La capital nicaragüense siempre tiene sorpresas. Estoy en esta ciudad como parte de un foro que con la SIP organizamos con estudiantes de la Universidad de Ciencias Comerciales, para discutir sobre temas de libertad de expresión.
Como en cualquier país polarizado políticamente el tema en boca de todos no es el béisbol, el fútbol, la economía o las trasnochadas del artista famoso de turno, sino Daniel Ortega. De la misma forma que sucede en otros países o ciudades de países donde el poder es hegemónico, el líder impuesto siempre se las arregla, sobre la base de la propaganda, para que todos hablen de él, mal o bien, no importa; pero que todo gire en torno a su figura, como una de las máximas propagandísticas gobbelianas.
Ortega está en boca de todos a propósito. No solo porque sea candidato nuevamente a la Presidencia para las elecciones de noviembre, sino porque logró que la justicia leal le allanara el camino a pesar que la Constitución prohíbe la repetición en el cargo o hacerlo por más de dos mandatos. A él no le importa ni tampoco al FSNL, que en realidad ya no es sandinista, sino orteguista, porque es el presidente del partido, quien lo gobierna, quien nomina, etc…
El mandó a que lo ungieran como candidato y fue una orden cumplida, de obediencia debida. En un programa de televisión con Carlos Fernando Chamorro, que nos entrevistó a Fabricio Altamirano del periódico salvadoreño El Diario de Hoy, a Julio Muñoz, director ejecutivo de la SIP, y a mí, consideramos que el poder eterno buscado por Ortega es lo que está por sepultar definitivamente a la democracia.
El sistema de propaganda de Ortega es eficiente y arremete contra cualquiera que opine diferente. Usa los mismos artilugios que Hugo Chávez, ya sea presionando a los empleados públicos para que ellos o sus familiares participen en actos orteguistas o de lo contrario pierden el puesto de trabajo, o comprando periodistas otorgándoles publicidad oficial o callándolos sin darles, o comprando medios de comunicación para lograr la hegemonía comunicacional. Hoy un grupo de jóvenes sandinistas pudieron acampar frente a la sede del Consejo Supremo Electoral, pintando pancartas y en apoyo a “luchar por la paz y el amor”, aunque el verdadero propósito era disuadir a otros grupos contrarios a la candidatura de Ortega convocados a través de Facebook, y que en oportunidades anteriores ya fueron repelidos por la Policía.
Nicaragua está cada vez peor, pero tiene una oposición tan inoperante por ineficiente y fragmentada que todos consideran que se merece al gobernante que tiene y que tendrá, que dicen, en una encuesta informal a boca de taxistas, estudiantes y periodistas que hice, que Ortega a pesar de lo mal que condujo el país, y de lo cada vez más autoritario que está, igualmente será el próximo Presidente.
Además del poder eterno que sacude a la razón, y de la pobreza perenne que sacude al corazón, Managua tiene otra de esas sorpresas bizarras que hacen sacudir al diafragma en risotadas. Hoy 4 de marzo, caminado más de dos meses del 2011, todavía hay rotondas en avenidas céntricas de Managua engalanadas con árboles de Navidad. Fue una decisión de la primera dama, Rosario Murillo, quien en algún acto público se la oyó justificar que la Navidad no debe celebrarse solo en una fecha determinada, sino que es una actitud de vida que debe seguir todo el año.
Me recordó aquella decisión trascendente de Chávez cuando determinó que el uso horario de Venezuela cambiaría en el verano solo media hora, en lugar de la hora que se aplica en los demás países cuando cambian las estaciones.