sábado, 23 de febrero de 2013

Oscurantismo chavista


El gobierno venezolano que dirige Nicolás Maduro sigue dando señales controvertidas a una semana de que Hugo Chávez llegó (¿será verdad?) a Caracas desde La Habana para seguir con su tratamiento, como si la transparencia no fuera obligación de la gestión pública.

Maduro dijo que se reunió por cinco horas con Chávez quien por escrito le habría dado indicaciones y tomado decisiones en materia económica, política y militar; el ministro de Información, Ernesto Villegas, expresó que Chávez está teniendo mayores complicaciones respiratorias, pero que soporta mejor el tratamiento del cáncer (como si se tratara de dos dolencias sin relación); mientras tanto, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, dijo durante una conferencia sobre América Latina, que esta próxima semana se sabrá si Chávez estará en condiciones de seguir gobernando.

El hecho de que todavía nadie vio a Chávez, excepto por unas fotos de dudosa credibilidad, y de que tampoco habló, ha aumentado los rumores de que no está recuperado y que la decisión del Supremo Tribunal de Justicia de permitir la continuidad del gobierno, pese a su inhabilitación de hecho, es una simple puesta en escena. La idea siempre fue prolongar un régimen, que sin el líder máximo, se encuentra totalmente dividido, para darle la oportunidad de reagruparse y estar mejor preparado antes de entrar a un muy próximo proceso electoral.

Si algo le faltaba a este gobierno para mostrarse autoritario y sin signos de respeto por las instituciones democráticas, era demostrar que podía gobernar a oscuras.

Como todo régimen autoritario y personalista – así ha pasado en la historia con todos los demás, desde Perón a Fujimori o del derechista dictador Pinochet al izquierdista general Velasco – sabe que si no se aferra al poder, seguro tendrá que enfrentar a la justicia en el próximo gobierno.

Por ahora el chavismo está ganando tiempo, pero ya le llega la hora de tener que sincerarse.       

viernes, 22 de febrero de 2013

Escándalos reales y papales


Finalmente el New York Times publicó en su portada el escándalo de Iñaki Urdangarin, el yerno del Rey Juan Carlos, que también ahora salpica al monarca y a su familia. El Rey, que hasta hace poco se vio involucrado en otro escándalo personal que involucró polleras en su viaje de caza de elefantes por África, habría estado presionando a los medios españoles para que le bajen los decibeles a la investigación judicial contra su yerno.

Los medios españoles siempre han tratado de no hacer de su monarquía, lo que los medios ingleses hacen de la suya, habiéndole dado al Rey y a su familia un período de muchas décadas de gracia en la que inexplicablemente se respetó la privacidad. Pero para todos es sabido que el  Rey no solo ama los deportes, la velocidad, navegar, sino a otras mujeres más allá de la reina Sofía.

Pero este escándalo de Urdangarin llega en momentos que los españoles han descubierto que España también es una republiqueta bananera, llena de corrupción por doquier, lo que aumenta aún más la presión sobre el monarca y por lo que muchos pensarán si el Rey y la monarquía - que han construido y vivido por su reputación de haber resguardado la democracia - es todavía viable.

Pero la gravedad del escándalo real de beneficiar a Urdangarin con las conexiones de sangre azul, parece una nimiedad al lado de la bataola en el Vaticano y la renuncia de Benedicto XVI, que obedecería, no solo a la salud frágil del Pontífice, sino a un informe interno que fue filtrado el año pasado. En ese reporte que luego fue parte de VatiLeaks o mails filtrados a la prensa, no solo se habla de la corrupción económica de la jerarquía, de encubrimiento de curas pederastas en todas partes del mundo, sino también de una red de prostitución de hombres jóvenes, entre ellos seminaristas e inmigrantes indocumentados, para saciar los apetitos de algunos obispos en Roma.

Cuando uno mira en perspectiva aquellas intrigas palaciegas, corrupción y asesinatos dentro del Vaticano caracterizadas en la película Ángeles y Demonios o el Código da Vinci, se da cuenta que la realidad ha superado ampliamente a la ficción y merece que toda esa basura sea limpiada como alguna vez dijo Benedicto XVI. Es de esperar, tal como sus promesas, que esto no quede en escándalos morales y haya solo penitencias para los involucrados, sino que los responsables terminen en manos de la justicia ordinaria y en la eventual cárcel.  

jueves, 21 de febrero de 2013

Obama: El desafío del mensaje


Comparto mi columna del fin de semana sobre los desafíos que el presidente Barack Obama se planteó sobre cómo comunicarse mejor con sus constituyentes, y cómo esa comunicación fue por momentos deficiente durante su discurso del Estado de la Unión.

