Mauricio Macri delineó su
gabinete y la estrategia político-económica. Las expectativas son buenas. Así lo
aceptaron los mercados, las instituciones internas y aquellas donde Argentina volverá
al ruedo, con otra cara y otra actitud.
Pese a que Cristina Kirchner
chicaneó con que “un país no es una empresa”, Macri sabe que el futuro se medirá
por la eficiencia de su gestión y los resultados. Macri promete un país diferente,
serio, sin sarcasmos ni cadenas interminables, sin la arrogancia discursiva que
polarizó a la población y que minó los mercados internos y desbandó las
inversiones.
La tarea es mayúscula. No será
fácil trabajar para todos. El peronismo es mayoría en el Congreso y la justicia.
Al principio tendrá que adoptar medidas económicas impopulares para evitar que
siga la hemorragia. Lo tendrá que hacer sin transición como resolvió Cristina,
sin estadísticas confiables, con leyes vergonzosas aprobadas a último momento y
con más nombramientos de empleados públicos, funcionarios y embajadores con los
que el kirchnerismo pretende empantanar y se quiere perpetuar.
Por otra parte, no le será
difícil marcar diferencias. La década kirchnerista fue tan desastrosa en
libertades económicas y políticas, que cualquier decisión lo desmarcará de su
antecesora. Sin la estridencia política que caracterizó cada anuncio por los
últimos 12 años, los de Macri son estridentes en sí mismos. El nuevo gabinete muestra
capacidad de gestión. No hay lugar para el estilo irónico que prevaleció con Aníbal
Fernández y otros funcionarios que siempre fueron más papistas que el papa para
congraciarse con su jefa.
Pese a los dichos de la
Presidenta, los anuncios más destacados de Macri fueron de orden político,
aunque la mayor expectativa se centre en el bolsillo de la gente, el futuro del
cepo al dólar, la devaluación en ciernes, la apertura a los mercados, la
corrección de las estadísticas o las negociaciones con los acreedores.
Macri prometió que será
implacable contra la corrupción. Quiere, primero, que se denuncie a sus
funcionarios y, segundo, que los jueces sean independientes para juzgar a los corruptos.
Su mayor desafío será despolitizar a la Justicia que en parte fue secuestra en
estos años, pero que también ha pecado de ser sumisa y partidaria.
Será buena señal que Macri desbarate
el aparato propagandístico del Estado. Deberá impedir que los medios de
comunicación públicos se usen como pasquines gubernamentales y eliminar
cualquier vestigio de espacios como “6, 7 y 8” que han contribuido a polarizar
y enemistar a los argentinos. Deberá desbaratar el clientelismo, no los
subsidios sociales, pero sí los partidarios. Si logra que todos esos miles de
millones de dólares desperdiciados se inviertan en obras de infraestructura e incentivos
a la pequeña y mediana empresa, el país se verá pronto con más empleo y
movimiento.
En el plano internacional
las señales son mejores. Macri ha generado confianza renovada y tendrá crédito,
político y económico. En política internacional su sentido común ya promete
cambios drásticos con su antecesora. Con la elección de la tecnócrata Susana
Mallorca en Cancillería se distancia de Héctor Timerman, quien a semejanza de
Cristina, manejaba el país a favor de ideologías en decadencia. Que Venezuela
sea la gran aliada de Argentina, demuestra que en política exterior prevalecían
criterios ideológicos, en lugar de económicos y comerciales, como los tienen otras
economías emergentes.
Probablemente Macri no logre
que se aplique la cláusula democrática contra Nicolás Maduro y Venezuela. Pero
el solo hecho que la invoque en la próxima reunión del Mercosur, deja entrever
que no mantendrá silencio cómplice cuando se coarten las libertades políticas y
de expresión, así se violen dentro o fuera del país. En ese sentido, se pliega
a lo que remarcó la Corte Suprema de Chile que falló a favor de que Michel
Bachelet condene a Maduro, como antes la justicia internacional lo hizo contra Pinochet.
El mensaje es que las violaciones a las libertades no tienen frontera y toda
dictadura o autoritarismo, de derecha o izquierda, es imperdonable.
Ojalá el peronismo acompañe con oposición constructiva como prometió Daniel Scioli. Argentina no tiene mucho margen para seguir desperdiciando oportunidades.
1 comentario:
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