Miami es un paraíso. Fue fundado
por la visión de los colonos del norte, construido con la pujanza de los exiliados
cubanos; pero, también, fue y es alimentado por los botines de las mafias, los dineros
de la corrupción de otros lares y por capitales que vuelan desde cada país en
crisis en busca de refugio.
Los Panama Papers, la
investigación de principios de 2016 sobre capitales off-shore, demostró como
esos dineros, muchos legítimos y otros mal habidos, recalaron en Miami levantando
una industria inmobiliaria sin parangón.
Como paraíso de redención
para corruptos, esta ciudad tiene larga data y etapas. Las residencias de
contrabandistas y narcotraficantes como Al Capone y Pablo Escobar, en la época
del “miami vice”, y las recordadas fiestas del ex dictador venezolano, Marcos
Pérez Jiménez, hasta su deportación, son testigo del estrecho vínculo con la
corrupción.
Toda crisis política y
económica en el mundo termina beneficiando a Miami. Este resguardo seguro no solo
atrae dineros ganados con el sudor de la frente, sino también el de los “nuevos
ricos”, una pléyade de empresarios amigos del poder, testaferros y ex
funcionarios públicos que buscan esconder y sacar mayor rédito a sus saqueos. Los
12 años del kirchnerismo y los casi 20 del chavismo generaron una alta
rentabilidad para Miami, de aquellos “amigos del poder” que invirtieron
millonadas en casa y apartamentos en los exclusivos barrios de Sunny Isle y Key
Biscayne.
Los Panama Papers fueron pródigos
en señalar a compradores argentinos y brasileños que, cobijados bajo las
polleras de Cristina y Dilma, reventaron el mercado de propiedades
residenciales y comerciales a fuerza de cash.
Pero para bailar el tango se
necesitan dos. El otro bailarín es el gobierno estadounidense, demasiado
permisivo a la hora de imponer controles. Leyes débiles, incentivos para visas
de inversores demasiado laxas o funcionarios consulares que se dejan
influenciar (o tentar) por los mismos dineros que deberían detener, también son
parte de la ecuación.
Una reciente investigación
del medio digital ProPublica y de la neyorkina Facultad de Periodismo de la
Universidad de Columbia, reveló como la familia de un ex dictador surcoreano y
funcionarios chinos corruptos usaron visas para inversores para colocar sus
dineros y evadir a la justicia de sus países.
La investigación detectó
varios flancos en el sistema inmigratorio que permite la entrada y permanencia
en el país a empresarios, dirigentes y ex presidentes sospechados de corrupción,
cuya intención es escudarse de los procesos judiciales en sus países de origen. Resalta al ex
presidente panameño, Ricardo Martinelli, que llegó a Miami poco después de
dejar el poder y días antes de ser procesado por apropiación indebida de 45
millones en fondos públicos y por espionaje en contra de 150 opositores
políticos.
Muchos corruptos entran al
país aprovechando lagunas en el Decreto 7750, dictado por George Bush en 2004,
que obliga denegar la entrada a dirigentes y líderes sospechosos de corrupción,
aún aquellos sin sentencia firme. Aunque la investigación destaca que fue
utilizado con éxito en contra de expresidentes procesados por corrupción, como
el nicaragüense Arnoldo Alemán y el panameño Ernesto Pérez Balladares, también
señala que otros eludieron los controles. Agrega en esa lista al expresidente boliviano
Gonzalo Sánchez de Lozada, al exministro colombiano Andrés Felipe Arias, ahora
con pedido de deportación, y a una gran “delegación” de funcionarios del mundo
entero.
Más allá de los yerros en la
aplicación del decreto 7750 y de la ley de inversión que otorga visas a quienes
formen empresas y generen empleos, también es cierto que las autoridades han
creado mayores controles tras los Panama Papers. En Miami y Manhattan, otro de
los paraísos, las escribanías están ahora obligadas a develar los nombres de
todo aquel que invierta por más de un millón de dólares.
La expectativa recae ahora
sobre la nueva administración de Donald Trump, tan adicta a los inversores como
alérgica a los inmigrantes. Sería óptimo que se incentiven las inversiones
legítimas, se abrace a los inmigrantes, pero se intensifiquen los controles
para coartar a aquellos que robando y empobreciendo a sus pueblos, enriquecen y
construyen su paraíso en Miami. trottiart@gmail.com