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junio 21, 2011

Obama y los permisos de guerra


Este miércoles será un día importantísimo para Estados Unidos. El presidente Barack Obama dará una noticia que muchos estábamos esperando desde hace tiempo, al anunciar la retirada de los 100 mil soldados destacados en Afganistán y las formas en que gradualmente se entregará la autoridad a las fuerzas de seguridad nativas.

Más allá de que el problema no está solucionado y la retirada puede incrementar los problemas de luchas sectarias, inseguridad y más terrorismo, la retirada ofrecerá a Obama algunas soluciones que le permitirán aumentar sus aspiraciones a la reelección del 2012.

Pero las buenas noticias no esconden las malas. Obama tiene, en materia de guerra, una cuenta pendiente con el Congreso, algo que él mismo le criticaba al ex presidente George W. Bush. El conflicto en Libia pareciera, por su duración y la hostilidad de las fuerzas oficiales de Muamar al Kadafi, que se seguirá extendiendo, por lo que el Presidente estaría obligado a peticionar una autorización a los congresistas según mandato de la Constitución.

Obama se escuda en interpretaciones legales para no hacerlo, pero lo cierto es que la escalada del problema, extendido sorpresivamente bajo el liderazgo de la NATO, excede las capacidades presidenciales para mantener un conflicto armado que ya es guerra.

Obama está recibiendo en estos días severas críticas de los congresistas y la polémica seguramente escalará. El Presidente no puede sostener que se trata de un simple conflicto cuando se llevan gastados cientos de millones de dólares en pertrechos militares, para ayudar a la NATO a combatir unas fuerzas armadas leales a Kadafi que se resisten.

El buen anuncio de este miércoles sobre Afganistán, para que sea completo, requiere que Obama también anuncie que se dirigirá al Congreso para obtener el permiso de guerra. Aunque seguramente le será extendido, lo importante de la autorización es que se resguardan la Constitución y las instituciones.

marzo 25, 2011

Derechos humanos y su manipulación política

En el día que se recordará porque Brasil votó a favor en el Consejo de De Derechos Humanos para que se envíe un investigador de derechos humanos a Irán, terminando el idilio de tantos años del ex presidente Lula Da Silva con el régimen iraní, les comparto la columna que bajo el título “derechos humanos politizados”, publicaron varios medios esta semana.

Cuando de violaciones a los derechos humanos se trata, los gobiernos tienden a ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. De ahí que el presidente venezolano Hugo Chávez propusiera que la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) tenga su propio tribunal internacional, al considerar que los de la ONU y la OEA son títeres de EE.UU. y chantajean en su nombre.

La coartada de Chávez le permite desviar la atención de las violaciones que su gobierno comete, prohibir la supervisión de organismos internacionales en su territorio, expulsar a directivos de Human Rights Watch o desconocer los fallos de la Corte Interamericana, sin temor a reprimendas. Su hipocresía le vale de excusa para intercambiar con Moamar al Kadafi la espada de Simón Bolívar por el Premio Internacional de los Derechos Humanos; o “comprarlo” para que lo exhiban de trofeo sus solidarios colegas Daniel Ortega y Evo Morales.

Los políticos tienen esa extraña forma de solidaridad para omitir las denuncias de los violadores cuando se trata de camaradas de ideología. Así lo resaltó el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso para acusar a su sucesor, Lula da Silva, por haber llamado “líder y hermano” a Kadafi, o prodigarle honores a los hermanos Castro.

Salvo excepciones, los intelectuales también se comportan igual. Lo confirma el escaso apoyo que despertó la valiente arremetida del disidente cubano, Oscar Elías Biscet, apenas salido de la cárcel. Rechazando el destierro, pidió a Raúl y Fidel Castro que renunciaran por mantener una dictadura totalitaria de corte hitleriano-stalinista.

Raúl Castro no replicó. Seguro que sus amigos lo harán por él, como en 2009, cuando la Comisión de Derechos Humanos de la ONU reconoció a su gobierno por sus “significativos resultados en la promoción y protección de los derechos humanos para todos''. Entonces, el comité estaba dominado por China y Libia, y la resolución fue promovida por Venezuela, tres gobiernos de sobra conocidos por acusar a otros de los delitos que ellos cometen.

Esa incongruencia entre lo que se dice y hace, también alcanza a EE.UU. El gobierno de Barack Obama promueve erradicar la violencia en la frontera con México, pero su Departamento de Justicia autorizó la operación secreta “Rápido y Furioso”, con la que se infiltraron armas de asalto entre narcotraficantes con la justificación de poder rastrear sus conductas y aniquilarlas.

Algunos insisten en que un fin loable justifica medios espurios, pero el problema es que esas armas pudieron generar más muertes de inocentes. Justificar esa acción, sería como creer que para comprobar la eficiencia de la penicilina, EE.UU. actuó bien a mediados del siglo pasado, cuando sus médicos inyectaron con sífilis y gonorrea a centeneras de presos y pacientes psiquiátricos de Guatemala. Tan abominable fue aquel laboratorio de Estado, como la filtración de armas entre los narcos más violentos del mundo.

El Estado es por naturaleza quien debe proteger los derechos humanos y prevenir sus violaciones, de ahí la gravedad cuando los infringe. Así, no se pueden justificar los genocidios de los militares latinoamericanos o el uso reciente de los servicios secretos en Argentina, Colombia y Perú, para espiar o perseguir a opositores, jueces y periodistas. Por prácticas similares, es que los egipcios destituyeron esta semana sus servicios de inteligencia para garantizar que los vientos democráticos permitan un verdadero cambio.

