sábado, 10 de enero de 2015

Charlie Hebdo: nada murió

El atentado contra la irreverente Charlie Hebdo arrebató la vida de doce personas, más no la libertad de expresión ni la esencia misma de la caricatura, el género más artístico del periodismo.

Nada murió en el ataque. Quedó demostrado con la solidaridad en el mundo entero de gobiernos, medios, ciudadanos espontáneamente atrincherados en plazas y redes sociales bajo el lema #jesuischarlie y con caricaturistas que doblaron su creatividad para honrar a sus colegas y decir que pese a la muerte la caricatura está viva.

El valor de la caricatura radica en que puede interpretar los hechos jugando con el humor, la ironía y la burla para interpretar el contexto que otros géneros periodísticos no pueden lograr, como la fotografía y el video, siempre limitados por la realidad. Por ejemplo, el mensaje más potente sobre la confrontación de ideas, violencia vs. libertad de expresión, que desnudó esta masacre, la sintetizó el caricaturista indio Satisch Acharya. En su dibujo, dos terroristas miran exhortos a un lápiz y se preguntan: “¿Qué es esta pequeña arma que nos causa tanto dolor?”.

En este contexto de duelo y violencia extrema no es momento para ahondar en las responsabilidades y limitaciones que también tienen la caricatura y sus dibujantes, debido a que es un género que provoca, irrita y puede causar reacciones impensadas. Tampoco para interpretar si la frase predilecta de Stephane Charbonnier (Charb), el director asesinado de Charlie Hebdo, “prefiero morir de pie, a vivir de rodillas” es parte de un martirologio o un fanatismo no conveniente para el periodismo o para arrastrar a otros dibujantes.

En cambio es un momento para respetar las formas de expresión, a pesar de que no se compartan los métodos. Lo condenable no es el mensaje, sino la violencia que busca censurarlo. Está visto que el poder de las caricaturas y de la ficción suele sobrepasar a la realidad y crear reacciones diversas. Las caricaturas anteriores del profeta Mahoma publicadas en 2006 por un diario danés y las de 2011 en Charlie Hebdo, así como la película “La inocencia de los musulmanes” y la nueva novela “Sumisión” de Michel Houellebecq, que retrata a una Francia en 2022 gobernada por un presidente musulmán, pueden inducir a que el debate de ideas transcurra con racismo y resentimientos.

Pero estas formas de provocar conversación, jamás pueden justificar violencia alguna. Sirvan, por ello, estos días de duelo para atacar a los violentos, para desmoralizarlos, para demostrarles la fuerza de las palabras, de los mensajes y de las ideas, aquellas que Sarmiento decía que no se matan. Por eso Charlie Hebdo estará en las calles este próximo miércoles con ayuda de colegas de Liberation y otros medios. Por eso debe gritarse que cuando el mensaje sea hiriente e irreverente, los tribunales deben ser el único lugar donde dirimir los conflictos. Así los hicieron judíos y católicos que interpusieron docenas de demandas en contra de Charlie Hebdo porque consideraron que las portadas anti papas, rabinos y mofándose de Cristo y de la Virgen habían superado la dignidad de su fe.

No se sabe a ciencia cierta lo que pasará. Esta masacre, como la de 2001 en EEUU, será bisagra entre el antes y el después. Es indudable que por culpa de estos tres fanáticos alocados y por los yihadistas se exacerbarán los ánimos, y todos los musulmanes tendrán que soportar más auto justificaciones de parte de los Europeos Patrióticos contra la Islamización de Occidente. Justos pagarán por pecadores y habrá más gasolina en el fuego de las marchas y la islamofobia que se siente en países europeos.

Nada murió con esta masacre. Los extremistas seguirán disparando y degollando  periodistas y caricaturistas cada vez que desnuden arbitrariedades, así como antes lo hacían en América Latina, modalidad que ahora asumieron los narcotraficantes. Extremistas y narcos no solo ajustician por represalia, también buscan amplificar sus demandas. Pretenden crear miedo y generar autocensura, justamente lo opuesto a las intenciones de la caricatura.

