No queda mucho de democracia en Venezuela. Todos los poderes públicos viven sometidos a la voluntad del Poder Ejecutivo, así como están debilitados la oposición, los sindicatos, las iglesias, el movimiento estudiantil, las ongs y la propiedad privada.
La libertad, con sus derechos individuales y privados, de asociación y reunión, de prensa y expresión, es el valor que más desprecia el gobierno de Hugo Chávez. Su erosión es producida por decretos ejecutivos a voluntad, por leyes a medida que fabrica un congreso sin oposición y por la legitimización de procesos electorales y persecución de opositores que justifica una justicia politizada.
Dado el debilitamiento de la sociedad civil, y la escasa presión de gobiernos y organizaciones para revertir los golpes que a diario reciben las instituciones, la prensa libre se ha convertido en el último bastión para defender la democracia. Es una resistencia de todos los días. Desgastante y frustrante. Cuando ni las “leyes mordaza” ni las ejecuciones judiciales, o las trabas impositivas y comerciales pueden doblegar a la prensa, reaparecen los violentos cuerpos de choque y las amenazas públicas para intimidar a los periodistas.
La televisora RCTV vivió este proceso por años hasta que fue clausurada en mayo de 2007. La misma táctica se utiliza ahora contra Globovisión por su periodismo “contrarrevolucionario”, cuya cabeza tal vez termine como las cuatro decenas de radios y televisoras guillotinadas en los últimos días. No es novedad que la prensa sea imperfecta, pero es desmedido atacarla por “enemiga”, “golpista” y “terrorista”, cuando busca cumplir con su obligación de ser independiente, fiscal y mordaz.
Estos valores periodísticos son los que Chávez ha detestado desde que asumió el poder hace 10 años. Reniega de la prensa chúcara porque sabe que donde las instituciones fallan, ésta sirve de balance y chequeo, y para fiscalizar la corrupción. Sin embargo, no es reacio a la comunicación, siendo consciente de la importancia de mantener una prensa sumisa, obediente y utilitaria que le permita concentrar poder con impunidad, mercadear su ideología y expandir su influencia.
Esta lucha por asfixiar la información y estimular la propaganda, queda bien ejemplificada en la nueva ofensiva para desaparecer a más de 240 emisoras de radio y TV privadas (así como para no conceder licencias radiofónicas a la oposición), a contrapelo de la constante creación de medios oficiales. En unos pocos años, Chávez ha logrado un récord mundial, instaurando uno de los más grandes e influyentes imperios mediáticos gubernamentales, compuesto por cuatro televisoras nacionales, una internacional y 35 de UHF comunitarias; dos cadenas de radio y 231 radios comunitarias FM; 23 periódicos comunitarios, una agencia de noticias y 110 sitios web.
Este proceso de alta creatividad deviene de otro tremendamente destructivo basado en una manipuladora estrategia legal. El proyecto de ley sobre “delitos mediáticos” presentado ante el Congreso días pasados forma parte de ella, aunque es, en realidad, un reordenamiento de los “delitos de prensa” que ya fueron incluidos en la Constitución, en leyes especiales y en el Código Penal. Su única novedad, quizás, es que terminarían presos los periodistas que no publiquen hechos que el gobierno considere interesantes.
El sabotaje legal contra la prensa empezó durante la reforma constitucional de 1999 con la inofensiva cláusula de “información veraz”, la que moldeó la aberrante Ley de Responsabilidad Social del 2004 que permite controlar la producción y contenido de los medios, y la reforma del Código Penal de 2005, que agravó las penas para escudar al presidente y a otros funcionarios cuando se sintieren ofendidos.
A pesar de que por ahora el congreso desistió de tratar una nueva ley sobre delitos de prensa, la experiencia indica que la estrategia legal y violenta no se detendrá. Chávez tiene la certeza y el tiempo para buscar el control de los medios en su ideal por un régimen propagandístico y hegemónico al estilo cubano; a la vez que seguirá exportando sus métodos mordaza que ya se aplican con éxito en Ecuador, Bolivia y Nicaragua.
La única forma de frenar el atropello contra la prensa libre, el último bastión de la democracia venezolana, es la presión que puedan ejercer otros gobiernos y organizaciones intergubernamentales, los que hasta ahora han mirado irresponsablemente hacia otro lado.
sábado, 15 de agosto de 2009
viernes, 14 de agosto de 2009
Más aprietes en Venezuela
La columna que titulé “El último bastión” publicada esta semana - y que pondré en este post mañana – hace referencia a que en Venezuela lo único que queda en pie es la prensa libre para defender lo que queda de democracia.
Ayer, como para que sigan empeorando las cosas, doce periodistas fueron brutalmente atacados en la calle cuando se manifestaban en contra de la nueva y aprobada Ley de Educación, la cual estipula la crítica a los medios de comunicación privados como parte de la currícula escolar y así “tratar” de “minimizar” su influencia en la sociedad. La nueva ley “domesticará” a los niños y jóvenes venezolanos, los ideologizará, acercándolos a los postulados de la revolución chavista. La violencia contra la prensa, por más que el Estado busque deslindar responsabilidades, obedece directamente a la instigación a la violencia que se origina en lo más alto del gobierno, con discursos encendidos y violentos contra los periodistas.
