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diciembre 15, 2014

CIA, tortura y promoción democrática

En este espacio he criticado los programas para promover la democracia del gobierno de EEUU porque, pese a sus buenas intenciones por impulsar libertad en el mundo entero, cayó muchas veces en propaganda y en la imposición de estilos de vida mediante técnicas non sanctas.

El informe que el Senado de EEUU ofreció esta semana sobre los métodos de tortura que la Agencia Central de Inteligencia usó para obtener información de terroristas detenidos después de los atentados de “Setiembre 11”, forman parte de los abusos que se cometen en nombre de la seguridad y los intereses nacionales.

Así como los métodos violentos que en su historia la Iglesia Católica usó para evangelizar, EEUU cayó muchas veces presa de sus nacionalismos y fanatismos para imponer democracia. Promovió golpes de Estado, guerras y estrategias de espionaje, como los de la Agencia Nacional de Seguridad.

Las prácticas de tortura empleadas por la CIA de 2001 a 2009, aunque atenuadas por el presidente Barack Obama al explicar que se dieron en un contexto de pánico y con el fin de evitar otros atentados, no pueden dejar de condenarse. Se trata de una conducta brutal que pone en entredicho la cultura de libertad y democracia que pregona el país.

Pese a los hechos en sí, es importante registrar que la denuncia del Senado y la polémica desatada entre los poderes públicos, la ciudadanía y la comunidad internacional, han servido para mostrar la calidad del sistema democrático estadounidense que se ha construido sobre la base de la transparencia, la obligada rendición de cuentas al público por parte de quienes administran la cosa pública y la independencia de los poderes políticos.

Pocos países y gobiernos tienen esa vocación y tradición a favor de la crítica y la autocrítica. Muchos, más bien, terminan escudándose detrás de una cultura basada en el secreto. Obama resumió bien esa filosofía: “Una de las fortalezas que hace a EEUU excepcional, es nuestra voluntad de afrontar abiertamente nuestro pasado, encarar nuestras imperfecciones, hacer cambios y mejorar”.

La polémica y la conversación entre gobierno y ciudadanos sobre temas espinosos es parte de la idiosincrasia estadounidense. Todos reconocen que existen muchas imperfecciones – la lucha por la igualdad y el racismo sintetizan ese sentir – pero nadie sufre represalias oficiales por ejercer su derecho a hablar, opinar y criticar.

El informe del Senado y la respuesta que la CIA está preparando al público, demuestran la fortaleza de un sistema que prefiere saber la verdad y afrontar las consecuencias. Por ello mientras se daban a conocer las 500 de las 6.000 páginas del informe, el gobierno tomó precauciones ante posibles represalias en el mundo entero.

No hay que pecar de ingenuos. La transparencia no es automática. Muchas veces es inducida con fórceps, bien sea por la ley de acceso a la información pública que permite a los ciudadanos solicitar datos o por filtraciones e infidencias fortuitas. Entre estas, están las denuncias que hicieron Julian Assange y Edward Snowden o las que reveló el enigmático “garganta profunda” durante el escándalo de espionaje del caso Watergate que derivó en la renuncia del presidente Richard Nixon.

Lo importante es que para que haya verdadera transparencia siempre se necesitará una alta dosis de independencia entre poderes públicos. Este caso lo ejemplifica muy bien, ya que esa autonomía entre poderes provoca que existan contrapesos y controles entre un poder y el otro: Senado contra la CIA, Obama contra el Congreso o Departamento de Justicia contra Fiscalía.

La democracia se nutre de ese proceso de choque entre poderes; es cuando pasa de ser un principio abstracto a convertirse en una realidad concreta. Solo basta con pensar en el nivel de independencia que tienen los poderes públicos y si existen contrapesos, para medir la calidad democrática de un país.

El gobierno de EEUU no debería preocuparse por promover su sistema con métodos cuestionables o con un Hollywood cliché en que los buenos siempre llegan al final de la película imponiéndose entre aplausos, banderas y consignas nacionalistas. Simplemente necesita seguir demostrando que el respeto por la discusión pública y la independencia de poderes son ejemplos contundentes para promover democracia. 

agosto 29, 2013

Inteligencia: Negro presupuesto

Los servicios de inteligencia de EE.UU. no dejan de sorprender. El Washington Post acaba de dar esta tarde un panorama muy elocuente de los presupuestos del aparato de inteligencia estadounidense filtrado por Edward Snowden que sobrepasa toda imaginación. 52.6 mil millones de dólares conforman lo que calificaron el “presupuesto negro” o secreto para el año 2013, del que se tenía pocas referencias.

