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octubre 06, 2014

Hong Kong: La sublevación digital

Todas las revoluciones en la historia sirvieron para denunciar opresión y exigir libertad. Sin embargo, jamás esos derechos e insubordinaciones se habían expresado con tanta rapidez y espontaneidad.
La desobediencia civil del movimiento “Occupy Central” en Hong Kong, demuestra cómo las nuevas tecnologías, en especial redes sociales y teléfonos móviles, han potenciado la capacidad de convocatoria y organización de las masas.
En la ciudad más conectada del mundo, con 2.5 celulares por habitante y donde los 7 millones acceden a banda ancha y blue tooth indiscriminadamente, y los activistas usan drones para filmar sus protestas y divulgarlas por live streaming, más que de una “revolución de los paraguas”, se debería hablar de una sublevación digital.
El éxito de esta revolución no será de quien gane más calle, sino quien mejor use las tecnologías: Los manifestantes por amplificar mejor sus derechos o las autoridades por censurar en forma eficiente esos mensajes.
Para los hongkoneses la ecuación no es fácil. Debido a la censura que empezaron a experimentar en sus redes sociales y por virus cibernéticos que destruyen sus comunicaciones, recién ahora tomaron conciencia sobre los pesares que vienen sufriendo sus connacionales en China continental.
Los esfuerzos de las autoridades chinas por censurar son sobrehumanos, porque las redes sociales, los mensajes de texto o Whatsapp son menos vulnerables que los periódicos, radio o TV. En China Facebook e Instagram están prohibidas, y la censura es habitual en Weibo, el twitter chino. Una ley reciente castiga con tres años de cárcel a quien difunda rumores por la red; y casi todo puede ser rumor.
Desde la perspectiva de los líderes chinos la protesta también es difícil de digerir. Si no contienen las manifestaciones, pudieran contagiar luchas por más libertades tierra adentro. Y si las reprimen con gases pimienta y lacrimógenos, como ya sucedió, pudieran generar mayor adhesión interna y condenas internacionales.
Esta disputa entre censura y libertad es extensión de aquella realidad que el gobierno chino quiso tapar con el lema “dos sistemas, un país”, acuñado después que tomó posesión de Hong Kong en 1997 tras 150 años de dominio británico. Pese a sus promesas de mayores libertades, siempre se supo que tarde o temprano el gobierno autoritario de Beijín cortaría algunos de los derechos que siempre consideraron privilegios y que han negado a sus 1.300 millones de habitantes.
Tampoco hay que confundirse. El uso y euforia que despiertan las nuevas tecnologías no prometen resultados automáticos. La “Primavera Árabe” no logró más democracia en Medio Oriente, ni las marchas en Ferguson acabaron con el racismo en EEUU, ni los estudiantes chilenos consiguieron educación gratuita.
Esto demuestra que las redes sociales y las nuevas tecnologías son medios, no fines y que también pueden usarse para el mal: Para acosar, divulgar mensajes de odio, promover pornografía o como armas de propaganda de los terroristas. A YouTube, Facebook, Twitter o Google no les está resultando fácil bloquear y filtrar todo ese tipo de mensajes, por lo que hay que aprender a convivir con ellos.
De todos modos, lo importante de estas revoluciones digitalizadas es que están ayudando a crear una mejor cultura de la denuncia, en favor de la búsqueda de soluciones. Antes, las entidades de derechos humanos conocían los problemas, pero carecían de pruebas. Ahora, a las evidencias las aportan los usuarios que las retratan con sus móviles y las hacen virales en las redes sociales.
Es difícil predecir qué sucederá en Hong Kong. Los miembros de “Occupy Central” piden cada vez más y las autoridades otorgan cada vez menos. Además de elecciones libres sin interferencias del partido central, los activistas ahora quieren la renuncia al líder de la ciudad. Mientras tanto, desde China continental se amenazó con “consecuencias inimaginables” si las marchas prosiguen; una alusión subliminal al miedo que todavía provoca la masacre en la Plaza de Tiananmen, aquella protesta juvenil que también exigía más libertad y democracia.
Pero a diferencia de la oscuridad en la que se produjo aquella barbarie en 1989, ahora los jóvenes en Hong Kong están iluminados y protegidos por las nuevas tecnologías. Esa es la revolución. 

marzo 10, 2014

Internet, protestas populares e hipocresías gubernamentales

Venezuela confirma lo que ya nos había enseñado la Primavera Árabe, el Movimiento 15-M español, el Occupy Wall Street, los universitarios chilenos pro educación gratuita y los jóvenes brasileños anti mundialistas. Los ciudadanos de a pie, auto convocados a través de las redes sociales y teléfonos móviles, se convirtieron en el quinto poder.