Lo que me resultó increíble en estos días, es que el aparato de inteligencia de Estados Unidos haya dado a conocer un informe en estos días, como lo publicó Juan Tamayo en The Miami Herald, donde hasta con asombro se habla de la reacción violenta del presidente Hugo Chávez contra los medios privados y los periodistas en los últimos tiempos, especialmente haciendo referencia a ataques contra Globovisión y el proyecto de ley sobre “delitos mediáticos”.
Sorprende que aparezca este informe ahora, cuando la relación descarada y violenta de Chávez contra los medios es de larga data, desde que asumió la presidencia en 1999, cuando empezó con la reforma constitucional incluyendo el tema de la “información veraz” y luego la “ley de contenidos” que sirvió para amordazar a los medios.
Ayer, como para que sigan empeorando las cosas, doce periodistas fueron brutalmente atacados en la calle cuando se manifestaban en contra de la nueva y aprobada Ley de Educación, la cual estipula la crítica a los medios de comunicación privados como parte de la currícula escolar y así “tratar” de “minimizar” su influencia en la sociedad. La nueva ley “domesticará” a los niños y jóvenes venezolanos, los ideologizará, acercándolos a los postulados de la revolución chavista. La violencia contra la prensa, por más que el Estado busque deslindar responsabilidades, obedece directamente a la instigación a la violencia que se origina en lo más alto del gobierno, con discursos encendidos y violentos contra los periodistas.
Lo que me resultó increíble en estos días, es que el aparato de inteligencia de Estados Unidos haya dado a conocer un informe en estos días, como lo publicó Juan Tamayo en The Miami Herald, donde hasta con asombro se habla de la reacción violenta del presidente Hugo Chávez contra los medios privados y los periodistas en los últimos tiempos, especialmente haciendo referencia a ataques contra Globovisión y el proyecto de ley sobre “delitos mediáticos”.
Sorprende que aparezca este informe ahora, cuando la relación descarada y violenta de Chávez contra los medios es de larga data, desde que asumió la presidencia en 1999, cuando empezó con la reforma constitucional incluyendo el tema de la “información veraz” y luego la “ley de contenidos” que sirvió para amordazar a los medios.
Control ciudadano
El presidente Rafael Correa, no contento con ejercer el poder pero con el temor de no poder controlarlo en el futuro, quiere que los propios ciudadanos ecuatorianos sean capaces de controlar a sus congéneres, lo que deviene automáticamente en una división y lucha de clases, elevando el nivel ya alto de polarización en el país.
Cuando asumió este lunes pasado su segundo mandato y habló sobre la radicalización de su revolución favoreciendo especialmente a los pobres, indígenas y jóvenes, no hizo otra cosa más que imitar a otros gobiernos que él criticó por favorecer a otros sectores sociales al olvidar a los pobres y a los indígenas. En realidad, Correa, si se quiere, no está cambiando nada, sino ofreciendo más de lo mismo, creando ciudadanos con diferentes categorías, lo que contraría su mandato presidencial de tener que bregar por los derechos de todos con la misma equidad y sin privilegios para nadie.
Al hablar de la radicalización de su revolución, Correa anunció que pronto se creará los “Comités de Vigilancia de la Revolución Ciudadana”, un proyecto político que busca crear grupos de poder para que “en cada barrio (haya) un comité de defensa del Gobierno nacional y de la revolución ciudadana''. Lo que se traduce a generar espacios nuevos de poder que suplanten a las instituciones de la sociedad civil que pueden tener fines diversos y privados, por estructuras que responderán directamente al gobierno con la intención de controlar y mantener su hegemonía.
Así como existen en Cuba, como las tenía y de nuevo tiene Nicaragua, como las impuso Venezuela, estas estructuras no tienen otro fin más que el controlar y generar temor entre aquellos ciudadanos que disienten de las políticas del gobierno. Esas células son las que luego terminan denunciando a los disidentes, crean privilegios para sus integrantes, bloquean el ingreso de aquellos que piensen diferente a las estructurales laborales o hacen que sus hijos sean rechazados en el sistema escolar, solo por nombrar algunas atrocidades.
Estos grupos suelen ser luego lo que los gobiernos movilizan para sus fines propagandísticos, ya sea utilizándolos para ganar elecciones, para ser parte de las movilizaciones ciudadanas, con la grave consecuencia de que muchas veces se convierten en los brazos armados del gobierno y pueden devenir en grupos parapoliciales muy difíciles de controlar cuando adquieren vida propia.
Cuando asumió este lunes pasado su segundo mandato y habló sobre la radicalización de su revolución favoreciendo especialmente a los pobres, indígenas y jóvenes, no hizo otra cosa más que imitar a otros gobiernos que él criticó por favorecer a otros sectores sociales al olvidar a los pobres y a los indígenas. En realidad, Correa, si se quiere, no está cambiando nada, sino ofreciendo más de lo mismo, creando ciudadanos con diferentes categorías, lo que contraría su mandato presidencial de tener que bregar por los derechos de todos con la misma equidad y sin privilegios para nadie.
