sábado, 25 de junio de 2011

Sufro con River, como en el pasado


River Plate es mi pasión. La heredé de mi papá y la trasladé a mis hijos. Es tan fuerte la lealtad al rojo y blanco, que comparto simpatías con cualquier equipo de cualquier cuadro del mundo que tenga al rojo por estandarte, así sea Instituto de Córdoba o los Heat de Miami. Por obvias razones, los azules y oros me dan alergia.

Este momento y sufrimiento son históricos. Caer a la B si no le ganamos a los celestes de Belgrano de Córdoba será de dolor inconmensurable. Casi como haber esperado los primeros 18 años de mi vida para ver salir campeón a River que no lo hacía desde 1957, un año antes de yo naciera.

Estoicamente sufrí toda mi vida escolar viendo a River como eterno segundo, ante las cargadas de compañeros y desconocidos, hasta que los Millonarios me regalaron mi primer campeonato en 1975 a tiempo de graduarme, y escuchando a mi papá hablar siempre de las bondades de su etapa como hincha de la histórica y célebre “Máquina”.

Mañana es un día clave. En el Monumental podrán pasar dos cosas: Salir “campeones”, lo que no es verdad, pero se sentiría como tal por quedar en Primera o descender y arrojarnos a los hinchas a un estado depresivo que durará una semana y se extenderá hasta que River alcance otra final para ascender. Ojalá no pase lo de Córdoba el miércoles cuando hinchas enceguecidos entraron a la cancha para insultar y patear a los jugadores exigiéndoles “más huevos”. Estado ahí, dudo si no hubiera sentido hacer lo mismo.

River no juega bien ni tiene gol, pero no es distinto a cualquier otro equipo argentino que sufre por el éxodo constante de jugadores. El estado de River denuncia la malaria del fútbol argentino, donde las gambetas, habilidades, creatividad, defensa, goleadores, desmarques y pases en corto, dejaron lugar a los pelotazos, pelotas sin ras de piso e improvisaciones.  

River no juega tan mal ni mucho peor que sus contrarios. Tiene mala suerte. Del mismo nivel que los campeones necesitan de la suerte para llegar a su meta.

Tal como están las cosas, lamentablemente River tiene mal juego y tanta mala suerte, que es muy probable que este domingo terminemos deprimidos.

viernes, 24 de junio de 2011

La calidad del Periodismo en EEUU


Hay una fuerte polémica en estos días sobre la declinación de la calidad del periodismo que se practica en Estados Unidos, a colación de un informe independiente que hizo la estatal Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), dado a conocer el 9 de junio.
“Necesidades de Información de las Comunidades” es el nombre del estudio que establece que el periodismo de hoy en día aparenta ser más vibrante que nunca, debido al uso y acceso de las nuevas tecnologías de la comunicación. Sin embargo, pone énfasis en que ha disminuido notablemente la cantidad de reportajes en las comunidades, lo que ha derivado en una disminución de la calidad del periodismo. Sin esa capacidad reporteril, sin las investigaciones, se hace cuesta arriba fiscalizar al gobierno, exigir transparencia, lo que deriva a un aumento de los índices de corrupción.
La FFC hace algunas recomendaciones, entre ellas algunas importantes, como que los dineros de la publicidad oficial sean distribuidos más en medios locales que en medios nacionales, que se promueva la filantropía a favor de organizaciones dedicadas al periodismo cívico y que las universidades de Periodismo reformen sus carreras para que los futuros periodistas reciban una mejor capacitación.
Luego del llamado de atención sobre la baja de calidad relacionada a la falta de recursos humanos en la profesión, esta semana, como otra fría sorpresa, la mayor editora de periódicos del país, Gannet, la empresa fundadora del famoso USA Today y de otros 80 diarios, anunció que despedía a 700 trabajadores, debido a problemas económicos atraídos por la baja de circulación y de ingresos en materia de publicidad.

miércoles, 22 de junio de 2011

Escándalos sexuales y económicos


A juzgar por los escándalos más recientes, parece que las causas de la corrupción tienen un tono diferente en los países más ricos y en los menos desarrollados. En las naciones pobres, la corrupción a menudo se ve ligada a los delitos económicos; mientras que en las ricas, está más asociada a trasgresiones de tipo sexual.

