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diciembre 23, 2013

Navidad, entre ser y tener

Navidad y año nuevo es buen tiempo para pensar en lo que se cosechó y lo nuevo por cultivar. Si la semilla se nutre y cuida, germinará con fuerza y la próxima cosecha será próspera. Esa era la filosofía de Chauncey Gardiner que Peter Sellers inmortalizó en “Desde el Jardín”.

Pero a diferencia de la película, en esta época consumista en que se vanagloria el poder y el poseer, cuando se habla de cosecha se confunde tener con ser. Por eso uno se pregunta si no le convendría tomar atajos. Sino sería mejor no pagar impuestos, robar o traficar droga, a intentar acertarle al gordo de Navidad, la otra posibilidad rápida para tener o “ser” más.

Es cierto que algunos que toman atajos terminan mal, tiroteados o en la cárcel, pero muchos la pasan bien. Ostentan sus Ferrari y los diamantes de sus Rolex, despilfarran en lo exótico, coleccionan Picassos o Petrus merlot, mientras donan millonadas a campañas políticas e iglesias, con el fin de comprar favores y tranquilidad de conciencia.

Es un mundo difícil de comprender. Donde un científico premio Nobel termina su vida en un Toyota, mientras un futbolista la empieza en una Maserati. Donde al profesional deshonesto se le venera por su picardía, y al obrero honrado se lo minimiza por tonto. Donde el ladrón de gallinas paga entre rejas y el estafador siempre termina comprando su libertad. Donde se argumenta legalmente la muerte por pena capital o por aborto, mientras se protege con uñas la vida de mascotas y animales.

Un mundo confuso en el que se desconfía cada vez más de los elegidos para liderar. Donde a aquellos que se les delegó el poder de servir, terminan sirviéndose del poder. Donde los demócratas se convierten en autoritarios, las instituciones se debilitan, los golpes siguen siendo opción y los militantes y partidarios, por ideología, excusan a sus jefes por sus abusos y corrupción. Donde se justifica que el espionaje gubernamental sea en aras de la seguridad nacional, pero poco se hace por el crimen y la inseguridad personal.

Parte de la culpa es de los medios. Ensalzan lo chabacano, mistifican lo sensacionalista y quienes desafían las buenas costumbres, adornan las revistas del corazón que todos deglutimos con devoción. La TV y el cine deforman la realidad, crean nuevas modas, celebridades y valores. Así, aplaudimos los varios casamientos de Elizabeth y las múltiples andadas de Jennifer, con la misma convicción que crucificamos a la hija del vecino por siquiera el uno por ciento de aquella promiscuidad.

No se trata de resentir contra aquellos a los que honradamente les va bien y tienen y que generan empleos, riquezas y talentos para mejorar sus vidas y las de sus comunidades. Seguramente son más los que innovan, crean e inventan, defienden causas, impregnan de honestidad a sus hijos, anteponen las palabras a los fusiles y dan más de lo que reciben; pero no se notan. Es que el ruido lo hacen los arrogantes, ostentosos y embusteros, los que a gritos se auto festejan y mercadean.

No es fácil hacer equilibrio entre estos dos mundos. Aquel atractivo, lleno de banalidad que pintaba muy bien Mario Vargas Llosa en “la civilización del espectáculo” y el otro, más espinoso, el del papa Francisco. Este nos reclama atención por la desigualdad y los más pobres, menos egoísmo y más caridad, mayor austeridad y menor pomposidad, al tiempo que nos invita a que, ante cualquier acción o actitud del otro, nos desafiemos con una simple pregunta: “¿Quién soy yo para juzgar?”.

Es difícil vivir este mundo en el que compiten palmo a palmo el tener y el ser, de ahí la confusión de enviar a nuestros hijos a estudiar no para que sean mejores, sino para que posean más. Difícil es alcanzar la sabiduría para distinguir esa diferencia entre tener o ser, entre el tener y el ostentar, sin caer en tentaciones ni atajos.

Lo más a mano, quizás, es empezar por advertir que Dios ya nos concede atajos todos los días. Admitir que la ordinaria normalidad que nos regala, es un descomunal privilegio que otros desearían poseer, como los refugiados y desplazados por las guerras, los migrantes que perecen en las fronteras, los enfermos terminales, los perseguidos y discriminados por cualquier opinión u opción. Reconocer esto y analizar nuestra cosecha, es el mejor regalo que nos podemos hacer.

marzo 04, 2011

Managua: Navidad eterna y con poder eterno


La capital nicaragüense siempre tiene sorpresas. Estoy en esta ciudad como parte de un foro que con la SIP organizamos con estudiantes de la Universidad de Ciencias Comerciales, para discutir sobre temas de libertad de expresión.

Como en cualquier país polarizado políticamente el tema en boca de todos no es el béisbol, el fútbol, la economía o las trasnochadas del artista famoso de turno, sino Daniel Ortega. De la misma forma que sucede en otros países o ciudades de países donde el poder es hegemónico, el líder impuesto siempre se las arregla, sobre la base de la propaganda, para que todos hablen de él, mal o bien, no importa; pero que todo gire en torno a su figura, como una de las máximas propagandísticas gobbelianas.

