sábado, 31 de marzo de 2012

Viernes Santo será feriado en Cuba

Luego de la visita de Benedicto XVI esta semana a Cuba, el gobierno de Raúl Castro accedió a declara feriado el Viernes Santo. El gobierno de Fidel Castro había hecho lo mismo en Navidad, luego de la visita de Juan Pablo II en 1998.

Son gestos importantes no fáciles de obtener de parte del gobierno cubano. Para aquellos que les gusta el sarcasmo, deben creer seguramente que en tan solo un par de décadas, el gobierno cubano accederá a todos los feriados de la Iglesia y hasta podría declarar día no laborable el 6 de enero.


Viernes Santo será feriado en Cuba, como pidió Benedicto XVI - Cuba - ElNuevoHerald.com

Prensa y Expresión: Como en la Guerra Fría

Prensa y Expresión: Como en la Guerra Fría: Cuba y EE.UU. están reviviendo décadas pasadas en que jugaban al intercambio de espías durante la Guerra Fría.  La diferencia es que entonce...

Como en la Guerra Fría

Cuba y EE.UU. están reviviendo décadas pasadas en que jugaban al intercambio de espías durante la Guerra Fría.  La diferencia es que entonces el jueguito lo hacían los servicios de inteligencia, en cambio ahora los episodios están enmascarados por las decisiones de los jueces.

Este viernes llegó a Cuba el espía cubano René González quien estuvo encerrado en cárceles de EE.UU. por 13 años condenado por espionaje contra la comunidad cubana en el exilio. Ahora en libertad condicional, una jueza federal de una corte en Miami, Joan Lenard, le otorgó el permiso de viajar por 15 días por cuestiones humanitarias para visitar a uno de sus hermanos, gravemente enfermo de cáncer pulmonar.

Es evidente que el permiso ha sido otorgado a González para conseguir un gesto similar de parte del gobierno cubano. El contratista estadounidense Alan Gross que fue condenado a 15 años de cárcel en Cuba en el 2011 por actos contra la seguridad nacional al haber regalado equipos de telecomunicaciones a la comunidad judía en la isla, acaba de pedirle al presidente Raúl Castro un permiso de salida para visitar a su madre de 90 años enferma.

Seguramente, se trata de un gesto calculado, de un cambio de espías. En vez de razones de Estado, esta vez se aplicó las siempre justificadas “razones humanitarias”.

Relaciones convenientes

RICARDO TROTTI: Cuba-Vaticano, relaciones convenientes - Opinión - ElNuevoHerald.com

jueves, 29 de marzo de 2012

Derecho a morir; deber de vivir

Dos enfermeros uruguayos se creyeron Dios. Mataron al menos a 16 ancianos con inyecciones de aire, morfina y calmantes, bajo el argumento de que aliviarían el sufrimiento de sus víctimas con una muerte buena y decorosa.

Pero como los pacientes no eran enfermos terminales, ni dieron su consentimiento ni hubo orden judicial de por medio, Ariel Acevedo y Marcelo Pereira cometieron homicidio, no eutanasia como argumentaron. Como otros “ángeles y doctores de la muerte” de la historia reciente, ya sea el español Joan Vila, el inglés Harold Shipman o los estadounidenses Jack Kevorkian y Peter Goodwin, los enfermeros uruguayos confundieron piedad con crueldad y, contrarios a su juramento, eligieron acelerar la muerte que prolongar la vida.

Más allá de la actitud criminal, este hecho nos enfrenta al eterno dilema de tener que adoptar posiciones sobre temas polémicos como la pena de muerte, el suicidio asistido, el aborto y la eutanasia que, pese a que pueden estar regulados por ley, gravitan con mayor peso en el campo de la moral.

Nuestros enfoques siempre están condicionados por la educación, las enseñanzas religiosas, las leyes, la presión social y nuestras experiencias. Quienes defienden la eutanasia, definida como la acción u omisión de un tratamiento médico para evitar que un paciente sufra, con su consentimiento o el de su familia, creen en el principio de la muerte digna sin sufrimientos y que la persona tiene la libertad para disponer de su vida.

Quienes están en contra, consideran el principio moral y religioso de que la vida es un don de Dios que no puede ser arrebatado por el ser humano. Piensan que sin la vida de los más vulnerables, discapacitados y enfermos terminales, la sociedad corre el riesgo de deshumanizarse y de justificar limpias raciales, genocidios y holocaustos.

