Fue una gran sorpresa la del Papa Benedicto XVI. Pese a todas las
teorías creadas a su alrededor, muchas de ellas conspirativas y otras por
escándalos dentro y provocados por miembros de la Iglesia, prefiero quedarme
con la figura de un buen Papa que, como dijo, se retira porque ya quedó sin
fuerza física para seguir conduciendo.
Este Papa no fue ni será recordado por el carisma que tenía Juan Pablo
II, pero tampoco se lo puede encasillar en un simple Papa de transición como se
lo encasilló cuando empezó hace ocho años.
Es uno de los papas más inteligentes, ha asentado doctrina como muy
pocos, que venía desarrollando desde la Congregación para la Doctrina de la Fe,
y ha bregado por la mejora y modernización de las comunicaciones electrónicas
de la Iglesia, acomodándose a los nuevos tiempos. No solo hace poco sorprendió
con su cuenta en Twitter, sino que desde hace tres años lanzó su arremetida
contra los curas para que e-vangelicen a través de redes sociales y el
internet.
Le tocó lidiar con los problemas graves de la Iglesia, quizá el peor
de la historia, el de la pederastia y lo hizo razonablemente bien y enfrentando
a los curas a la justicia secular. Se vio involucrado en los Vatileaks y todo
el escándalo financiero de una curia que se ha dejado tentar por aquello que en
los sermones detesta.
El ex cardenal Joseph, en sintonía con Paulo VI y Juan Pablo II que
calificaban a los medios de “dones de Dios”, entendió que es mejor no alterarse
ante los medios y las nuevas tecnologías, sino adaptarse a ellas y aprovecharlas
como herramientas para crear comunidad, frenar la emigración de feligreses a
religiones más modernas o permisivas y combatir lo que escasea: espiritualidad,
vocaciones sacerdotales y multitudes en misas.
Lo que nunca me gustó de él ni de otros, fue que
haya insistido en oponerse a la consagración sacerdotal de las mujeres y que
siga favoreciendo el celibato. Creo, sin embargo, que el tiempo pasará y estas cosas serán del
pasado como fueron otras doctrinas que la Iglesia debió cambiar con los
tiempos.
Este Papa más que de transición ha sido un buen
eslabón para que la Iglesia pueda retomar su rumbo más espiritual y alejado de
los negocios y pecados. Al menos ha puesto muchos puntos sobre las íes. A su
edad y sin la fortaleza, es un buen momento para dejar la Iglesia en alguien
más joven y dedicarse a un merecido descanso y consagrarse sus últimos días a
la oración.