Al hablar de la radicalización de su revolución, Correa anunció que pronto se creará los “Comités de Vigilancia de la Revolución Ciudadana”, un proyecto político que busca crear grupos de poder para que “en cada barrio (haya) un comité de defensa del Gobierno nacional y de la revolución ciudadana''. Lo que se traduce a generar espacios nuevos de poder que suplanten a las instituciones de la sociedad civil que pueden tener fines diversos y privados, por estructuras que responderán directamente al gobierno con la intención de controlar y mantener su hegemonía.
Así como existen en Cuba, como las tenía y de nuevo tiene Nicaragua, como las impuso Venezuela, estas estructuras no tienen otro fin más que el controlar y generar temor entre aquellos ciudadanos que disienten de las políticas del gobierno. Esas células son las que luego terminan denunciando a los disidentes, crean privilegios para sus integrantes, bloquean el ingreso de aquellos que piensen diferente a las estructurales laborales o hacen que sus hijos sean rechazados en el sistema escolar, solo por nombrar algunas atrocidades.
Estos grupos suelen ser luego lo que los gobiernos movilizan para sus fines propagandísticos, ya sea utilizándolos para ganar elecciones, para ser parte de las movilizaciones ciudadanas, con la grave consecuencia de que muchas veces se convierten en los brazos armados del gobierno y pueden devenir en grupos parapoliciales muy difíciles de controlar cuando adquieren vida propia.
jueves, 13 de agosto de 2009
Zelaya y la encrucijada para EE.UU.
En Brasilia, Zelaya siguió tejiendo su estrategia de aumentar la encrucijada que tiene Estados Unidos de apoyar su restitución a través de medidas económicas más fuertes que pudieran desestabilizar por completo al gobierno de Roberto Micheletti.
El problema es que bien sabe también, que Obama se ha mostrado un poco más frío después de solicitar que se vaya por el camino pacífico con el Pacto de San José y luego de haber cancelado las visas a funcionarios del nuevo gobierno hondureño. Es que la administración estadounidense tiene la presión interna de los legisladores republicanos que en su mayoría siempre se han manifestado en contra de las actitudes gubernamentales chavistas de Zelaya y del juego contrario a Estados Unidos que ha venido jugando en los últimos meses de la mano de Hugo Chávez, del Alba y de sus disparatados sueños por la “cuarta urna” para acicalarse en la presidencia con un proyecto contrario a los intereses norteamericanos.
Sucede también que el gobierno de Obama se ha percatado del juego actual de infiltración que han tenido varias manifestaciones de Zelaya apoyadas por personas de otras nacionalidades, cuyos gobiernos no han hecho mucho contra el narcotráfico, y del aporte que habría venido a los revoltosos de parte de las FARC, según las denuncias públicas y de inteligencia que se vinieron haciendo en las últimas semanas. Así que resulta un poco difícil que Obama se vea tentado a tener que apoyar muy enérgicamente a quienes incentivan o, al menos, toleran el narcotráfico y el terrorismo, dos políticas de lucha cruciales para Estados Unidos.
Obama seguirá apostando a la diplomacia y se defenderá acusando de hipócritas a quienes como Zelaya, Chávez y los Castro le piden que sea injerencista, una política por la que se le ha calificado de “imperio” y “pitiyanqui” a su antecesor.
El problema es que bien sabe también, que Obama se ha mostrado un poco más frío después de solicitar que se vaya por el camino pacífico con el Pacto de San José y luego de haber cancelado las visas a funcionarios del nuevo gobierno hondureño. Es que la administración estadounidense tiene la presión interna de los legisladores republicanos que en su mayoría siempre se han manifestado en contra de las actitudes gubernamentales chavistas de Zelaya y del juego contrario a Estados Unidos que ha venido jugando en los últimos meses de la mano de Hugo Chávez, del Alba y de sus disparatados sueños por la “cuarta urna” para acicalarse en la presidencia con un proyecto contrario a los intereses norteamericanos.
Sucede también que el gobierno de Obama se ha percatado del juego actual de infiltración que han tenido varias manifestaciones de Zelaya apoyadas por personas de otras nacionalidades, cuyos gobiernos no han hecho mucho contra el narcotráfico, y del aporte que habría venido a los revoltosos de parte de las FARC, según las denuncias públicas y de inteligencia que se vinieron haciendo en las últimas semanas. Así que resulta un poco difícil que Obama se vea tentado a tener que apoyar muy enérgicamente a quienes incentivan o, al menos, toleran el narcotráfico y el terrorismo, dos políticas de lucha cruciales para Estados Unidos.
