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enero 21, 2018

Francisco: Menos gestos, más acciones

Los crímenes de abuso sexual y su encubrimiento profundizan la crisis de fe de la Iglesia Católica y merman la credibilidad del papa Francisco en su afán por renovarla y hacerla más transparente.
Francisco sabía que los abusos serían el mayor escollo a sortear en Chile y Perú, y que podrían enlodar su mensaje pastoral. Así fue. Es que todavía la Iglesia no ha podido sanar las heridas de las víctimas. 
Una justicia escasa y tardía, la arrogancia de la jerarquía episcopal para reconocer y transparentar la cantidad de casos y gestos confusos con acciones limitadas hicieron mella en los dos países.
El Papa no fue atinado con algunos de sus gestos y, peor aún, defendió obstinadamente al obispo chileno Juan Barros, cuestionado por encubrir por años al cura Fernando Karadima, ya expulsado de la Iglesia por ser un abusador en serie.
Barros se pavoneó desafiante y en primera fila por todas las misas y ceremonias de Francisco. Su falta de discreción embarró todo. Marta Larraechea, esposa del ex presidente Eduardo Frei, fue lapidaria contra el Pontífice después que pidiera perdón a las víctimas en el nombre de la Iglesia y sus obispos. “No le creo nada, dice una cosa y hace otra”, gritó irritada. El enojo resume el sentir de muchos que preferirían a un Francisco con menos gestos y más acciones; menos perdones y más justicia.
En Perú existe otro caso que impacta contra la Iglesia. Es el del laico Luis Fernando Figari, no solo porque usó a su organización Sodalitium Christianae Vitae para abusar de menores, sino porque mientras era investigado por la Justicia peruana, se fue a Roma, atrincherándose entre los muros del Vaticano.
En ambos casos, el de Barros y de Figari, así como en el del cura Marcial Maciel de la Legión de Cristo en México, se observa cómo el encubrimiento, la protección o el silencio de la jerarquía en muchos casos de pedofilia están degradando a la Iglesia y restándole credibilidad. No es casual que Chile, otrora un país eminentemente católico, tenga ahora el mismo nivel de catolicismo que el laico Uruguay.
Sería injusto enrostrarle a Francisco la responsabilidad de todo el problema o que todos los curas buenos paguen por un puñado de corruptos. Es inobjetable que sobre la pederastia, Francisco hizo en pocos años mucho más que Benedicto XVI y Juan Pablo II en décadas. Reforzó la política de tolerancia cero de su antecesor, reformó el Código Penal imponiendo un castigo de 12 años a los pedófilos y corruptos, arrojó a muchos abusadores a la justicia ordinaria, pidió a sus obispos vender propiedades para reparar a las víctimas y por primera vez en la historia hizo que el Vaticano se siente en el banquillo de los acusados de la Comisión de los Derechos del Niño de Naciones Unidas.
Más allá de la pederastia, Francisco tuvo otros gestos importantes. Empoderó a los mapuches en su reclamo ancestral, aunque les reprochó por sus formas. “La violencia vuelve mentirosa la causa más justa”, gritó. Al gobierno también le regañó por acuerdos incumplidos, hechos a los que calificó de otra forma de violencia, esa que “frustra la esperanza”. Un mensaje que también muchos creyeron le envió al gobierno de Venezuela por sus negociaciones manipuladas y estériles con la oposición.
Otro gesto que no pasó inadvertido en su vigésimo segundo viaje por el mundo, fue su todavía ausencia en Argentina. Dicen que seguirá esquivo hasta tanto su visita no sea sinónimo de unidad entre peronistas y oficialistas. Pero el argumento no convence, desde que Francisco ya ha dado muestras de saber cómo ayudar a que se superen las grietas, como la enorme que achicó entre Barack Obama y los hermanos Castro.
Algunos lamentan que siga muy distraído sobre la corrupción rampante registrada durante los 12 años de gobierno kirchnerista. Creen que sus gestos de mayor amabilidad hacia ese sector que al gobierno de Mauricio Macri, no se compadecen con su prédica contra la corrupción, a la que calificó como el anticristo y un delito que no tiene perdón: “Pecadores sí, corruptos no”, sentenció sin dejar dudas.

