martes, 12 de abril de 2011

Periodismo en un contexto difícil


Parte 2 de un artículo publicado en Revista (Harvard review of Latin America - original en inglés, Edition Spring/Summer 2011)

Hacer periodismo en este contexto no es fácil. La prensa muchas veces sufre las consecuencias, a veces por su falta de profesionalización,  independencia, otras porque debe llenar el vacío que provoca la ausencia o debilidad de otras instituciones como los partidos políticos. También porque sus denuncias e investigaciones provocan represalias tanto de gobiernos como de sectores de poder y grupos al margen de la ley.

Más allá de las situaciones de censura directa contra la prensa, definidas por los atentados contra los medios de comunicación, las agresiones, asesinatos, secuestros, amenazas (23 periodistas fueron asesinados en 2010 en la región); por el encarcelamiento arbitrario de comunicadores independientes en Cuba y por las leyes de prensa que pretenden controlar los contenidos periodísticos, existen otras formas indirectas de control y censura que afectan el libre ejercicio del periodismo.

Todas estas censuras, ya sean directas o indirectas, tienen la intención de provocar la autocensura, que los medios y periodistas se silencien por temor a sufrir represalias.

Campañas de desprestigio

Muchos son los gobernantes que se jactan de que en sus países existe plena libertad de prensa. La presidenta argentina Cristina de Kirchner sostuvo en un mitin político reciente, que todos pueden decir lo que piensan y quieren en su país.

Pero esa es una verdad a medias. La libertad de prensa no solo implica el derecho a decir las cosas, sino a no ser molestado ni perseguido por hacerlo. Y ese no es el caso en la Argentina actual, tampoco el de Venezuela, Nicaragua, Ecuador o Bolivia, cuyos gobiernos, en forma sistemática, discriminan y toman represalias contra los medios y los periodistas críticos e independientes.

Los gobiernos comúnmente lo hacen a través de campañas sistemáticas de desprestigio para desacreditar a los periodistas y medios, calificándolos de estar al servicio de los golpes de Estado, como Hugo Chávez; o a favor de la burguesía, como Rafael Correa; o del imperialismo, como Evo Morales.

Por lo general, las medidas contra la prensa son groseras. Implican clausurar medios en Venezuela; acusar de terrorista a un periodista ecuatoriano por patear una granada lacrimógena hacia donde estaba el Presidente o acusar sin evidencia a ejecutivos de los diarios argentinos Clarín y La Nación por crímenes de lesa humanidad al haber comprado una fábrica de papel durante la dictadura.


En ocasiones no son medidas tan evidentes, sino sutiles, pero igualmente contundentes, dirigidas a corroer la salud económica del medio.

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