domingo, 20 de diciembre de 2015

Por si quedaban dudas sobre la democracia en Venezuela

¿Alguien tenía dudas de que Venezuela no es una democracia? Ya no creo, después que Nicolás Maduro, mediante un autogolpe de Estado encubierto, creó esta semana el Parlamento Comunal, una especie de “congreso del pueblo” que tendrá como misión contrarrestar a “la nueva burguesía” que ganó la mayoría en la Asamblea Nacional.

Fiel a su estilo, el chavismo demuestra así que desconoce la derrota abrumadora sufrida en las urnas y que mantiene intacta su capacidad de destruir y desestabilizar las instituciones democráticas.

Lo que confunden esta vez Maduro y Diosdado Cabello, quien perdió la presidencia del Poder Legislativo, es que su renovada fórmula desestabilizadora llega a destiempo. El populismo siempre llega al poder tras una profunda crisis social-política y cuando las instituciones están más debilitadas, de la mano de un líder salvador que promete barrer con el establisment y gobernar a favor de un pueblo sufrido abusado por las élites.

En el “borrón y cuenta nueva”, y con una población cansada de los abusos e injusticias, se catapultan estos líderes mesiánicos, siendo ejemplos palpables un mililitar como Hugo Chávez, un sindicalista como Evo Morales o un político satélite de su partido político, como Néstor Kirchner que con solo el 22% de votos apareció en escena como el salvador tras la crisis económica y política a principios de la década pasada.

En lo que realmente se confunden Maduro y Cabello es que esta vez la crisis política y social no es de otros, de ahí que nadie les compra la idea de que pueden ser los salvadores de sus propios errores o de lo que ellos mismos provocaron. No por ello, no dejarán de seguir queriéndose aferrar al poder y tratar de gobernar de espaldas a las instituciones.

El chavismo está acostumbrado a ello. A fines de 2000, Chávez logró que el Congreso le habilitara a gobernar por decreto por 18 meses. Aquella auto destrucción o auto golpe pasó casi desapercibida, no así los efectos del autoritarismo cada vez más profundo que Chávez utilizó para tapar los primeros coletazos de una crisis económica que se fue agravando hasta hoy.

Aquella desestabilización democrática era parte de lo que Chávez denominó la “quinta república” que permitiría la redistribución de la riqueza de los ingresos del petróleo, lo que finalmente nunca llegó. Pero aquello le dio excusas perfectas para reformar la Constitución que le permitiría expropiar empresas en forma legítima, crear y armar las milicias urbanas llamada círculos bolivarianos, militarizar su gabinete, ideologizar la educación en las escuelas primarias, encarcelar y echar al exilio a sus opositores, privilegiar solo a los revolucionarios y crear alianzas con gobiernos extranjeros mediante regalos y subsidios petroleros.

Maduro y Cabello no reconocen que hoy están pagando los platos rotos de todo aquel legado que viene creando el chavismo desde hace 15 años. De ahí que reaparecen con una fórmula poco creativa y engañosa como la creación del Parlamento Comunal, un cuerpo paralelo o paraestatal, con el que quieren congraciarse con el pueblo que los rechazó en las urnas. Se trata de un simple manotazo de ahogado al que le imponen la narrativa mesiánica de siempre, argumentando que quieren devolverle el poder al pueblo ante “un Congreso al servicio de la burguesía”, que solo debe estar compuesto “por revolucionarios y no por escuálidos”, y al que le otorgarán los “recursos, toma de decisiones y forma de vida".   

No hay dudas que el chavismo necesita mantener el poder que perdió en las urnas para suplir la crisis económica; pero, a su pesar, el ingrediente que le falta ahora es el poder de movilizar a las masas, un poder sin el cual no puede sobrevivir un movimiento populista.

La reinvención del chavismo jamás será posible con las fórmulas autoritarias que en otro contexto y época política le fueron exitosas. Hoy los venezolanos, en su mayoría como lo demostraron en las últimas elecciones legislativas, le dieron la espalda al chavismo y su ineficiencia administrativa. La nueva mayoría o la nueva masa, eligió a un nuevo modelo político alejado de los vicios de la corrupción, la inseguridad y la inflación desbordadas.

Si el chavismo quiere mantener la cuota de poder deberá hacerlo dentro de las reglas democráticas. Por fuera solo seguirá alimentando su autodestrucción. 

sábado, 12 de diciembre de 2015

Venezuela y Argentina deben crear institucionalidad y confianza

Argentinos y venezolanos empiezan nuevas etapas políticas. Optaron por países más serios, sin estridencias ni revanchismos. Erradicar la corrupción, combatir la inseguridad y crear bienestar y desarrollo son objetivos en común.

Cristina Kirchner y Nicolás Maduro aceptaron la derrota en las urnas, aunque por sus acciones, no reconocieron la victoria de la oposición. La ex mandataria se fue a los carterazos, criticando al presidente Mauricio Macri y a una justicia que nunca pudo dominar y a la que le teme, dejando una estela de nombramientos interminables y arcas vacías para empantanar el nuevo modelo.

Venezuela tiene un panorama todavía difícil, pese al rotundo éxito de la oposición en las legislativas del domingo. Maduro fue sentenciado en las urnas, pero sigue. Ya anunció que vetará cualquiera ley que emerja del nuevo Congreso opositor. Pero de aquí a enero, cuando asumirá la oposición, nombrará 12 jueces chavistas a la Corte Suprema, para neutralizar al nuevo Congreso.

Maduro de poca autocrítica, ya acusó de su derrota a la “guerra económica” y al avance de “las nuevas oligarquías latinoamericanas” (por aquello de Macri), y teme que los diputados quieran darle la estocada final, ahora que está insolvente y sin apoyo militar ni popular. Los 112 diputados opositores podrían legislar a su gusto, crear una ley habilitante, llamar a plebiscito para reformar la Constitución, destituir funcionarios y plantear juicios políticos.

Sin embargo, mejor sería que adopten la tónica del gobernador opositor Henrique Capriles, que pidió una legislatura que esquive “la venganza” y se dedique a procurar justicia. La oposición tiene que pensar que su fuerza, ahora monolítica y exultante por la victoria, puede ser pasajera. Después de la práctica del poder, cuando lleguen las primeras fisuras entre partidos de izquierda y derecha, el chavismo estará acechando como siempre. Tratará de comprar votos o amenazará con desafueros y cárcel, fiel a su estilo.

Por los primeros discursos de Macri, se entiende que no será un gobierno revanchista y que tiene en mente a todos los argentinos. Se valora aún más su decisión de ser implacable contra la corrupción, sin privilegios para nadie, tal vez el punto de quiebre con Cristina y lo que provocó la telenovela de la transición del mando.

A diferencia de Venezuela, Macri tiene frente a sí equilibrio de poderes. Un Congreso en el que tendrá que hacer alianzas y una justicia independiente a la que prometió no contaminar. La gobernabilidad le será difícil, pero de eso se trata la democracia. Tendrá que buscar consensos, respetar a las minorías y ojalá termine con la política habitual del Ejecutivo de castigar y premiar con fondos públicos como si fueran propios.

Lo más importante para los nuevos dirigentes en ambos países, es que deberán crear institucionalidad e incentivar la independencia y equilibrio de poderes. El estado de Derecho es la garantía indispensable para empezar a crear confianza y desarrollo. Las inversiones extranjeras y el crédito volverán cuando se deje de expropiar por ideología o conveniencia, se incentive la producción privada, se construya infraestructura pública y haya reglas de juego claras y transparentes.