Estas protestas espontáneas trajeron grandes desafíos a los gobiernos. Antes les bastaba con dominar partidos y sindicatos, fuente de las manifestaciones. Ahora, las tecnologías de la comunicación hicieron el blanco más esquivo. De ahí que opten por tres caminos para neutralizar el derecho de reunión: Alientan más regulaciones de orden público como en Argentina o restringen el internet y reprimen con brutalidad como en Venezuela.

El camino está plagado de ironías e hipocresías. EE.UU., el país más despreciado desde América Latina, es usado de ejemplo. Días pasados, la presidente Cristina de Kirchner propuso un anteproyecto para imponer orden al derecho de reunión, justificando lo que observó en Nueva York: Protestas ordenadas y autorizadas.

Su llamado a la “convivencia popular” tiene sentido común – que el derecho de protesta de unos no conculque los derechos de otros – pero tal vez sea, más bien, sentido de oportunidad con la intención de censurar el disenso. Ironía. Hasta hace poco, al kirchnerismo no le importaba cortar rutas y calles para amedrentar a opositores y críticos. 

Lo que Cristina no dijo es que en EE.UU. ni la policía ni las fiscalías están sometidas al poder político, por lo que el gobierno no puede ordenar represión ni conculcar el derecho de reunión a conveniencia. Son jueces autónomos los que deciden neutralizar desbordes y vandalismos, si los hay.

Esa politización de la represión es más notable en Venezuela. El presidente Nicolás Maduro, arropado de todos los poderes del Estado, es quien la dispone sin mediación. Manda a las tropas de la Guardia Nacional y a grupos paramilitares reprimir con balas, mientras ordena a fiscales y a la Justicia dictar cargos criminales que él mismo dispone a placer.

Así se lo criminalizó a Leopoldo López, a otros opositores y a estudiantes que por protestar contra la inseguridad, la inflación y el autoritarismo de Estado, terminaron presos por terrorismo, delincuencia organizada, traición y otros delitos que se castigan con decenas de años de cárcel.

Maduro justifica que la represión sirve para proteger los derechos a la paz y a la vida. La hipocresía pasaría por alto, si la estrategia de control no fuera evidente. Pero Maduro censura a la radio y la televisión con leyes que permiten cerrarlas si trasmiten imágenes sobre las protestas, y a los diarios, más chúcaros, les impide importar papel para publicar. Neutralizados los medios tradicionales, la última escalada de censura abarcó a Twitter, Whatsapp y Zello, herramientas esenciales de los manifestantes.

Al contrario de su llamado irónico a la paz y al diálogo, Maduro está decidido a seguir reprimiendo. Esta semana, en el aniversario de muerte de su predecesor, ordenó socarronamente a la Guardia Nacional que “Candelita que se prenda, candelita que se apaga”.

Tampoco no todo es rosa en los movimientos creados por las redes sociales. Como son parte del contexto, algunos que en ellas actúan, también lo hacen con intención de distorsionar, manipular o generar anarquía, desórdenes y violencia. Y si a ello se le suma que los gobiernos tienen ejércitos de ciber militantes con el objetivo de desacreditar e intimidar a opositores, mentir y neutralizar protestas, es fácil advertir que las redes sociales pueden convertirse en campo de batalla y acarrear más problemas que soluciones. Además, si los usuarios no logran cambiar las cosas, se corre el riesgo de que pueda generarse mayor frustración e ira de la que se estaba intentando aplacar.

Es difícil predecir lo que sucederá en Venezuela. Pero es evidente que las redes sociales están jugando un papel significativo respecto a los derechos humanos de reunión y de expresión. La capacidad de auto convocatoria y de denuncia de abusos, divulgando fotos y videos que están vedadas a los medios tradicionales, se impone como un nuevo poder capaz de contrarrestar a aquellos gobiernos que pretenden controlarlo todo.

diciembre 28, 2011

Las redes sociales nos harán libres


Si tuviera que elegir el hecho más trascendente del 2011 que haya cambiado la forma en que miramos el mundo, no me quedaría con la crisis económica europea, ni el asesinato de Bin Laden ni el fin de la guerra en Irak.

Sin dudas, el avance más trascendente a nivel mundial han sido las redes sociales y su instigación a la libertad y la democracia. La Primavera Árabe es una señal de ello así como las últimas manifestaciones populares en Rusia en contra del fraude electoral que le dio a Putin un margen de ganancia fraudulento en las elecciones del 4 de diciembre.

Lo más impresionante es que el desarrollo sostenible de las nuevas tecnologías implica que este avance no se detendrá y tendrá mayor impacto en los años venideros. Falta sí, un mayor compromiso de los gobiernos para entender que el acceso a esas tecnologías, a banda ancha y a alfabetizar sobre comunicación digital, tiene que tener tanto impacto en los pobres como en los más pudientes, en los niños y jóvenes como en los más adultos. Existe la necesidad de cerrar esas brechas tecnológicas para que la comunicación digital sea más inclusiva y democrática.

