sábado, 16 de abril de 2011

Lebron y Wade o Messi vs Ronaldo


Como todos los años a mediados de abril, este sábado comienzan los playoffs o las finales o la liguilla de la liga de básquet más espectacular del mundo. Lo único que me tiene mal hoy es que al mismo tiempo que debutarán los Heat de Miami (mejor dicho de James, Wade y Bosh) el Barza de Messi y el Real de Madrid jugarán a la misma hora. El control remoto será el rey, no vale grabar partidos, la emoción es al instante.

Difícil elección entre una gambeta o gol de la Pulga y una clavada de Lebron.

Fanático del Heat desde que llegué a Miami hace 18 años, este es el año más espectacular y soñado para que se alcen con la corona como en el 2006. El año pasado para esta época la única esperanza era pasar a la segunda ronda. Hoy las expectativas son hasta las finales, pero se sabe también que la cachetada puede interrumpir cualquier buen momento, ya que todos los equipos están llenos de estrellas, Garnet, Rose, Howard, Stoudemaire en el este y del otro lado Durant, Ginóbili, Kobe y Nowitsky, por solo nombrar al 10% de los estelares. Pero más allá de las estrellas se alzan como vedettes dos equipos que llegan de lo mejor parados gracias al trabajo de equipo y de sus técnicos: Bulls de Chicago y los Thunder de Oklahoma.

Miami Heat es el equipo odiado, al que todos abuchean después de que Lebron dijera en un programa exclusivo de ESPN a principios de temporada que llevaría su talento a South Beach. En esta relación con el público, uno bien sabe que los fanáticos odian por diversión de la misma forma que hacen lo contrario. De ahí se explica que Lebron sea el vendedor número uno de sus jerseys en los negocios de la NBA, habiendo sobrepasado por primera vez el marketing de Kobe. Tanto odio no se explica ¿verdad?

El partido de Heat vs Sixers parece fácil para los locales y como es el primero, no es tan atractivo como el duelo entre el Braza y el Real; entre la belleza de las piruetas e ingenio de Messi y el atletismo y frialdad de Ronaldo.

Mirar uno u otro: ¡qué dilema!  

jueves, 14 de abril de 2011

Sutilezas del poder y libertad de prensa


Los ataques de los gobiernos contra los periodistas y medios de comunicación son cada vez más ingeniosos y sutiles, pretendiéndose que no se perciban como embestidas contra la libertad de prensa, sino como ajustes de cuenta contra su poder e intereses económicos desmedidos.

Esto quedó desenmascarado en la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa que acaba de terminar en San Diego, California. Los informes de libertad de prensa, dan cuenta de gobiernos personalistas, entre ellos los de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina y Nicaragua, que comparten estrategias comunes destinadas a minimizar la credibilidad de la prensa y neutralizar las denuncias sobre corrupción.

Una táctica consiste en llevar a los medios al terreno fangoso de la política, como si fueran contrincantes electorales. Ahí, la retórica insolente les sirve a las autoridades para victimizarse y distraer la atención sobre sus obligaciones constitucionales: rendir cuentas, ser transparentes, permitir acceso a la información pública, respetar la disidencia y garantizar la libertad de prensa.

Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales, Cristina de Kirchner y Daniel Ortega, utilizan la misma fórmula del agravio en mítines y tribunas políticas, rehusándose al cara a cara de las conferencias de prensa o entrevistas. Usan espacios de propaganda que se auto asignan por ley en radios y televisoras independientes, que confiscan con la excusa del “interés nacional”, o en medios que compran con fondos del Estado o de los que se apropian mediante testaferros.

Sus ofensas no aportan pruebas. Pero las exigen a los medios con juicios millonarios o con consecuencias carcelarias. En su táctica no es tan importante acusar a los periodistas de sus pasados golpistas o de sus presentes burgueses, como de repetir una y otra vez que traicionan al pueblo, a los intereses del gobierno o de la nación. En esa repetición propagandística, Correa, Chávez y Morales tienen éxito. A pesar de que los medios son perseguidos, maniatados y clausurados, y de que denuncian la corrupción del poder, están enfrentando una merma de su credibilidad en ciertos países, debido a estas campañas de desprestigio.

No solo la retórica es parte de la astucia gubernamental. También se crean legislaciones que permiten censurar contenidos periodísticos de una forma sutil. Ya no se trata de las burdas leyes de prensa de las dictaduras, sino de carácter general que al perseguir fines loables, con amplio respaldo popular, resulta difícil criticarlas o explicar que ocultan viles mecanismos de censura.