Francisco todavía goza de la confianza para reformar y limpiar la Iglesia. Pero cada vez necesitará – y se le exigirá – acompañar sus gestos con acciones más contundentes. trottiart@gmail.com

enero 20, 2014

El mayor reto de Francisco

Desde que fue elegido al trono de Pedro, el papa Francisco no dejó nada al azar, ni siquiera los problemas más complejos por los que renunció Benedicto XVI.

Con firmeza comenzó a limpiar las finanzas del banco del Vaticano, destituyendo a cardenales corruptos; con misericordia redefinió el pecado con aquella frase “¿Quién soy yo para jugarles?”, amparando a homosexuales, divorciados y mujeres empujadas al aborto; y con determinación renovó la misión católica con obispos de a pie, recreando una Iglesia humilde y misionera, tal el legado de Cristo y sus apóstoles.

Por esa mezcla de seguridad y jovialidad, donde convergen los espíritus de la Madre Teresa y Juan Pablo II, la prestigiosa revista Time lo valoró como la persona del año en 2013, argumentando que le bastaron menos de nueve meses para posicionarse como líder mundial y que la Iglesia recobre la confianza de fieles y no católicos.

A pesar de sus logros y confianza acumulada, Francisco tiene un gran reto por delante, que nada tiene que ver con temas doctrinarios y morales como el celibato, la ordenación de la mujer o la manipulación de las células madres, sino con cuestiones más carnales y de índole criminal, como el abuso de menores.

El jueves, por primera vez en la historia, el Vaticano debió sentarse en Ginebra en el banquillo de los acusados ante la Comisión de los Derechos del Niño de Naciones Unidas. Debió responder por decenas de miles de casos de abusos infantiles, a manos de curas pedófilos, cuyos crímenes, perpetrados en parroquias, escuelas y orfanatos, quedaron en la impunidad encubiertos por la jerarquía eclesial.

Los crímenes de este tipo no son nuevos en la Iglesia, lo único nuevo es la decisión para combatirlos. El papa emérito, Joseph Ratzinger, fue el primero en tomar al toro por los cuernos. Declaró tolerancia cero contra esos delitos, convocó un simposio, publicó una guía interna anti abusos y pidió a los obispos que denuncien a los pederastas ante la justicia ordinaria.

Francisco le siguió determinado. En julio de 2013, creo un reglamento jurídico del Vaticano endureciendo las penas para casos de abusos y en diciembre anunció la creación de una comisión para luchar contra la pederastia, con el objetivo de que la Iglesia jamás vuelva a mirar hacia otro lado.

Sean O’Malley, cardenal de Boston, y miembro del grupo de ocho cardenales asesores directos de Francisco, explicó que los próximos sacerdotes y religiosos que trabajarán con niños deberán tener antecedentes legales y psiquiátricos intachables. Este cardenal, que tuvo la misión de limpiar de pederastas a tres diócesis estadounidenses, vendiendo edificios para pagar indemnizaciones a las víctimas, sentenció que se tratará a los pederastas como lo que son, criminales, poniéndolos a disposición de la justicia ordinaria y no en manos de sus autoridades.

Hasta ahí la Iglesia parece transitar el camino correcto. Sin embargo, lo que miles de víctimas reclamaron este jueves en Ginebra es que el Vaticano deje de hablar y comience a hacer, que resuelva el pasado y que no permita que sus autoridades continúen protegiendo a criminales como si se tratara de simples pecadores.

Aunque se ponderó la actitud comprometida de la Iglesia de participar de la reunión, víctimas y organizaciones de derechos humanos denostaron que los obispos representantes, Silvano Tomasi y Charles Scilcluna, respondieran con evasivas. Que no dieran cifras sobre abusos denunciados, que no hagan responsable al Vaticano por el encubrimiento y que opten por la consabida respuesta de que Roma no es responsable por sacerdotes y obispos, quienes, como cualquier ciudadano, deben responder por sus acciones ante la justicia de sus respectivos países.

Puede que la respuesta sea correcta, política y legal, pero ni es adecuada ni coherente con la misericordia manifestada por Francisco, a quien en este terreno fangoso, se le pide justicia y castigos concretos. Existe sed de justica por los delitos anteriores y Francisco debe buscar la forma de apagarla.

