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febrero 10, 2011

Las revueltas de Egipto ¿Y Cuba?

La pregunta repica contra las sienes cada vez que un alzamiento popular lleva la esperanza de cambio para un pueblo oprimido. ¿Por qué los cubanos no se organizan como los tunecinos o los egipcios para tumbar al gobierno de los hermanos Castro, tanto o más represivo que el de cualquier país árabe?

¡No pueden! En contraste a ciertos regímenes árabes, en los que hay diferentes niveles de apertura, el cubano es hermético y asentado en una exitosa fórmula comunista contra el ser humano, basada en recluir, controlar y expulsar.      

La fortaleza del gobierno es proporcional al grado de restricción que impone. Nadie puede movilizarse ni por dentro ni hacia afuera de su geografía sin represalias. La Seguridad del Estado vigila todo y los propios vecinos de los Comités de Defensa delatan cualquier intriga. El miedo a perder el trabajo, la vivienda o la libreta de racionamiento, inmoviliza. Cada tanto, el sistema se purga abriendo la válvula de descompresión para evitar que los indeseables contagien al resto. Así sea reprimiendo la espontaneidad de las protestas como el “maleconazo” de 1994, permitiendo los éxodos masivos como el Mariel de 1981 o expeliendo hacia España a disidentes del Grupo de los 75. El cubano tiene poco entre que elegir: sumisión, destierro o cárcel.

Muchos gobiernos árabes conciben libertades y sector privado. Cuba no. El Estado es omnipotente en la administración de la pobreza y bloquea cualquier reunión, expresión o asociación. No hay sindicatos ni sociedad civil y el culto es todavía el opio del pueblo. La prensa es toda oficial, los teléfonos y el internet son bienes escasos, caros y manipulados. Las únicas movilizaciones permitidas las convoca el gobierno para azuzar el nacionalismo o para los artistas, quienes cantan por la paz, en vez de hacerlo por la libertad.

Es cierto que en Egipto la cadena televisiva qatarí Al Jazira fue censurada, los medios y periodistas extranjeros agredidos y el internet apagado. Pero la insurrección que empezó el 25 de enero muestra que fue incentivada por diarios y radioemisoras, privadas e independientes, contagiadas por revueltas en otros lados, y convocada por jóvenes con teléfonos móviles en mano y cierto acceso a las redes sociales.

Jamás esto fue posible en Cuba. Los corresponsales siempre fueron agredidos y restringidos, los disidentes golpeados, los periodistas apresados, Granma y Juventud Rebelde siempre destilaron propaganda, mientras los blogs y tweets de Yoani Sánchez son famosos en el exterior, pero adentro pasan inadvertidos. Pocos están informados y muchos desconectados.

Esa desconexión en Cuba es promovida por el Estado. Sólo un 10% de los 11 millones accede a telefonía móvil de mal servicio, y aunque ahora se instala el cable submarino con Venezuela, la banda ancha beneficiará solo a los elegidos. En Egipto, con 80 millones de población, hay más de 60 millones de celulares. Túnez tiene 9.5 millones de dispositivos, una cadena de TV privada y muchos diarios y radios son independientes. A pesar de los fundamentalismos, otros países árabes van en la misma dirección y hace rato que la libertad se filtra por las comunicaciones.

Cuando se apaguen las revueltas, se impondrán medios más libres, telecomunicaciones más privadas y elecciones más democráticas. En Cuba, en cambio, nada sucederá. Aislada de contagios, seguirá el camino que Human Rights Watch mostró en 2010, una nación cada vez más reprimida. El 2011 lo demuestra. Arrancó con el opositor Guillermo Fariñas varias veces en la cárcel.  Así, el régimen sigue generando miedo, incentiva la autocensura y evita que la espontaneidad de la protesta gane la calle.

A toda esta opresión, el gobierno cubano le suma un eficiente sistema de propaganda con el que ha sabido polarizar al mundo. En todas partes se intelectualiza sobre Cuba, por lo que cada hecho pierde espontaneidad, arrancando pleitos y pasiones. De ahí que la muerte por huelga de hambre de Orlando Zapata despertó pocas conciencias en el planeta, mientras la chispa de un vendedor ambulante inmolado en Túnez contagió fuegos por todas partes.

La lección de las revueltas árabes es palpable. Para que los cubanos ganen calle, libertad y cambios, primero se les debe reconocer su tragedia y, segundo, ayudar con más información y mejores telecomunicaciones y conexión.

febrero 01, 2011

Google neutraliza la censura egipcia

A pesar del corte y gran censura que el todavía presidente egipcio, Hosni Mubarak, impuso al internet, Google se las ingenió para ir más allá de sus servicios, al haber habilitado tres números de teléfono para que los mensajes de texto se conviertan en tweets y así burlar el bloqueo a Twitter y otras redes sociales.
Esta es la forma que Google contrarrestó el anuncio del gobierno egipcio de que para la marcha multitudinaria de hoy nuevamente enfocaría los cañones en contra de la telefonía móvil y el internet. Marcando los números +97316199855, +16504194196 y +390662207294, los egipcios podrán dejar un mensaje de voz que se transformará en mensajes de 140 caracteres en Twitter  que aparecerán bajo la clave #egypt. Marcando esos números también se puede escuchar esos mensajes.
Google contribuye así con un novedoso y concreto instrumento para neutralizar la la censura.

enero 28, 2011

Faraónica censura


En Egipto el presidente Hosni Mubarak aplicó una censura faraónica sobre el internet, las redes sociales y la telefonía celular con el ánimo de dividir a los jóvenes que usando las nuevas tecnologías armaron gigantescas manifestaciones para protestar por la opresión de décadas desde principios de seamana.
Esta censura sin precedentes de la historia moderna apagó literalmente las comunicaciones en todo Egipto dejando a 83 millones de personas prácticamente en la época de las momias y los faraones, podría convertirse en un búmeran para el gobierno ya que puede incentivar mayores furias que desemboquen en protestas más peligrosas.
Mubarak ordenó un apagón general de las comunicaciones que afectó el viernes a las cuatro operadoras mayores de internet, Link Egypt, Vodafone/Raya, Telecom Egypt y Etisalat Misr, además de dejar inoperativos a las redes sociales, como Facebook y Twitter.
Si bien el gobierno logró controlar la situación, reducir las protestas  y dictó algunas medidas, como la renovación de un nuevo gabinete, aunque no la auto remoción del Presidente, no se sabe a ciencia cierta cuál será la actitud de los jóvenes egipcios cuando se restablezcan las comunicaciones y puedan volver a organizarse. Puede ser que busque que ocurra lo de Túnez, donde se obligó a al presidente Ben Alí a escaparse del país, o que se imponga algún otro tipo de censura como se impuso en Irán el año pasado para controlar a quienes seguína denunciando el fraude en las elecciones.
EEUU pidió libertad de expresión y que Mubarak convierta sus promesas en acciones, incluso la de restaurar las comunicaciones. Habrá que ver en las próximas horas si lo hará y cuáles serán las reacciones.
Lo que realmente se ha probado en estas revueltas en Túnez, Egipto, Yemen, Líbano y Libia, es que el internet y la reacción en cadena que provoca la interactividad en las redes sociales, son elementos esenciales para que se acaben las dictaduras.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...