El sinceramiento de las estadísticas públicas es de las primeras medidas que deberán adoptar. En Argentina el gobierno las manipuló y en Venezuela las escondió, como si evadiendo los datos de la inflación o la pobreza, hubieran podido evadir la realidad.

Venezuela tiene retos mayúsculos comparados a Argentina. Maduro es un cero a la izquierda en eficiencia administrativa y ha matado a la gallina de los huevos de oro, la estatal petrolífera PDVSA. No ha diversificado la economía más allá del petróleo, al cual todavía usa como como mercancía para exportar una ideología retrógrada que solo acarrea divisiones a quien la abraza.

Macri sabe de desarrollo y tiene delante de sí un mundo de posibilidades. Debe poner la casa en orden y ofrecer gobernabilidad, un atributo esquivo y todavía inmaduro desde que se ganó la democracia en 1983.

Más allá de izquierdas o derechas, argentinos y venezolanos sentenciaron en las urnas que están cansados del infantilismo político de las últimas décadas. Quieren países en serio y estables, donde todos puedan soñar su futuro. Esa es la esperanza.  trottiart@gmail.com

 







lunes, 7 de diciembre de 2015

Art Basel Miami Beach: Precio y valor del arte


Dos cosas son difíciles de entender en el arte moderno: El valor intrínseco de la obra y el precio. Es el intríngulis que tratan de desenmarañar sin suerte los visitantes en Art Basel, la megaferia de arte contemporáneo que desembarcó este fin de semana en Miami Beach.

Esta vez Art Basel promete ambas cosas a plenitud. Precios por los cielos, catapultados por la casa de subastas Christie’s que semanas atrás vendió un Modigliani por 170 millones de dólares; y una dote mayor de arte conceptual, esas obras e instalaciones que desafían el intelecto y motivan la pregunta: ¿Esto es arte?

Observar a los visitantes es un espectáculo aparte. Muchos largan una carcajada o levantan el ceño tratando de desentrañar el significado de una bicicleta amarilla tirada en el piso, frutas flotando en una piletita o llaves clavadas a un piano, cuyo espacio más adecuado sería una tienda de baratijas.

Antes de que Duchamp expusiera en 1917 un orinal y dijera que “eso es una escultura”, el valor del arte estaba dado por la belleza intrínseca de la obra, su trascendencia y por su espiritualidad, como afirmaba Kandisnky. A partir de aquella subversión, todo es arte, siempre que lo diga el artista y le dé el contexto el galerista y el curador.

Muchas veces el arte conceptual no tiene mensaje, sino una explicación. Tampoco necesita ser creado por el artista. El autor tiene una idea, la diseña y sus artesanos la fabrican, como en el caso de Damien Hirst; y “voilá”, varios millones por una paloma dentro de una vitrina con formol. O unas esferas de aluminio azul que Jeff Koons pone frente a copias de obras clásicas como La Gioconda y argumenta: “Representa todo”. ¿Todo qué?

La sensación de “yo esto lo puedo hacer”, tampoco implica que la obra no sea arte. Mucho arte se basa en la idea y su mensaje. Tiene el propósito de estimular nuevas formas de apreciar el mundo, por más efímero que sea el concepto. La artista Molly Gochman lo ejemplifica. Para crear conciencia sobre el tráfico de personas, pidió a la gente colocar arena roja en las grietas del cemento de las aceras. El simbolismo se viralizó por internet y consiguió su cometido.

Pero ¿eso es arte o simple mercadeo de una idea? El documentalista mexicano, Pablo Jato, puso en ridículo a galeristas y curadores – que se creen más importantes que los artistas – quienes balbucearon o dieron explicaciones rebuscadas cuando les preguntó justamente eso, frente a obras grotescas o que parecían tomarle el pelo a la gente, como un sacón de mujer sobre el respaldar de una silla. En su documental “El Espejo del Arte”, Jato concluye que en el arte hay demasiado gato por liebre, mucho comercio y que está amenazado por el mercado.

Su crítica es acertada. Sin embargo, porque hay mucho embauque, no se puede desconocer que existe una nueva corriente creativa y que el arte contemporáneo, incluido el conceptual, ha animado nuevas expresiones y movimientos artísticos, logrando que el arte sea más plural y menos elitista.

En materia de precios, el mercado tiene sus propias lógicas; se rige por la oferta y la demanda. También depende de la fama y excentricidades del artista, si está vivo o muerto, las condiciones de la obra y su trascendencia en el tiempo, así como las habilidades mercantiles del galerista. Tampoco todos llegan a la cima y solo algunos pueden vivir de su pasión creativa.

Para muchos, el valor del arte no está dado por su belleza o significado, sino por la oportunidad de inversión. Un informe de la firma Deloitte, revela que los ricos, en promedio, invierten 9% de sus ingresos en arte y que un 81% espera que se valorice y le rinda dividendos.

Los 57 mil millones de dólares que la industria del arte movió en 2014, demuestra su efecto transformador y multiplicador. Gracias a Art Basel y sus ferias satélites, Miami absorbe muchos beneficios, entre ellos los que han catapultado y complementado a las industrias del entretenimiento, turismo y bienes raíces.

Después de esta Semana del Arte en Miami, seguramente habrá balance positivo y récord de ventas. Coleccionistas, compradores ocasionales, curadores y galeristas, es decir, el mercado, fijará nuevos precios para obras y artistas. Sin embargo, ello poco ayudará para establecer el valor intrínseco de una obra, una discusión mucho más compleja para resolver.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Macri: Señales de cambio y buenos aires

Mauricio Macri delineó su gabinete y la estrategia político-económica. Las expectativas son buenas. Así lo aceptaron los mercados, las instituciones internas y aquellas donde Argentina volverá al ruedo, con otra cara y otra actitud.

Pese a que Cristina Kirchner chicaneó con que “un país no es una empresa”, Macri sabe que el futuro se medirá por la eficiencia de su gestión y los resultados. Macri promete un país diferente, serio, sin sarcasmos ni cadenas interminables, sin la arrogancia discursiva que polarizó a la población y que minó los mercados internos y desbandó las inversiones.

La tarea es mayúscula. No será fácil trabajar para todos. El peronismo es mayoría en el Congreso y la justicia. Al principio tendrá que adoptar medidas económicas impopulares para evitar que siga la hemorragia. Lo tendrá que hacer sin transición como resolvió Cristina, sin estadísticas confiables, con leyes vergonzosas aprobadas a último momento y con más nombramientos de empleados públicos, funcionarios y embajadores con los que el kirchnerismo pretende empantanar y se quiere perpetuar.

Por otra parte, no le será difícil marcar diferencias. La década kirchnerista fue tan desastrosa en libertades económicas y políticas, que cualquier decisión lo desmarcará de su antecesora. Sin la estridencia política que caracterizó cada anuncio por los últimos 12 años, los de Macri son estridentes en sí mismos. El nuevo gabinete muestra capacidad de gestión. No hay lugar para el estilo irónico que prevaleció con Aníbal Fernández y otros funcionarios que siempre fueron más papistas que el papa para congraciarse con su jefa.

