El Papa Benedicto XVI nos tiene acostumbrados a las sorpresas, desde haber sido el primero que asumió el problema de la pederastia y hasta poner en duda la racionalización del uso del condón o defender a rajatabla que el matrimonio solo debe ser entre un hombre y una mujer y que el celibato es una de las cuestiones canónicas inamovibles de la Iglesia Católica.
Y sus afirmaciones parecen escritas en piedra desde que antes de ser Papa fue el responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En nada parece tener dudas. Sin embargo, parece que es un hombre como cualquier otro, de carne y hueso como nosotros, que duda, y que tiene argumentos que van cambiando con el contexto, la edad y los cargos.
El Papa tiene (o tuvo, mejor dicho) dudas sobre el celibato sacerdotal. Claro que sus dudas se pueden haber disipado con los años, porque las tuvo de joven, en sus cuarenta, cuando enseñaba Teología en su Alemania natal, según la revista Pipeline, del Círculo de Acción de Ratisbona un grupo de católicos crítico.
En un documento firmado por Joseph Ratzinger cuando tenía 42 años, el 19 de febrero de 1970 junto a otros teólogos prominentes de Alemania y enviado a la Conferencia Episcopal del país, se afirma que “nuestras reflexiones apuntan a la necesidad de una urgente revisión y un tratamiento diferenciado de la regla del celibato para la Iglesia alemana y para la Iglesia universal".
Entre las reflexiones vertidas en el documento se reflexionaba que el celibato podría provocar la escasez de candidatos al sacerdocio y de la disminución del talento por quienes optan por ese oficio. A lo que en la actualidad, habría que sumar que ha provocado que muchos delincuentes, pederastas, más allá de su orientación sexual, se escondan dentro de la Iglesia.
Más allá de las consideraciones canónicas y teológicas, estos puntos fueron los que defendí cuando años atrás la comunidad católica fue sacudida por la conducta del Padre Alberto, ahora episcopal, cuando en una playa de Miami Beach se mostró muy acaramelado con su ahora actual esposa. A pesar de las disquisiciones morales del momento, todas válidas, interpreté que el celibato en cuestión, más allá del cura Alberto, estaba dejando a muchos talentosos fuera de la vida sacerdotal al tener que elegir entre esa profesión pastoral o tener una familia, aspectos que no pueden ni deben estar divorciados.
Según el documento en el que imprimió su firma Ratzinger se decía que si el celibato no era discutido por los pastores de la Iglesia, sería tomado como tema a un nivel más bajo, lo que podría provocar pérdida de autoridad para los obispos y deserción sacerdotal.
Creo que ambas cosas están presentes ahora. Ojalá que la sabiduría del ahora viejo Ratzinger, lo haga retrotraerse a sus épocas de juventud madura y tomar de aquellas reflexiones las mejores ideas para que la Iglesia no discrimine a nadie con el tema del celibato. Todos tienen y pueden tener la vocación de servir en el sacerdocio.