La política exterior de EEUU
es compleja. Difícil distinguir entre programas de promoción democrática y
propaganda. Lo que denomina acciones pro democracia en países autoritarios, aquellos
lo perciben como intentos de desestabilización.
Esa diferencia de
apreciación se evidenció de nuevo cuando la agencia de noticias AP reveló esta
semana que el gobierno de Barack Obama sigue usando métodos secretos para
provocar cambios políticos en Cuba. EEUU utilizó a jóvenes venezolanos,
peruanos y costarricenses que, camuflados en actividades cívicas y sanitarias,
reclutaban a sus pares cubanos con intenciones desestabilizadoras.
Cuba bramó. Es la segunda
vez que AP denunció programas encubiertos de pro democracia dirigidos hacia la
isla. En abril pasado descubrió la creación del ZunZuneo, una especie de “twitter
cubano” que pretendía erigirse como una plataforma de inconformidad política
entre jóvenes, con el objetivo de contagiar una “primavera” similar a la que
ocurrió en países árabes.
En ambos casos, la estadunidense
Agencia de Ayuda Internacional, USAID, que financió estos programas, no tuvo
eficacia. El gobierno de Obama pareció pecar de ingenuo al usar métodos de
propaganda para desestabilizar un sistema político tan perverso y restrictivo
como el cubano.
Para contrarrestar la
denuncia de AP, la ingenuidad fue más allá. La empresa contratada por USAID,
Creative Association International, argumentó que solo entrenaba a jóvenes en
derechos humanos, liderazgo y salud, sin meterse en cuestiones políticas;
mientras que el gobierno justificó que empodera a los ciudadanos para que
resuelvan problemas sociales y sean factores de cambio.
EEUU no debería pedir
excusas. La promoción de la democracia en países opresores es parte del ADN de
su política exterior tras la promulgación de la universalidad de los derechos
humanos en 1948. Pero debería ser más trasparente y evitar métodos secretos
cuando tiene opciones de hacerlo abiertamente y por canales diplomáticos; es
que los programas clandestinos, muchas veces, derivaron en confrontación, invasiones
o golpes de Estado.
A Cuba tampoco habría que
prestarle mucha atención. Así como el refrán reza que “el muerto se asusta del
degollado”, era obvio que aprovecharía la ocasión para potenciar su prédica
anti imperialista y hacer propaganda, su mayor destreza. Cuba logró convencer
al mundo entero que es una víctima de las grandes potencias signadas por el
capitalismo salvaje y que Fidel Castro es un romántico, un intelectual de
izquierda, cuando en realidad se trata de un maquiavélico y tirano, responsable
de una de las dictaduras militares más largas y perversas de la historia.
Pese a los rodeos, excusas y
buenas intenciones, este programa de jóvenes en Cuba huele más a propaganda que
a promoción democrática. De ahí que esta semana varios legisladores estadounidenses
protestaron y calificaron de irresponsable a Obama. Lo culpan por ejecutar este
programa durante la misma época que el gobierno cubano apresó a Alan Gross, un
contratista de la USAID, que fue condenado a 15 años de prisión en Cuba por
repartir ilegalmente tecnología satelital y de internet entre miembros de la
comunidad judía.
Otros activistas criticaron
con vehemencia que algunas actividades usaran de pantalla unos talleres sobre
sida, tirando por la borda la credibilidad de otros programas sanitarios que
EEUU realiza en el mundo. Se le ve como una contradicción a la decisión de
suspender el sistema de vacunación casa por casa con fines políticos en
Pakistán, que le permitió a la CIA llegar a la puerta del escondite de Osama
bin Laden en Pakistán.
El programa en Cuba, además,
no solo es conflictivo por su carácter secreto, sino porque puso en riego a sus
ejecutores, cuando el gobierno pudo haber usado a personal propio en lugar de
jóvenes extranjeros. Además, sigue minando la credibilidad de la USAID,
dándoles la razón a gobiernos de Ecuador, Venezuela y Bolivia que expulsaron a
la agencia por involucrarse en política, más allá de su misión humanitaria.
Lo peor de todo es que estas tareas encubiertas y de propaganda minan las relaciones entre ambos países y pueden hacer retroceder negociaciones avanzadas sobre la morigeración del embargo económico, permisos de viajes e intercambio cultural.