Obama seguirá apostando a la diplomacia y se defenderá acusando de hipócritas a quienes como Zelaya, Chávez y los Castro le piden que sea injerencista, una política por la que se le ha calificado de “imperio” y “pitiyanqui” a su antecesor.
martes, 11 de agosto de 2009
Fidel y la "soberanía" cubana
Es increíble la febril manipulación de Fidel Castro para torcer la historia y a las mentes humanas más desprevenidas. En realidad, encarna él, aquel viejo adagio de que “el muerto se asusta del degollado”. Este lunes en sus “Reflexiones” se refirió con total desparpajo y en forma siniestramente desvergonzada a la injerencia que en Colombia ejerce Estados Unidos por la utilización de bases militares para combatir el narcotráfico y el terrorismo.
Pero dejemos por un momento o para otro análisis el tema del Plan Colombia y la guerra contra el narcotráfico, a lo que Hugo Chávez, ávido por lograr titulares, se refirió como que “soplan vientos a guerra”, posición secundada por otros gobiernos regionales que continuamente despotrican de la ideología de Alvaro Uribe, Felipe Calderón y cualquier otra persona que pueda estar inclinado hacia la derecha o esté enajenado por las ideas de la izquierda.
Volvamos a Fidel. Calificó de “deslealtad” el posible acuerdo entre colombianos y estadounidenses, porque según él, servirá para agredir a otros países latinoamericanos. Calificó de que se trata de un "insulto a la inteligencia'' el acuerdo, ya que considera que solo servirá para controlar los “recursos económicos, el dominio de los mercados y la lucha contra los cambios sociales''.
''La historia no perdonará a los que cometen esa deslealtad contra sus pueblos, ni tampoco a los que utilizan como pretexto el ejercicio de la soberanía para cohonestar la presencia de tropas yanquis''.
Más allá de la culpa que le cabe a Estados Unidos en muchos de los horripilantes procesos que hemos vivido en América latina, tampoco podemos ser tan ingenuos para tragarnos las bondades cubanas. Un país que en estos 50 años de triste dictadura no solamente oprimió a su pueblo, sino además exportó violencia, armas, ideología, apadrinó y apadrina a las narco guerrillas de las FARC, y que ha exportado soldados hasta Angola.
¿A qué soberanía se refiere Castro? Parece que no recuerda que en su propio suelo vivieron por décadas miles de soldados rusos, que alcanzaron hasta 40.000 en alguna oportunidad y que hasta el 2001 su gobierno imploraba y rogaba a Putin para que no desbaratara el Centro de Espionaje de Lourdes a las afueras de La Habana. Tampoco parece recordar por qué se desató la crisis de los misiles en la época Kennedy-Kruschev.
Respeto la posición que pudiera tener él o cualquier persona a favor, en contra o neutral sobre la relación colombo estadounidense, pero de ahí a refregar a otros países lo que Cuba no ha sido, como si su suelo hubiera sido siempre libre y soberano, ya entra en el límite de la burla y el sarcasmo.
Pero dejemos por un momento o para otro análisis el tema del Plan Colombia y la guerra contra el narcotráfico, a lo que Hugo Chávez, ávido por lograr titulares, se refirió como que “soplan vientos a guerra”, posición secundada por otros gobiernos regionales que continuamente despotrican de la ideología de Alvaro Uribe, Felipe Calderón y cualquier otra persona que pueda estar inclinado hacia la derecha o esté enajenado por las ideas de la izquierda.
Volvamos a Fidel. Calificó de “deslealtad” el posible acuerdo entre colombianos y estadounidenses, porque según él, servirá para agredir a otros países latinoamericanos. Calificó de que se trata de un "insulto a la inteligencia'' el acuerdo, ya que considera que solo servirá para controlar los “recursos económicos, el dominio de los mercados y la lucha contra los cambios sociales''.
''La historia no perdonará a los que cometen esa deslealtad contra sus pueblos, ni tampoco a los que utilizan como pretexto el ejercicio de la soberanía para cohonestar la presencia de tropas yanquis''.
Más allá de la culpa que le cabe a Estados Unidos en muchos de los horripilantes procesos que hemos vivido en América latina, tampoco podemos ser tan ingenuos para tragarnos las bondades cubanas. Un país que en estos 50 años de triste dictadura no solamente oprimió a su pueblo, sino además exportó violencia, armas, ideología, apadrinó y apadrina a las narco guerrillas de las FARC, y que ha exportado soldados hasta Angola.
¿A qué soberanía se refiere Castro? Parece que no recuerda que en su propio suelo vivieron por décadas miles de soldados rusos, que alcanzaron hasta 40.000 en alguna oportunidad y que hasta el 2001 su gobierno imploraba y rogaba a Putin para que no desbaratara el Centro de Espionaje de Lourdes a las afueras de La Habana. Tampoco parece recordar por qué se desató la crisis de los misiles en la época Kennedy-Kruschev.
Respeto la posición que pudiera tener él o cualquier persona a favor, en contra o neutral sobre la relación colombo estadounidense, pero de ahí a refregar a otros países lo que Cuba no ha sido, como si su suelo hubiera sido siempre libre y soberano, ya entra en el límite de la burla y el sarcasmo.
