martes, 23 de junio de 2015

Patas largas y propaganda

Al contrario de lo que dice el dicho, en la política la mentira tiene patas largas y, peor aún, no tiene consecuencias. Pero cuando pudiera tenerlas, los gobiernos se apuran a neutralizarlas con más propaganda.

La más descarada fue la de Cristina Kirchner. Anunció que en Argentina la pobreza es del 5%; cifra irrisoria si se la compara con el 40% al que la sitúa un informe reciente de la Universidad Católica Argentina.

Sin vergüenza a la ridiculez, la Presidenta, que emula a Hugo Chávez con tal de ser foco de atención permanente, contrarrestó con anuncios rimbombantes las comparaciones sobre el nivel de vida entre argentinos y alemanes. Aumentó un 30% las asignaciones familiares y el presupuesto de Fútbol para Todos que tiene ahora más dinero que la Secretaría de Cultura. Pan y circo.

La mentira pulula entre los gobiernos y es tema central de “Alabado Sea”, la primera encíclica del papa Francisco sobre la contaminación de la “casa común”. Francisco responsabiliza a los políticos y compañías por “enmascarar” los problemas ambientales, mentir y “manipular la información”, favoreciendo sus intereses por sobre el bien común.

Los ricos, señaló, son más responsables. El sayo le cabe, entre otros, a  Barack Obama. Pese a declamar buenos deseos ambientales, duplicó la explotación de energías fósiles, un atajo oscuro para sanear la economía.

La falta de transparencia atraviesa todo color y nivel de gobierno. Desde el espionaje a ciudadanos que denunció Edward Snowden, a las mentiras de Michel Bachelet para encubrir a su hijo o la propaganda del nicaragüense Daniel Ortega, que cada vez que sus familiares se quedan con un nuevo negocio, ya sea una televisora, una finca o una generadora de electricidad, desvía la atención aumentando los beneficios de los programas Hambre y Usura Cero. Combinación perfecta de nepotismo y clientelismo, adobado con propaganda de alto calibre.

Enmascarar la información, como señala el Papa, es habitual en el gobierno del ecuatoriano Rafael Correa. Su última ficha la consumó esta semana. Logró que un juez adicto a su gobierno, Patricio Pazmiño, sea elegido a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, una institución a la que le declaró la guerra y a la que quiere desaparecer, según sus propias palabras.

Después de una dura batalla mediática en contra del Sistema Interamericano, al que no pudo doblegar, el presidente Correa se apersonó ante la sede de la Corte en Costa Rica y le donó un millón de dólares. A todas luces, se leyó como un soborno político con la intención de comprar un asiento en el tribunal para alcanzar su objetivo de desmantelar el Sistema y para neutralizar cualquier sentencia en su contra, especialmente aquellas sobre causas medioambientales.

Como caballo de Troya, Pazmiño tiene su símil en el juez Eugenio Zaffaroni que el gobierno argentino también logró meter en la Corte. Ambos magistrados, politizados y distantes a la imparcialidad que el cargo requiere, posiblemente seguirán respondiendo a sus gobiernos más que a la Justicia.

La auto alabanza de Cristina y Nicolás Maduro tras recibir un premio de la FAO por la lucha contra el hambre con el que habían galardonado a medio mundo, demuestra que la propaganda es una gran aliada del poder político, por lo que no pueden soslayarse sus efectos y beneficios. Las mentiras repetidas mil veces suelen convertirse en verdades, sostenía Gobbels, el arquitecto del nazismo.

Un estudio divulgado esta semana por la Universidad de California sobre el régimen de Hitler, reveló que la propaganda y la intervención política fueron muy útiles para tapar la realidad y modificar las creencias de la población, especialmente por lo que se inculcó a través de los sistemas educativos y de las organizaciones juveniles.

El problema para los gobiernos es cuando no tienen dinero para gastar en propaganda como los casos de Guatemala y Honduras. Ahí se observa cómo las mentiras tienen patas cortas, como bien reza el dicho, algo que quedó en evidencia con las recientes protestas convocadas en las redes sociales que derivaron en la renuncia de Rosana Baldetti, vicepresidenta guatemalteca.

Por todo esto, la fórmula para detectar cuán corrupto y mentiroso es un gobierno no es nada difícil: Es suficiente con constatar cuán elevado es su gasto en propaganda y autobombo.