En una de las autovías de
Miami irrumpe una valla pública con un mensaje atípico para la celebración del
Día del Padre que se avecina: “Papá: ¿Qué le estás enseñando a tu hijo sobre
las chicas?”.
El mensaje busca crear
conciencia sobre un problema irresuelto y creciente en el mundo entero: El
machismo, una enfermedad corporizada en la discriminación de género, el abuso sexual,
la trata de jóvenes y niñas, la violencia doméstica y los feminicidios.
Implícitamente,
el cartel desnuda que se necesita más educación en el hogar, ante leyes y
castigos más severos que no están dando los resultados esperados en la lucha
contra el maltrato femenino.
Es cierto que el papel de la
mujer ha progresado en las últimas décadas. En América Latina ya es costumbre
lo que esta semana logró Hillary Clinton, de convertirse en la primera mujer en
EEUU que aspira a la Presidencia. Y seguramente una mujer ocupará en la
secretaría general de Naciones Unidas, ya sea Irina Bukova, directora de Unesco
o la canciller argentina, Susana Malcorra.
Pero también es verdad que
los abusos contra la mujer están en expansión. En las Fuerzas Armadas de EEUU
se registran más de 20 mil casos de abusos por año. El panorama es aún más
aterrador en las universidades. Una encuesta, entre 150 mil estudiantes, reveló
que el 23% de las alumnas fue abusada y el 10% violada. Dos factores agravan el
problema. Solo se denuncia el 28% de los casos y la aplicación de castigos minúsculos
desmorona cualquier estrategia. En estos días, un gran revuelo causó un juez
californiano que sentenció a un estudiante por violar a otra alumna en la
Universidad de Stanford. Aunque el delito contempla una pena de 14 años, el
juez, bajo el argumento de que la cárcel “tendría un impacto severo” sobre el
violador, lo condenó a solo seis meses.
En América Latina, además del
extendido, pero poco denunciado fenómeno del abuso sexual – se comete una
violación cada 11 minutos en Brasil - el mayor problema son los homicidios de
mujeres. Hasta hace poco, cuando no había estadísticas fiables o grupos de
derechos humanos enfocados en el tema, los feminicidios parecían limitados a Ciudad
Juárez y países centroamericanos.
Al contrario de lo esperado,
los feminicidios están aumentando. Guatemala, con 846 casos en 2015, encabeza
la lista mundial, seguido por El Salvador y Jamaica. En Argentina se
registraron 286 casos en un año, entre ellos, el de tres de niñas de 12 años en
mayo, lo que provocó una ola de rabia que empoderó las protestas en todo el
país bajo la etiqueta #NiUnaMenos. La misma indignación se sintió en Brasil,
provocada por la violación de una joven de 16 años, cuyos 33 violadores se
ensañaron subiendo fotos de la víctima a las redes sociales.
La denuncia del #NiUnaMenos dio
voz a las víctimas, situó el debate público e incentivó nuevas soluciones. En el
subte de Buenos Aires se quieren instalar vagones solo para mujeres, como
existen en Río de Janeiro, Ciudad de México y Tokio. En muchos países se han
creado botones y silbatos de alerta, así como policías y juzgados
especializados que apliquen los castigos más severos que se consiguió
introducir en los códigos. En México se aumentó a 60 años el castigo por
feminicidio, en Colombia a 50, en Brasil a 30 y en Chile puede llegar a cadena
perpetua.
Pero el tema no pasa por la
tipificación más severa de los castigos, sino que se apliquen. En Ciudad de México
donde el gobierno incentiva a las mujeres a que “tu denuncia es tu mejor
defensa; hazte escuchar”, el grupo femenino Estereotipas cuestiona la
efectividad y que todo haya quedado en eslóganes bonitos. Con la etiqueta #YoDenuncioY, reclama que las denuncias caen en
saco roto, y la incompetencia de la policía y autoridades a la hora de lidiar con
el problema.
El tema es complejo y de
proporciones. Los remedios no dan resultados, aunque igualmente se hace necesario
ir creando todo el andamiaje legal, judicial y educativo que en algún momento
permitirá combatir con más eficiencia el maltrato, después de que se alineen
los recursos profesionales y económicos con la voluntad política.
Mientras tanto, tal como lo
provoca el “regalo” en la valla en Miami, no todo es tarea del gobierno. El
remedio contra la estigmatización de la mujer y el machismo debe empezar por
casa, con el ejemplo. trottiart@gmail.com