Los refranes son pura
sabiduría popular. Uno de los más notables es “ver para creer” que recomienda
dar credibilidad solo a aquello que podemos constatar con la vista.
Es tal vez el menos práctico
en Venezuela, a dos meses de la desaparición física de la esfera de la opinión
pública del presidente Hugo Chávez. Su ausencia, permitida por la enfermedad, y
la continuidad de su Presidencia, justificada por la Corte Suprema de Justicia,
levantan razonables sospechas sobre la suerte del Presidente.
Es muy raro que un
presidente tan personalista como Chávez esté firmando cartas como la leída por
Nicolás Maduro en Chile, enviando saludos a los venezolanos o reuniéndose y
haciendo bromas con sus ministros, sin siquiera hablar por segundos ante una
cámara o efusivamente descargar alguna frase por el micrófono de una radio o por
su cuenta de twitter.
Su personalidad, tan
autoritaria, narcisista y personalista no se lo permitiría. Si estuviera por
volver a tomar el poder, ya hace rato que hubiera dado signos de vida o
recuperación.
Muchos recuerdan que el
hermético gobierno de La Habana, por lo menos cuando se trató de la convalecencia
de Fidel Castro, siempre se las arreglaba para sacar una foto en su traje
adidas, ante la visita de algún mandatario. Chávez está desaparecido
totalmente, de ahí que Henrique Capriles haya exigido que se muestre o que de
una vez por todas, si las intenciones son proceder con las elecciones, hacerlo
pronto y de una vez.
Muchos temen que Chávez haya
muerto pero evitan decirlo por miedo a que el chavismo tenga un as debajo de la
manga para mostrar su mejor carta en las próximas semanas. Otros creen que la
recuperación que acusó Maduro no es tal y que la demora es solo encontrar
tiempo para acicalar al chavismo e ir unido a las próximas elecciones. Otros
sueñan con que Chávez se ponga bien y retome las riendas del país.
El panorama no es fácil.
Chavismo sin Chávez será, tarde o temprano, chavismo dividido. Maduro y Diosdado
Cabello tendrán que negociar para tomar poder, y en esa negociación algo
tendrán que dar a cambio, lo que terminará por debilitarlos. Ninguno, además,
tiene el carisma ni el consenso ni el arrastre que genera Chávez.
Más se demora el gobierno en
ser trasparente sobre este asunto, menos legitimidad tendrá para gobernar, pese
a que pueda incluso ganar una elección.
Ver para creer.