¿Alguien
tenía dudas de que Venezuela no es una democracia? Ya no creo, después que
Nicolás Maduro, mediante un autogolpe de Estado encubierto, creó esta semana el
Parlamento Comunal, una especie de “congreso del pueblo” que tendrá como misión
contrarrestar a “la nueva burguesía” que ganó la mayoría en la Asamblea
Nacional.
Fiel a
su estilo, el chavismo demuestra así que desconoce la derrota abrumadora
sufrida en las urnas y que mantiene intacta su capacidad de destruir y
desestabilizar las instituciones democráticas.
Lo que
confunden esta vez Maduro y Diosdado Cabello, quien perdió la presidencia del
Poder Legislativo, es que su renovada fórmula desestabilizadora llega a
destiempo. El populismo siempre llega al poder tras una profunda crisis social-política
y cuando las instituciones están más debilitadas, de la mano de un líder
salvador que promete barrer con el establisment y gobernar a favor de un pueblo
sufrido abusado por las élites.
En el “borrón
y cuenta nueva”, y con una población cansada de los abusos e injusticias, se catapultan
estos líderes mesiánicos, siendo ejemplos palpables un mililitar como Hugo
Chávez, un sindicalista como Evo Morales o un político satélite de su partido
político, como Néstor Kirchner que con solo el 22% de votos apareció en escena como
el salvador tras la crisis económica y política a principios de la década
pasada.
En lo
que realmente se confunden Maduro y Cabello es que esta vez la crisis política
y social no es de otros, de ahí que nadie les compra la idea de que pueden ser
los salvadores de sus propios errores o de lo que ellos mismos provocaron. No
por ello, no dejarán de seguir queriéndose aferrar al poder y tratar de
gobernar de espaldas a las instituciones.
El
chavismo está acostumbrado a ello. A fines de 2000, Chávez logró que el
Congreso le habilitara a gobernar por decreto por 18 meses. Aquella auto
destrucción o auto golpe pasó casi desapercibida, no así los efectos del
autoritarismo cada vez más profundo que Chávez utilizó para tapar los primeros
coletazos de una crisis económica que se fue agravando hasta hoy.
Aquella
desestabilización democrática era parte de lo que Chávez denominó la “quinta
república” que permitiría la redistribución de la riqueza de los ingresos del
petróleo, lo que finalmente nunca llegó. Pero aquello le dio excusas perfectas
para reformar la Constitución que le permitiría expropiar empresas en forma
legítima, crear y armar las milicias urbanas llamada círculos bolivarianos, militarizar
su gabinete, ideologizar la educación en las escuelas primarias, encarcelar y
echar al exilio a sus opositores, privilegiar solo a los revolucionarios y
crear alianzas con gobiernos extranjeros mediante regalos y subsidios
petroleros.
Maduro
y Cabello no reconocen que hoy están pagando los platos rotos de todo aquel
legado que viene creando el chavismo desde hace 15 años. De ahí que
reaparecen con una fórmula poco creativa y engañosa como la creación del
Parlamento Comunal, un cuerpo paralelo o paraestatal, con el que quieren
congraciarse con el pueblo que los rechazó en las urnas. Se trata de un simple
manotazo de ahogado al que le imponen la narrativa mesiánica de siempre, argumentando
que quieren devolverle el poder al pueblo ante “un Congreso al servicio de la
burguesía”, que solo debe estar compuesto “por revolucionarios y no por
escuálidos”, y al que le otorgarán los “recursos, toma de decisiones y forma de
vida".
No hay
dudas que el chavismo necesita mantener el poder que perdió en las urnas para
suplir la crisis económica; pero, a su pesar, el ingrediente que le falta ahora
es el poder de movilizar a las masas, un poder sin el cual no puede sobrevivir
un movimiento populista.
La
reinvención del chavismo jamás será posible con las fórmulas autoritarias que
en otro contexto y época política le fueron exitosas. Hoy los venezolanos, en
su mayoría como lo demostraron en las últimas elecciones legislativas, le
dieron la espalda al chavismo y su ineficiencia administrativa. La nueva
mayoría o la nueva masa, eligió a un nuevo modelo político alejado de los
vicios de la corrupción, la inseguridad y la inflación desbordadas.