viernes, 28 de octubre de 2011

Chávez, el destructor


Los defensores del chavismo y del castrismo insisten en los logros en materia de salud y educación de estos regímenes como propuestas de igualdad ciudadana. En parte es verdad, pero también es cierto que la calidad de ambos rubros ni siquiera se compara con la de países desarrollados o los del sureste asiático o de la India, por lo que el éxito es relativo. Ni en los hospitales de La Habana ni de Caracas existen insumos y medicamentos suficientes, mientras que la educación responde directamente a la ideología y propaganda de los gobiernos.

Tampoco pueden destacarse dos rubros que en países con regímenes totalmente diferentes, más democráticos, los índices de educación y salud son muy superiores a los de Venezuela o Cuba. Chávez, si quisiera vanagloriarse de sus logros en estas dos materias, debería demostrar que está igualando hacia arriba, no hacia abajo, como muestran todos sus índices. Educadores cubanos, que no han demostrado mucho en los últimos 50 años, son héroes para el sistema chavista, así como médicos que se fabrican de a cientos cada tres años. El mérito quizás es que hay menos analfabetismo y que las clases más populares acceden a algún tipo de medicina más igualitaria y accesible, lo que no sucedía en otros gobiernos a los que la pobreza y la desigualdad les molestaban pero no hacían mucho por ellas.

Pero la educación y la salud, para vanagloriarse de ellas, no debe medirse con el promedio latinoamericano sino con el de países desarrollados como los escandinavos y los asiáticos.

Repito. En muchos viajes que hice a Venezuela en esta última década, siempre me sorprendió la falta de obras públicas, no digo faraónicas, pero simplemente de aquellas que, además de embellecer, dotan al país de la infraestructura necesaria de comunicación vial, digital, de viviendas y centros industriales y turísticos, imanes de capitales internos y externos.  Uno no puede dejar de preguntarse ¿cómo un país que nada en la riqueza del petróleo puede darse el lujo de hacer tan poco?

Las obras públicas y mega construcciones – como lo demuestran muchos países árabes que también viven del petróleo – son fuente necesaria para atraer inversiones, generar empleo, reducir la inflación, crear consumo y mayor bienestar. Al menos si tanto se habla de educación y salud, ¿por qué Venezuela no tiene los mejores hospitales, escuelas y universidades de toda América Latina?

Lamentablemente Chávez – repito y lo repetiré hasta el cansancio – sigue demostrando que está administrando la pobreza y será algún día juzgado o al menos se los responsabilizará, por los talentos recibidos y la potencialidad desperdiciada. No hay historia más alarmante en nuestro continente que la de Venezuela y su gobierno.

Esta semana, el periodista Antonio María Delgado de El Nuevo Herald, escribió que “años de mal manejo económico bajo el presidente Hugo Chávez auguran un difícil inicio para un eventual gobierno de la oposición, que deberá lidiar con un aparato productivo en ruinas, agudos problemas de desabastecimiento, una producción petrolera en declive y una de las mayores tasas de inflación del mundo”.

Todos estos aspectos los argumentó con datos que obtuvo de una cobertura de un foro realizado por el Centro de Políticas Hemisféricas de la Universidad de Miami. Su nota está en el siguiente enlace: http://www.elnuevoherald.com/2011/10/28/1054125/nuevo-gobierno-en-venezuela-enfrentaria.html

jueves, 27 de octubre de 2011

Correa: interpretación equívoca sobre DDHH


Esta semana le llovieron palos al gobierno del presidente Rafael Correa en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por las violaciones a la libertad de prensa en su país y, en especial, por sus actitudes personales en contra de periodistas y medios de comunicación.

No hay grupo nacional e internacional dedicado a los derechos humanos y a la libertad de expresión que no haya mostrado su repudio contra el gobierno ecuatoriano. Las evidencias están a la vista y fueron analizadas reiteradamente en informes de situación y visitas al país.

Su gobierno, como siempre ha hecho, tomó en la sesión del martes una actitud totalmente defensiva, culpando a los medios de comunicación de ser los agresores, corruptos y desestabilizadores del sistema. Incluso Correa, en estos días, declaró que su gobierno rechazará cualquier opinión desfavorable que sobre esa materia, vaya a emitir la CIDH, admitiendo en su prejuicio, de que la organización encontrará razones para criticar a su gobierno.

Correa también dijo que la CIDH, así como la relatora especial para la Libertad de Expresión, Catalina Botero, serán bienvenidas para que visiten Ecuador para constatar el nivel de libertad de prensa, pero que tampoco respetará que haya injerencias a la soberanía de su país.