Ortega está en boca de todos a propósito. No solo porque sea candidato nuevamente a la Presidencia para las elecciones de noviembre, sino porque logró que la justicia leal le allanara el camino a pesar que la Constitución prohíbe la repetición en el cargo o hacerlo por más de dos mandatos. A él no le importa ni tampoco al FSNL, que en realidad ya no es sandinista, sino orteguista, porque es el presidente del partido, quien lo gobierna, quien nomina, etc…

El mandó a que lo ungieran como candidato y fue una orden cumplida, de obediencia debida. En un programa de televisión con Carlos Fernando Chamorro, que nos entrevistó a Fabricio Altamirano del periódico salvadoreño El Diario de Hoy, a Julio Muñoz, director ejecutivo de la SIP, y a mí, consideramos que el poder eterno buscado por Ortega es lo que está por sepultar definitivamente a la democracia.

El sistema de propaganda de Ortega es eficiente y arremete contra cualquiera que opine diferente. Usa los mismos artilugios que Hugo Chávez, ya sea presionando a los empleados públicos para que ellos o sus familiares participen en actos orteguistas o de lo contrario pierden el puesto de trabajo, o comprando periodistas otorgándoles publicidad oficial o callándolos sin darles, o comprando medios de comunicación para lograr la hegemonía comunicacional. Hoy un grupo de jóvenes sandinistas pudieron acampar frente a la sede del Consejo Supremo Electoral, pintando pancartas y en apoyo a “luchar por la paz y el amor”, aunque el verdadero propósito era disuadir a otros grupos contrarios a la candidatura de Ortega convocados a través de Facebook, y que en oportunidades anteriores ya fueron repelidos por la Policía.

Nicaragua está cada vez peor, pero tiene una oposición tan inoperante por ineficiente y fragmentada que todos consideran que se merece al gobernante que tiene y que tendrá, que dicen, en una encuesta informal a boca de taxistas, estudiantes y periodistas que hice, que Ortega a pesar de lo mal que condujo el país, y de lo cada vez más autoritario que está, igualmente será el próximo Presidente.

Además del poder eterno que sacude a la razón, y de la pobreza perenne que sacude al corazón, Managua tiene otra de esas sorpresas bizarras que hacen sacudir al diafragma en risotadas. Hoy 4 de marzo, caminado más de dos meses del 2011, todavía hay rotondas en avenidas céntricas de Managua engalanadas con árboles de Navidad. Fue una decisión de la primera dama, Rosario Murillo, quien en algún acto público se la oyó justificar que la Navidad no debe celebrarse solo en una fecha determinada, sino que es una actitud de vida que debe seguir todo el año.

Me recordó aquella decisión trascendente de Chávez cuando determinó que el uso horario de Venezuela cambiaría en el verano solo media hora, en lugar de la hora que se aplica en los demás países cuando cambian las estaciones.

diciembre 25, 2008

Una Navidad diferente

Esta Navidad seguro es diferente para todos. La recesión económica nos está afectando a todos por igual, no tan solo por tener menos que gastar que en años anteriores, sino porque la crisis económica mundial nos ha dado un sentimiento de incertidumbre hacia el futuro como nunca lo hemos tenido antes.

Si el futuro es incierto para los bancos y las grandes corporaciones, uno tiende a pensar que será también incierto en nuestro plano individual y familiar, por ello las restricciones en los gastos, el cuidado en el despilfarro y el pensamiento en un futuro que puede ser aún peor.

Este año ha tenido unos vaivenes inverosímiles. Con el desempleo y la pobreza crecientes, muchos han intentado ganar dinero en la especulación y sin trabajar, lo que denominamos siempre como la “plata dulce”, así vimos en Colombia como una pirámide financiera creció hasta la estratósfera, hasta que de la misma forma que se pinchó la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, se derrumbó arrastrando a miles de ahorristas. No sólo ese sueño – codicia al fin – fue a nivel individual, sino que como nunca se vio extendida a nivel internacional con el sistema de fraude de Bernard Madoff quien embaucó hasta bancos prestigiosos en más de 50.000 millones de dólares con ganancias al por mayor.

Dadas estas circunstancias no hay mucho que celebrar y mucho que reflexionar. Tal vez esta vuelta de tuerca nos haga pensar en el espíritu navideño, aquel del que nos fuimos alejando gracias a un consumismo cada vez más feroz en el que nos vemos atrapados. Tal vez haga aflorar esos valores que han quedado rezagados y que son necesarios para que hagamos de este mundo un mejor lugar para vivir, y sentirnos agradecidos a Dios de lo que tenemos, así sea familia, salud, trabajo, amor, unión, paz, prosperidad; y pensar y hacer algo por quienes tienen solo parte de esa dicha.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...