Un estudio de la firma ComScore muestra que hay avances notables en el mundo en el uso de redes sociales. En su ranking se establece que es en Israel y luego en Argentina donde las redes sociales son usadas por mayor tiempo por los usuarios. En Israel el tiempo fue de 11,1 horas de promedio mientras que en Argentina fue de 10,7 horas. Luego siguen Rusia y Turquía.

Y en América Latina, después de Argentina, le siguen  Chile, Colombia, Perú y Venezuela.
El diario Clarín de Buenos Aires, en su edición de hoy, le dio amplio espacio al ranking, explicando que: “Para octubre de 2011 la región estuvo a la par de Europa y superó a los Estados Unidos entre las regiones con promedios más altos de horas por usuario en las redes sociales. Los hombre de América latina y los europeos pasaron un promedio de 8,2 horas en las redes sociales; contra 7,9 de los norteamericanos. Mientras que entre las mujeres, las latinoamericanas, con un promedio de 6,9 horas, superaron a las europeas (6,3 horas) y a las de América del Norte (6).

Según ComScore, el 96% de los usuarios argentinos de Internet lo es también de al menos una red social. En ese ítem, el país es superado en la región sólo por Brasil (con un 97 %). En la Argentina (donde Facebook es por lejos la red social preferida), la franja etaria más aficionada a las redes sociales es la que va de los 15 a los 24 años, pero entre las mujeres de más de 55 años casi un 95% de las que usan Internet usan redes sociales”.

octubre 06, 2011

Induciendo autocensura digital

Los macabros narcotraficantes mexicanos se han propuesto lograr en las redes sociales de su país, lo mismo que ya han conseguido en los medios de comunicación tradicionales: autocensura.

Con el asesinato de dos jóvenes twiteros y de una periodista profesional que los delataba en las redes sociales, extendieron su mensaje de violencia y venganza contra quien se atreva revelar sus crímenes en el internet.

Las consecuencias fueron espeluznantes. Los cuerpos de los jóvenes fueron colgados de un puente y el de María Macías fue decapitado y exhibido en una plaza. Sobre una cartulina apuñalada a su cadáver, el firmante cartel de los Zeta sentenciaba sarcásticamente: “Soy Nena Laredo y estoy aquí por mis reportes y los suyos”, en referencia al seudónimo con el que la periodista denunciaba a los narcotraficantes en el sitio Nuevo Laredo en Vivo y en las redes sociales, actos que no se atrevía ni podía revelar en el periódico que dirigía.

Los narcotraficantes son conscientes que los más de 2.5 millones de usuarios de Twitter en México son sus potenciales delatores, pero también que su violencia sin límites es efectiva. En la zona fronteriza con Estados Unidos ya probaron a fuerza de decapitaciones y violencia extrema, que los periodistas, periódicos, radios y televisoras prefieren el silencio a la confrontación. La prensa aprendió la lección con decenas de periodistas asesinados, desaparecidos y docenas de atentados contra medios. Desde hace unos años, debido a la ineficacia gubernamental para combatir al crimen organizado y la impunidad, la prensa ya no se ruboriza cuando admite que recula ante el crimen organizado, que se autocensura, no investiga y solo publica comunicados oficiales.

Pero ahora, el crimen de María Macías ha hecho que muchos usuarios de redes sociales aprendan a golpe y porrazo lo que los periodistas experimentan desde hace décadas: Toda información o comentario que se difunde, así sea en papel, voz o video, siempre afecta a alguien y provoca reacciones.

La violencia extrema no es la única arma para provocar autocensura. Hay grupos que utilizan el agravio y la difamación, piratean cuentas o roban identidades para amedrentar a sus víctimas. En Venezuela, en estas últimas semanas, varios opositores, humoristas y periodistas críticos al gobierno de Hugo Chávez, sufrieron el embate de un grupo anónimo de piratería cibernética.

Los ataques de estos hackers, autodenominados N33, fueron duros. Les infiltraron a los opositores sus cuentas de e-mail y Twitter, les bloquearon el acceso y, asumiendo su identidad, enviaron insultos a sus más de quinientos mil destinatarios y seguidores. Lo que más molestó del escarnio público, es que el comunicado de N33 fue propalado por programas de televisión oficiales, en los que se hizo apología del delito, justificando las represalias contra quienes no están alineados al oficialismo. “Sepan, irresponsables dirigentes opositores, que los estamos observando. Todos son objetivos”, sentenciaba el comunicado.