Algunas pildoritas remarcan el gigantesco aparato de inteligencia y contrainteligencia del país, según se desprende de la síntesis del presupuesto de 178 páginas. EE.UU. tiene 16 agencias de espionaje con un total de 107.035 empleados, (uno de cada cuatro labora en tareas de contrainteligencia) un aparato que si bien no tiene detalles año por año, viene creciendo desde los ataques de setiembre de 2011 contra las Torres Gemelas en Nueva York. Desde entonces, en algo más de una década, EE.UU. invirtió 500 mil millones en tareas de inteligencia.

El aparato de espionaje tiene cinco prioridades: Combatir el terrorismo; detener la proliferación de armas nucleares y no convencionales; informar a los líderes estadounidenses sobre aspectos críticos en otros países; defender al país del espionaje extranjero y conducir operaciones cibernéticas.

La CIA, pese a que era una agencia en baja debido a fallos de inteligencia que derivaron en la invasión de Irak en 2003, tiene un presupuesto de 14.7 mil millones de dólares para 2013, un 50% más del presupuesto para la Agencia Nacional de Seguridad (ANS). Un porcentaje alto de ese dinero es utilizado para operaciones cibernéticas de ataque.

Analizando las nuevas tareas que fue asumiendo la CIA, mediante ataques encubiertos, uso de drones, un programa de interrogación muy polémico y el establecimiento de una red de cárceles clandestinas, se explica que pasó de ser una agencia de espionaje a transformarse en una fuerza paramilitar. Explica que gran parte del presupuesto de la agencia es usado para entrenamiento de nuevo personal, habiendo pasado en una década de 17 mil a 21.575 empleados en la actualidad.

La ANS está investigando 4.000 casos de amenazas internas en los que podría involucrar la manipulación de información confidencial, tratandfo de encontrar a los próximos Bradley Manning o Snowden.

Las mayores tareas de contrainteligencia tienen a Cuba, además de Rusia, China, Corea del Norte, Irán e Israel, como a sus blancos más específicos.

El Washington Post explica que las agencias de espionaje descansan mucho de su trabajo en tecnología de punta. Da como ejemplo sistemas electrónicos de vigilancia en Corea del Norte e Irán que pueden detectar in situ lo que no se puede observar desde satélites.


También se especifica que la CIA gasta el 12 por ciento de su presupuesto, 1.700 millones, en tareas técnicas de recolección de datos.

noviembre 25, 2012

De Calígula a Petraus


Los escándalos sexuales siempre existieron, desde el incestuoso Calígula al pervertido Berlusconi y del infiel Clinton al torpe Petraus. Pero ahora tienen más impacto porque se conocen con facilidad y existe mayor conciencia sobre que las conductas impropias minan la credibilidad de las instituciones.
Por ello fue correcta la renuncia del encumbrado general David Petraus a la dirección de la CIA, tras una investigación del FBI que descubrió que mantenía una relación extramarital con su biógrafa, Paula Broadwell, una joven militar en retiro. La misma pesquisa reveló toda una trama que ni Hollywood podría igualar, que involucra a Broadwell hostigando por celos con Petraus a otra mujer, Jill Kelly, que a su vez mantenía comunicaciones “inapropiadas” con el general John Allen, a quien esta semana se le relevó como responsable del retiro de 68 mil soldados de Afganistán para el 2014.
En este retorcido y tragicómico cuadrilátero amoroso, no se habría vulnerado la seguridad nacional, según explicó el presidente Barack Obama el miércoles, pese a que el FBI sigue investigando más de 30 mil páginas de correos entre los generales y las mujeres.
Más allá de si la joven Broadwell tenía información clasificada o acceso privilegiado que hubiera puesto en riesgo la seguridad nacional o de si se aplicará el Código Militar que castiga con degradación y prisión de un año el delito de adulterio, quedó en evidencia que las fuerzas armadas son más eficientes en lidiar con el enemigo en campos de batalla que en asuntos internos. De ahí que el ministro de Defensa, León Panetta, como ocurrió cuando explotó el escándalo entre miembros del servicio secreto estadounidense y prostitutas en Cartagena, haya solicitado una revisión de la instrucción sobre ética y buen comportamiento que reciben los oficiales.
En algunos países se observa con cierta incredulidad que una relación extramarital pueda derrumbar la carrera de Petraus, así como la de muchos políticos estadounidenses, considerándose que se trata de hechos de índole privada. Sin embargo, esta política de “tolerancia cero”, de algo más de dos décadas, está basada en que se espera que quien elige o acepta el servicio público, también asume la responsabilidad de respetar estándares de honestidad e integridad, a sabiendas que la conducta individual difícilmente puede dividirse entre lo público y lo privado.
De ahí el mérito de algunas preguntas: ¿Puede un funcionario ser honesto o dar la apariencia de que lo será, si se le descubre robando un reloj de una tienda? ¿O manejando en estado de embriaguez o no pagando sus impuestos? ¿O manteniendo una relación extramarital o acosando sexualmente a otra persona?
Las conductas personales de los funcionarios repercuten en la pérdida de confianza que el público ha depositado en ellos. De ahí que algo impropio, moral o legal, merma la credibilidad de la función, como sucedió con el italiano Silvio Berlusconi o el francés Dominique Straus-Khan. Situación similar que por estos días vive la cadena pública inglesa BBC, que está perdiendo el brillo de su prestigio, porque le resulta difícil explicar por qué no investigó que su ahora fallecido conductor estrella, Jimmy Savile, era un pederasta consumado, sobre quien pesan más de 300 denuncias de mujeres a quienes habría abusado cuando eran menores de edad, incluso en su propia oficina.
Se trata de un nuevo mazazo contra la credibilidad de la prensa inglesa que todavía no cicatrizó las heridas que le dejaran periodistas y directivos del desaparecido News of the World de Rupert Murdoch, muchos ahora en prisión por haber interceptado llamadas telefónicas de políticos y celebridades.
En cuanto a Panetta, es correcta la decisión de fomentar una mayor ética entre los altos mandos militares. Pero el riesgo es que este escándalo de Petraus sepulte vergüenzas aún mayores y todavía irresueltas. El Pentágono estableció que en un año se registraron 3.192 denuncias de abuso sexual en las fuerzas armadas, y que 1 de cada 3 mujeres militares ha sido asaltada sexualmente. Si se considera que las mujeres representan el 14.5% de una fuerza de 1.4 millones de personas, se trata de un problema mucho más grave que resolver que esta trama de infidelidades y probables fisuras en la seguridad nacional. 

