La brutal represión contra las marchas ciudadanas
convocadas por la oposición venezolana no es el único signo de autoritarismo de
Nicolás Maduro. Su actitud más antidemocrática es el llamado a sus partidarios y
milicias para concentrarse en contramarchas con el fin de neutralizar y
violentar las protestas en su contra.
Las contramarchas y milicias que Maduro lanza a las
calles no son ilegales, pero desnaturalizan los principios constitucionales que
demandan garantizar el derecho de protesta, ya sea el reclamo ciudadano para
que haya elecciones, que se le reintegren las potestades a la Asamblea
Legislativa y se liberen los presos políticos.
No hay leyes que prohíban a un gobierno organizar
marchas de auto apoyo. Sin embargo, configuran abusos de privilegio y poder. Es
que la virtud de una Constitución no es que obliga a un gobierno a garantizar las
libertades individuales y sociales, sino que le impone límites para que no pueda
pisotear esos derechos, como las libertades de reunión, asociación y de
expresión.
Los gobiernos
más autoritarios, aquellos que se creen Estado como el de Maduro, justifican la
propaganda y la movilización de masas como extensión legítima de su defensa, a
fin de reprimir a la oposición y la disidencia. Ese abuso de las contramarchas queda
desnudado por tres particularidades: Dilapida recursos públicos; utiliza
fuerzas de choque ilegales para generar caos y pánico; y criminaliza la
protesta, justificando así su necesidad de reprimirlas para mantener la paz y
el orden.
En el caso venezolano
esas características saltan a la vista. Obligó a los empleados públicos a participar
de las contramarchas y les advirtió que aquel que no participara perdería su
empleo, algo que el chavismo siempre atizó con listas negras de “traidores”.
Además, anunció que armaría a otros 500 mil milicianos, un grupo parapolicial
que causó varias muertes esta semana y en protestas anteriores.
Las milicias, más que una fuerza auxiliar de las
fuerzas de seguridad, son un grupo de choque pretoriano. Al igual que en otros
regímenes autoritarios y populistas, estas fuerzas, armadas por los gobiernos
para su interés partidario y no de la Nación, como los piqueteros del
kirchnerismo o los consejos del poder ciudadano en Nicaragua y Cuba, tienen el mandato
de controlar a la población, atemorizar, crear caos y validar una posterior
represión estatal. La historia latinoamericana está repleta de estos grupos de
civiles armados que terminaron como escuadrones de la muerte, traficantes de armas
y mercenarios a disposición de grupos de delincuentes y narcotraficantes. Vale
recordar, entre otros grupos, a las patrullas de autodefensa de Guatemala y los
paramilitares de Colombia que terminaron como temibles violadores de derechos
humanos.
Las contramarchas representan, además, un arma adicional
de propaganda, un esquema donde se insertan otras maniobras propagandísticas
como las cadenas nacionales obligatorias, utilizadas por Maduro y Rafael Correa,
durante las que propalan discursos kilométricos anti disidentes, que nada
tienen que ver con emergencias sociales, desastres naturales o problemas de
salud pública, únicas prerrogativas que autorizan las constituciones. Con este
tipo de abusos usados para arengar a las mayorías adictas, se olvida que la
prioridad de un gobierno en democracia es atender y respetar a las minorías.
Maduro con sus contramarchas y milicias podrá
estirar su gobierno reprimiendo, produciendo más autogolpes y haciendo llamados
inocuos a nuevos diálogos y promesas de elecciones que nunca cumplió. Saldrá a
denunciar todo tipo de conspiraciones e intentos de golpes de Estado
planificados por el imperialismo y la ultra derecha, y tratará de encontrar un
nuevo chivo expiatorio como años atrás, luego de protestas ensangrentadas, le
endilgó la responsabilidad de los muertos a Leopoldo López, a quien todavía hoy
mantiene prisionero.
Sin embargo, la sistemática represión, la criminalización
de la protesta y las milicias armadas no son un buen augurio para Maduro. Resiente
las fisuras en el poder militar, ese que él cree y jura que le otorga apoyo
condicional y eterno. El apoyo mermará con más represión, más muertos y con la
presión internacional cada vez más en ebullición. trottiart@gmail.com