sábado, 24 de septiembre de 2016

América Latina más confiable

La última vez que América Latina había resonado fuerte en la Asamblea de Naciones Unidas fue cuando Hugo Chávez comparó a George Bush con el diablo, época en que la verborragia sarcástica suplantaba a la diplomacia.

Esta semana América Latina sonó más fina que nunca, más seria, menos complicada. El presidente Juan Manuel Santos hizo el anuncio más resonante con el anuncio del acuerdo definitivo de paz, el que fue esquivo por más de dos décadas. Lo hizo con todo el simbolismo posible, el 21 de setiembre, cuando el sur abraza la nueva vida con el inicio de la primavera y el mundo celebra el Día Internacional de La Paz.

Se descuenta que en el plebiscito del 2 de octubre los colombianos refrendarán el acuerdo definitivo; aunque los más realistas saben que no se debe cantar gloria antes de victoria. El sorpresivo Brexit que sacó a los ingleses de la Unión Europea en su último referendo, invita a la precaución.

El optimismo de Santos va más allá de la paz, que es mucho más que menos violencia. Sabe que la “nueva Colombia” genera más confianza, cualidad clave que ofrece más progreso, dándole la "bienvenida a la inversión, al comercio y al turismo”.

Mauricio Macri también apuntó a un país diferente, más serio y confiable.  Comparte con Santos el objetivo de generar confianza para atraer inversiones y progreso. No dejó de lado el reclamo de sus antecesores por la soberanía de las Islas Malvinas, aunque lo hizo con menos decibeles, más diplomático y con algunos errores, al interpretar que los ingleses habían consentido incluir el tema de la soberanía en las nuevas conversaciones.

Eso no ocurrió y probablemente cuando eso suceda, tal lo piden las resoluciones de la ONU que Gran Bretaña no acata, Macri será historia. Sin embargo, en el ínterin, dio buenas señales de que prefiere el diálogo a los gritos, a sabiendas que ante la quinta potencia del mundo, la confrontación y los boicots solo provocarán espantar inversores y cerrar las puertas a otros negocios redituables.

Brasil, por otra parte, que en otras asambleas brilló por su ataque frontal a la pobreza, así como por hacer honor al lema de su bandera, orden y progreso, tuvo poco de que vanagloriarse, a excepción de sumarse a los esfuerzos de la región para combatir el calentamiento global, el terrorismo y el narcotráfico.

A Brasil el progreso le resulta esquivo y el mamarracho de la corrupción le generó desorden. Pese a que Michel Temer insistió en que la destitución de su antecesora tuvo todos los resortes republicanos, varios gobiernos latinoamericanos se ausentaron del recinto por considerar que se trató de un burdo golpe de Estado.

La destitución de Dilma Rousseff puede interpretarse según la ideología con que se la mire, pero lo que sorprendió fue la hipocresía de aquellos gobiernos que desairaron al brasileño: Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela países que poco pueden ofrecer en materia democrática.

Cuba sigue siendo una dictadura militar. Venezuela se encamina a ello, más cuando esta semana el Consejo Electoral postergó la posibilidad de hacer este año un referendo revocatorio, logrando atornillar a Nicolás Maduro hasta el 2019. En Nicaragua los Ortega están pasando debajo del radar, pero ya se convirtieron en una dictadura unifamiliar. En Ecuador, Rafael Correa desbarató a la oposición y a las instituciones para consolidarse en el poder, mientras que en Bolivia, Evo Morales insiste con la reelección dándole la espalda a los resultados de un referendo popular que le prohíben postularse.

Por suerte, a diferencia de otras veces cuando los violadores de derechos humanos se salían con la suya, esta vez en la asamblea de la ONU, Maduro fue criticado por Argentina, Panamá y Perú. La denuncia más elocuente fue del presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski. Al referirse a Maduro, reclamó que la “plena vigencia de la democracia requiere el pleno respeto a los derechos humanos, así como la separación y equilibrio de poderes”. Demandó un diálogo urgente para evitar consecuencias inimaginables.


Ojalá los mejores aires en Latinoamérica no sean pasajeros como tantas otras veces. Las “décadas ganadas” que algunos populistas reclaman, no dejaron más que instituciones políticas derruidas, desconfianza y decadencia. Es hora de reconstruir la confianza. trottiart@gmail.com