sábado, 4 de junio de 2011

El ejemplo del proceso a Edwards

John Edwards tenía una carrera rutilante en el Partido Demócrata y aunque fue sacudido en las primarias de hace un par de años por los candidatos Hillary Clinton y el ahora presidente Barack Obama, se esperaba que el senador pudiera dar batalla en nuevas elecciones futuras.

Pero su carta de potencial triunfo se fue al traste cuando esta semana lo procesaron por haber malversado fondos de la campaña electoral para uso personal, especialmente para tapar las evidencias de su amorío extramarital con Rielle Hunter y el hijo que concibieron, mientras su esposa enfrentaba el cáncer que finalmente la venció en diciembre pasado.

Edwards es acusado no solo de malversar fondos sino de haber recibido dineros de personas más allá del límite permitido. Por estos delitos y otras acusaciones del mismo tipo de crímenes, puede ser sentenciado a 30 años de cárcel y a pagar una multa de 1,5 millones de dólares.

Lo importante de este enjuiciamiento es que se puede observar la igualdad ante la ley ante un delito que le permitió a Edwards tomar ventajas en un proceso electoral, que debiera ser justo, competitivo y transparente para así poder dar garantías a los ciudadanos sobre una elección limpia.

Cuando suceden ejemplos así, uno no puede dejar de pensar en otros procesos electorales que han sido viciados en los últimos años y sobre los que la justicia poco hace. En nuestra América Latina, donde las valijas llenas de efectivo viajaron desde Venezuela a Perú, Argentina, Paraguay, Nicaragua, Bolivia, entre otros países, o donde las narco-guerrillas de las FARC fueron denunciadas por infiltrar la anterior campaña presidencial en Ecuador, todavía se espera justicia y que se termine con tanta impunidad.

La importancia de los debates presidenciales

RICARDO TROTTI: Debates y cultura democrática - Opinión - ElNuevoHerald.com

jueves, 2 de junio de 2011

Perú: Se acerca el 5 de junio

El 5 de junio es una de las fechas más trascendentes de las últimas décadas para los ciudadanos peruanos, pero también les representa una situación inoportuna. Están obligados a elegir el destino de su gobierno, aún cuando preferirían quedarse así como están, con un país que se aprecia estable en lo político y reluciente en lo económico.

El acto electoral es la festividad máxima de la democracia. Es cuando el elector decide la alternancia del gobierno y confía el rumbo a los mejores postulantes. Pero para muchos peruanos no hay suficientes motivos para celebrar, ya que este proceso electoral generó intranquilidad y ansiedad. Tendrán que elegir entre dos opciones que la mayoría no escogió, entre visiones políticas contradictorias y opuestas, justamente, cuando Perú no aparenta requerir cambios ni necesidad de virar hacia la izquierda o la derecha.

Un alto porcentaje de peruanos teme elegir a la candidata Keiko Fujimori porque no brinda suficientes garantías de que se alejará de los pasos autoritarios de su padre, el ex presidente Alberto Fujimori, actualmente en prisión. Pero otra mayoría también teme que los cambios “audaces” que promueve el candidato opositor, Ollanta Humala, son los mismos que busca Hugo Chávez para toda América Latina, aunque ahora insista en que su modelo se basa en el de los brasileños Lula da Silva y Dilma Roussef.

El presidente Alan García, que experimentó las antípodas del poder y de las ideologías, gobernando mal y con hiperinflación desde la izquierda en su primera presidencia, y mucho mejor con una economía abierta desde la derecha en este segundo período, comprende muy bien el temor de sus conciudadanos. La experiencia reciente, desde Alejandro Toledo a García, demuestra que la suerte de la economía, el bienestar y el desarrollo están íntimamente ligados al rumbo político inalterable del gobierno.

Fujimori y Humala trajeron a escena un bagaje oscuro y muchas interrogantes en materia política. Por eso, más allá de sus sistemas económicos que navegan desde el neoliberalismo al nacionalismo, se les obligó a que se comprometieran con los valores democráticos. Debieron reconocer que el respeto a las instituciones, a la libertad de prensa, los derechos humanos  y la transparencia del gobierno, es la única forma válida para profundizar la inclusión social, achicar la brecha de la desigualdad y ganar credibilidad para atraer inversiones.

Pero más allá de sus promesas, elegir a uno u otro candidato es difícil, porque ninguno garantiza una relación apropiada entre su visión política y sus ideas económicas. Keiko genera confianza en continuar con una economía liberal, pero desconfianza en lo político. Y Ollanta poco ha explicado cómo alcanzará una economía más incluyente y nacionalista, sin tener que alterar el sistema político.

Y como si esta elección ya no fuera difícil con la existencia de tantas acusaciones y polarización, se le han sumado actores de gran influencia en la opinión pública que alimentan aún más las contradicciones de los candidatos. El mejor ejemplo es el del premio Nobel, Mario Vargas Llosa, quien pide que se vote por Humala, porque ha prometido no afectar la democracia, para evitar que resucite la dictadura fujimorista que potencialmente encarnaría Keiko Fujimori.

En esa petición por el mal menor, Vargas Llosa da más crédito a las promesas futuras que al bagaje pasado, aún contradiciendo sus propias ideas liberales, económicas y políticas, apoyando a un candidato con ideas estatizantes y nacionalistas, admirador del chavismo venezolano.