Pese a los dichos de la Presidenta, los anuncios más destacados de Macri fueron de orden político, aunque la mayor expectativa se centre en el bolsillo de la gente, el futuro del cepo al dólar, la devaluación en ciernes, la apertura a los mercados, la corrección de las estadísticas o las negociaciones con los acreedores.

Macri prometió que será implacable contra la corrupción. Quiere, primero, que se denuncie a sus funcionarios y, segundo, que los jueces sean independientes para juzgar a los corruptos. Su mayor desafío será despolitizar a la Justicia que en parte fue secuestra en estos años, pero que también ha pecado de ser sumisa y partidaria.

Será buena señal que Macri desbarate el aparato propagandístico del Estado. Deberá impedir que los medios de comunicación públicos se usen como pasquines gubernamentales y eliminar cualquier vestigio de espacios como “6, 7 y 8” que han contribuido a polarizar y enemistar a los argentinos. Deberá desbaratar el clientelismo, no los subsidios sociales, pero sí los partidarios. Si logra que todos esos miles de millones de dólares desperdiciados se inviertan en obras de infraestructura e incentivos a la pequeña y mediana empresa, el país se verá pronto con más empleo y movimiento.

En el plano internacional las señales son mejores. Macri ha generado confianza renovada y tendrá crédito, político y económico. En política internacional su sentido común ya promete cambios drásticos con su antecesora. Con la elección de la tecnócrata Susana Mallorca en Cancillería se distancia de Héctor Timerman, quien a semejanza de Cristina, manejaba el país a favor de ideologías en decadencia. Que Venezuela sea la gran aliada de Argentina, demuestra que en política exterior prevalecían criterios ideológicos, en lugar de económicos y comerciales, como los tienen otras economías emergentes.

Probablemente Macri no logre que se aplique la cláusula democrática contra Nicolás Maduro y Venezuela. Pero el solo hecho que la invoque en la próxima reunión del Mercosur, deja entrever que no mantendrá silencio cómplice cuando se coarten las libertades políticas y de expresión, así se violen dentro o fuera del país. En ese sentido, se pliega a lo que remarcó la Corte Suprema de Chile que falló a favor de que Michel Bachelet condene a Maduro, como antes la justicia internacional lo hizo contra Pinochet. El mensaje es que las violaciones a las libertades no tienen frontera y toda dictadura o autoritarismo, de derecha o izquierda, es imperdonable.

Ojalá el peronismo acompañe con oposición constructiva como prometió Daniel Scioli. Argentina no tiene mucho margen para seguir desperdiciando oportunidades. 

lunes, 23 de noviembre de 2015

Terrorismo: Momentos oportunos

Aquí en Colombia saben muy bien lo que viven por estos días los parisinos a raíz de los ataques terroristas del Estado islámico (ISIS). Los colombianos han soportado por más de 50 años los atentados cobardes de los narcoguerrilleros de las Farc y otros grupos extremistas.

Colombia es el país más ensangrentado de la región. El conflicto armado, según datos oficiales, ha provocado unas 220 mil muertes directas y una ola interna de más de 5 millones de desplazados y refugiados.

Después de décadas de acuerdos incumplidos e interrumpidos, el país parece estar en el momento oportuno para crear la paz. Juan Manuel Santos encabeza el proceso, pero en realidad este momento histórico se viene labrando desde que fue ministro de Defensa de Alvaro Uribe, cuando se debilitó a las Farc militarmente, obligándola a sentarse a la mesa de negociaciones.

La opinión pública ya interiorizó que para alcanzar algo de paz, debe renunciar a mucho de justicia. No parece haber otro camino. Vivir en el post conflicto tras la firma final proyectada para el 26 de marzo próximo, es el gran desafío para todos.

Las armas están hechas para la paz o al menos el uso responsable de ellas, aunque deberían utilizarse en el momento oportuno y nada más. Vale de ejemplo la justificación histórica que tuvo el presidente George W. Bush después del atentado de Setiembre 11 en 2001. Con la anuencia unánime del Congreso y de una opinión pública golpeada, dolorida y con sed de venganza, lanzó la guerra frontal contra el terrorismo e invadió Irak en busca de unas armas de destrucción masiva que nunca encontró.

Pasado aquel momento de consenso, se pudo observar el deterioro paulatino de su Presidencia, acusado, al final, de mantener una guerra sin justificación, destructiva para el propio EEUU y generadora de mayor terrorismo con nuevos grupos que se sumaban a la barbarie perpetrada por Al Qaeda.

También sucedió en Colombia, Perú, Chile, Argentina y Brasil, donde los estados cometieron graves abusos a los derechos humanos por no poner fin a tiempo a la guerra interna contra el terrorismo, que al principio había sido avalada por poblaciones cansadas de tanto terror y sinrazón.

Sin dudas que para Francia y Rusia, tras los ataques en París y el derribo del avión ruso de regreso desde Egipto, y con la población a su favor, este es el momento oportuno para la defensa y el contrataque. Los poderes políticos de cada país y aunados en la coalición, pudieron lanzar sin oposición los bombardeos sobre Raqa, la ciudad siria bastión de los terroristas del ISIS, así como tomarán medidas para apoyar a Mali tras los ataques al hotel en Bamako. Es más, la opinión pública no perdonaría que no haya en este instante un ataque letal contra ISIS y hasta justificaría el envío de tropas o una bomba tan letal como la que EEUU arrojó contra Japón en represalia por el ataque a Pearl Harbour.

En momentos de incertidumbre y amenaza como este, en el que reverdecen los sentimientos nacionalistas, el sentido de patria y seguridad personal y nacional, la opinión pública tolera sin chistar la ampliación del estado de emergencia, las requisiciones, los mayores controles de información en internet, el registro de datos sin previa autorización judicial, la portación de armas por parte de policías fuera de servicio y el aumento considerable de los presupuestos para seguridad y ciberseguridad.

Medidas todas que en épocas más apacibles son combatidas por grupos de la sociedad civil porque siempre devienen en abusos de Estado. Obama es prueba de ello. Después de criticar el espionaje ciudadano impuesto por Bush, no solo que no lo desactivó en su Presidencia, sino que lo usó para espiar a propios y extranjeros.

Esto no equivale a que todas las medidas deben desactivarse en épocas apacibles, ya que el terrorismo siempre acecha por más que no ataque. Desbaratar sus fuentes de financiamiento, neutralizar la propaganda por internet y combatir el reclutamiento deben ser preocupaciones constantes.

Sin embargo, disipadas las amenazas y pasados los momentos oportunos que permiten justificaciones para combatir al terrorismo, los gobiernos deberían condicionar sus acciones para no cometer abusos a los derechos humanos y evitar el atropello de las libertades de los ciudadanos.

martes, 17 de noviembre de 2015

Elecciones, delatores y narcos (en Venezuela)

El proceso por tráfico de drogas contra dos sobrinos de la pareja presidencial de Venezuela en una fiscalía de Nueva York, puede convertirse en la evidencia clave sobre la íntima relación del crimen organizado con el chavismo y su impunidad para gobernar.

Aunque el presidente Nicolás Maduro y la primera dama, Cilia Flores, dibujarán la detención de Efraín Campos Flores y Francisco Flores de Freites, como una maniobra truculenta del imperio para ensuciar las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, es evidente que el gobierno queda más vulnerable que nunca. Pese a denuncias de años, el régimen niega su vinculación con el Cartel de los Soles y de haber transformado a Venezuela en un narcoestado.