noviembre 15, 2012

Ni triunfadores ni vencidos


Comparto con ustedes la columna del fin de semana pasado sobre las elecciones que parecieran que hubieran quedado en el pasado pretérito, dada las últimas instancias que sacuden a la opinión pública estadounidense en estos días, tras la renuncia a la CIA del general David Petraus y las implicaciones de sus relaciones premaritales.

Esta es mi columna sobre la victoria de Obama y la derrota de Romney:

La división en partes iguales del electorado estadounidense demanda moderación y humildad. Ni el inquilino de la Casa Blanca ni la mayoría republicana elegida para la Cámara de Diputados pueden sentirse triunfalistas. El llamado de los electores, incluido el 42% que no salió a votar, invita a demócratas y republicanos a la reconciliación.
No será fácil. Ninguno de los dos partidos querrá traicionar la confianza electoral de sus constituyentes. Pero si para diciembre no logran consenso sobre cómo resolver el abismo fiscal, sanear cuentas fiscales y que los 23 millones de desempleados empiecen a tener esperanza, corren el riesgo de impulsar otra recesión económica y mayor desconfianza en Washington.
Pese al triunfalismo mostrado en los medios de comunicación y las redes sociales, Barack Obama ganó pero no puede sentirse triunfador. Sacó menos votos que en 2008 cuando obtuvo más de 69 millones. Los republicanos no deben sentirse vencidos, en los estados que decidieron la contienda, como Ohio, Virginia y Florida, el margen de diferencia fue mínimo, casi del uno por ciento. Además, es normal que un presidente gane la relección; Obama es el noveno en lograrlo en los últimos 100 años, salvo excepciones más recientes como el demócrata Jimmy Carter y el republicano George Bush padre.
Del otro lado de la moneda, es importante observar que con más de 60 millones de votos, Obama ganó con más de lo que preveía. Mientras que Mitt Romney con casi 58 millones de votos, obtuvo un millón menos que John McCain en 2008. Y eso que McCain tenía enormes desventajas en comparación. Tuvo que defender dos guerras y una economía en picada que heredaba de George Bush hijo y no consiguió recaudar dinero para la contienda electoral.
Obama y Romney también perdieron juntos. La masiva concurrencia mostrada en imágenes de largas filas frente a las urnas, fue una ilusión óptica o producto de una mejor cobertura televisiva. Solo un 58 por ciento acudió a votar, cuatro puntos menos que en 2008 y dos menos que en 2004. La falta de movilización contrasta con una campaña electoral que, para todos los cargos en disputa, fue la más cara de la historia y del mundo, con un monto superior a los seis billones de dólares.
También perdió aquella frase de “Es la economía, estúpido” que definía las elecciones. Romney se aferró a criticar los yerros económicos de los primeros cuatro años de Obama, mientras que Obama logró esquivar el bulto castigando al extremismo de los republicanos más conservadores, imponiendo en la agenda temas como el aborto, los anticonceptivos, la inmigración, los matrimonios entre personas del mismo sexo, la salud pública y la legalización de las drogas.
Gracias a esos temas, el país todo es el que ganó. El mensaje es que el bolsillo no es lo único que importa, también el capital social. Eso quedó espejado en el nuevo Congreso que asumirá en enero, que a réplica de la demografía actual, contará con la mayor cantidad de mujeres y de hispanos de la historia. Habrá 20 mujeres en el Senado y 77 en la Cámara de Diputados. Los latinos tendrán 28 diputados y tres senadores y, además, los afroamericanos tendrán 43 legisladores y los asiático-americanos, 10. Cinco homosexuales y una congresista bisexual, también serán de la partida.
Los izquierdistas del mundo tampoco deben apoderarse de triunfalismo con Obama. La diferencia entre demócratas y republicanos tiene que ver con objetivos económicos y con el papel regulador del Estado, pero no con el remplazo del sector privado. La visión política y económica es la misma. Creen y defienden el libre mercado, las ideas y la creatividad, así como en los sagrados valores de libertad individual y persecución de la felicidad, establecidos en la Declaración de Independencia de 1776.   
Nadie puede sentirse triunfalista ni derrotado. La política estadounidense es cíclica y siempre el vencido reaparece con un candidato joven y prometedor. Bill Clinton, Barack Obama y George Bush hijo, demuestran que los partidos vuelven con mejores y jóvenes apuestas para recuperar la Casa Blanca.
Lo importante sería que para el 2016, demócratas y republicanos respeten esa mejor representación demográfica del país; y que los mejores candidatos a presidente, además de jóvenes, sean mujeres e hispanos.