El caso es más grave aún, si se considera el anonimato de los ataques e insultos. Ante la falta de una entidad contra quien pelear o demandar ante la justicia, las víctimas se sienten impotentes y vulnerables. Quizás no tanto en este caso porque los atacados eran personas públicas y con trayectoria, pero cuando las agresiones se perpetran contra usuarios menos reconocidos, este tipo de amedrentamiento siempre desemboca en autocensura. Esta táctica es bien conocida por el chavismo, el kirchnerismo y el raulismo cubano, en cuyos aparatos de propaganda, los ciber militantes se entrenan en estrategias de ataques contra blogueros y usuarios críticos.

Los gobiernos también tienen sus pesadillas. El grupo de ciber activistas Anonymous viene amenazando a Hugo Chávez con implementar la operación de hackeo “tormenta de papel” y a Rafael Correa con “cóndor libre”, por sus incontables ataques a la libertad de expresión.

Pero como el fin no justifica los medios; mejor desconfiar de Anonymous u otros grupos de hackers que se esconden detrás de máscaras o capuchas. En su búsqueda de justicia por manos propias, terminan cometiendo mayores abusos que los que dicen combatir. Al final permiten que los gobiernos justifiquen restricciones al internet, induciendo así, otra fuente de autocensura para los usuarios.

septiembre 28, 2011

Facebook y la ONU

No es coincidencia que esta semana, mientras en la asamblea general de Naciones Unidas varios líderes resaltaban el involucramiento de las redes sociales en experiencias positivas como la “Primavera Árabe”; Facebook y Google+, presentaban nuevas posibilidades técnicas para seguir enriqueciendo la intercomunicación entre sus usuarios y, por ende, la potencialidad de sus experiencias democratizadoras.

Los anuncios aparentan ser solo cambios cosméticos, si uno se limita a observar la nueva re categorización de amigos y la capacidad de reproducir música en Facebook o el lanzamiento abierto de Google+, con su propiedad para trasmitir videollamadas múltiples; pero, son mucho más profundos. Estas nuevas herramientas mejoran las relaciones y prácticas entre los usuarios, lo que sumado a la expansión continua de servicios, está convirtiendo a las redes sociales en los medios informativos y de trasmisión de conocimiento predilectos.

Sorprende no solo el incremento vertiginoso de sus audiencias como los 750 millones de usuarios de Facebook, los más de 200 de Twitter, la expansión continua de LinkedIn y Tumblr o los más de 30 millones que alcanzó la red social brasileña Orkut, sino que el segmento de adultos mayores de 60 años, hasta hace poco considerados analfabetos digitales, es el de más crecimiento.

Una encuesta del Proyecto Pew de Internet reveló que en Estados Unidos un 65% de los adultos usan redes sociales como Facebook o LinkedIn, un 61% más que en 2010. Esta tendencia se va replicando en otros países, no solo bajo la condición de que mejore la conexión de banda ancha para internet, sino también por el mayor desarrollo de la telefonía móvil, desde donde se está accediendo cada vez más a las redes sociales, como ocurre en América Latina.

Otros estudios de la empresa Nielsen y la fundación Knight, dados a conocer este mes, coinciden en que los usuarios de redes sociales son más activos en dar opiniones políticas, discutir, informarse y en reconocer la importancia de valores y causas democráticas que se promueven.

Estos argumentos, sumados a las experiencias vividas durante la “Primavera Árabe”, fundamentan los motivos de los gobiernos de Estados Unidos y Brasil, que en forma conjunta lanzaron este martes desde Nueva York, la Alianza de Gobierno Abierto. Se trata de una iniciativa basada en herramientas de acceso por internet para los ciudadanos, que permitirá combatir la corrupción y promover la rendición de cuentas y la transparencia gubernamental.

Ambos gobiernos lanzarán portales especiales con ese fin, pero antes tendrán que revisar sus políticas de transparencia. Brasil debería aprobar la ley de acceso a la información que duerme en el Congreso y la administración pública estadounidense mejorar su performance de rendición de cuentas. Esta semana, incluso, ambos gobiernos impusieron trabas para evitar que grupos de jóvenes, convocados a través de Twitter, protestaran libremente en Brasilia contra la corrupción de los políticos y en Nueva York, contra la avaricia de los banqueros de Wall Street.

Los usuarios de internet y redes sociales serán útiles para impulsar esta iniciativa en la que ya se han comprometido 46 países. Sin embargo, a medida que avance su importancia, mayores serán los desafíos, por lo que se necesitarán blindajes especiales contra aquellos gobiernos que quieran imponer la censura y hostiguen a los usuarios. China y Rusia, por ejemplo, con un largo historial de restricciones a internautas y blogueros, impulsaron esta semana en la ONU una resolución que crearía un “código de conducta” para la gobernanza del internet, una excusa con la intención de “legalizar” la censura. En Ecuador, la futura Ley de Comunicación incluiría posibilidades similares, que también existen en Venezuela y que se acaban de aprobar en el estado mexicano de Veracruz, donde también dos ciudadanos fueron asesinados en represalia por denunciar en Twitter a los narcotraficantes.