Maduro y Flores deben temer que lo peor está por venir. Saben que las fiscalías estadounidenses reducen sentencias y años de cárcel a cambio de información. Transformados en delatores, los “sobrinos presidenciales” pueden terminar de inculpar a muchos funcionarios y militares del régimen que vienen siendo acusados de ser aliados y cabecillas del narcotráfico.  

Justamente la acusación contra el presidente del Congreso, Diosado Cabello, el  gobernador de Aragua, Tarek El Aissami, y de varios generales, de ser los capos del Cartel de los Soles, la ofreció Leamsy Salazar, ex jefe de Seguridad de Hugo Chávez y Cabello, convertido ahora en testigo y delator clave de tribunales estadounidenses.
La información de otros delatores también sirvió para que la DEA, la agencia antidroga de EEUU, infiltrara bandas criminales y grabara las conversaciones de los sobrinos de Maduro. El cargamento de 800 kilos de drogas sería solo un eslabón de una aceitada cadena con ramificaciones insospechadas.   

La pareja presidencial no es la primera vez que está en el ojo de la tormenta. A los hijos de la primera dama, Walter Gavidia Flores, y del presidente, “Nicolasito”, ya se les acusaba de usar aviones pequeños de la petrolera estatal, PDVSA, para transportar droga.
Aunque aquella acusación se dibujó como una fabricación para dañar a la pareja presidencial, la detención esta semana de sus sobrinos en Haití, con pasaporte diplomático, deja poco para la imaginación. Es difícil pensar que fueran padres distraídos, cuando el aparato de inteligencia estatal es tan eficiente para perseguir y encarcelar a críticos y opositores.
La información que aporten los sobrinos de Maduro será clave para confirmar las acusaciones sobre que su campaña presidencial en 2013 fue financiada por el narcotráfico. Claro que esto ya ni siquiera sorprende. En el contexto latinoamericano estamos acostumbrados al poder corrupto del narco, desde que Pablo Escobar ocupó un curul en el Congreso nacional colombiano. Luego, muchos presidentes fueron señalados por la infiltración de dineros sucios en sus campañas. El colombiano Ernesto Samper, el peruano Alberto Fujimori son ejemplos claros. En su momento, las denuncias también arreciaron sobre las campañas electorales de Rafael Correa y Cristina Kirchner.
La destrucción que produce el narcotráfico, lamentablemente, no está atada a las drogas, sino al poder con el que corrompe todas las estructuras del Estado. El narco no da plata por amor al arte, todos deben pagar sus facturas.
Una muy cara es la que debe pagar el Congreso mexicano, infiltrado por un enjambre de narcodiputados. En lugar de servir a sus electores, les deben “lealtad” a sus “jefes” del crimen organizado. Esta degradación la retrata la  Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala. Calcula que el 25% de la financiación de los partidos la aportan bandas criminales.
La oscuridad sobre los dineros del chavismo para las próximas elecciones, es el único punto flaco de una carta que esta semana envió el secretario general de la OEA, Luis Almagro, a Venezuela. En 18 páginas menciona una sucesión de agravios contra la democracia, desde la negación a recibir observadores internacionales e inhabilitación de candidatos opositores, hasta un sistema judicial electoral parcializado y una tecnología dispuesta para el fraude.

La dura carta de Almagro caerá en saco roto, ya que el régimen chavista es inmune a las acusaciones políticas. Es de esperar, sin embargo, que la información de los sobrinos delatores pueda romper ese halo de impunidad con el que se regodea el chavismo.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Sufro de solastalgia

Sufro de solastalgia. No me lo diagnosticó ningún médico. Descubrí mi enfermedad mientras leía sobre calentamiento global y la Cumbre de París.

Aunque el cambio climático es recurrente en mi agenda, confieso que, como a muchos, el tema me agobia y me provoca una sensación de incertidumbre y frustración por no saber qué hacer ante un problema mayúsculo.

A esta ansiedad, llamada solastalgia y que padecen en especial los damnificados por desastres naturales, contribuye la sobresaturación de información negativa sobre cambio climático y la escasez de información sobre qué puede hacer un individuo para ayudar a la solución.

En mi caso me he auto medicado con una alta dosis de reciclaje. Bebo agua y gaseosas enlatadas sin parar, con tal de poder reciclar los envases, y cualquier pedacito de plástico o papelito sirve para mi causa. Sé que es una gota en el océano, pero al menos apaga en algo mi ansiedad.

Para colmo de males vivo en Miami, donde el calentamiento global hace rato que se palpa y vive. El agua de mar no es solo turquesa y la contienen las playas de Miami Beach. Ya es habitual que inunde calles y avenidas, provocando cierta solastalgia en las industrias turística e inmobiliaria, los motores de la economía del sur de la Florida.

Es un tema complejo, de solución difícil y se agrava. Un estudio local divulgado por el Miami Herald arrojó esta semana una sórdida proyección. En los próximos 15 años el nivel del mar aumentará entre 16 y 25 centímetros, el doble de lo proyectado el año pasado. Para el 2060 subirá 70 centímetros, y a un metro y medio para finales de siglo, afectando al 40% de la población que hoy vive en las costas de la Florida y EE.UU.

El aumento del nivel del mar también está infiltrando las napas subterráneas, el gran acuífero en piedra rocosa, fuente de agua potable para más de 6 millones de personas que vivimos en el área metropolitana de Miami. Se prevé que la destrucción del ecosistema, agravado por la contaminación de fertilizantes del agro en los Everglades, la reserva ecológica al oeste de Miami, reducirá en 20% las lluvias, estimulando un círculo vicioso sin fin.

Ante el impacto del cambio climático, lo positivo es que las autoridades de Miami Beach están actuando. Siguen construyendo grandes estaciones de bombeo que devuelven el agua de las mareas altas al mar. Y en las zonas más bajas, construyen murallones, calles y aceras con más de 30 centímetros de elevación.

Todo tiene un costo y consecuencias. Además de los 500 millones de dólares invertidos y el aumento de impuestos, se le suma que las nuevas obras provocan mayores problemas de tránsito, más ruidos y, lo peor, es que no se sabe a ciencia cierta si serán suficientes o cuando serán sobrepasadas por los futuros efectos del desbalance en el ecosistema.

Estudios universitarios locales detectaron esta semana que el agua regresada al mar está contaminando la vida marina en la bahía, debido a que sin tener el tratamiento adecuado, está arrastrando fósforo y nitrógeno que desprenden fertilizantes y el estiércol de mascotas.

Más allá de soluciones y efectos, Miami Beach está siendo observada como experimento de probeta en esta lucha desigual contra la naturaleza que sigue acusando los abusos globales de décadas de descontrol. Seguramente mejorará sus procedimientos y pronto arrojará conclusiones que servirán a otras zonas costeras para morigerar el impacto de la naturaleza.

Lo rescatable de Miami Beach es la importancia y urgencia con que aborda el problema, a diferencia del gobierno nacional y del mundo entero que siguen con puro bla bla bla, sin tomar acciones concretas.

Dan razones para el optimismo el compromiso de China y EEUU, los grandes contaminantes, de que asumirán en forma obligatoria la reducción de gases de efecto invernadero en la Cumbre de París que empezará a fines de mes, aunque se equivocan en los tiempos.