En ese contexto, en la encíclica Evangelium Vitae de 1995, el Papa Juan Pablo II enseña sobre el valor de la vida ante la cultura de muerte, en la que enmarca especialmente a la eutanasia, el aborto y la manipulación de embriones, como acciones contrarias al mandamiento de “no matarás”. Agrega el Pontífice que la posibilidad de practicar la eutanasia “agudiza la tentación de resolver el problema del sufrimiento”, pudiendo cometerse muchos abusos, como ahora evidencia el caso de los “ángeles” uruguayos.

Este tipo de tentaciones sobre el tema de la muerte y la vida con dignidad lo he experimentado en relación a mi madre. Tiempo atrás, ella murió de esclerosis múltiple, una enfermedad devastadora que de a poco le conquistó hasta los músculos de los párpados y todo el aliento de su cuerpo. En mis últimas visitas, y ante tanto sufrimiento, me pregunté hasta el cansancio y con desconcierto, si la eutanasia directa no hubiera sido el alivio que ella y toda la familia merecía.

Mi padre, no obstante, se interpuso entre mis pensamientos. Cuidó ejemplarmente de ella por cinco larguísimos años y pese al dolor de ambos,  ayudó a que se entregue Dios y a que nadie le arrebate su derecho a morir en forma natural y con dignidad.

La enseñanza fue grande y se valora aún más cuando debemos enfrentar qué tipo de dignidad ofrecemos a nuestros más viejos. Es que el tema de la relación con la ancianidad no es fácil, y menos cuando debemos adoptar posiciones morales y prácticas mientras gozamos de salud y llevamos una vida activa. Muchas veces, aunque no sea de nuestra preferencia ni el ideal, las residencias geriátricas son el mejor lugar para que los ancianos puedan estar acompañados y recibir el tratamiento terapéutico y nutricional adecuado para mantenerse fuertes y vivir con decoro.

Cuando la semana pasada con mi hermano visitamos desde el exterior a mi padre, con la intención de rescatarlo de su soledad y de su decaimiento físico y anímico, reconocimos que de no ser por las visitas cotidianas de algunos de sus íntimos, su vida podría ser más tediosa e indigna y quedar al abandono de una terrible eutanasia interior.

Seguramente ahora mi padre, así como veló para que mi madre tuviera el derecho a morir a su lado y con dignidad, se impondrá la obligación y el ineludible deber de vivir.

miércoles, 28 de marzo de 2012

“Abajo el comunismo”

La frase sintetizó lo que sucede en Cuba: “¡Abajo el comunismo!”.

Lo dijo un manifestante durante la visita de Benedicto XVI, el que fue sacado de inmediato por agentes de Seguridad del Estado vestidos de civil. Fue golpeado hasta por una persona con un chaleco con la insignia de la Cruz Roja.

Digo que sintetizó lo que sucede en Cuba por lo siguiente. Tanto Raúl Castro, Fidel Castro como el Papa y el cardenal Wenski de Miami, coincidieron en criticar el marxismo en forma pública, pero ningún ciudadano, a quien los gobernantes y el espíritu de la Iglesia se deben, puede expresar lo que siente sin ser blanco de las represalias y la violencia.

El comunismo como cualquier otra forma de ismos autoritarios tiene esa visión del Estado y gobiernos todopoderosos que hasta puede jugar y maltratar el sentido de libertad del pueblo.

Ese grito que en cualquier lugar pasaría desapercibido y hasta podría despertar nostalgias románticas para algunos, en Cuba es un pecado capital, un signo de desobediencia y de desacato a una autoridad que siempre se ha sentido con la libertad para oprimir y castigar.

La represalia contra quien osó gritar abajo el comunismo refleja 53 años de ostracismo y de quitarle a cada ciudadano el derecho humano más elevado y fundamental incluso más que el de la vida, el de la libertad, así sea la de traslación, de asociación y de expresión.

No hay derecho humano más fundamental que el de la libertad y régimen más oscurantista que aquel que les prohíbe esa libertad a sus ciudadanos.

Nota aparte merece el dato, no menor, de que la paliza recibida por el gritón de la libertad fue de parte de un señor que vestía un chaleco con la insignia de la Cruz Roja, lo que implica la malversación de una representación, tan disparatada como la que años atrás critiqué en este blog, cuando algunos integrantes de las fuerzas colombianas que rescataron a Ingrid Betancourt se enmascararon con ese símbolo para perpetrar el rescate.