sábado, 14 de septiembre de 2013

Acuerdo histórico por Siria

Después de tantos amagues entre vientos de guerra y diplomacia de última hora sobre la acción a tomar contra Siria por el uso de armas químicas, los gobiernos de Barack Obama y de Vladimir Putin llegaron, por suerte, a firmar un acuerdo histórico. EE.UU. renuncia a utilizar la fuerza militar como represalia y Rusia a permitir que el Consejo de Seguridad disponga atacar al régimen de Bashar el Asad si no cumple con el mandato.

El acuerdo es duro para Bashar el Asad y termina con todo tipo de especulaciones sobre si tiene o no y si emplea o no armas químicas, lo que una delegación internacional de expertos de la ONU definió como pruebas “abrumadoras” de que fueron usadas el 21 de agosto en un barrio de Damasco donde murieron 1.429 personas por intoxicación con gas sarín.

Asad deberá identificar todos los depósitos de armamento bacteriológicos en el territorio nacional y entregar en un plazo breve todo el arsenal a Rusia y EE.UU. que procederán a destruirlo de inmediato. El acuerdo elimina toda intención de Obama de seguir buscando consenso para atacar y al mismo tiempo blanquea una situación, ya que Putin venía negando que el gobierno sirio estuviera usando armas químicas.

Aunque el tratado no lo plantea, se abre un compás de esperanza para que los dos países sigan buscando soluciones para detener la guerra civil, la más sanguinaria de las últimas décadas debido a los crímenes de lesa humanidad cometidos tanto por el gobierno como por los rebeldes; un escenario que excluiría a Asad del mapa político.


Lo más trascendente es que este acuerdo revela que cuando existe voluntad política, hasta los problemas que aparentan ser más difíciles y truculentos, también pueden ser superados.

viernes, 13 de septiembre de 2013

El celibato y la esperanza de la reforma

El papa Francisco sigue haciendo cambios importantes y una vez más es evidente que hay indicios de que la reforma de la Iglesia va en serio, tanto en cuestiones de conducción administrativa como de costumbres arraigadas, como es el caso del celibato obligatorio.
A todas las reformas que ha venido implementando, desde crear una cultura más austera hasta modificar los asuntos económicos y financieros que maneja el banco del Vaticano, tal vez la más audaz es haber retirado al cuestionado cardenal Tarcisio Bertone y nombrar a Pietro Parolin, como secretario de Estado.
Y lo mejor de estos días, es que Parolin, entrevistado por el caraqueño El Universal después de ejercer en Venezuela como Nuncio, abrió de repente las puertas para una discusión postergada en la Iglesia, el tema del celibato, al que bien definió como una cuestión que no es dogma de fe, sino una tradición que data del año 390 de nuestra era.
La admisión del tema ya es en sí un golpe duro para los conservadores de la Iglesia y es tal vez la forma en que Francisco, quien no se ha mostrado públicamente a muy a favor del celibato voluntario, quiere empezar la discusión.
Aunque el tema pareciera superficial ante otros grandes cambios que necesita la Iglesia – incluyendo la ordenación de las mujeres - es muy significativo, ya que abriría las puertas a las vocaciones frustradas, la de aquellas personas que no entienden por qué no se puede servir a Dios y a una propia familia al mismo tiempo.
Lo importante de Parolin y de Francisco es que ya han dicho que todas las reformas que se implementen en la Iglesia deberán estar imbuidas de un “espíritu democrático”, esto es, no solo de que se buscarán decisiones más colegiadas con la participación de todos los obispos o la jerarquía eclesiástica, sino también – y es lo más trascendente – que se escuchará a los fieles.

Parolin dijo que el celibato no obligatorio es un desafío para el Papa, pero confía en que habrá discusión. Seguramente de alcanzarse, será una reforma histórica, otra de las tantas que permitirán a Francisco crear un legado permanente.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Maduro y la propaganda obligatoria

El “Noticiero de la Verdad” es la última invención del régimen de Nicolás Maduro con el que parece reinventar la maquinaria propagandística de las tiranías más acérrimas que asolaron el planeta.
El presidente venezolano aseguró este martes que el “Noticiero de la Verdad”, una producción de noticias del gobierno, será de trasmisión obligatoria para todas las televisoras y radios del país – por supuesto, incluidas especialmente las de propiedad privada – y que deberá hacerse en los horarios de mayor audiencia y sintonía.
La excusa de Maduro es que el gobierno no recibe buena cobertura, habiéndose justificado en un “apagón informativo”. En realidad se trata de una argucia retórica y acostumbrada, con la que el gobierno justifica los atropellos a la libertad del público para informarse por los medios de su elección.
Es mentira que haya un apagón informativo, todo lo contrario, lo que abunda en Venezuela es la información oficial y la propaganda. El gobierno ha consolidado una amplia red de medios gubernamentales – que mal insiste en llamar públicos. Esa inmensa red de medios está compuesta por los nuevos medios y agencias de noticias que ha creado, por los privados que ha comprado luego de asfixiarlos económicamente; y por un espacio que ha generado gracias a su táctica de cerrar medios y de amenazar a otros con hacerlo, incentivando un clima general de autocensura para detener la crítica y las denuncias contra el gobierno.   
Esa mentira sobre el apagón informativo tampoco coincide como lo que reportó este mes la organización Monitoreo Ciudadano. Indicó que entre abril y setiembre, sus primeros meses de gobierno, Maduro habló por 93 horas en cadena nacional obligatoria, es decir 39 minutos por día. Aún peor fue su prédica propagandística por la radio del Estado Venezolana de Televisión, habiendo hablado por 160 horas entre el 3 de junio y el 7 de septiembre, a un promedio de una hora y 40 minutos por día.