“Barack Obama sabe que se necesitan tres ingredientes para ser un presidente reformista y dejar un legado perdurable: Sortear una guerra, recuperar la economía y conectar con la gente.
Los dos primeros son ingredientes difíciles, pero factibles. En su discurso del Estado de la Unión esta semana, tomó esa dirección, anunciando el retiro de tropas de Afganistán y objetivos económicos audaces. Pero el tercer componente, conectar con el público, inspirarlo y que se sienta liderado, es algo más abstracto y arduo de alcanzar, virtud que solo se reconoce a un puñado de sus antecesores: Abraham Lincoln, Franklin Roosevelt y Ronald Reagan. 
Obama admite el desafío. Cuando asumió su segundo mandato el 20 de enero, dijo a la revista The New Republic que su estrategia prioritaria será buscar una mejor “conversación con el pueblo”, entendiendo que el mensaje y la persuasión, son importantes en el arte de gobernar. “He pasado mucho tiempo pensando cómo puedo comunicarme con más eficacia con el pueblo”.
En los viajes que emprendió esta semana tras su discurso anual al país, el Presidente se mostró decidido. En declaraciones y mensajes por Twitter, siguió vendiendo lo que prometió ante los legisladores: Cómo empoderar a la clase media, porqué es necesario prohibir armas de grueso calibre y cómo mejorar la educación en todos sus niveles.
Con algunos temas pudo conectar muy bien con la gente, porque ante el Congreso tuvo la narrativa adecuada. Los legisladores le vitorearon cuando pidió el voto para acabar con la violencia que afectó a los niños de la escuela Sandy Hook y a la ex legisladora Gabrielle Gifford, ahí presente. Asimismo, conectó cuando pidió a demócratas y republicanos trabajar juntos por la reforma migratoria que prometió firmar apenas se alcance consenso, a sabiendas que los republicanos admiten que ese fue su talón de Aquiles en la pasada elección.
También convenció cuando planteó objetivos concretos para mejorar la calidad de la educación preescolar, reformar el sistema de enseñanza secundaria y abaratar  las matrículas universitarias. Lo mismo cuando pidió aumentar el salario mínimo y la inversión pública para crear empleos, mediante el arreglo de 70 mil puentes y la reconstrucción de 20 ciudades.
Pero en muchos temas, el tono de su discurso fue chato y vacío, lindando entre recriminaciones a sus opositores y acostumbradas promesas de campaña electoral. Es que cuando las promesas se repiten porque nunca se tradujeron en hechos, el mensaje corre el riesgo de ser percibido como simple demagogia y propaganda.
Obama no conectó cuando habló de déficits y abismos, de la prosperidad de la clase media y de que no pretende un gobierno más grande, sino más eficaz. No solo porque sus palabras no condicen con la realidad, sino porque no ha podido articular, en forma simple y convincente, qué medidas concretas serán eficientes para acabar con la recesión. Sus explicaciones son tan densas como las de los republicanos.
Lo mismo sucedió antes con el sistema universal de salud. Todavía no existe explicación coherente sobre el Obamacare. Se supo más de intrigas y peleas, pero poco sobre cómo funcionará el sistema. Nadie educó.
El presidente también falló como líder mundial al no enunciar detalles sobre su política para combatir el cambio climático, un aspecto sobre el que EE.UU. debe asumir mayores responsabilidades. Dijo poco sobre la protección en torno a las amenazas cibernéticas y nada sobre las acusaciones a su gobierno por la falta de transparencia en temas de inteligencia y seguridad.
Es evidente que ser Presidente no es fácil. El liderazgo efectivo incluye mucho más que sacar al país de enredos, guerras y crisis económicas. Implica también mantener un mensaje convincente, inspirador y que brinde confianza. Lincoln lo intuía: “… quien moldea la opinión pública, puede llegar más lejos que aquel que promulga decretos y decisiones”.
Obama sabe que el arte de comunicarse bien con las bases fue la fórmula que permitió a Lincoln y otros pocos presidentes definir una era. En esta nueva etapa, habrá que ver si logra destrabar el intríngulis que admitió a The New Republic: “Gran parte del desafío en que nos enfrentamos en política, es que los ciudadanos sienten que lo que ocurre en Washington está totalmente aislado de sus realidades diarias’.”

miércoles, 20 de febrero de 2013

Yoani Sánchez construye liderazgo


Yoani Sánchez está cumpliendo su sueño de haber salido de Cuba para visitar el “mundo”. Obviamente sabe que las autoridades cubanas no se quedarán de brazos cruzados, por eso el bloqueo a su presencia en la presentación de un documental en Bahía, Brasil, y la incipiente campaña en su contra en la estatal prensa cubana que irá in crescendo.

Yoani manejó bien la situación en Brasil. Dijo que esas manifestaciones en su contra son parte de lo que se puede hacer en democracia, algo imposible de que suceda en Cuba. Si Yoani se mantiene así de ecuánime, es posible que de a poco vaya construyendo un fuerte liderazgo que se transforme en una fuerte marca política de su personalidad, que coadyuvará a que pueda posicionarse mejor tanto a nivel nacional como internacional.

Ojalá no se deje incomodar por las campañas de descrédito a su alrededor que también irán creciendo a medida que prosiga su gira. Yoani tiene una gran oportunidad que no debe desperdiciar y, lo más importante, es que continúe diciendo que su máxima aspiración en esta gira es aprender para poder llevar consigo mucha experiencia que pueda compartir con el periodismo independiente de su país.