sábado, 3 de diciembre de 2016

Definiendo a Fidel

La percepción que cada uno tuvo de Fidel Castro en vida, difícilmente la cambiará tras su muerte. Para muchos fue un idealista y revolucionario. Para otros, entre los que me incluyo, un tirano sanguinario.

Están aquellos que guardarán la imagen del rebelde bajando de la Sierra Maestra para liberar a su pueblo de la dictadura de Fulgencio Batista, emancipar a los oprimidos y bregar por la igualdad en Cuba y América Latina, sometidas a las fauces del imperio.

Para mí, prevalecerá la imagen del déspota que sembró el terror con fusilamientos, persecución, encarcelamiento y una vigilancia vecinal férrea para que todos se delaten y se teman, instaurando un Estado omnipresente, agobiante y opresor. Hacia el exterior, Fidel fue un gran embaucador y oportunista. Glorificado por una propaganda implacable, con la que disfrazó graves violaciones a los derechos humanos, blandió discursos grandilocuentes contra el imperio yanqui capitalista, pero se prendió a la teta de Rusia, China y Venezuela para morigerar la miseria y ocultar la pésima administración que hizo de los bienes de todos los cubanos.

Tras su muerte tengo sentimientos encontrados. Comparto la alegría del exilio de Miami que sigue festejando y que cree que ahora existen mejores chances de cortar con 60 años de dictadura; una esperanza que se venía esfumando con Raúl Castro, por no haber generado los cambios políticos que Barack Obama le sirvió en bandeja de plata.

Entiendo esa alegría. Castro fue la antítesis de la piedad y la virtud. Fusiló disidentes, dividió familias y expulsó infieles. Es inevitable que la víctima no exprese alegría cuando muere su victimario, en especial cuando sus denuncias y pedidos de auxilio no tuvieron respuesta de gran parte de una comunidad internacional que siempre protegió y justificó al abusador. Ante tanta indiferencia e impotencia, los festejos deben entenderse como expresión de justicia, sanación y liberación.

Por otro lado, la muerte de Fidel me desilusionó. Siempre tuve la esperanza de que sería sometido a los tribunales y que lo despojarían de sus honores, como ocurrió con muchos dictadores como Pinochet, Videla o Fujimori. Y hasta creí que tendría el destino de otros déspotas desterrados o asesinados como Stroessner, Trujillo, Somoza y Duvalier.

Fue un alivio observar que muchos jefes de Estado no fueron esta semana a La Habana. Las ausencias notables, como la de Obama, Vladimir Putin y Xi Jinping, deshonraron los funerales que el castrismo venía planificando desde hace años con marcado narcisismo. No había mucho que honrar; muchos evitaron quedar pegados a la tiranía.

Fidel no deja mucho al castrismo: Un poco de ideología marxista anticuada para discursos ocasionales, anécdotas de expansión regional a través de guerrillas y gobiernos fracasados, cárceles atestadas y un país sin infraestructura, con un aparato perezoso y corrupto, en el que cada uno espera remesas familiares del exilio para alimentar unas libretas de racionamiento cada vez más escasas.

Qué Fidel tuvo frutos; por supuesto. Pero esos logros no pueden justificar los métodos de opresión, así como se trata de no darle crédito a Pinochet y Fujimori por sus avances económicos. También se debe reconocer que hay verdades a medias. La educación y la cobertura médica cubanas no son la panacea, tienen mucho de propaganda y adoctrinamiento. El logro hubiera sido alcanzar los estándares de los países escandinavos en salud y educación, pero con aquellos niveles de libertad y democracia.

La opresión no es atributo del revolucionario. Los líderes rebeldes verdaderos, los inmortalizados en la historia, son los que liberaron a sus pueblos de las tiranías, no los que le quitaron sus libertades políticas, religiosas, de prensa, expresión o de reunión como hizo Fidel. A estos caudillos, el tiempo los acomoda en algún recoveco remoto, desde donde destacan cada vez más sus yerros y defectos.

La revolución castrista, tan adicta al culto a la personalidad, se quedará ahora con dos legados. Las  fotos del último acto de idolatría colectiva honrando las cenizas que desfilaron por todos los rincones y un libro de reafirmación (obligatoria) de los valores revolucionarios, que terminará en algún museo futuro, educando sobre un gobierno malogrado que desaprovechó seis décadas y despreció el talento de su propia gente. trottiart@gmail.com


domingo, 27 de noviembre de 2016

Trump: Celebridades y Falsedades

El triunfo de Donald Trump sigue cosechando críticas. Se dice, con algo de razón, que las grandes mentiras que circularon por Facebook y otras redes sociales le dieron la Presidencia.