En derechos humanos, las medidas deben ser preventivas, no solo correctivas. Por eso empezaron a lloverle críticas a los gobiernos japoneses. Nadie duda del estoicismo y la honradez de un pueblo que sobrelleva con orden un terremoto y un tsunami catastróficos; pero no se entiende como uno de los países más previsores del mundo, falló por décadas en inspeccionar y reacondicionar los reactores nucleares de Fukushima, a expensas del derecho a la vida de sus ciudadanos.

El olvido también es una forma peligrosa de politizar los derechos humanos. La desmemoria permite que dictadores sangrientos, como el haitiano Jean-Claude Duvalier, puedan regresar campantes a probar suerte en países que en su momento vilipendiaron.

Si no hay memoria, es decir justicia, algún día también podría volver el “carnicero de Trípoli”, si es que lo destronan o neutralizan, como lo acaba de autorizar el Consejo de Seguridad de la ONU.

febrero 22, 2011

Chávez temeroso por aires democráticos


 No debe ser fácil para el autoritario Hugo Chávez escuchar y ver los informes que llegan de Libia sobre cómo la tiranía y la autocracia están sucumbiendo ante los aires más democráticos que soplan en todas direcciones en el mundo árabe.

Todo el modelo que por años fue tejiendo Chávez, acoso a la oposición, presos políticos, justicia subyugada, economía estatal, propaganda continua a través de medios oficiales e interminables cadenas presidenciales, educación ideologizada, coacción contra medios de comunicación independientes, inventada paranoia contra invasiones extranjeras, permiso para operaciones de guerrilleros extranjeros, expropiaciones contra la empresa privada, corrupción y nepotismo oficiales, eternización en el poder, etc… es el mismo modelo que las juventudes de los países árabes están desmoronando a fuerza de manifestaciones y protestas públicas a favor de espacios de participación ciudadana.

Es evidente que la eclosión de las marchas se debe a que los gobernantes, ensoberbecidos por el poder, no han sabido leer lo que el pueblo venía reclamando desde hace décadas.

En Venezuela, Chávez, que en las últimas semanas ha estado más callado de costumbre temeroso por los gritos de los pueblos árabes se extiendan a través de su reino, tiene el grave desafío de tener que detener una huelga de hambre de 13 estudiantes universitarios iniciada el 31 de enero, que puede escalar de proporciones y hacer tambalear sus estructuras autoritarias.

Aunque los ministros quieran hacer ver que la huelga de hambre es patrocinada por el imperio, ya nadie come gato por liebre y Chávez sabe muy bien que si no accede a lo que los huelguistas reclaman – que se permita a la OEA y a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos inspeccionar en el país la situación de los derechos humanos y liberar a más de dos docenas de presos políticos – los universitarios tomarán cada vez más fuerza política. En el retrovisor, Chávez tiene las concesiones que el régimen comunista de los Castro tuvo que hacer para liberar a los presos políticos después de la huelga de hambre de Guillermo Fariñas y la muerte de Orlando Zapata Tamayo, como una forma astuta de descomprimir las presiones interna y externa.

Chávez tiene las horas contadas. No puede gobernar como hasta ahora y está a tiempo para abrir los espacios para una verdadera democracia, no aquella a la que empapela y disfraza con procesos electorales casi siempre manipulados.

Si Chávez se demora un poco más, le sucederá lo mismo que a los tiranos del mundo árabe, que cuando decidieron hacer los cambios, fue demasiado tarde.      

enero 28, 2011

Faraónica censura


En Egipto el presidente Hosni Mubarak aplicó una censura faraónica sobre el internet, las redes sociales y la telefonía celular con el ánimo de dividir a los jóvenes que usando las nuevas tecnologías armaron gigantescas manifestaciones para protestar por la opresión de décadas desde principios de seamana.
Esta censura sin precedentes de la historia moderna apagó literalmente las comunicaciones en todo Egipto dejando a 83 millones de personas prácticamente en la época de las momias y los faraones, podría convertirse en un búmeran para el gobierno ya que puede incentivar mayores furias que desemboquen en protestas más peligrosas.
Mubarak ordenó un apagón general de las comunicaciones que afectó el viernes a las cuatro operadoras mayores de internet, Link Egypt, Vodafone/Raya, Telecom Egypt y Etisalat Misr, además de dejar inoperativos a las redes sociales, como Facebook y Twitter.
Si bien el gobierno logró controlar la situación, reducir las protestas  y dictó algunas medidas, como la renovación de un nuevo gabinete, aunque no la auto remoción del Presidente, no se sabe a ciencia cierta cuál será la actitud de los jóvenes egipcios cuando se restablezcan las comunicaciones y puedan volver a organizarse. Puede ser que busque que ocurra lo de Túnez, donde se obligó a al presidente Ben Alí a escaparse del país, o que se imponga algún otro tipo de censura como se impuso en Irán el año pasado para controlar a quienes seguína denunciando el fraude en las elecciones.
EEUU pidió libertad de expresión y que Mubarak convierta sus promesas en acciones, incluso la de restaurar las comunicaciones. Habrá que ver en las próximas horas si lo hará y cuáles serán las reacciones.
Lo que realmente se ha probado en estas revueltas en Túnez, Egipto, Yemen, Líbano y Libia, es que el internet y la reacción en cadena que provoca la interactividad en las redes sociales, son elementos esenciales para que se acaben las dictaduras.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...