En Bolivia, por ejemplo, la aparente nobleza de una ley antirracista originada por Morales, conlleva fuertes restricciones, multas y penas de cárcel en contra de medios y periodistas por el solo hecho de reproducir declaraciones. En Ecuador, la consulta popular que promueve Correa, busca que el público avale un consejo gubernamental de vigilancia de la prensa, el que permitirá censurar contenidos y castigar penalmente a los infractores. En Nicaragua, una ley de Ortega castigaba con mayores sanciones a quienes divulgaran información sobre las víctimas de violencia contra las mujeres, que a los propios agresores. En Colombia, las penas son mayores sobre la divulgación de actos de discriminación por sexo o consumo de alcohol que sobre quienes violan la ley.

Otras formas de censura o que generan autocensura incluyen la discriminación mediante publicidad oficial, inspecciones impositivas recurrentes, restricciones al acceso de materiales importados de producción; y el peor, el uso de dádivas y pagos a periodistas, cibermilitantes y turbas para insultar y desprestigiar a  disidentes y opositores.

Lo más alarmante es que los gobiernos se copian estas estrategias desde hace años, y para ello usan fondos millonarios del Estado o los cheques en blanco que extiende Chávez. De ahí también el temor, que se sigan financiando y reproduciendo sus planes, como las flamantes leyes que Chávez creó a semejanza de los hermanos Castro, para limitar y bloquear los contenidos por internet, Facebook y Twitter.

Para contrarrestar estas sutilezas del poder, como se discutió en la SIP, es necesario seguir haciendo periodismo incisivo e investigativo. Pero más aún, educar al público, de que las embestidas contra la prensa, tienen la intención de reducir la habilidad de los ciudadanos a acceder y recibir información relevante y reveladora. Son ataques a la libertad de expresión, ataques contra todos.

Golpes y terroristas; todos malos


A pesar que las ideologías tiñen las apreciaciones de los observadores es bueno llamar a las cosas por su nombre. A la revuelta que tiró a Hugo Chávez del poder por unos cuantos días en abril de 2002, se le debe llamar golpe de Estado de la misma forma al que protagonizó él cuando fracasó diez años antes en el intento. Esa manía de festejar aquel y denostar el más reciente es inhumana. Los dos fueron golpes de Estado, tanto como aquel sobre el que Barack Obama no pidió perdón cuando hace poco visitó Chile y le recordó públicamente un periodista de la AP, sobre el involucramiento de la CIA en el golpe contra Salvador Allende.

Lo de Posada Carrilles, a pesar de que fue recibido como un héroe por algunos exiliados cubanos, tras ser absuelto en un tribunal de Texas - justo ahora que se está por celebrar este domingo los 50 años de Bahía de los Cochinos - no puede ser exonerado moralmente como si no hubiera practicado el terrorismo, a pesar de que él y muchos crean que el fin justifica los medios, es decir echar por la fuerza a Fidel Castro o poner una bomba en un hotel que terminó con la vida de un turista italiano. Es su fin, es un acto tan repudiable como el de Muamar al Kadafi de derribar un avión de Pan Am o de Osama Bin Laden de mandar a atacar objetivos estadounidenses.

Ni lo uno ni lo otro. A pesar de cada caso tenga por su envergadura, motivos y objetivos, atenuantes y agravantes, todo golpe de Estado es aborrecible, todo terrorista es execrable.

Todos merecemos mejor.
   

martes, 12 de abril de 2011

Censura indirecta


Parte 2 de un artículo publicado en Revista (Harvard review of Latin America - original en inglés, Edition Spring/Summer 2011)
Para hablar de libertad de prensa es necesario hablar de democracia. Ambas están estrechamente relacionadas. La calidad de una afecta a la otra. América Latina no es ajena a esta ecuación, ya que ambas disciplinas se desenvuelven en un contexto en el que persisten problemas estructurales e históricos.

La región ganó en democracia formal en los últimos 20 años, pero las instituciones son muy débiles y en muchos casos el Estado no logra resolver las necesidades de la gente. Los tres poderes del gobierno tienen los índices más bajos de credibilidad, pero hay otros datos que preocupan más. Los signos vitales de la democracia se están debilitando, como la independencia de los poderes, la transparencia de los procesos electorales y de participación ciudadana, así como el respeto por las instituciones, tal el caso de la prensa. Datos dados a conocer por el Freedom House a principios de 2011, avalan que la democracia ha retrocedido en 25 países del mundo, entre ellos tres de las Américas: Haití, México y Venezuela.