El aceleramiento de las consecuencias del cambio climático no permite buscar soluciones para las próximas décadas, sino inmediatas. Es urgente que desmantelen las plantas de carbón, la dependencia del petróleo, aumenten el uso de energías renovables y, sobre todo, que orienten y eduquen a empresas, instituciones y ciudadanos para que todos podamos ser parte de la solución. 

sábado, 31 de octubre de 2015

No rotundo a la arrogancia del kirchnerismo

El mensaje tras las elecciones en Argentina es claro y contundente. Más allá de quien gane el balotaje del 22 de noviembre, el domingo pasado perdió el kirchnerismo y su forma arrogante de hacer política y conducir un país.
La evidencia no hay que buscarla en la elección que ganó/perdió Daniel Scioli frente a Mauricio Macri, ambos lejos de la Presidenta, sino en la derrota que sufrió el ultra kirchnerista Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires.
Fernández no perdió contra la liberal María Eugenia Vidal. Perdió por el hartazgo de la gente sobre aquellos que confunden el debate de las ideas con la confrontación ideológica y los que anteponen beneficios propios o partidarios por sobre los de todos, sin distinciones.
Perdió porque a imagen y semejanza de la presidenta Cristina Kirchner – quien cree que el balotaje será un referéndum sobre su “modelo” - representa esa especie de políticos arrogantes que con sarcasmo e ironía a flor de piel, esconden vicios y corrupción, estigmatizando y persiguiendo a opositores, jueces y fiscalizadores.
Perdió por ser parte de una clase política retrógrada que ensucia el campo de juego con burlas, mentiras y conspiraciones. Como las bufonadas del ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno; las manipulaciones estadísticas para fabricar una Argentina ficticia con menos pobres que Alemania; o la artificiosidad con la que el canciller Héctor Timerman denunció un complot encabezado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por llamar a una sesión sobre la falta de independencia judicial en el país.
Perdió porque la gente se cansó de los políticos que se creen dueños del Estado; ineficientes en el manejo de la cosa pública excepto cuando se trata de sus bolsillos; que no generan empleos, pero sí subvenciones para adular a sus mayorías y militancia; y que abusan de cadenas nacionales para hacer propaganda durante la veda electoral.
Perdió porque el contexto cambió. La gente está harta de modelos prepotentes, así sean los de Argentina, Guatemala o Brasil, donde las marchas anticorrupción y los cacerolazos son revoluciones por la dignidad y el respeto. Es que pese a las penurias económicas, la gente no reclama por más pan, sino por menos circo.
La derrota de Aníbal y Cristina es una advertencia para los políticos arrogantes de todas las latitudes. Es probable que el 22 de noviembre se defina si en la región el péndulo comenzará a oscilar hacia la derecha, tras dos décadas de izquierda y populismo que generaron los abusos del neoliberalismo. Más allá de las ideologías, lo que ahora se impone es que la oscilación sea desde la corrupción hacia la honestidad.
Sin necesidad de saber a dónde anidarán los votos de Sergio Massa, gane quien gane, Scioli o Macri, lo cierto es que el kirchnerismo ya es el gran derrotado. Aunque no se puede pecar de ingenuos. En política un mes es una eternidad y el kirchnerismo se aferrará de donde pueda, ni querrá perder poder ni quedar potencialmente a merced de la justicia y las represalias políticas después de años de sembrar polarización y enemistades.
El kirchnerismo no desaparecerá de la noche a la mañana. Tiene grandes cuotas de poder en el Congreso y ha sabido enquistarse a través de entidades paraestatales como La Cámpora, que en estos días, de espalda a la estridencia de las urnas, compró futuro y puestos para seguir ideologizando, con una ley que le permitirá administrar el deporte en toda la nación.
Esa actitud desafiante y de nepotismo kirchnerista que tiene al Estado como botín, no es más que un resabio de una práctica extendida por 12 años. Por eso, antes de que Cristina se vaya el 10 de diciembre, habrá que esperar más leyes acomodaticias y más jueces partidarios para escudar su futuro; más estigmatizaciones, más persecuciones y muchos más “yos”. Todo eso forma parte del ADN kirchnerista. Nada ni nadie lo puede cambiar.

Aunque el kirchnerismo no escuche e insista en la defensa de su modelo, el resultado adverso del domingo reclama, al menos al peronismo, la desideologización de la política y la economía. Reclama la necesidad de un país en serio, reclama líderes con valentía suficiente para desmontar la corrupción estructural, la degeneración más perversa de la arrogancia política. trottiart@gmail.com

lunes, 26 de octubre de 2015

Más libertad contra la pobreza

La pobreza es estructural y tiende a ser crónica en América Latina. Para combatirla no alcanza con hacer planes sociales e incentivar el empleo formal. También se hace necesario generar un clima de mayor libertad económica y política.

La libertad no es un concepto abstracto como aparenta, sino fácil de medir. La realidad muestra que los países que acumulan mayor pobreza son los que tienen menor nivel de libertad, ya sea de mercado o de política, de prensa y expresión, de asociación y religión. La economía y la política pueden inducir tanto un círculo virtuoso como vicioso, dependiendo del grado de libertad con la que se vivan.

Para no dar el ejemplo de siempre que evidencia esta hipótesis, EEUU o Canadá vs. Cuba o Venezuela, valen otros menos distantes ideológicamente: Chile, Costa Rica y Uruguay, donde el concepto de libertades individuales y civiles está más arraigado, contrastan con los altos índices de pobreza que se registran en Nicaragua, Guatemala o Paraguay, donde las libertades están más restringidas.

La pobreza que también se ha disparado en países latinoamericanos más ricos, como Argentina, Ecuador y Venezuela, demuestra que no siempre es consecuencia de la economía, sino de malas decisiones políticas. Cristina Kirchner, Rafael Correa y Nicolás Maduro han creado economías cerradas y restringidas políticamente. Las consecuencias son evidentes: La seguridad jurídica se debilitó, la corrupción se institucionalizó y el nivel de vida decayó.

El índice 2015 de Libertad Económica de la Fundación Heritage y el Wall Street Journal concluye que la “corrupción generalizada, la ineficacia reguladora, la inestabilidad monetaria y la debilidad del Estado de Derecho”, son factores que contribuyen al estancamiento y a la recesión. Son, en realidad, motores de pobreza.

Las políticas erróneas pasan mayor factura a los pobres que a las demás clases sociales. El Índice Multidimensional de Pobreza del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo demuestra que en aquellos países con bajo nivel de libertad económica, empeoran los servicios esenciales como la educación y la atención de la salud y deterioran el nivel de vida.

El índice, que mide la seguridad jurídica, el tamaño del gobierno, la apertura de los mercados y la eficacia reguladora, entre otros aspectos, es elocuente. La libertad económica está intrínsecamente conectada a las libertades políticas e individuales que ofrece cada país.

En ese sentido, Chile encabeza el ranking de economía libre entre los 29 países del continente americano, seguido por Colombia. Un par de escalones más abajo se ubican Uruguay, Costa Rica y Perú. Pero en la parte opuesta del escalafón, están aquellos países que en la última década pusieron mayor énfasis en la política ideológica que en la libertad de mercado. Así, los últimos puestos del ranking los ocupan Ecuador, Bolivia, Argentina, Venezuela y Cuba.

