Antes era más fácil
descubrir a una dictadura; solo bastaban botas y charreteras. Ahora, estas
eluden la definición mediante disfraces democráticos.
El régimen de Nicolás
Maduro es ejemplo palpable. Mantiene en las formas procesos electorales, división
de poderes y una Constitución vigente; pero, en la práctica, nada de eso
respeta.
Todos los adornos
democráticos se le cayeron al chavismo cuando la pasada semana el máximo órgano
electoral del país suspendió el proceso de recolección de firmas para el proceso
revocatorio contra Maduro. Hasta entonces, la oposición y el 70% de los
venezolanos se aferraban a esa arma democrática, ahora declarada ilegítima sin
ton ni son, para desembarazarse de un régimen que año tras año hizo del fraude
electoral, el encierro de opositores y la expulsión del trabajo de quien no
confesara su comunión con la revolución, su modo operativo.
“La Toma de Venezuela” esta
semana evidenció la tensión creciente y mostró una vez más la intolerancia del gobierno
contra el derecho de reunión, lo que la oposición potenció con la huelga de
este viernes. El régimen arrojó a las brigadas paramilitares contra los
primeros y buscó “recuperar” las empresas en huelga para los trabajadores;
nueva excusa para seguir expropiando empresas privadas como botín de la corrupta
e inoperante élite gobernante.
La oposición no parará,
aupada por el desencanto de una revolución estilo cubana que solo trajo
privilegios para algunos; agotada por la escasez y agobiada por la inflación e incertidumbre
de un futuro más negro que rojo. Este 3 de noviembre la convocatoria es frente
al Palacio de Miraflores, para tratar que un Maduro, como lo acentúa su
apellido, se caiga de la mata.
El presidente, previendo lo
peor por los daños causados tras la suspensión del revocatorio, prometió más
autoritarismo y se colgó del Vaticano para que el papa Francisco interceda en
una mesa de diálogo. La oposición, cansada de engaños y desplantes, ya no
quiere diálogo hasta que Maduro reconozca su autoritarismo, legitime al
Congreso, no use a la Justicia como arma y libere a los presos políticos.
En Miami, un día después de
la anulación del revocatorio, participé de un foro de ex presidentes
iberoamericanos. Lo inauguró el secretario general de la OEA, Luis Almagro, un
acérrimo crítico de Maduro. Sin rodeos, tildó a Maduro de dictador por haber
dado innumerables autogolpes de Estado contra los demás poderes estatales.
En coro, varios ex
presidentes como José María Aznar, Jorge Quiroga, Vicente Fox y Andrés
Pastrana, cantaron que a Maduro se le terminó por caer la máscara democrática.
Reclamaron que ningún gobierno e institución puede desconocer que Maduro cortó
todo vestigio de hilo constitucional y de que se trata de una nueva clase de
dictadura. El silencio de los gobiernos democráticos de América Latina agobia
ante tanto atropello.
Maduro se aferra a su puesto,
no por creer que la revolución todavía está a punto de hacer lo que no hizo en
20 años, sino para evitar el destino de muchos otros presidentes
latinoamericanos que tras el descalabro terminaron en la cárcel o, al menos,
acusados de pies a cabeza con interminables procesos judiciales. Maduro ya no
puede soñar con un exilio de lujo en algún país exótico o en el Key Biscayne de
Miami, atestado de ricos chavistas “arrepentidos” que conviven con los miles de
exiliados por el régimen. Tarde o temprano, él y la élite deberán enfrentar a
la Justicia que hoy no existe.
Da la sensación que el
camino no tiene retorno. La oposición está unida y perdió la paciencia. Nada
favorece a Maduro, ni el Santo Padre podrá hacer milagros ante un régimen que
destila pura desconfianza. Algunos militares, más agazapados que nunca, salen a
cada rato a comulgar fidelidad al gobierno como si ese no fuera su deber. El
silencio de otros, más comprometidos con la democracia y la institución,
evidencia que solo necesitan una señal fuerte para bajar las armas y dejar de
defender a un régimen cada vez más antidemocrático y antirepublicano.
El chavismo quedó deschavado.
Es solo una dictadura moderna. Su raíz autoritaria ni siquiera le permite
sostener unos pocos formalismos democráticos con los que supo engañar y
permanecer por tantos años en el poder. trottiart@gmail.com