De todos modos y pese a que los cambios en nuestra cuentas de redes sociales pueden causar incomodidad, lo importante es que cuando Facebook, LinkedIn, Twitter o Google+ perfeccionan sus sistemas, crean nuevas posibilidades para expandir nuestros mundos y para que los gobiernos se sientan más fiscalizados y obligados a ser transparentes y democráticos.

septiembre 07, 2011

Redes sociales: Ser éticos y responsables

Los usuarios de las redes sociales están aprendiendo que no siempre e fácil y placentero compartir información u opinar y que, más bien, esas acciones muchas veces se tornan sinuosas y de alto riesgo.

No me refiero al encarcelamiento de blogueros o la censura impuesta a la comunicación digital en regímenes como China y Cuba, sino a las consecuencias legales y éticas impredecibles que en una democracia pueden tener una simple frase en Twitter o un comentario desafortunado en Facebook.

Antes, esos riesgos solo los asumían los periodistas profesionales, pero ahora también los pueden confrontar los usuarios de internet como sucedió esta semana en Veracruz, México, donde un maestro y una ex funcionaria fueron detenidos y procesados por divulgar rumores en Twitter y Facebook sobre una escuela bajo ataque de narcotraficantes. Aunque pudiera tratarse de una violación a la libertad de expresión, el pánico generado entre padres de familia llevó a una jueza a aplicar la ley sobre el incentivo al terrorismo y el desorden social, delitos penados hasta con 30 años de cárcel.

La misma vara se usó en Guatemala. Un “tuitero” fue acusado en 2009 por generar pánico financiero al pedir a los ahorristas que retiraran el dinero de un banco. La estampida no ocurrió, pero el juez aplicó una ley que penaliza con tres años de cárcel a quien divulgue información falsa o inexacta que menoscabe la confianza de los clientes. Por cargos similares, dos usuarios de Twitter fueron procesados en 2010 en Venezuela y otro, fue acusado de instigar para delinquir contra el presidente Hugo Chávez.

El mayor riesgo es que los usuarios desconocen cuestiones legales básicas o se creen seguros tras la sensación de anonimato que ofrecen las redes sociales. Pero lo cierto es que son consideradas como cualquier medio de comunicación tradicional, tal lo demostraron los jueces en México, Guatemala y Venezuela. Hasta pueden ser fácilmente monitoreadas cuando se cree que sirven para delinquir o para amplificar un insulto.

Las leyes tampoco diferencian entre periodistas e informadores ocasionales o aficionados. Es más, los periodistas gozan de mayores protecciones que un “tuitero” independiente, por cuanto están amparados bajo el secreto profesional, respaldados por empresas periodísticas, y guiados por manuales de estilo, códigos de ética y asesoría legal. Y si aún los profesionales a menudo confrontan juicios y cárcel, es fácil advertir la vulnerabilidad y riegos a los que se exponen los usuarios de redes sociales.

Los gobiernos todavía no arremeten contra ellos en forma directa y prefieren la censura indirecta del internet, obligando, por ejemplo, a compañías de servicios o motores de búsqueda a cortar los servicios como sucedió en Argentina el mes pasado. No obstante, puede que en el futuro usen la legislación para restringir directamente si las nuevas tecnologías mejoran y permiten burlar filtros y controles. En Latinoamérica ya abundan normas restrictivas, como las de desacato en Ecuador que blindan a Rafael Correa y las autoridades de las críticas; los decretos aprobados por Chávez en Venezuela que permiten limitar el uso del internet o como los criterios de los jueces brasileños, proclives a defender el derecho a la intimidad de funcionarios corruptos por sobre principios de libertad de expresión.

Por otra parte, aunque Twitter, Facebook y otras redes sociales han expandido el sentido de comunidad, también son usadas para provocar daño, propalar vulgaridades, rumores, falsedades y para difamar. Por eso, para quienes no tienen esas intenciones y son conscientes sobre el poder de la comunicación, se hace necesario que conozcan y respeten las leyes, sin descuidar los criterios éticos informativos para evitar errores con efectos indeseados. Como el del técnico de fútbol del Palmeiras brasileño, Vanderlei Luxemburgo, quien perdió su trabajo en 2009 por criticar sarcásticamente en Twitter a uno de sus delanteros, después de que desistió de practicar con el equipo.

Los usuarios deben tener en cuenta que las redes sociales son medios de comunicación y su uso conlleva responsabilidades. Deben considerar que hay una línea muy delgada entre libertad de expresión y libertinaje, y que esa diferencia no radica en el hecho en sí mismo, sino en cómo lo describimos y comunicamos.

abril 27, 2011

Lo que importa es el contenido


Quizás el único papel que no se extinguirá ni dejará de usarse es el higiénico. Todos los demás se rendirán, tarde o temprano, a las nuevas tecnologías. Aún los nuevos dispositivos electrónicos de lectura como los iPad, que irrumpieron con tanta popularidad en el mercado, cederán su lugar en un futuro cercano, a papeles electrónicos más flexibles.

