Justicia tardía no es justicia reclamaba Séneca. A veces, sin embargo,
no importa la tardanza si llega para acabar con la impunidad, como sucedió en
América Latina, al poner punto final al terrorismo de Estado en épocas no democráticas.
Ocurrió de nuevo esta semana. La justicia que por 20 años no proveyó
el Estado de Colombia a los familiares del periodista asesinado Nelson
Carvajal, la terminó de administrar la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.
La sentencia de la Corte Interamericana condena a Colombia por
incumplir su deber en administrar justicia, a reparar a sus familiares y a
reabrir el caso. Mejor aún, sienta un precedente importante para que los
estados resuelvan cientos de crímenes impunes contra periodistas e incentiva
luchas contra la impunidad como la ejerce la Sociedad Interamericana de Prensa.
Nelson fue asesinado por descubrir la verdad y acabar con la corrupción
en Pitalito, un pueblo del interior colombiano, cuya población vivía
arrinconada entre la connivencia de políticos, empresarios y narcotraficantes.
Nelson pagó un alto precio por esa valentía. Recibía amenazas,
desprecio de los poderosos y le proponían jugosos sobornos para quedarse
callado. Nada lo atemorizaba. Todo lo denunciaba. Cuando una hermana le
advirtió que tuviera cuidado por informar sobre la construcción de viviendas de
mala calidad, Nelson contestó: “Más vale morir con dignidad que vivir
arrodillado ante los corruptos”.
Fue su última frase. Premonitoria. Al día siguiente, antes de poder
denunciar los hechos ante su micrófono, le pegaron siete disparos.
Todo hubiera podido terminar ahí, en ese tiroteo; sepultadas para
siempre su vida y reputación de periodista, maestro y concejal. Le hubieran homenajeado
en cada aniversario. Sin embargo, a la pesadilla por la muerte le siguió un
largo calvario que debieron transitar su esposa, hijos, padres, hermanas y
sobrinos.
Los Carvajal eran un clan familiar muy unido y con un orgullo
ciudadano altísimo en Pitalito, reputación moral que Nelson había construido con
cada denuncia sobre corrupción. Pero desde el mismo momento que sus hermanos se
arremolinaron ante el cadáver, se escucharon las primeras amenazas entre medio
del tumulto.
Desde entonces, las agresiones e intimidación contra los familiares se
multiplicaron, en especial cuando varios de ellos comenzaron a colaborar con la
justicia, aportando datos y acercando testigos a la Fiscalía. Las amenazas, las
llamadas de teléfono anónimas, las burlas y las coronas de muerto en la puerta,
les invitaban al silencio o a irse de Pitalito.
Entre 1999 y 2010, diez familiares tuvieron éxodo obligado. Salieron
al exilio en tres camadas, en coincidencia con las amenazas que se hacían
intolerables cada vez que sucedía algún movimiento en el caso judicial,
motivado, muchas veces, por las investigaciones y denuncias de la SIP. Un
fiscal fue asesinado y muchos abandonaron el caso ante amenazas.
Los Carvajal siguieron a los empujones tratando de rehacer sus vidas.
Perdieron su reputación y se acabaron sus almuerzos domingueros y celebraciones
cumpleañeras. Dejaron de ser familia. Abandonaron a sus amigos, sus trabajos,
sus colegas, su patrimonio y, peor aún, su identidad y sentido de patria. Se
sintieron a la deriva y abandonados por su propio país. No entendían su
infortunio.
La sentencia de la Corte no les devuelve a Nelson a los Carvajal, pero
sí mucho de todo lo que perdieron: dignidad y sentido de justicia. A Pitalito difícil
que regresen. Ya tienen raíces en otros lugares.
Horas posteriores al fallo, con Angelita Baeyens la abogada del Robert
Kennedy Group con quien litigamos el caso en agosto pasado ante la Corte
Interamericana en Costa Rica, hablamos por Skype con 19 familiares de Nelson,
con los del exilio y los de Colombia. En una hora expresamos, ellos y nosotros,
toda la emoción, la alegría y las frustraciones que acumulamos por tantos años,
dolorosos y lentos, desde que en la SIP abrazamos el caso de Nelson en 2002.
Cuando escuché a las hermanas de Nelson coincidir y al resto asentir, supe
que aunque la justicia tardó, trajo consuelo y esperanza de más justicia. “El
fallo reconoce el trabajo de Nelson, y honra su memoria y la voz de la prensa para
que no sea silenciada. El esfuerzo y el amor de Nelson por el Periodismo ha
quedado plasmado para siempre en esta sentencia”, dijeron Judith y Miriam
Carvajal. trottiart@gmail.com