domingo, 2 de agosto de 2020

Usar mascarillas y arrodillarse


El Covid-19 no es la única pandemia. La del racismo es más profunda, menos pasajera, menos curable. Para principios del 2021 la pandemia del coronavirus se superará con una vacuna. El racismo no la tendrá tan fácil a pesar de que la conciencia mundial sobre el tema es más saludable que nunca.

Los símbolos de ambas se han politizado, y confundido, en especial en EE.UU. poco antes de las elecciones presidenciales de noviembre. No usar mascarilla para evitar contagiarse o propagar el contagio, o arrodillarse o no al escuchar el himno nacional para formar parte del movimiento #blacklivesmatter en contra del racismo, se han convertido en posiciones políticas frente a Donald Trump, el gran polarizador.

Aunque es válido respetar la actitud que la gente asume, ya sea nivel personal como social, hay que diferenciar las responsabilidades que como individuos tenemos ante ellas.

Ante el racismo, la actitudes individuales y sociales no tienen mucha diferencia. Arrodillarse o no es una elección personal que no modifica la conducta social; es un tema de conciencia, que puede generar un contagio saludable.

Por el contrario, el uso o no de la mascarilla es una responsabilidad individual que si puede modificar drásticamente a la sociedad. Por ello es sano que los gobiernos obliguen socialmente el uso de mascarillas para defender un derecho (a la vida) individual. Las mascarillas, bajo justificación de estudios científicos, son una herramienta válida para defender la vida.