Así se desprende del caso del diputado demócrata estadounidense, Anthony Weiner, quien tuvo que renunciar hace unos días por exhibicionismo sexual, mientras en Brasil, el jefe de gabinete ministerial, Antonio Palocci, dimitió por denuncias de enriquecimiento ilícito; ambos por presión de sus colegas y ciudadanos.

Bajo el mismo patrón de conducta de Palocci, en Latinoamérica casi todos los días explotan casos ligados a enriquecimiento ilícito, fraude, soborno, malversación de fondos o se descubre que alguna campaña electoral está siendo subvencionada con fondos foráneos, como acostumbra hacer el presidente Hugo Chávez. Mientras tanto, en Estados Unidos, el de Weiner, a pesar de ser un caso con alta repercusión en los medios, tanto por sus fantasiosos argumentos para negar los hechos como por la exhibición creativa de sus genitales a través de Twitter, se trató de un caso menor comparado a otros escándalos sexuales aún frescos en la memoria.

El más patético lo protagonizó el famoso ex gobernador de California, Arnold Schwarzenegger. No fue un simple caso de adulterio; su amante por 20 años, empleada doméstica con quien tuvo un hijo, convivía bajo el mismo techo con su esposa y sus otros cuatro hijos. Un caso hasta más enfermizo le correspondió al ahora ex presidente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, a quien se acusó de intento de violación contra una camarera en un hotel neyorkino.

Otros hechos tuvieron líneas difusas entre el sexo y el dinero, acabando con las aspiraciones de los involucrados. Como las mentiras del senador John Edwards, quien habría usado fondos de la campaña electoral para tapar una relación e hijo extramaritales, mientras su esposa batallaba contra un cáncer que terminó por vencerla en diciembre. O las del gobernador de Carolina del Sur, Mark Sanford, quien acabó confesando que usaba dineros públicos para visitar a su amante en Argentina, mientras su señora y electores lo creían de vacaciones.

En América Latina no es que los políticos rehúyan a líos de faldas, pero no ocasionan polémicas mayores. La cultura machista diluye pormenores, calla denuncias y todo lo convierte en anécdotas y chacota. Las infidelidades o desviaciones sexuales no cortan carreras políticas ni activan renuncias. Los ejemplos sobran. Así sean las aventuras sexuales del ex obispo católico y presidente del Paraguay, Fernando Lugo; las infidelidades y tardanza de Alejandro Toledo y Carlos Menem para reconocer a sus hijos fuera del matrimonio o las evasivas de Daniel Ortega sobre las imputaciones de violación sexual que le hizo su hijastra.

En los países desarrollados también algunos políticos logran inmunidad sexual. Así sobrevive el italiano Silvio Berlusconi, pese a sus filmadas orgías con menores, o resistió Bill Clinton, argumentando que el coito oral con Mónica Lewinsky no era sexo. Tampoco en estos países del llamado primer mundo se pueden descartar problemas de fraude y corrupción, pero son delitos más perseguidos. En general, la corrupción está más enquistada en la actividad privada que en la administración pública, debido a una mejor cultura de transparencia y más regulaciones sobre rendición de cuentas en el manejo de recursos públicos. Los problemas suceden con más frecuencia en compañías privadas, a través de personajes estilo Madoff o en las multinacionales que sobornan en el extranjero, como la sueca Skanka en Argentina, la noruega Discovery Petroleum en Perú o la la estadounidense Dole en Colombia.

En realidad no importa tanto que la corrupción esté ligada a delitos económicos, libidos desbocados o a faltas éticas; lo importante es que los ciudadanos deben exigir conductas ejemplares, como la renuncia de Weiner, para que se incentive una cultura de mayor honestidad en la función pública.

