Donald Trump no dijo nada
diferente ante el Congreso de lo que había sostenido hasta ahora. Pero lo expresó
en un tono distinto. Más mesurado y conciliador. Menos arrogante y convulsivo
que en sus primeros 40 días de gobierno.
Su estilo de martes en la
noche sorprendió y ganó audiencia. Fue tal el cambio de tono que sus críticos
más acérrimos de la CNN y los más indulgentes de FoxNews, coincidieron. Entró al
Congreso como candidato y salió convertido en Presidente.
En la tarde ya se avizoraba el
cambio. Trump subrayó que se daba la más alta calificación por lo que había
hecho y logrado, pero casi un aplazo por no haber sabido comunicar su mensaje. La
disfrazada humildad exultaba confianza por un discurso que sabía tendría alto impacto.
El estilo diferente le
permitió hablar de lo mismo sin producir los retorcijones acostumbrados.
Insistió con una agresiva política anti inmigratoria, terminar con la
“corrupción del pantano”, hacer una profunda reforma impositiva, acabar con el
Obamacare, crear empleos, producir made
in USA y construir puentes y caminos.
Los demócratas ni
aplaudieron ni coincidieron, pero tampoco se sintieron satirizados como otras
veces. Debieron asentir por políticas a favor de la mujer, de las minorías y por
un gesto de manso nacionalismo que hasta sorprendió a gobiernos extranjeros que
siempre sintieron el peso de un Washington avasallante: “Mi trabajo no es
representar al mundo, sino representar a EEUU”.
Más allá de que la narrativa
fue la misma, queda así comprobado que el cambio de tono al expresar las
palabras hace la diferencia; minimiza divisiones y despolariza. Los
legisladores demócratas igualmente creen que existe profunda divergencia entre
los dichos de Trump y sus acciones. El pecado no es nuevo. También se acusaba a
Barack Obama de lo mismo. Era un maestro de la oratoria mesurada. Declamaba transparencia,
pero su Presidencia fue restrictiva en información pública; persiguió a
funcionarios soplones y espió a extranjeros; abrazaba a musulmanes y latinos,
pero deportó a millones como ningún otro presidente del pasado.
Cambiado el tono, lo que
ahora importa es la esencia del discurso y que sus palabras no estén peleadas
con la verdad.
El ruido generado por el
tren Rusia, de no ser disipado a tiempo y con transparencia puede
descarrilar su Presidencia. La renuncia de Michael Flynn, asesor de
Seguridad Nacional y la inhibición del Fiscal General, Jeff Sessions, para
no involucrarse en las investigaciones criminales sobre las influencias rusas
en la campaña electoral, son síntomas que pueden tirar todos sus logros por la
borda.
Los demócratas y los
servicios de inteligencia se la tienen jurada, buscarán la verdad hasta debajo
de las piedras. No olvidan que la ciber inteligencia rusa denunció el tráfico
de influencias en su partido y desmoronó la campaña de Hillary Clinton.
La prensa también está
obstinada con la verdad. La “enemiga del pueblo” seguirá fiscalizándolo sin
piedad y obteniendo filtraciones de inteligencia como las que terminaron por
demostrar el acercamiento de los funcionarios y de su yerno Jared Kusher con el
embajador ruso, Sergei Kisliak.
En este forcejeo entre Trump
y la prensa que se acusan de generar noticias falsas y de inexactitudes por
igual, cada uno responde con sus mejores armas. Trump despotrica en sus
discursos y tuits, mientras la prensa investiga, denuncia y critica.
Durante la politizada y
fallida noche de los Oscars, el New York Times publicó un spot televisivo
tajante. En fondo blanco con letras negras, con la búsqueda de la verdad como
título, ironizó las “verdades” de Trump con varias frases. “La verdad es que
tenemos que proteger nuestras fronteras” o “la verdad es que las celebridades
deberían mantener la boca cerrada”. Tras una docena de ironías similares sobre
esta agitada etapa política, el mensaje final en defensa del buen Periodismo,
el spot sostuvo: “La verdad es difícil de encontrar… de saber… y es más
importante que nunca”.
En definitiva, hay dos cosas
sobre la mesa. Una es de estilo y Trump tiene la opción de construirse como
Presidente con un tono mesurado que invite al diálogo. La otra es de fondo y no
tiene opción: Tiene la obligación de apegarse a la verdad y a la transparencia.
trottiart@gmail.com