Esto es - en otras palabras – que Correa dará la bienvenida a un informe y a una misión de la CIDH, solo si sale beneficiado por una opinión y un análisis favorable.

Con su actitud, no hace más que corroborar su irrespeto por los derechos humanos y los mecanismos que el Estado ecuatoriano – no su gobierno – está vinculado a respetar y garantizar.


miércoles, 26 de octubre de 2011

La verdad según Ollanta Humala


El presidente peruano Ollanta Humala filosofó sobre la verdad al inaugurar esta semana la 67 asamblea general de la Sociedad Interamericana de Prensa, diciendo que los periodistas, así como los curas y los soldados, deben tener a esa virtud como el norte de sus disciplinas.

La comparación suena bien, pero pudiera generar engaños entre los desprevenidos. Varios gobiernos progresistas de la región, como los de Venezuela, Ecuador y Bolivia, incluyeron la cláusula de “información veraz” en sus reformadas constituciones, a la que pronto utilizaron como punta de lanza para justificar leyes y censurar a medios de comunicación y periodistas. La Ley de Responsabilidad Social en Venezuela, creada a esas instancias en 2004, es el arma que usó el presidente Hugo Chávez para cerrar RCTV, 34 emisoras, y que esta semana le sirvió para imponer una sanción millonaria contra Globovisión, por informar sobre el amotinamiento en una cárcel, hecho que el gobierno hubiera preferido ocultar.

En todos los casos, el mensaje es claro: Quien no se ajusta a la “verdad oficial”, puede ser castigado. Si bien Humala puso énfasis en “el irrestricto respeto a la libertad de prensa”, también argumentó que los medios deben “informar con la verdad, sin dejarse influir por los intereses económicos”. Aunque son atinadas referencias a parte de la prensa peruana cuando alquilaba titulares y se prestaba a extorsionar en nombre del régimen de Alberto Fujimori, también suena a los artilugios usados por el presidente ecuatoriano Rafael Correa, que promulgó en estos días una ley que prohíbe a los dueños de medios tener otro tipo de negocios.

Por más ético y coherente que parezca el reclamo, la excusa de la verdad siempre ha sido manipulada para restringir y limitar.

El propio Humala ya ha demostrado que la verdad es relativa, porque no solo está determinada por hechos contrastables, sino por el tiempo y el contexto. ¿O acaso su verdad no fue diferente en las campañas electorales de 2006 y 2010? ¿No fue primero partidario del presidente venezolano Hugo Chávez y luego del ex mandatario brasileño Inácio Lula da Silva, habiendo sido la misma persona y teniendo las mismas convicciones?

En todo caso, el objetivo común que comparten comunicadores, militares y sacerdotes no es la verdad en sí misma, sino su búsqueda permanente. Para los curas, la verdad es absoluta por tratarse de la existencia de Dios y el camino de salvación. Para los militares, ésta no está sometida a la credibilidad o falsedad de un hecho, sino al principio de obediencia. Y para los periodistas, como también para los jueces, la veracidad es relativa, dependiendo de los distintos puntos de vista que sobre un mismo hecho pueden aportar varias fuentes.

La búsqueda de la verdad tampoco es infalible. El Vaticano demoró siglos antes de reparar la memoria del astrónomo Galileo Galilei cuando en 1633 lo declaró hereje porque había demostrado que la Tierra no era el centro del Universo. También muchas fuerzas armadas del sur del continente atormentaron a varias generaciones justificándose en la obediencia debida, mientras numerosos medios, como News of the World, tergiversaron, omitieron y delinquieron en nombre del arte de informar.

Humala acertó cuando dijo que la tarea de la prensa es fiscalizar y “necesitamos que nos digan la verdad, cuando nos equivocamos”. Pero erró cuando comparó al periodismo con el sacerdocio, “a ponerse la sotana del amor”, como si este oficio estuviera obligado a una verdad absoluta. Una visión apoteósica de la prensa que también comparten muchos presidentes, como el uruguayo José Mujica, que ante la menor “violación” a ese llamado sacrosanto a ser veraces, amenazó con disciplinar a los medios con una ley de prensa y con quitarles la publicidad oficial, en la creencia de que son las informaciones sobre hechos violentos las que generan inseguridad, y no la inacción del gobierno. 