Como en cualquier disciplina, la Iglesia nunca estará exenta de delincuentes y corruptos, pero no puede omitir su responsabilidad, debe actuar. La percepción de impunidad, ya sea judicial o eclesiástica, es la peor enemiga de Francisco y su mayor reto.

marzo 07, 2013

Las tareas del nuevo papa


Pronto habrá humo blanco. No debería importar que el nuevo papa sea joven o viejo; italiano, austríaco o latinoamericano; pero que tenga la firmeza de Cristo para echar a la escoria de la Iglesia y la convicción para reformarla.

La “suciedad” a la que refería el ahora Papa Emérito, todavía está enquistada en la cúspide y en la base de la curia. Los VatiLeaks confirmaron cuán sucias e intrigantes son las finanzas del Vaticano; y las denuncias de víctimas de abusos, cuán esparcida está la pederastia en muchas diócesis del mundo.

El encubrimiento de estos crímenes por la jerarquía de la Iglesia, muestra el trabajo colosal que enfrentará el próximo Pontífice para derrotar la opacidad y reconquistar la credibilidad de los fieles. Una tarea de “tolerancia cero” contra los corruptos, que Benedicto XVI dejó inconclusa cuando su físico y espíritu le dijeron basta.

Ojalá que en el nuevo papa confluyan la espiritualidad pragmática de Juan Pablo II y la intelectualidad teológica de Benedicto XVI, pero también un carácter más progresista y reformista que sus antecesores no tuvieron. La Iglesia no solo necesita salir de esta crisis, sino ir más lejos. Así como con el Concilio Vaticano II, se hizo más terrenal y optó por los pobres, ahora la Iglesia necesita ser más incluyente y misericordiosa.

Acabar con la discriminación de la mujer a la vocación del sacerdocio y la imposición del celibato, son temas urgentes que no comprometen la moralidad cristiana como otros referidos a la eutanasia, el aborto o la manipulación de las células madres. En lo pragmático, resolverían la división entre católicos ortodoxos y liberales, la escasez de vocaciones y ayudarían a cambiar una cultura oscurantista que ha sido cultivo para los abusos sexuales.
La abolición del celibato obligatorio – y que sea solo una opción - es tema de vieja data y recurrente. Como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y como papa, Benedicto XVI mostró su oposición. Sin embargo, cuando enseñaba Teología en su Alemania natal, Joseph Ratzinger, firmó en 1970 un documento con otros sacerdotes, en el que pidió a la Conferencia Episcopal de su país, una revisión urgente de la regla del celibato.

Días atrás, antes de renunciar a participar del cónclave de cardenales en el Vaticano por denuncias de conducta sexual inapropiada, el cardenal de Escocia, Keith O’Brien, también defendió que los curas “puedan casarse y tener familia”, lo que describió como compatible y beneficioso para la vida pastoral.

En caso que el nuevo pontífice abrace una reforma, no creo que el papa emérito se interponga, como algunos predicen. Benedicto XVI comprometió obediencia incondicional a su sucesor, siempre se mostró ajeno al poder y sabe que son otros los temas mundanos y graves con los que “el diablo ensucia la obra de Dios”.

Por esas suciedades justamente renunció, en plena libertad, sabiendo que ya estaba débil y viejo, y consciente de que se necesita fortaleza física y espiritual para afrontarlas. No por nada los escándalos sexuales y financieros se intensificaron durante la convalecencia de Juan Pablo II.

Ahora el papa emérito tendrá un merecido descanso, recompensado por una vida de meditación que ama, después de haber lidiado con muchas tempestades y durante las cuales creyó que “el Señor parecía dormir”.

Su legado es grande. Como uno de los teólogos más sabios, dejó enseñanzas y liderazgo, rematadas en clases magistrales de catecismo y en tres encíclicas papales sobre la esperanza, la caridad y el amor, quedándole en el tintero otro sobre la fe. Y con su reciente tríptico “Jesús de Nazaret”, concluyó una misión literaria de más de 65 libros sobre fe y dogma cristianos.

Su obra más generosa, sin embargo, no fue mística ni espiritual, sino pragmática y burocrática. Tomó al diablo por la cola, reconoció pecados y delitos de la curia, exigió investigaciones internas, demandó justicia ordinaria y, en especial, hizo que la Iglesia se asumiera piadosa y caritativa con las víctimas.

