El pacto por la
desnuclearización de Corea del Norte es un hito histórico. El peligro radica en
que un pequeño cortocircuito en el proceso podría despertar el carácter
volcánico de los protagonistas y dejar todo en foja cero.
El proceso empezó bien. Se
sentaron a la par como iguales pese a las diferencias extremas desde que ambos
países se distanciaron tras la Guerra de Corea que dividió al siglo pasado en
dos. Donald Trump como representante del capitalismo y la mayor potencia económica; Kim
Jong-un, del comunismo y una de las naciones más opresivas y pobres del mundo.
El pacto marcó el inicio del
desmantelamiento de armas nucleares norcoreanas, algo impensable meses atrás
cuando el dictador Jong-un jugaba a lanzar misiles nucleares que surcaban los
cielos de Japón, amenazaba con destruir Hawai y alcanzar territorio continental
estadounidense. Trump prometía reciprocidad a gran escala y borrar a Corea del
Norte del mapa.
Tras la tregua, Trump aspira
a que la desnuclearización sea total e irreversible. Demanda apertura política,
incluida la liberación de más de 100 mil personas en campos de trabajo forzado.
Pretende que el proceso termine durante su Presidencia. Los pronósticos son
reservados. Jong-un quiere reconocimiento para su régimen, pero nada se dijo sobre
su adicción a violar los derechos humanos.
Cuba ofrece indicios de
pactos similares fracasados. Barack Obama y Raúl Castro reiniciaron relaciones
diplomáticas después de 60 años de guerra fría. Aspiraron a profundos cambios
políticos a cambio del relajamiento del embargo comercial. Nada ocurrió. Cuba siguió
coartando libertades individuales y colectivas, no convocó a elecciones
multipartidistas y siguió persiguiendo disidentes. Ido Obama, Trump borró el
pacto de un plumazo.
Aunque Trump y Jong-un son teatreros
y personalistas, el coreano salió más victorioso. Preparó bien el terreno. Hizo
mucho ruido con sus misiles, poniendo al mundo al borde de un ataque de nervios,
logrando un baño de popularidad al presentarse en sociedad como un ridículo “goldfinger”
o “dedos de oro”, el villano de la saga de James Bond, empecinado en ser el amo
del mundo.
Trump tomó la posta y lo
invitó a negociar, aunque previamente el mundo fue testigo de un reality show en el que se reciprocaron
todo tipo de descalificativos poéticos; los más presentables, “payaso, enfermo
mental” y “gordito cohete”. Al final, sentados a la mesa de negociación en
Singapur, se tiraron flores y tildaron de líderes, talentosos y amantes de sus
pueblos. Trump puso moño a la ceremonia sorprendiendo a Jong-un con un video,
“Dos hombres, dos líderes, un solo destino”. Mostró la ficción de una Corea del
Norte sin armas nucleares ni sanciones económicas, con libertad y porvenir, y,
por supuesto, con sus “hermosas” playas repletas de hoteles de lujo, su
debilidad. Un The End de película.
Trump terminó victorioso
pese a las críticas recibidas, pronósticos desfavorables y por alabar a un tirano
asesino, al estilo de aquel encuentro Obama-dictador en la Plaza de la
Revolución. No le fue nada mal desde su óptica. Sobre la base de tuitazos,
amenazas y descalificativos, logró lo que la diplomacia ortodoxa nunca había
podido alcanzar. Más aún, con el acuerdo sigue debilitando el legado de Obama, sumándolo
a la destrucción del pacto nuclear con Irán, a la renuncia al Acuerdo de París
y a no cumplir con los acuerdos tarifarios con China y los aliados de siempre, Alemania,
Francia, Inglaterra y Canadá.
A muchos no le gusta todo el
caos que Trump provoca con su estilo arrogante y acciones drásticas. Pero no se
puede obviar que ha sido el único presidente que se ha mantenido fiel a sus compromisos
de campaña que lo catapultaron a la Casa Blanca, incluidas la construcción del muro
en la frontera sur y la exploración de petróleo mares afuera, lo que tiene
alarmados a los ambientalistas.
Habrá que esperar que la
volatilidad retórica de ambos líderes no se dispare ante la mínima diferencia en
el proceso. Si estos volcanes permanecen dormidos y permiten a diplomáticos y
técnicos arreglar los entuertos, la desnuclearización será real, así como el
optimismo de mejores relaciones entre las dos Coreas que empezó a manifestarse desde
que compitieron unidas en las pasadas olimpíadas de invierno. trottiart@gmail.com