disciplinado con cinco juegos de suspensión sin goce de sueldo. Para muchos, se trata de una leve sanción que no repara la burla ni la ofensa de alguien que trabaja y vive a costilla de decenas de miles de fanáticos beisboleros que fueron perseguidos, torturados, expulsados o que escaparon de la férrea dictadura de los Castro.
Si bien en una conferencia de prensa esta semana Guillén admitió su error e imploró perdón, no muchos quedaron convencidos de darle una segunda oportunidad por temor a las reiteraciones. Es que Guillén como Maradona, tiene un temperamento verborrágico y desafiante, sin diferenciar el hablar con honestidad del ofender con arrogancia. Por eso cuando ganó el campeonato nacional con los Medias Blancas de Chicago en 2005, en vez de celebrar, Guillén gritó “Viva Chávez”, ensañándose contra quienes lo critican por su ideología; una actitud similar a la que adoptó Maradona cuando clasificó al Mundial de Sudáfrica de 2010, quien en vez de exudar alegría, insultó a los periodistas pidiéndoles entretenerse con sus genitales.
En casos como estos, en que las sanciones legales son impopulares y de difícil aplicación, los mejores correctivos son las fuertes medidas disciplinarias. Así el futbolista uruguayo Luis Suárez debió pagar 60 mil dólares de multa y se perdió ocho juegos por hacerle comentarios racistas al francés Patrice Evra en un partido entre el Liverpool y el Manchester United. Al basquetbolista de los Lakers, Kobe Bryant no le fue mejor, tuvo que pagar 100 mil dólares por comentarios anti gay contra un árbitro; mientras que la cadena ESPN echó y suspendió a un redactor y un comentarista por hacer acotaciones despectivas contra los asiáticos cuando se refirieron a la sensación de los Knicks de Nueva York, Jeremy Lin, el basquetbolista estadounidense de origen taiwanés.
Está visto que el derecho a la expresión siempre conlleva limitaciones, máxime cuando se trata de figuras públicas o personas con exposición mediática como los deportistas estrellas, cuyos dichos y acciones tienen mayor repercusión entre los más jóvenes. Pero no hay que preocuparse cuando prefieren la verborragia a abrazar causas como las de la UNICEF del Barcelona, promover la lectura como la NBA o combatir la drogadicción, ya que sus polémicas son útiles para generar discusión y aprendizaje. Después de todo, el caso de Guillén sirvió para recordar una vez más las atrocidades del régimen cubano.
La expresión sin sensibilidad de los deportistas célebres no es tan preocupante como cuando los gobernantes no se auto limitan, insultando desde sus tarimas a disidentes y críticos. En todo caso, los primeros crean polémica e imponen temas en la agenda social, mientras los segundos solo consiguen polarizar y dividir.
Aunque Guillén como Maradona tiene la virtud de enojar a la gente, es bueno que su caso se contextualice y no se generalice. De lo contrario, corremos el riesgo de que en otros casos, no diferenciemos la delgada línea existente entre exigir auto limitaciones e imponer censura.
El derecho a expresar lo que pensamos es un ejercicio complicado. Aunque las leyes amparen ese derecho a decir y hacer lo que sentimos, la libertad de expresión está condicionada por normas éticas de pundonor y sensibilidad, con el fin de que evitemos ofensas y agravios gratuitos.
En EE.UU. donde la libertad de expresión tiene una amplia protección constitucional y la Corte Suprema de Justicia ampara hasta quien quiera quemar una bandera o romper un crucifijo, esos actos están más condicionados legal y moralmente, si se cometieran en un desfile militar de veteranos o en una procesión de Semana Santa, por incitar a la violencia.
