sábado, 23 de noviembre de 2013

Día Mundial contra la Impunidad

Hoy 23 de noviembre, los periodistas, a nivel internacional, conmemoramos por segundo año consecutivo el Día Mundial contra la Impunidad para honrar la vida de los y las periodistas que cayeron en cumplimiento de su labor.

Es un día muy especial que sobrepasa las conmemoraciones que los periodistas pueden tener para celebrar a nivel nacional su profesión. Este es un día para recordar a los 445 periodistas de las Américas que fueron asesinados en los últimos 20 años, desde EE.UU. a Argentina, desde Honduras a Brasil, por haber dicho, escrito, opinado o denunciado algo que otros no querían que sea divulgado.

Pero en honor a estas mujeres y hombres caídos, no solo se trata de recordar su labor, sino también de exigir acción a los gobiernos para que haya legislación que permita proteger a otros periodistas, investigar para que se haga justicia y así la impunidad no siga alimentando el círculo vicioso de la violencia y que, con ello, se siga garantizando el derecho del público a recibir información.

Este año ya han sido asesinados 17 periodistas en América Latina, una cifra que, lamentablemente, marca una peligrosa tendencia en alza.


Comparto con ustedes el sitio de internet de IFEX a través del cual se puede tomar acción para reclamar sobre este flagelo que está afectando el derecho a la información. www.ifex.org

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Democracia y libertad de prensa: Binomio indisoluble

En el marco del segundo Simposio Anual "Democracia en las Américas" Ricardo Trotti, director del Instituto de Prensa de la SIP explicó la importancia de los periodistas en una región tan parcializada como hoy.

Para Trotti, después de la época de las dictaduras, los gobiernos han tenido inconvenientes a la hora de comunicarse con el pueblo.
 
Es ahí donde los periodistas juegan un papel importante porque son quienes permiten a la gente manifestarse, pero lamentablemente muchos gobiernos en la última década han hecho todo para que esto suceda, y que por el contrario les favorezca sus proyectos políticos, explica Trotti.
 
En América Latina se comienza a hablar de "dictaduras legales" o "democracias imperfectas". Ante esto es importante generar la cultura de la denuncia por parte de los medios de comunicación, señaló Trotti, con el fin de que los periodistas queden en la historia como hombres y mujeres que tuvieron la posibilidad de cambiar las cosas. 

Niños con mala niñez; no hacían falta más evidencias

Son variaos los factores que siempre condicionaron a los niños a vivir una buena niñez. Tal vez el más extendido ha sido el de la explotación laboral, como se ha denunciado continuamente en países latinoamericanos, tales como Brasil, y en naciones menos desarrollados en el mundo entero.

Las formas más violentas de manipulación siempre se vivieron en Colombia como es el caso de los niños soldados, aquellos que en gran porcentaje usan las narco guerrillas de las FARC.

Y tal vez el crimen más atroz en contra de los niños tiene que ver con su explotación sexual, desde las calles de La Habana a manos de turistas sexuales provenientes del mundo entero, principalmente de la Unión Europea y de EE.UU. Este aprovechamiento está más remarcado en esta época debido a la explotación pornográfica de la niñez cuyas consecuencias son más devastadoras que nunca debido al internet y al deep internet, algo que nos sacude todas las semanas cuando se producen redadas contra bandas de pornográficos, así sean de Canadá, EE.UU y Brasil como ocurrió en estos días, que muestran que los explotadores son de cualquier condición, edad y profesión, desde curas a pastores, médicos a enfermeras, obreros a terapeutas.

La forma más lamentable, quizás, es ver a niños drogadictos y a otros que empuñan las armas manipulados por el consumo y usados por las bandas del narcomenudeo.

Todas estas son quizás algunas de las formas criminales más usuales en contra de los niños, pero hay otras que los privan de tener una mejor niñez debido a los malos hábitos que como padres hemos venido ayudando a crear. La más elemental tiene que ver con la epidemia de la obesidad que afecta más a los niños que a los adultos y está ligada a la permisividad con que se permite e incentiva la comida chatarra.

Pero tal vez la peor, es el sedentarismo, un hábito que viene de la mano no solo por la invasión de las nuevas tecnologías en el hogar, como es la TV, el internet, los videojuegos y las computadoras, sino también por el menos tiempo que los padres usan con sus hijos para hacer actividades y ejercicios físicos. Ahora es más fácil dejar al chico frente al TV o con un videojuego en el asiento trasero del auto, que pegar unas pataditas o incentivarlo a que haga algún tipo de deportes.

Y en esto del ejercicio físico mucho también tienen que ver las escuelas, de las cuales muchas han dejado de lado este tipo de clases, ya sea por cuestiones presupuestarias o simplemente por falta de conciencia sobre los beneficios de las actividades físicas.

No hacían falta las evidencias, pero es bueno observar los resultados de un estudio de la Asociación Estadounidense del Corazón, que hizo sobre millones de niños que demuestra que la condición física de los niños, en el mundo entero, ha disminuido, comparándola con la que existía cuando nosotros éramos niños, varias décadas atrás.