Esta tendencia hacia la innovación acelerada no solo está marcada por la creatividad de las compañías para imponer marcas y consumo, sino por las costumbres y modalidades que el público adopta para absorber datos e información.

Varios hechos corroboran esta propensión. El Vaticano, un diestro evangelizador a través de YouTube y Facebook, acaba de anunciar que invitó a 150 blogueros para que el 2 de mayo discutan sobre la beatificación del papa Juan Pablo II que se realizará el día anterior. Por otra parte, el presidente estadounidense Barack Obama inició esta semana su esfuerzo reeleccionista en Facebook, lo que augura una campaña aún más electrónica que la del 2008. Las super librerías Amazon y Barnes & Noble anunciaron que en 2010 vendieron más copias electrónicas que libros en papel; mientras que por primera vez en la historia de los prestigiosos premios Pulitzer al periodismo impreso, todas las categorías de ganadores anunciadas esta semana, incluyeron a las plataformas digitales como medios de difusión.

Seguramente la tendencia a la conversación en formas electrónicas es más acentuada en países desarrollados, como en EEUU y Europa, al contar con mayor penetración de banda ancha de conexión para la descarga de datos en el internet. Sin embargo, el avance de las compañías telefónicas en América Latina y la apertura competitiva que impulsan algunos gobiernos, permitirá que las poblaciones más postergadas accedan muy pronto a más información y comunicación móvil, en complemento a medios tradicionales como periódicos, radio y televisión.

En los próximos años, cuando en América Latina la tecnología sea más barata y se masifique, se revertirá la tendencia actual de crecimiento de los periódicos en papel. A diferencia de EEUU y Europa, donde los diarios registraron en los últimos dos años una caída de un 10% de circulación y más del 30% de ingresos por publicidad, en Latinoamérica se observa un crecimiento de lectores y de ingresos de más del 5%, debido a la incursión en el mercado de diarios más populares y ligeros, con un enfoque en noticias deportivas, policiales y de farándula.

Ese desfase tecnológico y el modelo de negocio más popular y masivo de algunos diarios latinoamericanos, retrasarán el desalojo del papel como plataforma de lectura, pero no lo detendrán. Será un proceso parecido al de la música, en el que las nuevas tecnologías no cambiaron la forma de hacer música, sino cómo consumirla y las formas de envasarla y venderla, habiendo pasado en poco tiempo del estático vinyl y los portátiles casetes y cds, a los cómodos mp3 que permiten comprar y almacenar a gusto del consumidor.

De todos modos, los diarios, con papel o sin él, no morirán. Siguen siendo las mejores fuentes informativas y de referencia obligada en la web. A través de buscadores como Google o de visitas directas, han expandido sus audiencias y su influencia. Su fortaleza es proporcional a su credibilidad y a la función de ordenar el caos informativo, ante tantas fuentes difusas e información poco creíble que pululan en el internet.

El desafío, no obstante, es hacer rentable sus operaciones digitales, así sea cobrando contenidos como el New York Times, imponiéndolos en plataformas multimediáticas con radio, TV, Twitter y Facebook, o escogiendo no imprimir sobre papel como el Christian Science Monitor.

La buena noticia es que la tecnología no podrá crear contenidos, sino solo administrarlos. En la música, la literatura, el periodismo o las artes, siempre se necesitará la fascinante capacidad creativa del ser humano.

Independientemente del nuevo modo para vender noticias, lo que ningún medio jamás podrá hacer, así sea sobre papel u otra plataforma, es renunciar al contenido de calidad. Investigar, fiscalizar, contar historias y liderar la conversación y agenda pública sigue siendo la mejor fórmula del buen periodismo y del negocio informativo.

abril 03, 2011

Encuestas; medios nuevos y tradicionales

El internet, los blogs, las redes sociales y toda una gama de nuevas formas de comunicación gracias al desarrollo tecnológico, han traído consigo nuevos desafíos sobre las restricciones que pesan sobre los medios de comunicación tradicionales, como por ejemplo, la prohibición que existe en numerosos países a publicar resultados de encuestas y sondeos de preferencia sobre los procesos electorales.

Uno de estos desafíos se presenta en Perú, de caras a las elecciones presidenciales, donde desde mañana lunes es el último día en que se pueden publicar en los medios tradicionales este tipo de información. Pero la pregunta que me hizo una periodista de la sección de Política de El Comercio, diario de Lima, esconde el desafío de cómo considerar a Twitter o a Facebook, por ejemplo, en el caso de que publiquen encuestas. ¿Son las redes sociales medios de comunicación por lo que están limitadas por lo que establece la ley?