Aunque Guillén tiene todo el derecho a decir lo que piensa, como se argumentó en otras ciudades y en el exterior; también se justifica el enojo de muchos en Miami que preferirían verlo expulsado del equipo a que solo le hayan disciplinado con cinco juegos de suspensión sin goce de sueldo. Para muchos, se trata de una leve sanción que no repara la burla ni la ofensa de alguien que trabaja y vive a costilla de decenas de miles de fanáticos beisboleros que fueron perseguidos, torturados, expulsados o que escaparon de la férrea dictadura de los Castro.
Si bien en una conferencia de prensa esta semana Guillén admitió su error e imploró perdón, no muchos quedaron convencidos de darle una segunda oportunidad por temor a las reiteraciones. Es que Guillén como Maradona, tiene un temperamento verborrágico y desafiante, sin diferenciar el hablar con honestidad del ofender con arrogancia. Por eso cuando ganó el campeonato nacional con los Medias Blancas de Chicago en 2005, en vez de celebrar, Guillén gritó “Viva Chávez”, ensañándose contra quienes lo critican por su ideología; una actitud similar a la que adoptó Maradona cuando clasificó al Mundial de Sudáfrica de 2010, quien en vez de exudar alegría, insultó a los periodistas pidiéndoles entretenerse con sus genitales.
En casos como estos, en que las sanciones legales son impopulares y de difícil aplicación, los mejores correctivos son las fuertes medidas disciplinarias. Así el futbolista uruguayo Luis Suárez debió pagar 60 mil dólares de multa y se perdió ocho juegos por hacerle comentarios racistas al francés Patrice Evra en un partido entre el Liverpool y el Manchester United. Al basquetbolista de los Lakers, Kobe Bryant no le fue mejor, tuvo que pagar 100 mil dólares por comentarios anti gay contra un árbitro; mientras que la cadena ESPN echó y suspendió a un redactor y un comentarista por hacer acotaciones despectivas contra los asiáticos cuando se refirieron a la sensación de los Knicks de Nueva York, Jeremy Lin, el basquetbolista estadounidense de origen taiwanés.
Está visto que el derecho a la expresión siempre conlleva limitaciones, máxime cuando se trata de figuras públicas o personas con exposición mediática como los deportistas estrellas, cuyos dichos y acciones tienen mayor repercusión entre los más jóvenes. Pero no hay que preocuparse cuando prefieren la verborragia a abrazar causas como las de la UNICEF del Barcelona, promover la lectura como la NBA o combatir la drogadicción, ya que sus polémicas son útiles para generar discusión y aprendizaje. Después de todo, el caso de Guillén sirvió para recordar una vez más las atrocidades del régimen cubano.
La expresión sin sensibilidad de los deportistas célebres no es tan preocupante como cuando los gobernantes no se auto limitan, insultando desde sus tarimas a disidentes y críticos. En todo caso, los primeros crean polémica e imponen temas en la agenda social, mientras los segundos solo consiguen polarizar y dividir.
Aunque Guillén como Maradona tiene la virtud de enojar a la gente, es bueno que su caso se contextualice y no se generalice. De lo contrario, corremos el riesgo de que en otros casos, no diferenciemos la delgada línea existente entre exigir auto limitaciones e imponer censura.
lunes, 16 de abril de 2012
Cristina perforando el futuro argentino
El proyecto de ley de nacionalización de la petrolera Repsol-YPF que los funcionarios del gobierno dijeron que no existía y por eso criticaron a más no poder a los periodistas y medios de comunicación la semana pasada antes de que Cristina de Kirchner viajara a Cartagena, apareció hoy y con mucha fuerza. La Presidenta lo anunció en cadena nacional mientras lo enviaba al Senado para su pronta aprobación.
La medida expropiatoria, aunque el gobierno la llama de nacionalización, está basada en el criterio del gobierno de que los hasta hoy propietarios mayoritarios de YPF, el grupo español Repsol, no cumplió con el plan de inversiones y no abasteció apropiadamente al país.