El mayor desafío que tienen los peruanos antes del 5 de junio, es seguir escrudiñando las plataformas y promesas en busca de señales sobre si el próximo presidente mantendrá el rumbo de bienestar creciente en el país. El reto es mayor cuando de ejemplo están los continuos fracasos de modelos políticos ciclotímicos latinoamericanos, ligados al vicio de cada nuevo gobierno en esforzarse por borrar todo lo hecho por el anterior.

Esta elección no será infame, si se considera que Perú tiene la posibilidad de convertirse en la segunda democracia de éxito, después de la de Chile, si el nuevo gobierno, pese a su ideología, elije el continuismo de los objetivos económicos y políticos del país impulsados por Toledo y García.

miércoles, 1 de junio de 2011

Zelaya – Lobo – OEA: no olvidar


¡Qué bueno para Honduras nuevamente entrar al contexto internacional! ¡Qué bueno que un pacto político haya permitido a Manuel Zelaya regresar al país para formalizar una nueva carrera política(o la de su esposa)! ¡Qué bueno que se haya saludado con beneplácito el gesto de los presidentes de Venezuela y Colombia y de Honduras y de República Dominicana para que el pacto político sea posible!

¡Qué malo es para muchos ciudadanos quedar atrapados en medio de la política, como si fueran descartables! Ciudadanos hondureños de uno y otro partido, de distintas posiciones políticas y con diferencias para ver la realidad de si aquello fue un golpe de Estado qué criticaron o un cambio constitucional que apoyaron. Hoy esos ciudadanos, que quieren creer en la democracia, que preferirían tener seguridad y bienestar, están confundidos por estos cambios políticos a los que miran con desconfianza.

Si los políticos pueden hacer borrón y cuenta nueva, sobre un golpe que coartó las ganas de un político para eternizarse en el poder con un plan de país impuesto por otro país cuando sus promesas electorales que lo llevaron al poder eran diametralmente opuestas… ¿cuál es la certidumbre de los ciudadanos sobre lo que sucederá en el país?

Si los políticos que tomaron el poder que no era suyo, para echar a otro en pijamas siguieron violentaron los derechos humanos de muchos otros ciudadanos a los que no dejaron manifestar, protestar o criticar… ¿cuál es la certidumbre de los ciudadanos de lo que sucederá en el país?

En Honduras, más allá de las disquisiciones políticas, de las simpatías y antipatías partidarias, lo que los políticos no han tenido muy en cuenta es a una gran masa de ciudadanos que, hoy, desconfían cada vez más de una clase política ensimismada, egoísta y que su única meta es alcanzar el poder a como de lugar.

La clase política hondureña está endeudada con los ciudadanos y su crédito es mínimo.

martes, 31 de mayo de 2011

Lebron contra Dirk: esa es la final


Hoy empieza la final de la NBA al mejor de siete partidos. En realidad, se tratará de quien será mejor, Dirk Nowitzki de los Mavericks de Dallas o Lebron James del Heat de Miami, ambos los mejores anotadores de las tres series de playoff combinadas anteriores.

Ambos tienen sed de venganza. Dirk perdió la final del 2006 contra los Heat 4-2 cuando parecía que la tenía en el bolsillo y Lebron no pudo hacer nada en 2007 contra los Spurs de San Antonio cuando lo barrieron 4-0.

Hoy, Dirk y Lebron, más viejos, son más experimentados y en el prime de sus carreras como lo demostraron antes de llegar a esta gran final. Ambos, se deshicieron de su mala fama de no saber cerrar los partidos, ya que ambos fueron fundamentales para ganar las finales de sus conferencias en los últimos minutos contra Oklahoma en el oeste y contra Chicago en el este.

Uno solo de ellos pasará a la historia, en un país a excepción de Miami, que como señalan los analistas, es tan diverso y plural, que la mayoría se inclina por un alemán. Ganar el anillo de campeón a Lebron le serviría para borrar esa mala imagen que se ganó antes del inicio de temporada cuando por ESPN y en un show exclusivo “La decisión”, decidió que “mis talentos se van para el Sur de la Florida”.  

lunes, 30 de mayo de 2011

Evo Morales y sus discursos obligatorios


El presidente boliviano Evo Morales se las arregla siempre para contaminar la libertad de prensa con leyes con las que quiere realzar su figura y hacer propaganda al estilo Hugo Chávez. Se le ocurrió en estos días que la nueva Ley de Telecomunicaciones debe tener una cláusula que obligue a la radio y a la TV a emitir en forma obligatoria y gratuita todos sus discursos en cadena nacional. Sin limitaciones.

Este abuso de privilegio y de poder restringe los criterios editoriales de los medios de comunicación, además de que se antepone a principios de libertad de expresión que establecen que solo deben ser obligatorios aquellos mensajes presidenciales o del Estado que sean de interés público, como en casos de seguridad nacional, conmoción interna o emergencia sanitarias.

Con esta ley, Morales, quien a diario cree que sus mensajes son de interés nacional, estará ocupando espacios en los medios para vociferar su propaganda partidista y gubernamental, y para hacer obligatorio para cada boliviano, escuchar discursos tan importantes como aquel, en el que sentenció que comer mucha carne de pollo, por ejemplo, incentiva el homosexualismo.