La pregunta vino a raíz de que el Jurado Nacional de Elecciones lanzara la advertencia a los cibernautas de que podrían recibir una multa de hasta 360 mil soles si difunden encuestas dentro del período de restricción que establece el artículo 191 de la Ley Electoral: “La publicación o difusión de encuestas y proyecciones de cualquier naturaleza sobre los resultados de las elecciones por los medios de comunicación puede efectuarse hasta el domingo anterior al día de las elecciones”.
Mi respuesta a la periodistas fue la siguiente, previo aclaración de que las prohibiciones a la publicación con anticonstitucionales, ya que se prohíbe cualquier tipo de censura previa. Máxime, porque debe tenerse en cuenta el tiempo de la prohibición, ya que en algunos países suele ser de 15 días, en otros de siete y en otros de sólo un día. Me da la sensación de que la restricción a publicar el mismo día o los dos previos puede estar justificado de la misma forma que se evita que en esos días (en muchos países) se vendan bebidas alcohólicas.
Ahora bien. En cuanto a las redes sociales, blogs e información en portales de internet, éstos sí son medios de comunicación que deben ser alcanzados por las mismas restricciones. No hay diferencia. Así sea un blog o una red social que tenga una visita al día como dos millones. Son medios de difusión y de participación ciudadana. Mal sería que se prohíba a un periódico impreso publicar algo, y no hacerlo a alguien que lo haga por Twitter; porque en realidad lo que importa es la difusión del mensaje.
De todos modos, imagino que la autoridad tendrá que aplicar las restricciones a la fuente que pueda originar la información y difundirla, porque si bien un medio tradicional, con personería jurídica y residencia estable en el país, puede ser fácilmente pasible de la multa o la pena, uno se pregunta qué pasaría con alguien externo al Perú, que viva en el exterior o que utilice un anónimo en su blog, que divulgara los resultados de las encuestas a través de su blog, por Facebook o Twitter. ¿Cómo se aplicaría la ley?
Es obvio que las nuevas tecnologías y los nuevos medios han atraído grandes desafíos para nuestra sociedad que a veces es muy tradicional y se encuentra descompasada con la realidad.

febrero 11, 2011

Egipto: resistencia y perseverancia 11-02-11


Hosni Mubarack por fin renunció. Más de 30 años en el poder autoritario quedaron en la nada tras 18 días de marchas pacíficas y democráticas. La represión cedió a la fuerza de la resistencia y de la perseverancia de cientos de miles de egipcios, la mayoría jóvenes, que tienen esperanza de una vida mejor.

Muchas lecciones entrega esta experiencia. La primera es la de la urgencia. Se logró el objetivo primordial y original de hacer que Mubarak renuncie. De ahora en más no terminó una experiencia traumática, sino que se abre otro nuevo capítulo, seguramente difícil y en el que se verá si el nuevo gobierno militar de transición podrá colmar las expectativas y aspiraciones de los egipcios; tema nada fácil que seguramente concitará más confrontaciones en días venideros.

La segunda es la de la importancia. Los egipcios mostraron al mundo que no hay régimen, por más opresor o solidificado que parezca, que no ceda a la fuerza de una multitud convencida y perseverante en sus objetivos.

La tercera es la del contagio. Los egipcios no fueron originales en su propuesta, sino que fueron contagiados por los tunecinos, de ahí que las voces de protesta y las revueltas saltaran también entre los jordanos, los palestinos, los iraníes, lo que evidencia nuevos aires en el Medio Oriente. Lo que todos se preguntan es si esta experiencia positiva encontrará réplicas más allá de esa región, ¿qué pasaría si los oprimidos se concentran en las plazas y se dejan estar hasta que los opresores caigan? Esta es una experiencia positiva donde reflejarse, pero también hay negativas que advierten y meten miedo, como la plaza de Tiananmen de los chinos o el maleconazo de los cubanos.

La cuarta es la de las nuevas tecnologías. Una vez más se comprobó la fuerza del internet, de Google (y de su ejecutivo Wael Ghonim, quien fue un líder entre los líderes de los alzamientos populares), la de la telefonía celular y de las redes sociales como Facebook, Twitter y tantas otras. Sirvieron tanto para iluminar la situación interna y para que se organicen los jóvenes y para convocar a la plaza Tahir en El Cairo, así como también para mantener al mundo informado y conectado.

La quita es la de la presión internacional. Ningún gobierno del mundo, por más amigo (como EEUU) o indiferente (Cuba) o enemigo del régimen pudo defender al régimen de Mubarak ante la presión de las multitudes que neutralizaron cualquier intento de apoyo si hubiera aparecido. La presión fue de carácter transitoria, por lo que finalmente el régimen, sin sustento ni respaldo de organizaciones intergubernamentales, se cayó de maduro.