Correa, Chávez y la ética periodística
Si hay dos presidentes que tienen un historial tétrico en materia de ética son justamente los que aparecen en este título y ni hablar de la performance que han tenido y mantienen en contra de la prensa independiente y en contra de los periodistas de toda clase.
La única ética periodística que les interesa es la de aquella prensa que se presta a ser sumisa, dependiente y halagadora de sus méritos como políticos, pero desestiman a toda aquella que se manifieste en su contra, que los critique, que los fiscalice. Odian al periodismo y darían su vida por vivir en un país como Cuba donde lo único que hacen los medios es complacer a los gobernantes y utilizar el mensaje directo, unidireccional y didascálico de la propaganda.
Por ello compran, usurpan, expropian y crean medios a diestra y siniestra, además de cerrar, cancelar y amenazar con cancelar todas las licencias y operaciones de radio y televisión. Tanto Rafael Correa como Hugo Chávez, pidieron este fin de semana y hoy durante los actos de toma de poder del presidente ecuatoriano y de la presidencia pro témpore de UNASUR, de que se deben buscar mecanismos para controlar a los medios de comunicación. Crear estándares éticos de parte del Estado para que los periodistas y los medios de comunicación no sean libres de criticar o investigar u opinar de a cuerdo a sus criterios editoriales.
No es casualidad que estas políticas de izquierda se imitan entre otros gobiernos como los de Evo Morales, Cristina de Kirchner y de Manuel Zelaya, cuando todavía fungía como presidente de Honduras. Estos tres presidentes enarbolaron en sus países los mismos criterios cuando hace meses atrás propusieron en sus respectivos lugares la creación de observatorios de medios con la intención de que se produzcan controles capaces de “minimizar” la influencia de la prensa en la opinión pública.
Correa dijo que en sus meses de gobierno antes de asumir ayer su segundo mandato, su mayor dificultad fue la desplegada por los medios de prensa a los que tildó de lo más rancio de la oligarquía. Claro, tratándose de empresas privadas, Correa odia todo aquello que no sea empresa estatal, sabiendo que tener medios oficiales, sería la solución para que nadie lo critique o investigue hechos de corrupción como los que los medios han propalado sobre los escándalos de su hermano Fabricio o los fondos de la narco guerrilla de las FARC que se han utilizado en su campaña política cuando asumió por primera vez la presidencia.
Claro, de no existir los medios como El Universo, Expreso y Teleamazonas los que dieron a conocer esas noticias de corrupción, seguramente el Estado no hubiera creado los anticuerpos necesarios o el propio Correa no hubiera pasado por el vergonzoso trabajo de hacer cancelar los contratos estatales a su hermano Fabricio. En realidad, los medios no fueron los corruptos y tampoco actuaron como agentes políticos, como los definió Correa; simplemente hicieron su trabajo, la labor que les corresponde en democracia.
Parece que lo de América Latina es una falta total de cultura de lo que implica el contrapoder de la prensa en una democracia. Y aunque se critique mucho a los gobiernos estadounidenses, ningún gobierno por muy malas relaciones que tenga con la prensa, como fue el desastroso caso de George Bush, a quien los medios le pegaron por doquier, se le hubiera ocurrido criticar a la prensa por sus criterios editoriales o la hubiera amenazado con cerrarla. Alguien con esos postulados no podría llegar a la Presidencia. Tan simple como eso. Chávez y Correa tienen suerte de ser presidentes a pesar de sus faltas democráticas.
La única ética periodística que les interesa es la de aquella prensa que se presta a ser sumisa, dependiente y halagadora de sus méritos como políticos, pero desestiman a toda aquella que se manifieste en su contra, que los critique, que los fiscalice. Odian al periodismo y darían su vida por vivir en un país como Cuba donde lo único que hacen los medios es complacer a los gobernantes y utilizar el mensaje directo, unidireccional y didascálico de la propaganda.
Por ello compran, usurpan, expropian y crean medios a diestra y siniestra, además de cerrar, cancelar y amenazar con cancelar todas las licencias y operaciones de radio y televisión. Tanto Rafael Correa como Hugo Chávez, pidieron este fin de semana y hoy durante los actos de toma de poder del presidente ecuatoriano y de la presidencia pro témpore de UNASUR, de que se deben buscar mecanismos para controlar a los medios de comunicación. Crear estándares éticos de parte del Estado para que los periodistas y los medios de comunicación no sean libres de criticar o investigar u opinar de a cuerdo a sus criterios editoriales.
No es casualidad que estas políticas de izquierda se imitan entre otros gobiernos como los de Evo Morales, Cristina de Kirchner y de Manuel Zelaya, cuando todavía fungía como presidente de Honduras. Estos tres presidentes enarbolaron en sus países los mismos criterios cuando hace meses atrás propusieron en sus respectivos lugares la creación de observatorios de medios con la intención de que se produzcan controles capaces de “minimizar” la influencia de la prensa en la opinión pública.