La gran diferencia sobre la conducta corrupta por mentiras, sexo o dinero, no radica tanto en sus causas, como sí en el nivel de severidad y eficiencia judicial con la que se castiga y trata de controlar.

martes, 21 de junio de 2011

Obama y los permisos de guerra


Este miércoles será un día importantísimo para Estados Unidos. El presidente Barack Obama dará una noticia que muchos estábamos esperando desde hace tiempo, al anunciar la retirada de los 100 mil soldados destacados en Afganistán y las formas en que gradualmente se entregará la autoridad a las fuerzas de seguridad nativas.

Más allá de que el problema no está solucionado y la retirada puede incrementar los problemas de luchas sectarias, inseguridad y más terrorismo, la retirada ofrecerá a Obama algunas soluciones que le permitirán aumentar sus aspiraciones a la reelección del 2012.

Pero las buenas noticias no esconden las malas. Obama tiene, en materia de guerra, una cuenta pendiente con el Congreso, algo que él mismo le criticaba al ex presidente George W. Bush. El conflicto en Libia pareciera, por su duración y la hostilidad de las fuerzas oficiales de Muamar al Kadafi, que se seguirá extendiendo, por lo que el Presidente estaría obligado a peticionar una autorización a los congresistas según mandato de la Constitución.

Obama se escuda en interpretaciones legales para no hacerlo, pero lo cierto es que la escalada del problema, extendido sorpresivamente bajo el liderazgo de la NATO, excede las capacidades presidenciales para mantener un conflicto armado que ya es guerra.

Obama está recibiendo en estos días severas críticas de los congresistas y la polémica seguramente escalará. El Presidente no puede sostener que se trata de un simple conflicto cuando se llevan gastados cientos de millones de dólares en pertrechos militares, para ayudar a la NATO a combatir unas fuerzas armadas leales a Kadafi que se resisten.

El buen anuncio de este miércoles sobre Afganistán, para que sea completo, requiere que Obama también anuncie que se dirigirá al Congreso para obtener el permiso de guerra. Aunque seguramente le será extendido, lo importante de la autorización es que se resguardan la Constitución y las instituciones.

lunes, 20 de junio de 2011

Brasil falla en materia de libertad


En Brasil existía la apariencia de que todo iba bien. Después de que se alejó Inácio Lula da Silva y asumió Dilma Rousseff, la nueva presidente hizo declaraciones bien rimbombantes a favor de la libertad de prensa y extendió un compromiso que la defendería y garantizaría.

Sin embargo, en el Congreso, los legisladores no están pensando de la misma forma. El Senado, con el aporte de sus integrantes y ex presidentes, Fernando Collor de Melo y José Sarney, se opuso a la aprobación de una ley de acceso a la información pública que había sido aprobada y girada en su momento por la Cámara de Diputados. Los senadores consideraron que la ley debía resguardar el “silencio eterno” de documentos públicos calificados de confidenciales. Seguramente, para resguardar actos de corrupción en sus propios gobiernos.

La ley, siendo demorada y manipulada en su esencia, corre el riesgo de que pueda ser estropeada, archivada o anulada, y con ello, se perjudicaría no a los periodistas, pero sí directamente a todos los ciudadanos brasileños.

Por otra parte, en el Congreso, todavía persiste la picazón contra la Corte Suprema de Justicia que el ante año pasado eliminó la ley de prensa de 1967, acabando con un tratamiento privilegiado y al mismo tiempo discriminatorio contra medios y periodistas.

También en el Congreso, varios legisladores, con la presión de grupos periodísticos sindicalistas, siguen empujando para que de nuevo se exija a los periodistas brasileños tener título universitario para ejercer la profesión, un requisito obligatorio que fue derogado por inconstitucional por el Tribunal Supremo, interpretando una opinión (además del sentido común) de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que estableció que la obligatoriedad de tener un título o pertenecer a un colegio de periodistas como condición para ejercer, viola en forma flagrante los principios elementales de libertad de expresión contenidos en el Art. 13 de la Convención Americana de los Derechos Humanos.

Es de esperar que el Poder Ejecutivo maniobre con presión e inteligencia al Congreso para que se puedan mantener las promesas presidenciales de que se respetará la libertad de prensa en el país.