La diplomacia suele ser
injusta; aún más en el caso de Venezuela. Después de muchos años en que los
gobiernos ignoraron los atropellos de Nicolás Maduro, y justo en el momento que
asomaba una posible sanción contra su autoritarismo, Argentina propuso una
moción de diálogo que salvó del nocaut al régimen venezolano.
Nadie imaginó que fuera el
gobierno de Mauricio Macri el que le daría un respiro a Maduro. Menos aún,
cuando por primera vez en la historia de la OEA, un secretario general, en este
caso Luis Almagro, había tomado la iniciativa de convocar una reunión de
Consejo Permanente para que se analice la posibilidad de aplicar la Carta
Democrática Interamericana contra Venezuela, pudiendo derivar en la suspensión
y sanciones considerables contra el país.
La Carta podría haberse
activado muchas veces contra Venezuela, algo que Almagro fundamentó bien en su informe
de 132 páginas. Argumentó el carácter autoritario y antidemocrático de un régimen
que desconoce al Congreso, avasalla a la Justicia y desobedece el legítimo
mandato popular a convocar un referendo revocatorio.
Ante semejantes argumentos
era previsible la reacción grosera de Maduro, quien invitó a Almagro a perderse
la Carta por donde le cupiera. Los insultos forman parte de la diplomacia descalificadora
del régimen que meses antes, sin argumentos políticos, había llamado “racista,
basura corrupta y colonialista” al presidente español Mariano Rajoy cuando
pidió por la liberación de los presos políticos. Maduro es fiel seguidor de la
escuela de su mentor, Hugo Chávez, que igual llamaba “pendejo” al anterior
secretario general de la OEA, que insultaba a cualquiera.
Más allá de la cortina de
humo que generó con sus insultos (y de la diplomacia oportunista de Macri para
que Venezuela, a cambio, apoye la candidatura de la canciller Susana Malcorra a
la secretaría general de Naciones Unidas) Maduro supo aprovechar la injusta
diplomacia. Ni lerdo ni perezoso, el mismo día en que el Consejo Permanente
prefirió el diálogo (eso sí, en forma unánime) que activar la Carta, Maduro se
disfrazó de modesto demócrata disponiéndose a negociar con la oposición.
Una aproximación que varias
veces usó para ganar tiempo ante crisis económicas y sociales profundas como en
la que está enfrascado el país ahora, tras haberse convertido en el que más
recursos humanos y económicos expulsa en el continente. La mesa de diálogo del
fin de semana pasado en Santo Domingo, a instancias de la Unasur y de los ex
presidentes Martín Torrijos de Panamá, Leonel Fernández de Rep. Dominicana y
José Luis Zapatero de España, terminó en abrupto fracaso, cuando su gobierno
desestimó todos los reclamos de la oposición.
Además de la oposición, los
que han quedado sin palabras con el nuevo criterio dialogante de los gobiernos,
ha sido una veintena de ex presidentes, nucleados en la Iniciativa Democrática
de España y las Américas, que después de haber pedido por años y sin éxito la
aplicación de la Carta, salieron de inmediato a respaldar a Almagro y a pedir que
se respete el mandato de referendo revocatorio firmado por más de un millón de
venezolanos.
Oscar Arias, José María
Aznar, Felipe Calderón y Alejandro Toledo, entre los ex presidentes más
reconocidos, explicaron que “no puede haber diálogo sin el previo rescate de
los mínimos democráticos, como la libertad de los presos políticos y el
respecto a la manifestación de la soberanía popular”, en referencia al revocatorio.
Sería oportuno que esta
nueva estrategia diplomática derive en la creación de un gobierno de transición
democrática en reemplazo del “dictadorzuelo” Maduro, como lo llamó Almagro.
Pero sería muy ingenuo pensar de esa forma. El chavismo siempre ha utilizado el
engaño y a la propaganda como armas preferidas para sustentar su poder
autoritario.
Por ahora, el llamado al
diálogo, la campanita que lo salvó del nocaut, le permitirá a Maduro tomar aire
y ganar tiempo. Se surtirá de otras estrategias para aferrarse al poder y así
comprará más impunidad e inmunidad.
Es una lástima que la
diplomacia llegara a destiempo esta vez. Es que la mesa estaba servida para que
el diálogo y la transición sucedieran de verdad, pero después de la presión que
hubiese ejercido la aplicación de la Carta Democrática. trottiart@gmail.com