A nivel mundial se logra tener una mejor percepción del problema que tienen estas naciones. Argentina (169), Venezuela (176) y Cuba (177) están a la zaga entre las 178 economías medidas. La de Chile, por otro lado, está séptima en la escala mundial, antes que EEUU (12) y un poco después que las economías más libres, prósperas y con menos pobreza: Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda, Australia y Suiza.

El índice de la Fundación concluye que los gobiernos que garantizan e incentivan la libertad económica crean mejores ambientes para la innovación y el progreso. “El fin último de la libertad económica es el de empoderar a las personas con un mayor número de oportunidades para que puedan elegir por sí mismas cómo aspirar y alcanzar sus sueños, sujetos únicamente a las bases del Estado de Derecho y la honesta competencia entre las personas”.

Pese a los malos augurios para la región debido a la desaceleración económica provocada en parte por la baja en el precio de las materias primas, el Banco Mundial es optimista. Cree que para el 2030 podrá erradicar la pobreza extrema de América Latina, basándose en la disminución lograda en la última década, del 24.1% en 2003 al 11.5% en el 2013.

Optimismo o pesimismo de lado, lo evidente es que los países más libres, económica y políticamente, tienen mejores chances de combatir la pobreza, generar prosperidad y apuntalar un progreso sostenido. 

lunes, 19 de octubre de 2015

Para reducir la pobreza: no a la austeridad

Las políticas de ajuste y austeridad económica no permitieron que los países superaran la crisis como se preveía; provocando, además, mayor pobreza, más desigualdad y menos felicidad.

El informe del Credit Suisse lo evidencia. El 1% de la población mundial tiene más dinero que el 99% restante. Coincidencia lapidaria con la Organización para la Cooperación del Desarrollo Económico, que situó a la desigualdad en el nivel más alto de los últimos 30 años. También lo comprueba el hecho de que Angus Deaton ganara esta semana el premio Nobel de Economía por sus teorías críticas contra los ajustes: “Reducen ingresos, recortan beneficios y destruyen empleos”.
La mayor pobreza, desigualdad e infelicidad fueron generadas especialmente por el desempleo. Por eso aquellos gobiernos que aportaron estímulos económicos, diversificaron la economía, crearon infraestructura, aumentaron presupuestos en educación e incentivaron la innovación, fueron los que mejor lidiaron con la crisis que viene haciendo estragos desde 2007.
En América Latina poco se hizo. Los gobiernos desaprovecharon la abundancia de lo producido por las exportaciones de materias primas de la última década, no volcándolos a la economía formal. Despilfarrados los ingresos, el crecimiento del 5% de la región no se notó y no sirvió para reducir la pobreza, con 167 millones de personas. Lo que creció fue la informalidad, entre el 60 y 70% de la economía, o 130 millones de personas que viven de empleos informales, que supone menor recaudación de impuestos y más desigualdad a largo plazo.
El renombrado éxito de Brasil contra la pobreza e indigencia, por ejemplo, no se debe tan solo a los programas Brasil sin Miseria y Bolsa Familia, que ofrece a los padres un sueldo a cambio de enviar a sus hijos a la escuela, sino al aumento del 60% del empleo formal.
El futuro en América Latina no es alentador. La culpa la tienen los gobiernos poco previsores que dilapidaron la época dorada de los precios por las nubes de las materias primas, creyendo que la expansión de China sería eterna. Pocos gobiernos invirtieron las ganancias en infraestructura, en industrias para crear valor agregado a los commodities, educación vocacional y en institucionalidad democrática.
Este último aspecto, lo político, aunque parezca desligado de la economía, es al que mayor importancia le asigna el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, como motor de desarrollo. Sin seguridad jurídica, con alta dosis de ideologización política, con poca transparencia y sin reglas claras, las inversiones son esquivas y, por ende, la generación de empleos.
América Latina mal administró las vacas gordas. El caso venezolano es patético. El gobierno despilfarró los recursos del petróleo, cuando estaba a más de 100 dólares el barril, para un programa de expansión ideológica inútil. Otros gastaron a mansalva en clientelismo electoral y propaganda, y casi nadie avanzó a favor de la institucionalidad – en especial la autonomía judicial - permitiendo la metástasis del mayor cáncer que afecta a la región: La corrupción.
El egoísmo de estos gobiernos cortoplacistas es que han usado toda su capacidad creativa para los procesos electorales. Menospreciaron la creación de infraestructura necesaria para apoyar la economía, no invirtieron en educación vocacional capaz de crear mano de obra especializada para transformar las materias primas y despreciaron por completo la innovación tecnológica y científica, aspectos que reafirman el subdesarrollo.
Andrés Oppenheimer en su libro “Crear o morir” lo describe en forma espléndida. Dice que Latinoamérica debe entrar de lleno a “la era de la economía del conocimiento” y que se debe entender que “el gran dilema del siglo XXI no será ‘socialismo o muerte’, ni ‘capitalismo o socialismo’, ni ‘Estado o mercado’, sino uno mucho menos ideológico: innovar o quedarnos estancados”.
Citando casos de éxito, Oppenheimer sentencia que la prosperidad de los países depende cada vez menos de los recursos naturales, sino de aquellos que incentivan a sus sistemas educativos, científicos e innovadores.
Queda así demostrado que la fórmula más adecuada para reducir la pobreza, achicar la desigualdad y aumentar la felicidad, tal vez no es la austeridad, sino gastar mucho en la educación de la gente, el mayor capital de una nación.  trottiart@gmail.com



sábado, 10 de octubre de 2015

Vargas Llosa: "Llegar vivo hasta el final"


Lúcido y cáustico como siempre, Mario Vargas Llosa quiere “llegar vivo hasta el final”, no solo para seguir con sus ficciones, sino para denunciar a todos aquellos autoritarios que reniegan de la libertad para beneficio propio o que hacen de la corrupción su modo de vida.

Con el mismo ímpetu que destacó Gabriel García Márquez en su autobiografía Vivir para Contarla, Vargas Llosa siente la necesidad de seguir denunciando todos los días los atropellos contra las libertades individuales y sociales. No quiere callarse. La diferencia entre ambos premios Nobel de Literatura, en el lado opuesto del dial político, es la estridencia de Vargas Llosa para asumirse liberal y sin pelos en la lengua contra la corrupción, esa plaga amenazante que, como los nacionalismos, lastran a Latinoamérica dejándola sin paz ni desarrollo.

En Charleston, EE.UU., durante la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, Vargas Llosa se empachó en contra de los inmorales. Solo le faltó la FIFA y la Volskwagen, porque no dejó títere con cabeza. Se mostró ofendido por el milagro brasileño que desdibujó la corrupción de Dilma Rousseff y Lula da Silva. Tildó de “demagogia racista” al oportunista de Donald Trump. Vaticinó retroceso irreversible si Keiko Fujimori llega a la presidencia en Perú. Y puso énfasis sobre la “ficción maligna” que significan los nacionalismos, en especial, el lastre de la corrupción que nutrió al peronismo argentino y a la galopante podredumbre del chavismo mafioso.

Apuntó a la buena opción de Mauricio Macri, comparándola con la “perseverancia en el error” que significaría votar por Daniel Scioli. A esa vocación argentina por los yerros ciclotímicos se la endilgó a esa “gran tragedia” llamada peronismo, que ha hecho caer al país en el subdesarrollo, en el caos permanente y deambular en crisis tras crisis. “¿Cómo un país culto puede caer prisionero de esa maraña que es el peronismo?”, se preguntó.

