sábado, 29 de octubre de 2016

Chavismo deschavado: La dictadura perfecta

Antes era más fácil descubrir a una dictadura; solo bastaban botas y charreteras. Ahora, estas eluden la definición mediante disfraces democráticos.

El régimen de Nicolás Maduro es ejemplo palpable. Mantiene en las formas procesos electorales, división de poderes y una Constitución vigente; pero, en la práctica, nada de eso respeta.

Todos los adornos democráticos se le cayeron al chavismo cuando la pasada semana el máximo órgano electoral del país suspendió el proceso de recolección de firmas para el proceso revocatorio contra Maduro. Hasta entonces, la oposición y el 70% de los venezolanos se aferraban a esa arma democrática, ahora declarada ilegítima sin ton ni son, para desembarazarse de un régimen que año tras año hizo del fraude electoral, el encierro de opositores y la expulsión del trabajo de quien no confesara su comunión con la revolución, su modo operativo.

“La Toma de Venezuela” esta semana evidenció la tensión creciente y mostró una vez más la intolerancia del gobierno contra el derecho de reunión, lo que la oposición potenció con la huelga de este viernes. El régimen arrojó a las brigadas paramilitares contra los primeros y buscó “recuperar” las empresas en huelga para los trabajadores; nueva excusa para seguir expropiando empresas privadas como botín de la corrupta e inoperante élite gobernante.

La oposición no parará, aupada por el desencanto de una revolución estilo cubana que solo trajo privilegios para algunos; agotada por la escasez y agobiada por la inflación e incertidumbre de un futuro más negro que rojo. Este 3 de noviembre la convocatoria es frente al Palacio de Miraflores, para tratar que un Maduro, como lo acentúa su apellido, se caiga de la mata.

El presidente, previendo lo peor por los daños causados tras la suspensión del revocatorio, prometió más autoritarismo y se colgó del Vaticano para que el papa Francisco interceda en una mesa de diálogo. La oposición, cansada de engaños y desplantes, ya no quiere diálogo hasta que Maduro reconozca su autoritarismo, legitime al Congreso, no use a la Justicia como arma y libere a los presos políticos.

En Miami, un día después de la anulación del revocatorio, participé de un foro de ex presidentes iberoamericanos. Lo inauguró el secretario general de la OEA, Luis Almagro, un acérrimo crítico de Maduro. Sin rodeos, tildó a Maduro de dictador por haber dado innumerables autogolpes de Estado contra los demás poderes estatales.

En coro, varios ex presidentes como José María Aznar, Jorge Quiroga, Vicente Fox y Andrés Pastrana, cantaron que a Maduro se le terminó por caer la máscara democrática. Reclamaron que ningún gobierno e institución puede desconocer que Maduro cortó todo vestigio de hilo constitucional y de que se trata de una nueva clase de dictadura. El silencio de los gobiernos democráticos de América Latina agobia ante tanto atropello.

Maduro se aferra a su puesto, no por creer que la revolución todavía está a punto de hacer lo que no hizo en 20 años, sino para evitar el destino de muchos otros presidentes latinoamericanos que tras el descalabro terminaron en la cárcel o, al menos, acusados de pies a cabeza con interminables procesos judiciales. Maduro ya no puede soñar con un exilio de lujo en algún país exótico o en el Key Biscayne de Miami, atestado de ricos chavistas “arrepentidos” que conviven con los miles de exiliados por el régimen. Tarde o temprano, él y la élite deberán enfrentar a la Justicia que hoy no existe.

Da la sensación que el camino no tiene retorno. La oposición está unida y perdió la paciencia. Nada favorece a Maduro, ni el Santo Padre podrá hacer milagros ante un régimen que destila pura desconfianza. Algunos militares, más agazapados que nunca, salen a cada rato a comulgar fidelidad al gobierno como si ese no fuera su deber. El silencio de otros, más comprometidos con la democracia y la institución, evidencia que solo necesitan una señal fuerte para bajar las armas y dejar de defender a un régimen cada vez más antidemocrático y antirepublicano.


El chavismo quedó deschavado. Es solo una dictadura moderna. Su raíz autoritaria ni siquiera le permite sostener unos pocos formalismos democráticos con los que supo engañar y permanecer por tantos años en el poder. trottiart@gmail.com