Según un cable de AP, la Asociación encontró que los niños de ahora “no corren tan rápido ni tan lejos como sus padres cuando eran jóvenes. En promedio, a los niños les toma 90 segundos más correr kilómetro y medio (una milla) de lo que sus padres lo hicieron hace 30 años. La aptitud cardiovascular ha disminuido 5 por ciento por década desde 1975 para los niños de nueve a 17 años”.

El estudio se hizo sobre una base de 25 millones de niños de entre 9 y 17 años, de 28 países de 1964 al 2010, estableciéndose que los chicos de ahora tienen 15 por ciento menos condición física que sus padres.

El tema de los delitos es una cuestión que podremos seguir achacándosela a una sociedad permisiva y su responsabilidad a las autoridades. Sin embargo, el de crear las condiciones necesarias para que haya una niñez más saludable y activa tiene que ver con una responsabilidad de todos. 

lunes, 18 de noviembre de 2013

Ni resignarse ni tirar la toalla ante la adversidad

Cuando la inseguridad pública, la inflación y la corrupción son desbordantes, y las crisis se repiten hasta el cansancio carcomiendo las esperanzas, la mayoría de la gente no atina a rebelarse, sino a resignarse y aceptar la realidad tal cual es.

A esa resignación moldeada por la frustración e impotencia por no poder cambiar las cosas, la psicología la denomina teoría de la indefensión aprendida. Es cuando la persona, al reconocerse incapaz para alterar el resultado, asume una conducta indiferente, pasiva y peligrosamente conformista.

Sucede en todas las sociedades. En las desarrolladas, como EE.UU., donde 11 millones de indocumentados vieron esta semana escabullir sus sueños por una reforma migratoria incumplida. En naciones estables, como Chile, donde los candidatos tratan de despabilar a votantes indiferentes que prometen gran abstención en las elecciones de este domingo. O en débiles democracias, como la nicaragüense, donde después de grandes berrinches, ya se aceptó que Daniel Ortega reforme la Constitución para eternizarse en el poder.

Muchas veces esa indefensión aprendida no es producto de la casualidad, sino inducida con intención. El caso típico es Venezuela. Es el país donde mejor se observa cómo los repetidos abusos de poder van desgastando las fuerzas de la gente que, abatida, hace suya la frase acostumbrada: “Nos merecemos el gobierno que tenemos”.

Ante esa desesperanza, el gobierno aprovecha para alimentar ese círculo vicioso de abusos y resignación. Como esta semana que, a imagen y semejanza de una Cuba económicamente discapacitada, Nicolás Maduro consiguió la ley que lo habilita a gobernar sin Congreso y decretar su “guerra económica”. Ya mandó detener la inflación por decreto e incentivó a las hordas para que desvalijen comercios de electrodomésticos, castigando así a comerciantes “imperialistas y especuladores”.

En el ánimo por controlar la economía y las voluntades, Maduro prohibió a los medios que hablen de “saqueos” so pena de cerrarlos o incautarlos, así como antes había prohibido informar sobre motines carcelarios y hechos de violencia. Un control que para los críticos se ejerce mediante amenazas e intimidación, mientras que a sus simpatizantes embarduna con clientelismo, a sabiendas de que los subsidios generan sumisión, mientras que el trabajo crea peligrosa libertad.

Pero el control puede ser solo un espejismo de bienestar, más aún cuando Cuba es el espejo. Es que la indefensión aprendida no siempre actúa como anestesia. En sus primeras etapas, esta genera resignación, indiferencia y conformismo, pero luego puede degenerar en estadios más peligrosos, como se vio con la “Primavera Árabe”, cuando las muchedumbres se desbordaron cansadas por la continua opresión.

Generalmente cuando se superan varias etapas y el sentimiento de derrota se transforma en fatalidad, trauma y enfermedad, las masas explotan apoyando cambios radicales y rupturas abruptas de sistema. De ahí que los golpes de Estado todavía no se hayan borrado del panorama mundial, como en Egipto, Paraguay y Honduras.

También ocurre que en procesos menos traumáticos, se termina por apoyar a líderes mesiánicos, “outsiders” e inexpertos de la política, desconocidos que se hacen populares con eslóganes anticorrupción y de “poner la casa en orden”, pero que al poco tiempo se desenmascaran más corruptos y abusadores que sus antecesores. La historia está llena de ellos y no distingue en ideologías de izquierda o derecha, pasando desde los hermanos Castro hasta Augusto Pinochet o desde Alberto Fujimori hasta Hugo Chávez.

Esa misma historia muestra que el sentimiento de indefensión, suele llevar a sociedades enteras a un estado de depresión y fracaso, en las que la gente no entiende por qué habiendo tantos recursos, las crisis son intermitentes y replicables de generación en generación.

Evitar esa indefensión aprendida no es una cuestión social, sino, ante todo, una responsabilidad individual. En democracia cada uno debe asumir una actitud proactiva, pese a los contratiempos. Participar de las elecciones, centros comunitarios y de cacerolazos; denunciar los malos servicios y las injusticas; alzar la voz en los medios y redes sociales, son formas de participar y hacer sociedad. No tirar la toalla, no rendirse, es el mejor antídoto contra la indefensión.