Y ante esto uno se pregunta: ¿Será que toda empresa privada que al gobierno se le ocurre decir que no sirve para el autoabastecimiento del país, puede o debe ser expropiada por el gobierno? ¿No será una treta para quedarse con las empresas que en forma estratégica le conviene, en este caso económicamente; en el caso de Papel Prensa, políticamente para luego manejar el insumo del papel y controlar mejor a la prensa disidente?
La Presidenta debe saber que el plafond del 54% de votantes que obtuvo en la elección pasada es de vidrio y no lo puede utilizar para hacer cambios al estilo chavista. Argentina no tiene como Venezuela ese lujo que implica no solo el petróleo sino su precio por las nubes; aunque ella crea que esta empresa le dará el efectivo necesario para seguir pagando los grandes subsidios habituales del peronismo.
Obviamente que España y la Comisión Europea no se quedarán de brazos cruzados, especialmente los españoles que son los inversores mayores en Argentina.
Hay a corto y mediano plazo dos riesgos muy grandes para Argentina. Primero desinversión y generación de desconfianza para los inversionistas extranjeros, así como la creación de una empresa pública que seguirá alimentando esa cultura de la corrupción que se nutre desde los funcionarios del Estado.
Es evidente que una medida como esta, por medio de la cual los ejecutivos españoles y argentinos de Repsol salieron literalmente echados a las patadas, es parte de una historia que el gobierno viene construyendo desde hace tiempo y que parece enquistada en la forma de gobernar.
Cuando la presidenta a finales de diciembre nacionalizó el papel para periódicos, usó la misma justificación para penalizar a Clarín y La Nación, los socios del Estado en Papel Prensa, respecto a que no estaban invirtiendo lo suficiente para abastecer el mercado interno. Es obvio, ahora, que el próximo paso será que el gobierno, con la ayuda de medios oficialistas, denunciará que no hay suficiente papel para imprimir, por lo que terminará capitalizando, nacionalizando y quedándose con la empresa.
La diferencia es que el papel para periódicos no es un producto estratégico como puede justificarse con el petróleo. Aunque a decir verdad, este gobierno justifica todas sus acciones bajo el marco de lo estratégico.
Este caso de YPF es muy desprolijo. Pareciera que el gobierno, más que el suelo, está perforando el futuro argentino.
La medida expropiatoria, aunque el gobierno la llama de nacionalización, está basada en el criterio del gobierno de que los hasta hoy propietarios mayoritarios de YPF, el grupo español Repsol, no cumplió con el plan de inversiones y no abasteció apropiadamente al país.
Y ante esto uno se pregunta: ¿Será que toda empresa privada que al gobierno se le ocurre decir que no sirve para el autoabastecimiento del país, puede o debe ser expropiada por el gobierno? ¿No será una treta para quedarse con las empresas que en forma estratégica le conviene, en este caso económicamente; en el caso de Papel Prensa, políticamente para luego manejar el insumo del papel y controlar mejor a la prensa disidente?
La Presidenta debe saber que el plafond del 54% de votantes que obtuvo en la elección pasada es de vidrio y no lo puede utilizar para hacer cambios al estilo chavista. Argentina no tiene como Venezuela ese lujo que implica no solo el petróleo sino su precio por las nubes; aunque ella crea que esta empresa le dará el efectivo necesario para seguir pagando los grandes subsidios habituales del peronismo.
Obviamente que España y la Comisión Europea no se quedarán de brazos cruzados, especialmente los españoles que son los inversores mayores en Argentina.
Hay a corto y mediano plazo dos riesgos muy grandes para Argentina. Primero desinversión y generación de desconfianza para los inversionistas extranjeros, así como la creación de una empresa pública que seguirá alimentando esa cultura de la corrupción que se nutre desde los funcionarios del Estado.
Es evidente que una medida como esta, por medio de la cual los ejecutivos españoles y argentinos de Repsol salieron literalmente echados a las patadas, es parte de una historia que el gobierno viene construyendo desde hace tiempo y que parece enquistada en la forma de gobernar.