Correa dijo que en sus meses de gobierno antes de asumir ayer su segundo mandato, su mayor dificultad fue la desplegada por los medios de prensa a los que tildó de lo más rancio de la oligarquía. Claro, tratándose de empresas privadas, Correa odia todo aquello que no sea empresa estatal, sabiendo que tener medios oficiales, sería la solución para que nadie lo critique o investigue hechos de corrupción como los que los medios han propalado sobre los escándalos de su hermano Fabricio o los fondos de la narco guerrilla de las FARC que se han utilizado en su campaña política cuando asumió por primera vez la presidencia.
Claro, de no existir los medios como El Universo, Expreso y Teleamazonas los que dieron a conocer esas noticias de corrupción, seguramente el Estado no hubiera creado los anticuerpos necesarios o el propio Correa no hubiera pasado por el vergonzoso trabajo de hacer cancelar los contratos estatales a su hermano Fabricio. En realidad, los medios no fueron los corruptos y tampoco actuaron como agentes políticos, como los definió Correa; simplemente hicieron su trabajo, la labor que les corresponde en democracia.
Parece que lo de América Latina es una falta total de cultura de lo que implica el contrapoder de la prensa en una democracia. Y aunque se critique mucho a los gobiernos estadounidenses, ningún gobierno por muy malas relaciones que tenga con la prensa, como fue el desastroso caso de George Bush, a quien los medios le pegaron por doquier, se le hubiera ocurrido criticar a la prensa por sus criterios editoriales o la hubiera amenazado con cerrarla. Alguien con esos postulados no podría llegar a la Presidencia. Tan simple como eso. Chávez y Correa tienen suerte de ser presidentes a pesar de sus faltas democráticas.
lunes, 10 de agosto de 2009
¿Yanquis go home?
Con razón, el presidente yanqui Barack Obama, apoyado por el presidente mexicano Felipe Calderón, se quejó y llamó hipócritas a varios de sus pares sudamericanos, especialmente a Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales, por pedirle que intervenga para reponer a Manuel Zelaya en la Presidencia de Honduras.
Es que ya nadie entiende mucho sobre esta diplomacia de micrófono, donde todo el mundo grita y patalea y donde se ha pedido el decoro de la diplomacia protocolar, de las relaciones, a cambio de declaraciones altisonantes que solo buscan acaparar titulares y adueñarse de una popularidad pasajera basada en el apoyo instantáneo de la masa.
Parece que quienes hasta hace poco echaron a los embajadores estadounidenses, como el caso de Chávez y Morales, y quitaron bases militares, como el caso de Rafael Correa, son ahora los que se desdicen del famoso dicho de “yanquis go home” o de “fuera pitiyanquis”. Los valores y principios parecen que en realidad se mueven solo a conveniencia y no tienen tapujos para traicionar su propia ética política.
Y ahora que todos estaban tan contentos de que Obama no fuera el George Bush guerrero del pasado, sino el pacifista y el amigo que todo trata de resolverlo con palabras diplomáticas, le han tirado con un vendaval para que Estados Unidos siga siendo el imperio pitiyanqui de porquería que siempre han denigrado.
Es difícil entender todo este proceso. Piden a Obama intervenir en Honduras, pero no hacerlo en Colombia donde se habla de bases militares estadounidenses en Colombia, cuando en realidad se trata de apoyo militar – condicionado – en algunas bases que seguirán bajo la jurisdicción de los militares colombianos. ¿Será que Chávez tampoco querrá que los militares estadounidenses apoyen al Ejército mexicano para combatir al narcotráfico? Pero mientras la DEA y la CIA operaban con militares en Venezuela antes de que expulsara a ambas organizaciones el año pasado por su “ineficiente” combate contra el narcotráfico, ¿era lícito?
Es que ya nadie entiende mucho sobre esta diplomacia de micrófono, donde todo el mundo grita y patalea y donde se ha pedido el decoro de la diplomacia protocolar, de las relaciones, a cambio de declaraciones altisonantes que solo buscan acaparar titulares y adueñarse de una popularidad pasajera basada en el apoyo instantáneo de la masa.
Parece que quienes hasta hace poco echaron a los embajadores estadounidenses, como el caso de Chávez y Morales, y quitaron bases militares, como el caso de Rafael Correa, son ahora los que se desdicen del famoso dicho de “yanquis go home” o de “fuera pitiyanquis”. Los valores y principios parecen que en realidad se mueven solo a conveniencia y no tienen tapujos para traicionar su propia ética política.
Y ahora que todos estaban tan contentos de que Obama no fuera el George Bush guerrero del pasado, sino el pacifista y el amigo que todo trata de resolverlo con palabras diplomáticas, le han tirado con un vendaval para que Estados Unidos siga siendo el imperio pitiyanqui de porquería que siempre han denigrado.
Es difícil entender todo este proceso. Piden a Obama intervenir en Honduras, pero no hacerlo en Colombia donde se habla de bases militares estadounidenses en Colombia, cuando en realidad se trata de apoyo militar – condicionado – en algunas bases que seguirán bajo la jurisdicción de los militares colombianos. ¿Será que Chávez tampoco querrá que los militares estadounidenses apoyen al Ejército mexicano para combatir al narcotráfico? Pero mientras la DEA y la CIA operaban con militares en Venezuela antes de que expulsara a ambas organizaciones el año pasado por su “ineficiente” combate contra el narcotráfico, ¿era lícito?
domingo, 9 de agosto de 2009
Pobreza: contradicción argentina
Argentina es un país de contradicciones especialmente cuando se compara su riqueza en recursos naturales y alimentos y la pobreza y el hambre que campean por doquier.
