Todos los mundiales desnudan
al periodismo de tribuna. Esa prensa deportiva exitista y emocional; de crítica
despiadada o alabanza exagerada, según los resultados del momento.
Algunos la tildan de prensa
exigente, justificándola en países en los que la historia futbolística demanda
resultados positivos. Pero la falta de rigurosidad informativa y la abundancia
de opiniones estentóreas y parcializadas, la convierten en una prensa de
barricada. Con sus relatores y comentaristas infalibles y panelistas que
argumentan todos a la vez, esta prensa no se distingue de aquellos fanáticos
que despotrican eufóricos en redes sociales o charlas de café.
Hay que reconocer que
también existe una mayoría de profesionales excelentes en el periodismo
deportivo, pero penosamente los rimbombantes hacen ruido y se notan más y están
en todos lados, en Alemania, Argentina, México o Senegal. Bajan y suben
técnicos y jugadores, inventan historias, hacen futurología, presagian
resultados ya sea si Messi se tapa la cara antes del himno o si Griezmann no
canta la bella Marsellesa.
Sería ingenuo pensar que
esta prensa de arenga y sensacionalista no tiene público. La opinión gusta, más
si se acomoda a la de uno. Arrastra pasiones y seguidores. Pero también genera
víctimas y presiones. Messi, el mejor del mundo, fue siempre chivo expiatorio
de cada derrota. En este Mundial no fue la excepción, el penal errado ante
Islandia y su inefectividad ante Croacia reabrieron la grieta enorme que había
cerrado en Quito con un hat trick y
la clasificación mundialista.
Tras la derrota con Croacia,
gran parte del periodismo deportivo argentino armó conjeturas, descubrió
conspiraciones y deslealtades, repasó las relaciones entre esposas y jugadores,
entre estos y el técnico y entre este y los dirigentes de la oscura AFA. Hasta
un programa televisivo abrió con un minuto de silencio simbolizando la
defunción de la selección. Luego, como en montaña rusa, el periodismo reavivó
elogios por el pase a octavos de final. Los mismos que desaparecerán con otro
resultado adverso y la consiguiente catarata de críticas y cobro de facturas
pasadas, entre ellas, las tres finales perdidas.
No es fácil confrontar a un
periodismo que no perdona ni pide perdón. Messi hastiado, así como cuando en la
Copa América decretó el apagón informativo de su selección en represalia por
historias inventadas, esta vez fue menos apocalíptico, pero igual de
contundente: Al triunfo ante Nigeria se lo dedicó a “la gente que no se dejó
llenar la cabeza por boludeces”.
Nadie espera que la prensa
deportiva sea moralista, balanceada y neutral, pero no se debería olvidar de
los valores profesionales informativos, entre ellos el respeto. Lamentablemente
la opinión ha invadido todos los géneros del periodismo deportivo haciéndolo
superficial, lo que no le ha permitido descubrir grandes temas que pasaron
inadvertidos bajo sus narices, como el FIFAgate y la maraña de sobornos por las
que Rusia y Qatar obtuvieron sus sedes mundialistas.
Es cierto que en poco tiempo
el periodismo debe prestar atención a miles de detalles deportivos y
extradeportivos, en especial en un Mundial con tantas sorpresas, detalles
bizarros y hasta fake news, como la muerte de Diego Maradona que él mismo desmintió
y por lo que ofreció una jugosa recompensa para encontrar al responsable del
rumor.
En lo deportivo hubo que
digerir que la campeona Alemania se fuera en primera ronda, que Japón haya
pasado por fair play, que España
echara a su técnico horas antes del puntapié inicial y a un flamante VAR que
puso a Rusia en la historia de los mundiales como el más más prolífico en
penales. En lo extradeportivo, están las multas de la FIFA por violencia y
cantos homofóbicos, los japoneses limpiando tribunas y la Hacienda española –
como sucedió en Brasil – recordándole a Messi y Ronaldo que son evasores, en
una oportunista y presunta intención por desequilibrarles de pies a cabeza.
Si la prensa deportiva
quiere ser considerada exigente, deberá ser menos pasional, más profunda,
neutral y tener cierto grado de compasión. El fútbol es pasión de multitudes…
para los fanáticos. Los periodistas, incluso los deportivos, están llamados a
ser desapasionados. Por sobre todo, tienen una profesión a la que deben cuidar
y respetar. trottiart@gmail.com