La sexta es la de los medios de comunicación independientes. Por mucho que se diga de las nuevas tecnologías, esta batalla se pudo dar porque en Egipto, también hay lugar para medios de comunicación privada e independiente que respaldaron y convocaron a las multitudes en las marchas y convocatorias. Aunque las nuevas tecnologías jugaron un papel descomunal, las radios demostraron que son el medio por excelencia ya sea en revoluciones, catástrofes o desgracias.

febrero 10, 2011

Las revueltas de Egipto ¿Y Cuba?

La pregunta repica contra las sienes cada vez que un alzamiento popular lleva la esperanza de cambio para un pueblo oprimido. ¿Por qué los cubanos no se organizan como los tunecinos o los egipcios para tumbar al gobierno de los hermanos Castro, tanto o más represivo que el de cualquier país árabe?

¡No pueden! En contraste a ciertos regímenes árabes, en los que hay diferentes niveles de apertura, el cubano es hermético y asentado en una exitosa fórmula comunista contra el ser humano, basada en recluir, controlar y expulsar.      

La fortaleza del gobierno es proporcional al grado de restricción que impone. Nadie puede movilizarse ni por dentro ni hacia afuera de su geografía sin represalias. La Seguridad del Estado vigila todo y los propios vecinos de los Comités de Defensa delatan cualquier intriga. El miedo a perder el trabajo, la vivienda o la libreta de racionamiento, inmoviliza. Cada tanto, el sistema se purga abriendo la válvula de descompresión para evitar que los indeseables contagien al resto. Así sea reprimiendo la espontaneidad de las protestas como el “maleconazo” de 1994, permitiendo los éxodos masivos como el Mariel de 1981 o expeliendo hacia España a disidentes del Grupo de los 75. El cubano tiene poco entre que elegir: sumisión, destierro o cárcel.

Muchos gobiernos árabes conciben libertades y sector privado. Cuba no. El Estado es omnipotente en la administración de la pobreza y bloquea cualquier reunión, expresión o asociación. No hay sindicatos ni sociedad civil y el culto es todavía el opio del pueblo. La prensa es toda oficial, los teléfonos y el internet son bienes escasos, caros y manipulados. Las únicas movilizaciones permitidas las convoca el gobierno para azuzar el nacionalismo o para los artistas, quienes cantan por la paz, en vez de hacerlo por la libertad.

Es cierto que en Egipto la cadena televisiva qatarí Al Jazira fue censurada, los medios y periodistas extranjeros agredidos y el internet apagado. Pero la insurrección que empezó el 25 de enero muestra que fue incentivada por diarios y radioemisoras, privadas e independientes, contagiadas por revueltas en otros lados, y convocada por jóvenes con teléfonos móviles en mano y cierto acceso a las redes sociales.

Jamás esto fue posible en Cuba. Los corresponsales siempre fueron agredidos y restringidos, los disidentes golpeados, los periodistas apresados, Granma y Juventud Rebelde siempre destilaron propaganda, mientras los blogs y tweets de Yoani Sánchez son famosos en el exterior, pero adentro pasan inadvertidos. Pocos están informados y muchos desconectados.

Esa desconexión en Cuba es promovida por el Estado. Sólo un 10% de los 11 millones accede a telefonía móvil de mal servicio, y aunque ahora se instala el cable submarino con Venezuela, la banda ancha beneficiará solo a los elegidos. En Egipto, con 80 millones de población, hay más de 60 millones de celulares. Túnez tiene 9.5 millones de dispositivos, una cadena de TV privada y muchos diarios y radios son independientes. A pesar de los fundamentalismos, otros países árabes van en la misma dirección y hace rato que la libertad se filtra por las comunicaciones.

Cuando se apaguen las revueltas, se impondrán medios más libres, telecomunicaciones más privadas y elecciones más democráticas. En Cuba, en cambio, nada sucederá. Aislada de contagios, seguirá el camino que Human Rights Watch mostró en 2010, una nación cada vez más reprimida. El 2011 lo demuestra. Arrancó con el opositor Guillermo Fariñas varias veces en la cárcel.  Así, el régimen sigue generando miedo, incentiva la autocensura y evita que la espontaneidad de la protesta gane la calle.

A toda esta opresión, el gobierno cubano le suma un eficiente sistema de propaganda con el que ha sabido polarizar al mundo. En todas partes se intelectualiza sobre Cuba, por lo que cada hecho pierde espontaneidad, arrancando pleitos y pasiones. De ahí que la muerte por huelga de hambre de Orlando Zapata despertó pocas conciencias en el planeta, mientras la chispa de un vendedor ambulante inmolado en Túnez contagió fuegos por todas partes.

La lección de las revueltas árabes es palpable. Para que los cubanos ganen calle, libertad y cambios, primero se les debe reconocer su tragedia y, segundo, ayudar con más información y mejores telecomunicaciones y conexión.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...