Esta masacre contra Charlie Hebdo si alguna enseñanza deja, es que la libertad de expresión y la libertad de prensa son frágiles y no pueden darse por sentadas. El anhelo por proteger, promover y nutrir estas libertades todos los días tampoco puede morir. 

martes, 6 de enero de 2015

La esclavitud del pensamiento

A juzgar por cómo terminó el 2014, el 2015 se antoja como un año en el que habrá que seguir luchando contra aquellos que buscan imponer sus ideas a través del miedo y la censura.

Décadas atrás nadie imaginaba que todavía en este siglo la lucha por la libertad de expresión sería un objetivo a alcanzar. Tampoco nadie imaginaba que hubiera  tantos gobiernos autoritarios con “miedo a la libertad”, como subrayaba Erich Fromm, que justificarían la censura para poder sobrevivir.

El 2014 se despidió con varios hechos que ejemplifican esa puja entre censura y libertad. El régimen de los hermanos Castro, pese a las esperanzas de medio mundo por una Cuba libre tras el acuerdo con Barack Obama, cayó de nuevo preso de sus propios miedos a la libertad.

Este fin de año fueron apresados varios periodistas y activistas cubanos por tratar de participar de una instalación de la artista Tania Bruguera, cuya idea era desafiar al gobierno con un micrófono abierto para que quien quiera pudiera expresar sus quejas por un minuto. Era obvio que Bruguera también sería detenida desde que convocó a la gente a que no tuviera miedo de expresarse libremente, bajo el lema #YoTambiénExijo, en la Plaza de la Revolución, corazón de la dictadura castrista.

Pese a los cambios prometidos por Raúl Castro, un gobernante que considera cada mínimo detalle de expresión como si fuera una provocación o un acto de desobediencia civil, es fácil advertir que deberá pasar mucho tiempo antes de que los cubanos dejen de sentirse esclavos del pensamiento oficial.

Otro hecho por demás absurdo este fin de año, fue la amenaza del gobierno del dictador norcoreano Kim Jong Un de que tomaría represalias violentas contra el gobierno de EEUU y los cines que se animaran a proyectar la película La Entrevista, una comedia sobre dos periodistas que fueron contratados por la CIA con la misión de asesinarlo.

Previo a las amenazas, un grupo de hackers de Corea del Norte atacó los servidores de Sony, productora del film, infiriéndole graves daños informativos y económicos. Las amenazas terroristas y los ciberataques demuestran cuán ciego puede ser un régimen cuando abraza el autoritarismo y el culto a la personalidad, habiendo provocado un marketing espectacular para una comedia mediocre, cuya trama no estaba enfocada sobre el asesinato del líder norcoreano, sino más bien en hacer una sátira del papel de la CIA y del periodismo activista.

Cuando los gobiernos no saben lidiar con la libertad tratan de imponerle requisitos y terminan creando responsabilidades para “acabar con el libertinaje”. Una forma de enmascarar o justificar la censura oficial es mediante leyes nuevas o antojadizas normas morales.

El gobierno más aventado en estas lides en 2014 fue el del presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien creó el antídoto perfecto para maniatar la libertad de expresión. Su Ley de Comunicación, creada a imagen y semejanza de su intolerancia a la crítica, transformó a la información y a la opinión en un “bien público”, es decir le dio al pensamiento el mismo estatus de servicio público que tiene la electricidad, el agua, la educación o la salud.

Bajo ese esquema, el presidente Correa puede decidir y regular sobre lo que está bien o mal dicho según su criterio. Así hizo multar a un periódico porque no destacó en primera página - solo en la quinta - su visita oficial a Chile o sancionar al caricaturista Bonil por publicar un dibujo en El Universo burlándose de la corrupción en el gobierno. Lo que es peor, además del cierre de varios medios que ya provocó esta nueva censura oficializada por ley, muchos periodistas y usuarios de internet se están autocensurando por miedo a las represalias de los organismos que tienen la misión de controlar los contenidos y abortar pensamientos.

La enseñanza que dejan estos episodios absurdos es que la libertad de expresión siempre estará amenazada por los autoritarios que andan en busca de cualquier excusa con tal de imponer sus pensamientos.


Lo peor de la censura, y de los autoritarismos que la provocan, es que quede instalada en el inconsciente de nuestros pensamientos. Por eso no hay mejor forma de luchar contra esa esclavitud que denunciarla. Ante la falta de medios, el internet, inexistente años atrás, es un instrumento formidable para esa causa. trottiart@gmail.com