Ojalá que el presidente Ollanta Humala se convenza que más que la verdad, la libertad es el valor que antecede a cualquier otra virtud humana y social. De lo contrario, en nombre de “su” verdad, pudiera comenzar a cometer los mismos errores y abusos de poder que algunos de sus colegas.

martes, 25 de octubre de 2011

Cristina: Triunfalismo y exitismo

Ojalá sea cierto lo dicho por Cristina de Kirchner que aceptaría esta victoria con humildad. Lo dudo, nunca su gobierno se ha caracterizado por esa virtud. La arrogancia y el atropello contra quienes no piensan igual o disienten de sus políticas fueron demoledores, incluso cuando no dominaba el Congreso. Ahora con las dos cámaras a su favor y un techo cercano al 55% de los votos, es un gobierno para temer, que se puede convertir en poco inclusivo y plural.

El triunfo holgado puede ser exitista, creyendo el ganador que se le ha entregado un cheque en blanco para profundizar todas sus políticas, en especial las estatistas, tendencia natural que inició Néstor Kirchner en la década pasada. Es cierto que hasta ahora las políticas económicas del gobierno han dado sus frutos y los bolsillos más llenos han inclinado la balanza electoral a su favor. Pero también es demostrable que los capitales argentinos se han ido al exterior como nunca y pierden la confianza día a día. Las políticas de bienestar del país son a corto plazo.

Cristina no debiera confundir triunfo con exitismo. Si se mira en el espejo y en el de otros colegas con ideologías similares en América Latina, podrá ver como los índices de popularidad están basados muy especialmente en políticas cortoplacistas y éstas ayudan y son concluyentes justo para el momento de las elecciones; de ahí que muchos políticos reservan las inauguraciones de obras públicas para antes de los comicios.

Evo Morales es un claro ejemplo de cómo el contexto y las circunstancias cambian la posición política de un líder. Tras el gasolinazo de diciembre pasado, las elecciones judiciales perdidas dos fines de semana atrás y la carretera amazónica que le tiró abajo una marcha indígena, pasó de un 65 por ciento de popularidad con la que había ganado las elecciones a solo un 20 por ciento actual. En pocos meses su fuerza política se desmoronó y deslegitimó. Tampoco quiere decir que vuelva a recuperarla. En este vaivén solo basta mirar a Barack Obama para apreciar los estados de ánimo de la población.

El triunfo de Cristina es inobjetable, pero debe ser consciente que es modificable. Por ello necesita tomar esta victoria con mucha humildad.

domingo, 23 de octubre de 2011

Cristina: entre el kirchnerismo o el argentinismo

Nadie tiene dudas que Cristina de Kirchner renovará hoy su mandato en las elecciones argentinas y seguramente sobrepasará el 50% para quedarse con la Presidencia en la primera vuelta. Lejos está la época en que el gobierno parecía destinado a desmoronarse cuando la oposición le arrebató el Congreso al oficialismo en las elecciones legislativas de 2009 gracias a la resistencia de los campesinos ante las retenciones y cuando su marido falleció hace justo un año.

Pero en esta montaña rusa inherente a la política, Cristina parece estar más favorecida que nunca – como quedó demostrado en las elecciones primarias de meses pasados. Menos beligerante que antes cuando estaba en la sombra de su marido, Cristina pudo de a poco y con mucha plata dulce, producto de recaudaciones récord de impuestos y exportaciones de materias prima, hacer obras y contentar voluntades sobre la base de subsidios familiares.

Las cuentas no son muy claras, ni los índices de inflación ni los de pobreza – que permitirían una mejor lectura del país – son transparentes, así como tampoco han quedado aclaradas todas las acusaciones sobre corrupción pública, desde el enriquecimiento ilícito de la pareja presidencial, las valijas llenas de dólares que mandaba Chávez para la campaña electoral pasada a favor de Cristina o a manos de quien quedaron recursos del Estado que se usan para hacer propaganda, como los medios de comunicación comprados por testaferros.

Se dice que Cristina está al borde de hacer historia como la primera mujer en ser reelegida. Ojalá haga historia por seguir moderando su discurso, por sacarse de arriba gente del gabinete que parece destinada al servilismo que a gobernar con inclusión para todos los argentinos y que dedique grandes esfuerzos no solo para recaudar y dar subsidios, sino también para perseguir la corrupción y hacer un gobierno basado en la honestidad.

Si la corrupción es combatida, mediante un Poder Ejecutivo decidido y un Poder Judicial fuerte e independiente, la confianza atraerá más inversiones del exterior y el gobierno podrá dedicar esas energías a invertir en todo el país. Se generarán más empleos, más educación, salud y bienestar, cuatro elementos que de por sí solos, cuando están sincronizados, motivan innovación y creatividad.

Cristina tiene la opción para hacer historia. Solo que debe optar entre lo que merecen los argentinos o lo que quieren sus más cercanos allegados. Ojalá entierre al kirchnerismo y permita el argentinismo.