Bastaron esta semana las palabras del Papa Benedicto XVI para respaldar la campaña de solidaridad católica Más por Menos, para que todos se rasgaran las vestiduras.
¡Y no es para menos! El Papa habló de “reducir el escándalo de la pobreza y la inequidad social” en un país que históricamente se ha vanagloriado de ser el “granero del mundo” y de haber tenido un gran superávit gracias a los precios de las materias primas, antes de que el mundo sucumbiera a la crisis económica y financiera que se inició con el descontrol estadounidense.
Es que la mayoría de argentinos no salimos de nuestro asombro al no entender como un país tan rico, pudo haber caído en la pobreza. La falta de liderazgo político, de previsión y objetivos a largo plazo, los vaivenes económicos que de izquierda, derecha y centro nunca supieron dar en el clavo, son solo un manojo de respuestas ante un problema al que nadie parece encontrarle solución.
Por más que el gobierno hable de que la pobreza ha sido reducida del 60 al 22 ó 23 por ciento en los últimos años, como dijo en estos días el ex presidente Néstor Kirchner – cosa que nadie cree toda vez que el Instituto Nacional de Estadística y Censos ha venido mintiendo a diestra y siniestra – en realidad, las estadísticas más creíbles, como las de la Universidad Católica Argentina, refieren que los pobres llegan hoy en la Argentina al 39 por ciento de la población, es decir unos 14 millones de personas, de los cuales, algo más de cuatro millones son indigentes.
El Papa habló de la vergüenza de la pobreza para ayudar al relanzamiento de la colecta nacional Más por Menos, poniendo de nuevo en el tapete este tema que el Gobierno viene rechazando en forma reiterada. Siempre el Papa pone el tema en la llaga y hace que todos los sectores de la sociedad se enfrasquen en un duro debate y una dolorosa autocrítica tratando de buscar los culpables ante semejanza contradicción social.
En años anteriores, el Papa siempre atrajo “jugosos” debates en los lanzamientos de la campaña Más por Menos de Cáritas. En el 2007 apuntaló la campaña solidaria pidiendo “reducir las desigualdades", en el 2008 solicitó solidaridad para “superar situaciones de pobreza" y este año, cansado de que no se logre nada, tomó al toro por las astas, denunciando lo escandaloso de la pobreza.
Las palabras del Santo Padre no gustaron, pero son necesarias para recordar que lo peor que le puede pasar al país es esconder y omitir la pobreza y el hambre masivo, la mayor vergüenza que puede ostentar un país rico.
Bastaron esta semana las palabras del Papa Benedicto XVI para respaldar la campaña de solidaridad católica Más por Menos, para que todos se rasgaran las vestiduras.
¡Y no es para menos! El Papa habló de “reducir el escándalo de la pobreza y la inequidad social” en un país que históricamente se ha vanagloriado de ser el “granero del mundo” y de haber tenido un gran superávit gracias a los precios de las materias primas, antes de que el mundo sucumbiera a la crisis económica y financiera que se inició con el descontrol estadounidense.
Es que la mayoría de argentinos no salimos de nuestro asombro al no entender como un país tan rico, pudo haber caído en la pobreza. La falta de liderazgo político, de previsión y objetivos a largo plazo, los vaivenes económicos que de izquierda, derecha y centro nunca supieron dar en el clavo, son solo un manojo de respuestas ante un problema al que nadie parece encontrarle solución.
Por más que el gobierno hable de que la pobreza ha sido reducida del 60 al 22 ó 23 por ciento en los últimos años, como dijo en estos días el ex presidente Néstor Kirchner – cosa que nadie cree toda vez que el Instituto Nacional de Estadística y Censos ha venido mintiendo a diestra y siniestra – en realidad, las estadísticas más creíbles, como las de la Universidad Católica Argentina, refieren que los pobres llegan hoy en la Argentina al 39 por ciento de la población, es decir unos 14 millones de personas, de los cuales, algo más de cuatro millones son indigentes.
El Papa habló de la vergüenza de la pobreza para ayudar al relanzamiento de la colecta nacional Más por Menos, poniendo de nuevo en el tapete este tema que el Gobierno viene rechazando en forma reiterada. Siempre el Papa pone el tema en la llaga y hace que todos los sectores de la sociedad se enfrasquen en un duro debate y una dolorosa autocrítica tratando de buscar los culpables ante semejanza contradicción social.
En años anteriores, el Papa siempre atrajo “jugosos” debates en los lanzamientos de la campaña Más por Menos de Cáritas. En el 2007 apuntaló la campaña solidaria pidiendo “reducir las desigualdades", en el 2008 solicitó solidaridad para “superar situaciones de pobreza" y este año, cansado de que no se logre nada, tomó al toro por las astas, denunciando lo escandaloso de la pobreza.
