Miami es testigo de la potencia
transformadora del arte.
Con Art Basel esta semana, la
mayor feria de arte contemporáneo del mundo, la ciudad tiene otra imagen, más
pujante y sofisticada. Lejos de aquel halo de corrupción que desde la ficción popularizó
Don Johnson en Miami Vice décadas
atrás.
Sería injusto atribuirle al
arte la transformación que también corresponde al turismo, al deporte y al
desarrollo inmobiliario. Sin embargo, luego del desembarco de Art Basel en
2002, Miami comenzó a proyectar esa imagen vanguardista y atrevida,
convirtiéndose en meca y referencia mundial.
A diferencia de Basilea y Honk
Kong que también prosperan por Art Basel, Miami ha rodeado al arte con ese glamour
especial y popular que emana de celebridades y allegados a la música y la moda.
Sirve de ejemplo Miley Syrus que el miércoles inauguró la semana del arte con
un excéntrico concierto en el Raleigh, hotel art deco propiedad del diseñador
Tommy Hilfiger. Fue, como muchos otros, un toque de mercadotecnia para hacer del
arte un producto más cercano a la gente y comercial, rasgos que valoran galeristas
y coleccionistas, siempre en busca de vidriera, mejores precios y mayores ventas.
La prensa es termómetro de
la nueva imagen. Miami sigue con los vicios de siempre aunque superó el oscuro
período cuando los periodistas llegaban a reportar sobre turistas asesinados y
atracados. Hoy, en cambio, más de dos mil reporteros están acreditados en Art
Basel Miami Beach para reportar el frenesí comercial de sus 267 galerías de 31
países y cuatro mil artistas. También fueron atraídos por casi un millar de galerías
adosadas a las 23 ferias satélites como Pinta, Untitled y Scope, asentadas en
carpas sobre la arena y en cada rincón del área metropolitana.
Art Basel tiene un empuje
especial este año, derivado de los récords de recientes subastas en Nueva York,
donde un bronce de Giacometti superó los 100 millones de dólares y el precio
del arte latinoamericano superó su madurez. Compañías de seguros calculan que en
Miami esta semana hay obras por más de tres mil millones de dólares, desde
algunas valoradas en centavos hasta las de Warhol, Freud, Stella, Basquiat y Serra,
que superan los cinco y diez millones.
El arte no solo genera más empleos,
ingresos e impuestos por la actividad hotelera, restaurantera y comercial entre
galeristas y coleccionistas, también contagia y catapulta el desarrollo. Gracias
a Art Basel, en Miami todos los años abren comercios de marcas de lujo,
restaurantes exóticos y galerías temáticas. También potencia la renovación de
sus museos, como el Pérez Art Museum Miami que se inauguró hace un año frente a
la bahía de Biscayne, e incentiva la creación de dos nuevos museos que abrirán
en 2016.
Uno es el Instituto de Arte
Contemporáneo, un edificio de tres pisos y jardín de esculturas que ocupará
espacio en el Distrito del Diseño. Otro continúa la tendencia de coleccionistas
locales que siguen abriendo museos privados, como las familias Rubell, De la
Cruz y Cisneros. El anuncio lo hizo Gary Nader, un marchant de prestigio que
quiere ampliar su galería con un Museo de Arte Latinoamericano para albergar a seis
mil obras de su propiedad.
A la administración de la ciudad
le interesa la atracción que despertará la primera mega exhibición que proyecta
Nader con sus Botero, Lam y Frida Kahlo; pero, mucho más, que para sufragar su museo,
construirá sobre él una torre con 300 residencias que le añadirá un nuevo touch al boyante paisaje urbanístico de Miami.
Art Basel también incentivó
la creación de nuevos espacios. Barrios, como el de Wynwood, que solo eran
bodegones de depósitos, de la noche a la mañana se convirtieron en estudios de
artistas, diseñadores, arquitectos, galerías y centro comercial para muebles de
lujo. Miami Beach, al cruzar la bahía, no se queda atrás. Se proyectan museos y
una obra faraónica del constructor argentino Alan Faena, que ya le dio nombre a
un distrito artístico que no para de crecer y deslumbrar.
Miami demuestra que el arte es mucho más que creatividad individual; es una usina que potencia a las demás actividades económicas. Transformada y con su nueva identidad artística, Miami se erige como ejemplo para otras ciudades en busca de actividades estratégicas que las hagan más atractivas y competitivas.