Sobre el chavismo venezolano tuvo adjetivos aún más calificativos, siempre adornados por el maleficio de la corrupción. “El país es una putrefacción total”, dijo, sabiéndolo el más corrupto del mundo, con los mayores índices de criminalidad y en el que los jefes del gobierno y de las mafias no se diferencian, y los militares están sobornados por esos mafiosos. Acusó a Maduro de haber hecho todo lo necesario para convertir a un país rico en pobre.

Hace tiempo que Venezuela no goza de elecciones limpias y libres. Cree que esa putrefacción intencional, es la única esperanza que tiene el gobierno para salir victorioso. “La única manera que puede ganar… es con un fraude gigantesco”, señaló. Vaticinó que estas elecciones van a demostrar clarísimamente la desesperación de un Maduro impopular, “que va a cometer un fraude monstruoso”.

Las risas y aplausos más estentóreos en Charleston sonaron cuando Vargas Llosa satirizó a Maduro por no permitir a la OEA que supervise las elecciones legislativas de diciembre. “¿Le tiene miedo a la OEA?”. Y se respondió: “Si es la institución más inútil entre las inútiles… que no ha servido nunca para nada”.

Ante la “dictadura creciente” que continúa haciendo estragos desde la coacción de las libertades y el encarcelamiento de opositores, como Leopoldo López, lo que más le duele es la absolutamente lamentable hipocresía y la falta de coraje de los gobiernos de la región para manifestarse a favor de la democracia: “Una vieja tradición en nuestra región, la gran neutralidad frente a los gobiernos de extrema izquierda”.

La entrevista en el auditorio entre Vargas Llosa y Andrés Oppenheimer no podía terminar sin referencias a su vida íntima. De ahí que confesara que sufre en carne propia las críticas a la prensa del corazón que plasmó en su libro La Civilización del Espectáculo. Criticó hasta al New York Times por meterlo en “una chismografía de pésimo gusto” y sumarse a los diretes que causó tras romper su matrimonio de 50 años y su sonado romance con Isabel Preysler.

Más allá de no quedarle remedio más que bajar la cabeza y sortear los chismes como cualquier otro mortal o personaje público, Vargas Llosa seguramente hará honor a su dicho de que llegará muy “vivo hasta el final”. Es que la pobreza democrática y las paupérrimas libertades siempre necesitarán un delator de lujo. 

domingo, 4 de octubre de 2015

Libertad de prensa: Información y propaganda

Pese a las amenazas del huracán Joaquín y al estado de emergencia declarado por la gobernadora de Carolina del Sur, la Sociedad Interamericana de Prensa se reúne este fin de semana en la histórica ciudad de Charleston para repasar un nuevo y desastroso semestre en materia de libertad de prensa en el continente americano.

El peor embate contra la prensa lo debieron soportar los periodistas. Una docena de ellos fueron asesinados en los últimos meses a causa de su labor. Brasil y México, con tres crímenes cada uno, siguen siendo los países como mayores riesgos. Esto se debe a los casos que los periodistas venían destapando habían sobre dos temas que han crecido vertiginosamente en ambos países: la corrupción y el crimen organizado.

Además de otros asesinatos cometidos por los mismos motivos, en Colombia, Guatemala, República Dominicana y Honduras, en general se percibe un clima general de violencia contra la prensa en todos los países del área, entre agresiones y ataques contra periodistas y medios de comunicación. Las causas son variadas, pero predomina la intolerancia política y la polarización de las sociedades. En muchos casos, se trata de una consecuencia natural a los discursos de odio de presidentes como Nicolás Maduro y Rafael Correa, quienes diariamente arremeten e identifican a los periodistas como a sus máximos opositores, lo que incentiva a sus partidarios a hacer justicia por manos propias.

El retroceso en la región en materia de libertades es notable. Tal vez el mayor escollo que se ha convertido en un patrón común en cada país del continente, es la restricción que los gobiernos han impuesto a la información pública. Existen países como Argentina que permanecen rezagados, ya que todavía no posee una Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública. Otras naciones, con una larga tradición de transparencia, como Canadá y EEUU, que desde hace décadas tienen instrumentos legales que obligan a revelar información pública, han adoptado severos reglamentos para clasificar información. La lucha contra el terrorismo y la seguridad nacional se han convertido en la coartada perfecta para denegar información en cuestiones irrelevantes para la soberanía de los estados.

Paraguay es el país más joven en adoptar este tipo de legislación, México el más longevo y Honduras el más atrevido. Sin embargo, en ninguno de los casos, los gobiernos cumplen con ofrecer un acceso ilimitado a cuestiones administrativas públicas como indica la ley. Hecha esta, hecha la trampa. Encuentran en los trámites de solicitudes, burocráticos y caros, la mejor excusa para blindarse y seguir tan oscuros como antes de la legislación. Es obvio, como en Paraguay, que muchas veces la adopción de legislación es pura demagogia, utilizada por los partidos políticos para fortalecer sus promesas preelectorales; luego incumplidas.

La polarización y el abuso de poder, esos “pecados” de la política que la semana pasada el papa Francisco denunció ante el Congreso estadounidense, es fuente de las muchas cortapisas que se imponen al derechos de los ciudadanos a gozar de la libertad de expresión. Como producto de ello, se ve como los gobernantes, desde Correa a Cristina Kirchner, abusan del uso de cadenas nacionales para hablar sobre actos de gobierno y mezclarse en contiendas electorales, pese a que estos espacios están limitados por la Constitución para que se usen solo en estados de emergencia y por asuntos de interés y bien público.

El gasto de propaganda de los gobiernos ha aumentado en casi todos los países. Esto que en muchos casos solo aparentaría un dato económico algo desproporcionado aunque no muy relevante, dentro de los presupuestos, esconde el ansia de los políticos por aferrarse al poder. Los casos de Bolivia, Nicaragua y Honduras son notables, el aumento económico del aparato de propaganda de los gobernantes ha crecido tanto como las pretensiones de Evo Morales y Daniel Ortega de refundar las constituciones para aferrarse para siempre al sillón presidencial.

Este clima de poca información versus mucha propaganda, también evidente en el internet y las redes sociales más allá de los medios tradicionales, evidencian que la lucha a favor de la libertad de expresión y derecho a la información de los ciudadanos debe ser un norte constante. 

sábado, 26 de septiembre de 2015

Francisco, entre lobos y ovejas

Inspirador, político y diplomático como nunca, el papa Francisco atrajo la atención de gente de todos los credos e ideologías en su primera peregrinación por Cuba y EEUU, consagrándose como líder humanitario y espiritual de carácter universal.

La percepción de su liderazgo ya era soberbia, pero saltará por los cielos después de este viaje. En una encuesta anterior del New York Times, la mayoría lo reconocía como líder moral más allá de su jefatura en la Iglesia Católica, mientras que otra del Pew Center destacaba su popularidad entre el 75% de los protestantes y el 68% de los que no profesan religiones.