Cuando la presidenta a finales de diciembre nacionalizó el papel para periódicos, usó la misma justificación para penalizar a Clarín y La Nación, los socios del Estado en Papel Prensa, respecto a que no estaban invirtiendo lo suficiente para abastecer el mercado interno. Es obvio, ahora, que el próximo paso será que el gobierno, con la ayuda de medios oficialistas, denunciará que no hay suficiente papel para imprimir, por lo que terminará capitalizando, nacionalizando y quedándose con la empresa.
La diferencia es que el papel para periódicos no es un producto estratégico como puede justificarse con el petróleo. Aunque a decir verdad, este gobierno justifica todas sus acciones bajo el marco de lo estratégico.
Este caso de YPF es muy desprolijo. Pareciera que el gobierno, más que el suelo, está perforando el futuro argentino.
El Rey cazador de elefantes
Si algo le faltaba a la crisis española es que su monarquía - una de las más comedidas de las de Europa que siempre fue superada por los escándalos de la Casa Real Británica y los accidentes del Principado de Montecarlo – saltara a la palestra con el Rey Juan Carlos quebrándose la cadera en Botsuana mientras cazaba elefantes, su nieto Felipe se disparara en un pie y que su yerno, estuviera involucrado en un caso de fraude y corrupción.
Toda la prensa española tomó partido en contra y a favor del Rey y, obviamente, se fueron por criticar o alabar la legitimidad de la monarquía, un tema de sangre azul que cada vez más preocupa a quienes creen que una democracia no necesita de una clase dirigente parásita para sostenerse.
Pero más allá de esas disquisiciones, lo importante de este caso es la falta de estándares éticos de la monarquía española. Los españoles, incluyendo el gobierno, supieron de este viaje del rey Juan Carlos porque tuvo un accidente, de lo contrario el viaje hubiera pasado desapercibido. El tema de que fue una invitación no esconde el deber del Rey de dar a conocer detalles sobre sus viajes, especialmente cuando los ciudadanos de su país están soportando una crisis mayúscula y cuando se debate en toda España el tema de la crueldad animal por las corridas de toro, algo que parece importar cuando se trata de un toro de lidia, pero no de un elefante de Botsuana.
Esta nueva acción antiética del Rey deslegitima a la monarquía. La acción del Rey es reprobable, especialmente cuando en una foto de un viaje anterior a África, se lo observa posando con un fusil delante de un elefante muerto.
Toda la prensa española tomó partido en contra y a favor del Rey y, obviamente, se fueron por criticar o alabar la legitimidad de la monarquía, un tema de sangre azul que cada vez más preocupa a quienes creen que una democracia no necesita de una clase dirigente parásita para sostenerse.
Pero más allá de esas disquisiciones, lo importante de este caso es la falta de estándares éticos de la monarquía española. Los españoles, incluyendo el gobierno, supieron de este viaje del rey Juan Carlos porque tuvo un accidente, de lo contrario el viaje hubiera pasado desapercibido. El tema de que fue una invitación no esconde el deber del Rey de dar a conocer detalles sobre sus viajes, especialmente cuando los ciudadanos de su país están soportando una crisis mayúscula y cuando se debate en toda España el tema de la crueldad animal por las corridas de toro, algo que parece importar cuando se trata de un toro de lidia, pero no de un elefante de Botsuana.
Esta nueva acción antiética del Rey deslegitima a la monarquía. La acción del Rey es reprobable, especialmente cuando en una foto de un viaje anterior a África, se lo observa posando con un fusil delante de un elefante muerto.
Cuba, excusa para evadir lo importante
La Cumbre de las Américas terminó este domingo sin el brillo que le pronosticaban. No hubo declaración final y los temas políticos, no los importantes, como el ingreso de Cuba a este tipo de reuniones hemisféricas que piden los países del ALBA, la despenalización de las drogas que solicitó la Presidencia de Guatemala y la soberanía por las Islas Malvinas que reclama Argentina, bloquearon los consensos que se pudieran haber conseguido.