abril 18, 2011

Diez años más de dictadura


Los regímenes autoritarios no tienen vergüenza en absoluto de abusar del poder y de las libertades públicas. Véase el ejemplo de Cuba que este fin de semana acaba de extender la dictadura de los hermanos Castro por 10 años más como si se tratara de una monarquía eterna.

Sin empacho, con poca vergüenza y dándose de distraído de los cambios democráticos que a la fuerza la población está arrastrando a los regímenes del norte de África y del Medio Oriente, Raúl Castro, planteó los límites de su gobierno en 10 años más, una medida que seguramente – como todas las que plantea su hermano Fidel y él – será de trámite automático en el VI Congreso del Partido Comunista.

El anuncio vino también como parte de los festejos del gobierno cubano por la derrota que infligieron hace 50 años a los exiliados cubanos, que apoyados por el gobierno estadounidense, lucharon por menos de 72 horas en lo que se denominó la Invasión de Bahía de Cochinos. Aquel episodio marcó al exilio cubano, con desazón y odio contra John Kennedy, un presidente al que identifican como quien los abandonó en plena lucha después de los esfuerzos de la CIA para recuperar su país.

Más allá de la historia, este domingo quedará marcado por el anuncio de prorrogar una dictadura de espaldas a las esperanzas de un pueblo que pide cambios políticos y mayor participación, algo que en la isla está vedado desde 1959.

abril 14, 2011

Golpes y terroristas; todos malos


A pesar que las ideologías tiñen las apreciaciones de los observadores es bueno llamar a las cosas por su nombre. A la revuelta que tiró a Hugo Chávez del poder por unos cuantos días en abril de 2002, se le debe llamar golpe de Estado de la misma forma al que protagonizó él cuando fracasó diez años antes en el intento. Esa manía de festejar aquel y denostar el más reciente es inhumana. Los dos fueron golpes de Estado, tanto como aquel sobre el que Barack Obama no pidió perdón cuando hace poco visitó Chile y le recordó públicamente un periodista de la AP, sobre el involucramiento de la CIA en el golpe contra Salvador Allende.

Lo de Posada Carrilles, a pesar de que fue recibido como un héroe por algunos exiliados cubanos, tras ser absuelto en un tribunal de Texas - justo ahora que se está por celebrar este domingo los 50 años de Bahía de los Cochinos - no puede ser exonerado moralmente como si no hubiera practicado el terrorismo, a pesar de que él y muchos crean que el fin justifica los medios, es decir echar por la fuerza a Fidel Castro o poner una bomba en un hotel que terminó con la vida de un turista italiano. Es su fin, es un acto tan repudiable como el de Muamar al Kadafi de derribar un avión de Pan Am o de Osama Bin Laden de mandar a atacar objetivos estadounidenses.

Ni lo uno ni lo otro. A pesar de cada caso tenga por su envergadura, motivos y objetivos, atenuantes y agravantes, todo golpe de Estado es aborrecible, todo terrorista es execrable.

Todos merecemos mejor.
   

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...