Su buena aura deviene de varias virtudes: Actúa como predica y combina como nadie la espiritualidad con la política. Equilibra a la perfección ideas con acciones. Desde acelerar los procesos de nulidad del matrimonio hasta pedir perdón para las mujeres que abortan; o desde pedir por la pacificación de Colombia en Cuba, hasta renegar de la “cultura del descarte” y pedir la prohibición de armas nucleares a la asamblea general de Naciones Unidas.

Nadie es indiferente o totalmente crítico con su mensaje. Desde ópticas tan diferentes como la de Raúl Castro, los legisladores estadounidenses o los líderes en la ONU que le escucharon su reclamo por “techo, trabajo y tierra”, todos se sienten incluidos. Toman, eso sí, lo que les beneficia y desechan lo que les perjudica.

En este viaje, a diferencia de otros, Francisco pareció que desde su desembarco en La Habana y en Washington prefería abocarse a buscar a la oveja descarriada que ahuyentar a los lobos disfrazados de corderos.

Esquivó ante los Castro ser directo contra la dictadura militar más longeva, así como en el Congreso estadounidense evitó criticar al capitalismo como en su previo viaje por Bolivia y Ecuador. En La Habana prefirió hablar de la revolución de la misericordia y que el Estado debe servir a las personas y no a las ideologías. En el Congreso estadounidense se honró de estar en la “tierra de los libres y el hogar de los valientes”, como reza el himno nacional, pero llamó a la unidad y la tolerancia, algo que escasea entre demócratas y republicanos.

Desde ese Congreso no habló solo para EEUU, sino al mundo. Apeló a la responsabilidad de los políticos por el bien común, con un mensaje que sirvió tanto para los cubanos aferrados al poder como para los estadounidenses dominados por la polarización. Les dejó dos frases perfectas: “Un buen político opta siempre por generar procesos, más que ocupar espacios” y “hay que evitar el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos; entre justos y pecadores”.

Como sucede en cada viaje, cada quien hizo uso selectivo de sus frases. Raúl y Fidel Castro creyeron escuchar que la inclusión era la de Cuba en el mundo y no la que pidió Francisco, la de los disidentes en su propia Cuba. Y entre legisladores estadounidenses, los demócratas aplaudieron a rabiar el mensaje sobre el control de armas, los inmigrantes y la ecología; mientras los republicanos se regocijaron con la defensa de la clase media, la familia y la condena del aborto.

Pese a su diplomacia, Francisco cosechó críticas, ya sea por su desaprobación a la pena de muerte o a las guerras para dirimir conflictos. También porque fue demasiado bueno con la tiranía de los Castro, que desde hace 56 años se ha autoproclamado propietaria del libre albedrío de los cubanos.

Francisco tampoco dejó de lado su prédica a favor de la revolución interna. Reiteró a sus obispos y curas que dejen de encubrir la vergüenza de la pederastia, la necesidad de salir al encuentro de la gente para evangelizar en la calle a preferir la comodidad de los templos y a no descuidar a los más vulnerables, refugiados e inmigrantes.


Más líder moral y humanitario de todos que pastoral o religioso para los católicos, la importancia de Francisco se debe a que se encumbró como faro que alumbra y que ayuda a distinguir lo malo de lo bueno. Su popularidad y prestigio deviene por desafiar a todos con un mensaje simple, compasivo y predicar con el ejemplo. Algo que rápidamente encandila, desde que las palabras y las acciones de la mayoría de los líderes del mundo entero están cada vez más desprestigiadas.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Gobiernos que se creen Estado

Los ciudadanos tienen derechos; los gobiernos, deberes. Así lo ordenan las constituciones en un Estado de derecho. Sin embargo, en países como Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela, ese orden está invertido.

Estos gobiernos en vez de administrar el Estado, se creen su dueño. Abusan de privilegios y hasta disponen de la libertad de sus ciudadanos, cómo antes lo hacían las dictaduras militares o, todavía ahora, el régimen de los Castro.

Cristina Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa y Nicolás Maduro, tarde o temprano tendrán que rendir cuentas. Mientras tanto, protegidos por un blindaje auto creado, gobiernan autoritarios. El culto al personalismo es su rasgo característico, de ahí que haya textos escolares con dibujitos en los que Cristina es sinónimo de Estado o que Maduro, juez, busque encarcelar para siempre a Leopoldo López.

Quienes se creen predestinados buscan poder continuo. Morales, en el primer año de su tercer mandato, busca reelección eterna. Correa también lo hará en diciembre mediante reforma constitucional. En su pensamiento redentor de únicos “elegidos”, detestan que la justicia, los partidos y los medios les cuestionen.

Cuando más cuestionamientos, más se empecinan en crear controles. Correa busca darle rango constitucional a una propuesta que parece inofensiva. Quiere que la información sea un bien público, que al igual que el agua, la electricidad o la salud, pueda ser administrada por el Estado. De prosperar su iniciativa, podrá limitar, restringir o censurar la información, como en estos días, cuando dispuso que para evitar “alarmismos innecesarios”, nada se puede publicar sobre la erupción del volcán Cotopaxi.

Correa detesta que la información fluya libremente. Temeroso de las críticas, la cercena desde el primer día de su mandato, pero nunca lo hizo en forma tan eficiente después que sancionó la Ley de Comunicación hace dos años. A través de ella controla contenidos y sanciona a medios, periodistas e internautas que no se apegan a la verdad oficial.

Prueba de su autoritarismo es el hecho de no solo ha creado la ley, sino que también se auto adjudicó la función de juez. Mediante órganos de control que dependen del Poder Ejecutivo, la administra según sus intereses. Su parcialidad como juez es evidente. Solo una de las 161 sanciones fue aplicada contra medios estatales, las demás contra medios independientes; varios de ellos, ante las reiteradas sanciones y multas millonarias, se vieron obligados a cerrar.

La ley nació bajo la excusa de “democratizar” la comunicación, pero terminó siendo instrumento de autoritarismo. La mayoría de las veces es invocada por funcionarios que argumentando defender su honor, la usan para detener las críticas o investigaciones sobre corrupción.

Así como en Bolivia, donde Morales ordenó el cierre de decenas de organizaciones acusándolas de desestabilizar al gobierno, Correa arremetió ahora contra Fundamedios, una ong que defiende la libertad de prensa y a los periodistas. Su disolución, decretada para estos días, fue por el “delito” de publicar un par de blogs críticos a su gestión.
La Ley de Comunicación le da a Correa la coartada perfecta para crear silencio. Sus ataques, sin embargo, tienen un costo cada vez mayor en la comunidad internacional. 

Esta semana, una veintena de organizaciones convocadas por la Sociedad Interamericana de Prensa y Fundamedios en el “Foro de Quito por la Libertad de Expresión”, acusaron a Correa de violentar las libertades de expresión y de asociación, comprometiéndose a divulgar sus atropellos entre inversores extranjeros y los organismos multilaterales, con el objetivo de que condicionen su asistencia al cabal respeto de los derechos humanos.

Las primeras réplicas se sintieron horas después. Cinco defensorías de Naciones Unidas y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, denunciaron el clima restrictivo creado por Correa, reclamándole tolerancia ante las críticas y no disolver Fundamedios.

Lejos de que el propósito se logre, lo importante es que este tipo de acciones recuerdan que la verdadera democracia no está sustentada solo por elecciones, sino también por la separación de poderes, la rendición de cuentas, el respeto por los derechos de las minorías y, principalmente, que los gobiernos no se crean dueños del Estado.