Los temas importantes tenían que ver con cuestiones económicas y el crecimiento para el futuro. Sin embargo, desde que el presidente Juan Manuel Santos, fue a Cuba a disculparse con los Castro de que no lo podía invitar a la Cumbre, se notó que realmente este era el tema con los que Ecuador, Venezuela, Nicaragua y Venezuela tratarían de ocultar otras cuestiones importantes para los ciudadanos de sus países.
Con esta excusa de Cuba y todo el ruido producido, nadie entonces prestó atención a temas importantes como la ausencia de libertad de prensa en Ecuador, la enfermedad del presidente Hugo Chávez de la que los venezolanos poco saben, el problema agudo de fraude electoral ininterrumpido que viven los nicaragüenses y el choque constante que el Presidente boliviano está teniendo con grupos indígenas y de sindicalistas que lo legitimaron en el pasado.
Las ausencias de Rafael Correa, Hugo Chávez y Daniel Ortega, así como el tempranero despido de Evo Morales – acompañado de Cristina de Kirchner, molesta por la exclusión de las Malvinas en un texto final que nunca hubo – evidencia lo poco que estos presidentes se querían exponer a lo que está pasando en sus países. Favorecer a Cuba que es el único país que abiertamente desafía la Carta Democrática Interamericana en todos sus artículos, no habla realmente muy bien de una cumbre democrática.
Ya este tema de Cuba lo habíamos vivido cuando estos mismos países pidieron el ingreso a la Organización de Estados Americanos, y una vez que consiguieron el consenso se vio como Cuba desairó el ofrecimiento diciendo que no le importaba ingresar a un club que servía para el colonialismo del imperio. Probablemente una vez que inviten a los Castro a esta Cumbre de las Américas tengan la misma actitud, mientras tanto, todas estas negociaciones sirven para desviar la atención y evadir los temas importantes.
Pan y circo.
Los temas importantes tenían que ver con cuestiones económicas y el crecimiento para el futuro. Sin embargo, desde que el presidente Juan Manuel Santos, fue a Cuba a disculparse con los Castro de que no lo podía invitar a la Cumbre, se notó que realmente este era el tema con los que Ecuador, Venezuela, Nicaragua y Venezuela tratarían de ocultar otras cuestiones importantes para los ciudadanos de sus países.
Con esta excusa de Cuba y todo el ruido producido, nadie entonces prestó atención a temas importantes como la ausencia de libertad de prensa en Ecuador, la enfermedad del presidente Hugo Chávez de la que los venezolanos poco saben, el problema agudo de fraude electoral ininterrumpido que viven los nicaragüenses y el choque constante que el Presidente boliviano está teniendo con grupos indígenas y de sindicalistas que lo legitimaron en el pasado.
Las ausencias de Rafael Correa, Hugo Chávez y Daniel Ortega, así como el tempranero despido de Evo Morales – acompañado de Cristina de Kirchner, molesta por la exclusión de las Malvinas en un texto final que nunca hubo – evidencia lo poco que estos presidentes se querían exponer a lo que está pasando en sus países. Favorecer a Cuba que es el único país que abiertamente desafía la Carta Democrática Interamericana en todos sus artículos, no habla realmente muy bien de una cumbre democrática.
Ya este tema de Cuba lo habíamos vivido cuando estos mismos países pidieron el ingreso a la Organización de Estados Americanos, y una vez que consiguieron el consenso se vio como Cuba desairó el ofrecimiento diciendo que no le importaba ingresar a un club que servía para el colonialismo del imperio. Probablemente una vez que inviten a los Castro a esta Cumbre de las Américas tengan la misma actitud, mientras tanto, todas estas negociaciones sirven para desviar la atención y evadir los temas importantes.
Pan y circo.
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