Las caricaturas
insultantes contra el profeta Mahoma por una publicación satírica francesa
llegaron en mal momento, luego de que cientos de miles de ciudadanos de países
musulmanes en el Medio Oriente, organizaran revueltas violentas frente a las
embajadas estadounidenses y de otros países occidentales en protesta por la
película "La Inocencia de los Musulmanes".
La película puede ser
amparada bajo premisas de libertad de expresión, pese a que haya tenido la
intención de provocar; sin embargo las carictauras francesas publicadas por la
revista Charlie Hebdo, debido a cuándo fueron publicadas (en el peor
momento de las revueltas) no pueden defenderse desde este ángulo,
teniendo en cuenta que hubo una intención de agitar más las aguas, echando más
gasolina al fuego.
Antes de entrar en
disquisiones sobre los efectos que pueden tener las imágenes, lo que será parte
de mi columna para este fin de semana - en consideración del video de Miit
Romney, las fotos prohibidas del la princesa Kate en topless - comparto aquí mi
columna de la semana pasada titulada La Excusa de la Inocencia.
Difícil saber en que
terminarán las violentas revueltas musulmanas contra sedes diplomáticas
estadounidenses en Libia, Egipto y Yemen, así como impredecible fue presagiar
el contagio democrático que acarreó la Primavera Árabe en el Medio Oriente,
tras la inmolación de un vendedor ambulante en Túnez.
Lo más probable es que
las protestas mengüen y queden como referencia histórica pasada la ofuscación
inicial que despertó la desconocida y blasfema película “La inocencia de los
Musulmanes”, en la que se retrata a un mundano profeta Mahoma, como acosador
sexual, pedófilo, homosexual y ladrón.
Así sucedió tras la
publicación de caricaturas de Mahoma en un diario de Dinamarca, que primero
provocó seis muertos en un ataque contra la embajada danesa en Pakistán;
después de la quema de ejemplares del Corán por parte de soldados de EE.UU. en
Afganistán, que incitó la muerte de 30 afganos y seis soldados estadounidenses
y tras la creación de la película “Sumisión”, que provocó el asesinato del
holandés Theo van Gogh, cuyo objetivo fue denunciar la discriminación contra
mujeres musulmanas.
El mayor riesgo, sin
embargo, es que las protestas sean aprovechadas por ultraconservadores y
terroristas para minar la alianza entre EE.UU. y los gobiernos árabes, como
sucedió en Bengasi. Enmascarados detrás de la protesta, fue un grupo armado el
que planificó el ataque, en el que resultaron muertos el embajador Christopher
Stevens y otros tres diplomáticos estadounidenses.
Esta violencia
premeditada y la tibia reacción inicial de las autoridades de países que asumieron
tras revueltas apoyadas por EE.UU. y otras potencias occidentales, como en
Egipto y Libia, demuestra que los procesos democráticos en Medio Oriente son
muy complejos y que el terrorismo no bajó la guardia tras el asesinato de Osama
Bin Laden y de miles de terroristas que fueron alcanzados por los drones en las
montañas de Afganistán o Pakistán.
Lo que sí queda bien
claro es que no solo persiste un movimiento anti estadounidense, sino que las
diferencias culturales entre Occidente y Medio Oriente están lejos de
minimizarse. A los ciudadanos que viven bajo gobiernos teocráticos o donde
predomina el fundamentalismo religioso, les resulta difícil entender como
alguien puede escribir un texto, dibujar una caricatura, crear una película
contra valores religiosos y quemar símbolos patrios sin represalias ni castigos
o que esa exagerada libertad de expresión se dirima solo en discusiones sobre
conducta moral y ética.
Pero sucede que a
Occidente no le fue fácil alcanzar esa mayor tolerancia. Pasaron siglos y
décadas de guerras y conflictos; separación de Estado e Iglesia; luchas contra
la discriminación racial y de género; leyes, fallos judiciales y persistencia
educativa para combatir la intolerancia, lo que todavía sigue siendo una lucha
de todos los días.
El mayor escollo parece
ser esa incomprensión sobre la división entre gobierno y religión, de ahí que
la canciller estadounidense Hillary Clinton quiso de inmediato desmarcarse de
la película realizada en forma privada por el californiano Basseley Nakoula,
calificándola de “desagradable y reprensible", con la intención de
“denigrar a una gran religión y provocar ira". Está por verse si el
gobierno se quedará solo en la crítica o tratará de bajar los ánimos de los
países musulmanes, presentando cargos contra Nakoula, quien al momento de hacer
la película estaba en libertad condicional por otros crímenes, por lo que
tendría su libertad de expresión restringida.
Más allá de la confusión,
lo cierto es que los eslóganes deseándole la muerte a EE.UU. después de que
Barack Obama estaba cómodo en su papel de liberador y promotor democrático del
Medio Oriente, atrajeron el tema de las relaciones internacionales a la campaña
electoral, el que estaba relegado por las urgencias de la economía. Obama y
Mitt Romney tienen ahora el gran desafío de mostrarse firmes ante la presión
interna en busca de justicia por los ataques, y comprensivos por las ofensas
que causó la película, para no seguir azuzando la violencia en los países
musulmanes.
Lo más evidente, es que
cada vez se hace más imprescindible mayor educación, comprensión y tolerancia,
ya que no todos los musulmanes son ultraconservadores y terroristas, ni todos
los occidentales son blasfemos y desalmados.