Es probable que las noticias falsas que muchos creyeron verídicas - que estaba ganando el voto popular y que el papa Francisco lo respaldaba - hayan influido, pero de ahí a que le hubieran dado la victoria es una hipótesis desproporcionada.

Sin dudas que Trump fue aupado en las redes. El académico Pablo Bockowsky, mucho antes del día de las elecciones, advertía que Trump tenía una ventaja de 27 a 1 sobre Hillary en algunas redes, en donde a ella se le descalificaba por representar la continuidad del establishment.

Creo que lo que se reafirmó con Trump fue el “efecto celebridad”, el magnetismo de la gente por alguien que representa los sueños reales de fama y dinero a futuro, y que puede decir o hacer cualquier cosa sin los prejuicios sociales que maniatan al resto de la sociedad. Esto, antes reservado a los periódicos sensacionalistas, a programas de chismes y telenovelas, en donde la protagonista subyugada saltaba de pobre y humilde a rica y famosa en un par de capítulos, está ahora amplificado por las redes sociales.

De ahí que el trasero de Kim Kradashian o las payasadas de Justin Bieber tengan más seguidores que el filántropo Bill Gates. Y que el slogan “trumpista” de El Aprendiz, “You’re fired” (estás despedido) o fanfarronadas como aquellas de Mohamed Ali, “soy el más grande” o las de Floyd Mayweather contando su plata en público, sean más potentes que “el tuve un sueño” de Martin Luther King. La superficialidad siempre tendrá más adeptos y seguidores, solo basta con la lista de las personas a las que esta semana el presidente Barack Obama condecoró con la Medalla de la Libertad, la distinción civil más alta del país: Diana Ross, Michael Jordan, Tom Hanks, Robert Redford, Ellen DeGeneres y Robert de Niro, entre otras personalidades que la prensa ni siquiera mencionó.

Tampoco se puede salvar la responsabilidad de las redes sociales, como trató de hacer Mark Zuckerberg de Facebook, que no cree que las noticias falsas influyeron negativamente en las elecciones. Si bien las redes han servido para democratizar la comunicación e incentivar movimientos democratizadores como el de la Primavera Árabe, también han servido para amplificar las falsedades, los engaños e incentivar todo tipo de delincuencia, como la pornografía infantil, la trata de personas, el narcotráfico y el terrorismo.

También, en muchos casos, más allá del narcisismo de las selfies, las fotos de comidas, bebidas y viajes, las frases de autoayuda, los indeseables tag y shares, y el sarcasmo político, las redes sociales y los comentarios debajo de las noticias, se están trasformando en cloacas nauseabundas en las que el acoso, el bullying y los insultos, están provocando distanciamientos y, en muchos casos, alejamiento y autocensura.

Las redes sociales como Facebook y los buscadores como Google no pueden hacerse los desentendidos, algo que luego entendió Zuckerberg. Como responsables de plataformas de comunicación, así como los medios tradicionales lo hicieron siempre, tienen que establecer reglas de juego claras. Fue una buena medida que de inmediato, Facebook y Google, mediante nuevos algoritmos y formatos hayan decidido vetar todo tipo de publicidad en páginas de noticias falsas, con la idea de ahogar financieramente a ese tipo de fechoría.

Si bien antes tomaron medidas para combatir la propagación de la pornografía infantil o que los terroristas puedan reclutar mercenarios, deben ahora hacer más, para que las mentiras no se popularicen como verdades. Zuckerberg que esta semana, está adaptando Facebook a la censura del gobierno de China para entrar en ese mercado, es obvio que tiene los mecanismos técnicos y humanos para imponer mejoras, así como Google está implementando el “Proyecto Trust” (confianza) y “Local News”, para etiquetar y diferenciar todas las fuentes de noticias fidedignas por sobre las falsas.


Twitter en la cuerda floja, así como antes My Space, demuestra que la salud de las redes no solo depende de la tecnología la expansión de sus mercados, sino también de la credibilidad y la confianza de los usuarios. trottiart@gmail.com