viernes, 24 de mayo de 2013

¿Maduro es o se hace?

En momentos que en Venezuela debe primar la razonabilidad y la paz - especialmente después de que se dio a conocer el audio del conductor de la Hojilla con un supuesto militar cubano y que ha hecho hervir a la oposición y su pedido de una investigación profunda para determinar los aires desestabilizadores dentro del propio chavismo – el presidente venezolano Nicolás Maduro salió al paso con una nueva irresponsabilidad, pidiendo que los militares armen a la clase trabajadora en defensa de la soberanía nacional y de la revolución bolivariana.

Maduro dijo este jueves que “seremos más respetados si las milicias obreras tienen 300.000, 500.000, un millón, dos millones de obreros y obreras uniformados, armados, preparados para la defensa de la soberanía de la patria, de la estabilidad de la Revolución Bolivariana”.

Uno se pregunta si armar a la gente permitirá combatir la inseguridad ciudadana que está carcomiendo la confianza de la gente y a la propia revolución o calmar los ánimos.

Maduro en lugar de pavonearse con este tipo de irresponsabilidad, de acusar al imperio y a la burguesía, debería centrarse en la implosión, en investigar si realmente Diosdado Cabello y otros funcionarios acólitos tienen ideas desestabilizadoras. El audio de Mario Silva solo reveló un secreto a voces, ya que siempre se supo que Cabello era más nacionalista y Maduro más castrista y que ambos como el aceite y el agua, no se mezclan.

Lo que también suena a irresponsabilidad es que la oposición haya dicho que tiene más partes del audio que las dará a conocer en próximas entregas, como si se tratara de la saga de una telenovela.

Poco favor le hace al país la oposición si teniendo algunas verdades las entrega en forma parcializada. No se puede dejar de ver entonces que la oposición especula con espacios políticos en detrimento de la verdad. La oposición no puede estar amenazando en entregar más información porque da la apariencia que está tratando de negociar algo. No puede estar jugando con las expectativas de la gente ni manipulando la información.


Como oposición, no se puede comportar como el gobierno. 

jueves, 23 de mayo de 2013

Católicos y evangélicos


La Iglesia Católica intenta recuperar terreno en el mercado religioso y en la competencia por más fieles con su mejor carta, el papa Francisco, después de que el Concilio Vaticano II, la Teología de la Liberación y el Movimiento de Renovación Carismática no lograron detener el éxodo hacia otras religiones.

Las señales del papa Francisco en sus primeros meses de pontificado son prometedoras. Ya dispuso medidas para que la Iglesia tenga un gobierno más colegiado y menos jerárquico, abrazó el ecumenismo acercándose a líderes de otras religiones, firmó acuerdos con el FBI estadounidense para bloquear el lavado de dinero en el banco del Vaticano y ordenó mayor presión contra la pedofilia interna y sus encubridores.

Aunque importantes, no fueron las medidas más populares. La de mayor efecto fue la canonización de dos religiosas latinoamericanas. Fiel a su mensaje y prédica a favor de los más vulnerables, escogió elevar a santas a la colombiana Laura Montoya Upegui y a la mexicana María Guadalupe García Zavala, por sus vidas consagradas entre pobres e indígenas.

Tampoco pasó desapercibido que haya desbloqueado el proceso de canonización del arzobispo salvadoreño Oscar Romero, asesinado en 1980, uno de los referentes de la Teología de la Liberación. De esa forma, con la opción por los pobres, el papa Francisco marcó diferencias con las modalidades pastorales de sus antecesores. Es que el proceso de Romero había quedado empantanado durante los papados conservadores de Juan Pablo II y Benedicto XVI, más inclinados al Opus Dei y tolerantes con las depravaciones del cura mexicano Marcial Maciel, fundador de la orden Legión de Cristo.

Con estas beatificaciones de referentes de la cultura popular del continente más católico de la Tierra, el papa Francisco trata de poner un torniquete a la hemorragia provocada por el éxodo de fieles a otras religiones. En 1996, según Latinobarómetro, los países latinoamericanos tenían 81% de católicos y 4% de protestantes; mientras que para 2010, los evangélicos conformaban el 22% y los católicos habían caído al 70%, un fiel reflejo de lo que sucedió en Brasil y Chile.

Aunque México y Brasil continúan siendo los países más católicos del mundo, los evangélicos siguen creciendo a pasos agigantados y se han convertido en la religión predominante en algunas zonas de Centroamérica. En EE.UU. donde hay más de 40 mil templos según la Conferencia Nacional Hispana Cristiana, 35% de los hispanos se considera protestante y la tendencia va en aumento.

El panorama no es nada fácil para Francisco. Sabe que a diferencia de la Iglesia Católica, que tiene un culto más sacramental y vertical, las iglesias evangélicas, ganan más seguidores y mayor asistencia a los ritos gracias a su pragmatismo y espíritu carismático. Muchos fieles prefieren un culto en el que puedan tener una experiencia directa con Dios y donde pueden resolver sus problemas familiares y personales en sesiones de sanación, con milagros o hablando en lenguas.

Lo más sorprendente para la jerarquía católica es que los evangélicos, a diferencia de sus propios fieles y no obstante la menor tradición teológica, se oponen con mayor energía a temas como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, métodos anticonceptivos y manipulación de embriones.

Debido a esa indiferencia a participar en misa, cumplir con los sacramentos o el liberalismo ante temas doctrinarios, Francisco viene reclamando tanto a los fieles católicos como a los consagrados, mayor compromiso y mejor actitud con las enseñanzas de la Iglesia. El Papa entiende que tener más miembros, participativos y comprometidos, no solo es cuestión de fe, sino de ganar mayor poder e influencia ante los gobiernos, ya sea para no perder beneficios, continuar con subsidios a la educación católica o contrarrestar con mayor fuerza aquellas leyes contrarias a la doctrina eclesiástica.

En un mundo cada vez más secular y ante un estado cada vez más laico, la Iglesia Católica está lejos de tener el poder político de antaño. Por ello, la metodología pragmática de las iglesias evangélicas para cultivar y retener fieles, y el reclamo de sectores de la Iglesia por una mayor inclusión de la mujer y por la abolición del celibato, son factores de competencia que no pueden soslayarse.