La falta de independencia de la Justicia, utilizada como instrumento político del poder en países como Bolivia, Nicaragua y Venezuela, es notable. A esto se suman gobiernos con sistemas muy presidencialistas y partidos políticos de oposición muy débiles.

Un 80% de la gente se siente desprotegida. Se vive en muchas ciudades en un clima permanente de inseguridad. El aumento del narcotráfico, del crimen organizado, de las pandillas juveniles y en muchos casos la corrupción de los propios gobiernos, especialmente las policías, como en Guatemala, Honduras y México, son parte del problema. En un reciente informe de Latinobarómetro se indica que Latinoamérica concentra el 27% de los homicidios, pero tiene sólo el 8% de la población mundial; y que una tercera parte de la población (200 millones) acusa haber sido víctima de algún tipo de delito.

Con excepciones como Chile, Costa Rica y Uruguay, América Latina sigue a la cabeza en índices de corrupción gubernamental en el mundo y con tendencia a crecer. Las multinacionales también contribuyeron, como IBM, Chevron o antes Chiquita, en casos que en su momento se relacionaron a Argentina, Ecuador y a países centroamericanos, respectivamente.

En materia educativa, los índices indican que la región está a la zaga. Aunque hay avances en alfabetización, como en Cuba, Brasil y Venezuela, los sistemas educativos no preparan a la fuerza laboral para competir en un mundo más globalizado. Producto de ello, el desempleo es tan alarmante como baja la producción; siendo un continente cuyas exportaciones dependen de materia prima, no de productos manufacturados.

La mayor exportación latinoamericana en todo caso, sigue siendo la de cerebros. La región sigue expulsando materia gris, mientras que persiste el problema de la migración interna, de migrantes del campo estableciéndose en zonas urbanas, lo que genera problemas de infraestructura, desarrollo y salud pública, y abriendo la brecha de la desigualdad, como sucede en Bolivia, Brasil y Nicaragua, entre otros países, donde la pobreza y el hambre siguen avanzando. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, existen 53 millones de subnutridos en América Latina. 


Periodismo en un contexto difícil


Parte 2 de un artículo publicado en Revista (Harvard review of Latin America - original en inglés, Edition Spring/Summer 2011)

Hacer periodismo en este contexto no es fácil. La prensa muchas veces sufre las consecuencias, a veces por su falta de profesionalización,  independencia, otras porque debe llenar el vacío que provoca la ausencia o debilidad de otras instituciones como los partidos políticos. También porque sus denuncias e investigaciones provocan represalias tanto de gobiernos como de sectores de poder y grupos al margen de la ley.

Más allá de las situaciones de censura directa contra la prensa, definidas por los atentados contra los medios de comunicación, las agresiones, asesinatos, secuestros, amenazas (23 periodistas fueron asesinados en 2010 en la región); por el encarcelamiento arbitrario de comunicadores independientes en Cuba y por las leyes de prensa que pretenden controlar los contenidos periodísticos, existen otras formas indirectas de control y censura que afectan el libre ejercicio del periodismo.

Todas estas censuras, ya sean directas o indirectas, tienen la intención de provocar la autocensura, que los medios y periodistas se silencien por temor a sufrir represalias.

Campañas de desprestigio

Muchos son los gobernantes que se jactan de que en sus países existe plena libertad de prensa. La presidenta argentina Cristina de Kirchner sostuvo en un mitin político reciente, que todos pueden decir lo que piensan y quieren en su país.

Pero esa es una verdad a medias. La libertad de prensa no solo implica el derecho a decir las cosas, sino a no ser molestado ni perseguido por hacerlo. Y ese no es el caso en la Argentina actual, tampoco el de Venezuela, Nicaragua, Ecuador o Bolivia, cuyos gobiernos, en forma sistemática, discriminan y toman represalias contra los medios y los periodistas críticos e independientes.

Los gobiernos comúnmente lo hacen a través de campañas sistemáticas de desprestigio para desacreditar a los periodistas y medios, calificándolos de estar al servicio de los golpes de Estado, como Hugo Chávez; o a favor de la burguesía, como Rafael Correa; o del imperialismo, como Evo Morales.

Por lo general, las medidas contra la prensa son groseras. Implican clausurar medios en Venezuela; acusar de terrorista a un periodista ecuatoriano por patear una granada lacrimógena hacia donde estaba el Presidente o acusar sin evidencia a ejecutivos de los diarios argentinos Clarín y La Nación por crímenes de lesa humanidad al haber comprado una fábrica de papel durante la dictadura.


En ocasiones no son medidas tan evidentes, sino sutiles, pero igualmente contundentes, dirigidas a corroer la salud económica del medio.