El futuro de nuestro planeta está en manos de todos, pero bajo la
decisión de unos pocos. Será en la cumbre de cambio climático de diciembre en
Paris cuando los gobiernos tendrán la responsabilidad de que la Tierra deje de
ser “un inmenso depósito de porquerías” como denunció el papa Francisco.
La deuda ecológica es grave. De persistir el nivel de contaminación
actual, la temperatura sobrepasará los dos grados centígrados de calentamiento
en este siglo; y las consecuencias se perfilan devastadoras. Los científicos
auguran que un grado adicional potenciará desastres naturales, extinción de
especies y escasez de alimentos, agua y energía.
Francisco va mucho más allá y advierte en su encíclica verde, Alabado
Seas - cuyo nombre está inspirado en el Cántico de las Criaturas de Francisco
de Asís y en la que conjuga las dos pasiones del santo, amor por la pobreza y
la naturaleza – que la falta de cuidado medioambiental derivará en mayor miseria,
más guerras y menos vidas.
No
es casualidad que haya lanzado este documento meses antes de la cumbre de Paris
donde deberá firmarse un acuerdo mundial obligatorio para reemplazar al fracasado
de Kioto, un manojo de voluntades y buenos deseos. Francisco desafió a los
líderes mundiales, sabedor de que la mayoría apunta a mantener el poder a toda
costa con objetivos a corto plazo: “La grandeza política se muestra cuando, en momentos
difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo
plazo”.
En la
encíclica Francisco no se presta a dudas sobre si el calentamiento es un
problema causado por el hombre o consecuencia de un proceso natural del
universo. Acusa a los líderes mundiales por su “debilidad de reacción” y haber sometido
la política a los intereses de la economía y la tecnología. A esta “debilidad
internacional” la describe como la gran causante de los fracasos de anteriores cumbres
sobre medioambiente.
En el documento de 191 páginas, dedicado esta vez no solo a los
creyentes, sino de carácter universal, reta a todos los gobiernos,
principalmente a lo más a ricos, a actuar con rapidez y tomar decisiones
drásticas: “¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su
incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario?”.
Como cualquier novelista que debe presentar su nuevo libro, Francisco
tiene una estrategia concreta para machacar por decisiones ecológicas urgentes
y hacer a todos responsables. Usará la excelente plataforma del Congreso
estadounidense en su viaje de setiembre, así como esta semana convocó a un foro
sobre medioambiente en el Vaticano. Frente a 60 alcaldes de todo el mundo, los
comprometió a trabajar más allá de lo que hagan los presidentes mundiales. “La Santa
Sede o tal país podrán hacer un buen discurso en la ONU, pero si no hay trabajo
desde la periferia al centro, no tendrá efecto”, concluyó.
La
mayor conciencia ecológica está dando mejores frutos. China, el
mayor contaminante con 27% de las emisiones mundiales de gases de efecto
invernadero, después de EEUU con 17.7% y la Unión Europea con 9.9%, anunció este
mes un compromiso para descarbonizar su economía. Prometió que para 2030 el 20%
de su energía será de fuentes renovables y que reducirá en un 60% su
dependencia del carbón.
En
coincidencia con el foro del Vaticano, Francia organizó esta semana una Cumbre de las
conciencias por el clima. El presidente François Hollande, concluyó que el cuidado
del medioambiente es un deber moral y que la reunión de París asoma como
oportunidad histórica. Comparó este proceso ecológico con el que se vivió a
favor del movimiento por los derechos humanos tras la Segunda Guerra Mundial.
La misma
dimensión la dieron 36 premios Nobel a principios de mes reunidos en Alemania:
“Si no se revisa nuestra cada vez mayor demanda de alimentos, agua y energía,
acabará por sobrepasar la capacidad que tiene la Tierra para satisfacer las
necesidades de la humanidad, y llevará a una tragedia humana a gran escala”.
Los acuerdos que se alcancen en París trascienden
el verde ecológico. Esta oportunidad histórica e invocación de Francisco por
una “solidaridad universal nueva”, servirá para buscar un mayor equilibrio
económico, combatir la desigualdad mundial y, sobre todo, para construir más
paz.