Dos
cosas son difíciles de entender en el arte moderno: El valor intrínseco de la obra
y el precio. Es el intríngulis que tratan de desenmarañar sin suerte los
visitantes en Art Basel, la megaferia de arte contemporáneo que desembarcó este
fin de semana en Miami Beach.
Esta vez Art Basel promete
ambas cosas a plenitud. Precios por los cielos, catapultados por la casa de subastas
Christie’s que semanas atrás vendió un Modigliani por 170 millones de dólares;
y una dote mayor de arte conceptual, esas obras e instalaciones que desafían el
intelecto y motivan la pregunta: ¿Esto es arte?
Observar a los visitantes es
un espectáculo aparte. Muchos largan una carcajada o levantan el ceño tratando
de desentrañar el significado de una bicicleta amarilla tirada en el piso,
frutas flotando en una piletita o llaves clavadas a un piano, cuyo espacio más adecuado
sería una tienda de baratijas.
Antes de que Duchamp expusiera
en 1917 un orinal y dijera que “eso es una escultura”, el valor del arte estaba
dado por la belleza intrínseca de la obra, su trascendencia y por su espiritualidad,
como afirmaba Kandisnky. A partir de aquella subversión, todo es arte, siempre que
lo diga el artista y le dé el contexto el galerista y el curador.
Muchas veces el arte conceptual
no tiene mensaje, sino una explicación. Tampoco necesita ser creado por el artista.
El autor tiene una idea, la diseña y sus artesanos la fabrican, como en el caso
de Damien Hirst; y “voilá”, varios millones por una paloma dentro de una
vitrina con formol. O unas esferas de aluminio azul que Jeff Koons pone frente
a copias de obras clásicas como La Gioconda y argumenta: “Representa todo”. ¿Todo
qué?
La sensación de “yo esto lo
puedo hacer”, tampoco implica que la obra no sea arte. Mucho arte se basa en la
idea y su mensaje. Tiene el propósito de estimular nuevas formas de apreciar el
mundo, por más efímero que sea el concepto. La artista Molly Gochman lo
ejemplifica. Para crear conciencia sobre el tráfico de personas, pidió a la
gente colocar arena roja en las grietas del cemento de las aceras. El
simbolismo se viralizó por internet y consiguió su cometido.
Pero ¿eso es arte o simple
mercadeo de una idea? El documentalista mexicano, Pablo Jato, puso en ridículo
a galeristas y curadores – que se creen más importantes que los artistas – quienes
balbucearon o dieron explicaciones rebuscadas cuando les preguntó justamente
eso, frente a obras grotescas o que parecían tomarle el pelo a la gente, como
un sacón de mujer sobre el respaldar de una silla. En su documental “El Espejo
del Arte”, Jato concluye que en el arte hay demasiado gato por liebre, mucho
comercio y que está amenazado por el mercado.
Su crítica es acertada. Sin
embargo, porque hay mucho embauque, no se puede desconocer que existe una nueva
corriente creativa y que el arte contemporáneo, incluido el conceptual, ha
animado nuevas expresiones y movimientos artísticos, logrando que el arte sea más
plural y menos elitista.
En materia de precios, el
mercado tiene sus propias lógicas; se rige por la oferta y la demanda. También
depende de la fama y excentricidades del artista, si está vivo o muerto, las
condiciones de la obra y su trascendencia en el tiempo, así como las
habilidades mercantiles del galerista. Tampoco todos llegan a la cima y solo
algunos pueden vivir de su pasión creativa.
Para muchos, el valor del
arte no está dado por su belleza o significado, sino por la oportunidad de
inversión. Un informe de la firma Deloitte, revela que los ricos, en promedio,
invierten 9% de sus ingresos en arte y que un 81% espera que se valorice y le rinda
dividendos.
Los 57 mil millones de
dólares que la industria del arte movió en 2014, demuestra su efecto
transformador y multiplicador. Gracias a Art Basel y sus ferias satélites, Miami
absorbe muchos beneficios, entre ellos los que han catapultado y complementado a
las industrias del entretenimiento, turismo y bienes raíces.
Después de esta Semana del Arte en Miami, seguramente habrá balance positivo y récord de ventas. Coleccionistas, compradores ocasionales, curadores y galeristas, es decir, el mercado, fijará nuevos precios para obras y artistas. Sin embargo, ello poco ayudará para establecer el valor intrínseco de una obra, una discusión mucho más compleja para resolver.