Las palabras del Santo Padre no gustaron, pero son necesarias para recordar que lo peor que le puede pasar al país es esconder y omitir la pobreza y el hambre masivo, la mayor vergüenza que puede ostentar un país rico.
Correa y la radicalización de su revolución
Empieza mañana un nuevo mandato de Rafael Correa bajo el simbolismo del bicentenario de la independencia ecuatoriana, gestada el 10 de agosto de 1809, ceremonia en la que hablará sobre la “independencia definitiva” de su país y de la “radicalización de la revolución”, acto en el que seguramente – y como es su costumbre – dedicará bastante de su tiempo para despotricar en contra de Estados Unidos y Colombia a nivel externo y en contra de la oligarquía capitalista y los corruptos y mentirosos medios de comunicación en lo interno.
Correa será nuevamente ungido como presidente de Ecuador después de haber sido reelegido el 26 de abril pasado gracias a una Constitución que reformó a su medida y después de que asumiera en enero de 2007.
Aprovechará mañana, frente a unos 20 presidentes – pero sin la presencia de Alvaro Uribe – a despotricar en contra de Colombia por la incursión militar colombiana de marzo de 2008 contra un campamento de las FARC lo que culminó con el cierre de las relaciones bilaterales; se tirará contra Colombia por estar permitiendo la entrada de militares estadounidenses que el expulsó de la base militar de Manta; dirá que su campaña electoral en el 2007 no tuvo dineros de la narco guerrilla desmintiendo lo que en un video dijo el “Mono” Jojoy y explicará que las mentes enfermizas de los periodistas son las que han enrarecido la atmósfera al denunciar los beneficios que obtuvo su hermano Fabricio con varios contratos estatales.
Los ciudadanos ya se han percatado de que Correa siempre utiliza el verbo encendido para hablar de su revolución a copia y semejanza de Hugo Chávez, y entendiendo que la “radicalización de la revolución” no es otra cosa que la concentración del poder, un presidencialismo cada vez más similar al que su maestro utiliza en Venezuela. La disminución de su popularidad, según las encuestas, reducida al 40 por ciento de aceptación y al 42 por ciento de credibilidad, desde un inmejorable 73 por ciento al inicio del 2007, muestra que no solamente se debe a un desgaste natural de quien ostenta el poder.
Correa está tratando de anular a los medios de comunicación, a los que prometió darle guerra sin tregua, como que no renovará licencia operativas a radios y televisoras; destruyendo los sindicatos; doblegando a la banca y a las empresas privadas y está ahuyentando las inversiones extranjeras con la revisión y nacionalización de contratos.
Estos próximos cuatro años mostrarán al mundo si realmente Correa estará radicalizando su revolución para incluir a los pobres o si sólo se trata de incluir a Ecuador en una nómina de países autoritarios en dónde el Estado se cree omnipotente y por arriba de las libertades individuales.
Correa será nuevamente ungido como presidente de Ecuador después de haber sido reelegido el 26 de abril pasado gracias a una Constitución que reformó a su medida y después de que asumiera en enero de 2007.
Aprovechará mañana, frente a unos 20 presidentes – pero sin la presencia de Alvaro Uribe – a despotricar en contra de Colombia por la incursión militar colombiana de marzo de 2008 contra un campamento de las FARC lo que culminó con el cierre de las relaciones bilaterales; se tirará contra Colombia por estar permitiendo la entrada de militares estadounidenses que el expulsó de la base militar de Manta; dirá que su campaña electoral en el 2007 no tuvo dineros de la narco guerrilla desmintiendo lo que en un video dijo el “Mono” Jojoy y explicará que las mentes enfermizas de los periodistas son las que han enrarecido la atmósfera al denunciar los beneficios que obtuvo su hermano Fabricio con varios contratos estatales.
Los ciudadanos ya se han percatado de que Correa siempre utiliza el verbo encendido para hablar de su revolución a copia y semejanza de Hugo Chávez, y entendiendo que la “radicalización de la revolución” no es otra cosa que la concentración del poder, un presidencialismo cada vez más similar al que su maestro utiliza en Venezuela. La disminución de su popularidad, según las encuestas, reducida al 40 por ciento de aceptación y al 42 por ciento de credibilidad, desde un inmejorable 73 por ciento al inicio del 2007, muestra que no solamente se debe a un desgaste natural de quien ostenta el poder.
Correa está tratando de anular a los medios de comunicación, a los que prometió darle guerra sin tregua, como que no renovará licencia operativas a radios y televisoras; destruyendo los sindicatos; doblegando a la banca y a las empresas privadas y está ahuyentando las inversiones extranjeras con la revisión y nacionalización de contratos.
Estos próximos cuatro años mostrarán al mundo si realmente Correa estará radicalizando su revolución para incluir a los pobres o si sólo se trata de incluir a Ecuador en una nómina de países autoritarios en dónde el Estado se cree omnipotente y por arriba de las libertades individuales.
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