Benedicto XVI también fue débil para castigar, de ahí su pedido de perdón. Sin embargo, se debe reconocer que fue mucho más que un papa de transición, alguien que sacudió a la Iglesia y la hizo más transparente, una puesta a punto para que un nuevo líder abrace la tarea de reformarla y modernizarla. 

febrero 28, 2013

Benedicto XVI: El día más esperado


Finalmente llegó el día que desde el 11 de febrero cuando anunció su despedida era el que más valoraba. Quería dejar a un nuevo cónclave de cardenales elegir a su sucesor, después de confesar en latín que las fuerzas físicas y de espíritu le flaqueaban y que no podía seguir en frente de la barca de la Iglesia.

Muchos consideran que las denuncias por corrupción dentro del Vaticano fueron las que lo alejaron del trono de San Pedro, pero él siempre dijo que hizo su elección a plena conciencia y en libertad. La artritis, un marcapaso con pila nueva y los achaques de los casi 85 años, le hicieron valorar que su misión inconclusa para arreglar la Iglesia por el tema de la pederastia y los escándalos financieros del banco del Vaticano, demandarían mayores fuerzas y más tiempo. Prefirió guardar sus fuerzas y sus últimos años para acompañar a la Iglesia con lo que más sabe hacer este cura de profunda intelectualidad: orar y meditar sobre Dios.

A esta hora Benedicto XVI, pronto a convertirse en Papa Emérito, ya se despidió de los cardenales, a quienes les prometió que el próximo Papa tendrá su incondicional apoyo. En pocas horas ya estará en la residencia de Castel Gandolfo para su despedida final, y la Iglesia tendrá que aprender a vivir con una experiencia que no se repetía desde hace más de siete siglos.

Muchos auguran una fastidiosa relación entre el nuevo Papa y éste ya casi Emérito. Pero Benedicto XVI ya dio probadas muestras del papel que tuvo como autoridad de la Congregación de la Fe, siendo el apoyo más incondicional que tuvo Juan Pablo II. 
Benedicto XVI cumplió como líder de la Iglesia pero fue un puesto que no deseaba. Se trata de un personaje que no quiso el poder por el poder mismo, hubiera preferido estar detrás del trono, siendo el asesor de la Fe cristiana y el guardián de su conocimiento, en lugar de dedicarse a las tareas burocráticas que demanda el liderazgo administrativo.

Sin dudas, Benedicto XVI vuelve ahora a su primer amor, al liderazgo espiritual, al contenido, al estudio, a escribir, a pensar, y a seguir repensando su obra literaria y las tres encíclicas que nos regaló en poco más de siete años de papado.

Benedicto XVI obligado a asumir el liderazgo de la Iglesia nos regaló años inigualables en los cuales debió remar contra la corriente y donde a veces desesperó porque Dios parecía estar durmiendo como confesó. Su generosidad seguramente estará recompensada por el sosiego de una vida interior que ama.

febrero 22, 2013

Escándalos reales y papales


Finalmente el New York Times publicó en su portada el escándalo de Iñaki Urdangarin, el yerno del Rey Juan Carlos, que también ahora salpica al monarca y a su familia. El Rey, que hasta hace poco se vio involucrado en otro escándalo personal que involucró polleras en su viaje de caza de elefantes por África, habría estado presionando a los medios españoles para que le bajen los decibeles a la investigación judicial contra su yerno.

Los medios españoles siempre han tratado de no hacer de su monarquía, lo que los medios ingleses hacen de la suya, habiéndole dado al Rey y a su familia un período de muchas décadas de gracia en la que inexplicablemente se respetó la privacidad. Pero para todos es sabido que el  Rey no solo ama los deportes, la velocidad, navegar, sino a otras mujeres más allá de la reina Sofía.

Pero este escándalo de Urdangarin llega en momentos que los españoles han descubierto que España también es una republiqueta bananera, llena de corrupción por doquier, lo que aumenta aún más la presión sobre el monarca y por lo que muchos pensarán si el Rey y la monarquía - que han construido y vivido por su reputación de haber resguardado la democracia - es todavía viable.

Pero la gravedad del escándalo real de beneficiar a Urdangarin con las conexiones de sangre azul, parece una nimiedad al lado de la bataola en el Vaticano y la renuncia de Benedicto XVI, que obedecería, no solo a la salud frágil del Pontífice, sino a un informe interno que fue filtrado el año pasado. En ese reporte que luego fue parte de VatiLeaks o mails filtrados a la prensa, no solo se habla de la corrupción económica de la jerarquía, de encubrimiento de curas pederastas en todas partes del mundo, sino también de una red de prostitución de hombres jóvenes, entre ellos seminaristas e inmigrantes indocumentados, para saciar los apetitos de algunos obispos en Roma.

Cuando uno mira en perspectiva aquellas intrigas palaciegas, corrupción y asesinatos dentro del Vaticano caracterizadas en la película Ángeles y Demonios o el Código da Vinci, se da cuenta que la realidad ha superado ampliamente a la ficción y merece que toda esa basura sea limpiada como alguna vez dijo Benedicto XVI. Es de esperar, tal como sus promesas, que esto no quede en escándalos morales y haya solo penitencias para los involucrados, sino que los responsables terminen en manos de la justicia ordinaria y en la eventual cárcel.  

abril 04, 2012

¿Qué pasó después de la visita del Papa?

Algo pasó en Cuba luego de la visita del Papa Benedicto XVI la semana pasada, porque en lugar de reinar la paz para aquellos que disienten del régimen lo que les ha tocado son palos, tubazos y pura represión de parte de la Seguridad del Estado.

Con buen tino, la líder de las Damas de Blanco, Berta Soler, emitió un comunicado pidiendo ayuda a la comunidad internacional y denunciando la “ferocidad” desplegada por los agentes del gobierno para silenciar las voces de los disidentes.

Soler expresa en su comunicado que “durante los últimos meses el régimen de Raúl Castro ha incrementado las amenazas y los encarcelamientos arbitrarios contra nosotras y contra todos los que luchan por instaurar en nuestro país un gobierno democrático”.

“Pedimos la solidaridad internacional y a los primeros mandatarios de todos los países que condenen la ferocidad de un régimen que en sus últimos estertores, golpea, hostiga y encarcela sin piedad a indefensas mujeres y a defensores de los derechos humanos y la democracia”, agregó.

Según el diario El Nuevo Herald “la nueva ola represiva comenzó en las primeras horas del lunes y se extendió al martes. Se registraron violentos allanamientos de casas y confiscaciones sin órdenes judiciales, cortes de servicios telefónicos y actos de repudio. Los incidentes ocurrieron en Palma Soriano, Santiago de Cuba y Palmarito de Cauto”.

mayo 12, 2010

El Papa, justicia y perdón

La llegada del Papa Benedicto XVI y su discurso sobre el perdón, el arrepentimiento, la penitencia y la justicia no pudo ser más oportuno, y sirve para derribar las críticas de aquellos que pensaban que el Pontífice estaba involucrado en casos de encubrimiento de pederastia y para, de una buena vez por todas, dar un mensaje contundente a todos los obispos y curas sobre que ya no se tolerará más el delito. Los delincuentes, pederastas y pedófilos, deberán ser sometidos a la justicia ordinaria.

El mensaje del Papa es muy bueno porque es esclarecedor para aquellos que pensaban o decían que la Iglesia era injustamente perseguida por las denuncias públicas y mediáticas que se hacen. El Papa fue muy claro, aseverando que el abuso sexual perpetrado por sacerdotes y religiosos es la amenaza más grande que sufre la Iglesia Católica: la mayor persecución “nació de los pecados dentro” de la Iglesia y no por fuera.
“La Iglesia necesita reaprender profundamente la penitencia, aceptar la purificación, aprender el perdón, pero también la justicia”, dijo el Pontífice, esclareciendo lo que considero es lo más importante para distinguir entre tanta confusión: “El perdón no reemplaza a la justicia''.
Creo que esta es la gran diferencia que estableció el Papa. Marcó la diferencia entre el pecado y el delito.
El primero lleva a la actitud de la penitencia y la búsqueda del perdón misericordioso; mientras que al segundo se le impone la justicia y el castigo social. Ambos coinciden, empero, en que buscan – de maneras diferentes – el arrepentimiento y una conducta individual y social mejorada.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...