En esta “nueva modalidad de comunicación”, Maduro llama “información de la verdad” a la propaganda gubernamental. Una reinvención de aquella metodología que busca convencer y persuadir a favor de una ideología. Pero lo que convierte a esta estrategia en un riesgo para la libertad de expresión de los venezolanos, no es tanto la propaganda en sí misma, sino que sea de carácter obligatoria.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

El salvavidas ruso (para Obama)

Barack Obama no pudo haber dado la mejor bienvenida al plan diplomático que presentó Vladimir Putin de pedir a Bashar El Asad que entregue las armas químicas para su destrucción.

El plan ruso se convirtió de golpe y porrazo en la tabla de salvación que Obama tuvo para detener sus planes de ejecutar una represalia militar contra Siria que no contaba ni con el apoyo de la opinión pública ni del Congreso, incluidos varios diputados y senadores del Partido Demócrata que habían declarado que no acompañarían a su líder.

Obama insistió en el discurso de anoche de que había sido elegido para terminar guerras y no para empezarlas, que EE.UU. tiene, como líder mundial por los últimos 70 años, la “obligación moral” de “no mirar hacia otro lado” cuando los tiranos cometen atrocidades, recordó el rechazo de la comunidad internacional a las armas químicas y puso en compás de espera una “acción militar limitada” contra Siria – sin soldados estadounidenses en el territorio sirio - si la diplomacia rusa fracasa en su cometido.

Lo interesante de este plan ruso que el lunes fue tibiamente sugerido por el canciller estadounidense John Kerry, es que blanqueó varias situaciones. Asad ya no suena tan convincente de que su ejército jamás tuvo que ver con las armas biológicas que el 21 de agosto mataron a 1.429 connacionales y además, por el solo hecho de asentir que entregaría las armas a Rusia para evitar la represalia militar, acabó con su negación de que las poseía.

Por otro lado, Rusia se erigió en líder de una situación como lo acostumbraba a asumir en la época de la Guerra Fría lo que es una buena señal, ya que el liderazgo exige y conlleva responsabilidades. Putin se ha erigido como el garante de Siria y será ahora responsable de su futuro a tal punto que si Asad no entrega las armas químicas, Rusia tendrá que asentir las represalias que se quieran tomar.

Lo más importante, quizás, es que Francia, Gran Bretaña y EE.UU. estarán presionando a Rusia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para que el plan se formalice y luego Putin, de no cumplirlo a cabalidad, no podrá tener el derecho (incluido el moral) a vetar una resolución que incluya la posibilidad de la represalia militar.


Así que si bien el plan ruso se convirtió en el salvavidas de Obama, también se transformó en una carga y responsabilidad para Putin. Una buena noticia para ambos.

martes, 10 de septiembre de 2013

Maduro contra los derechos humanos

Los ciudadanos venezolanos ya no tendrán donde acudir cuando se agoten los recursos judiciales internos de administración de justicia y sus derechos humanos sean violados.
Nicolás Maduro, fiel a la retórica del ex presidente Hugo Chávez que el 9 de setiembre de 2012 solicitó a su canciller renunciar a la Convención Americana de los Derechos Humanos y por ende a la jurisdicción de la Comisión y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), continuó con el proceso y a partir de hoy Venezuela ya asumió no tener responsabilidad internacional en estas materias.
La estrategia solo confirma que el gobierno venezolano, bajo la excusa siempre del intervencionismo extranjero, deja de asumir su responsabilidad internacional en materia de derechos humanos y a conveniencia deja los estándares de algunas organizaciones (CIDH/OEA) para estar bajo la tutela de otras que domina y donde no puede ser cuestionado (UNASUR).
Ayer, Maduro volvió a repetir y a reiterar los numerosos dichos de Chávez: “La Comisión y la Corte lamentablemente degeneraron. Se creen un poder supranacional, se creen un poder por encima de gobiernos legítimos del continente”, y con ello dejó por sentado que Venezuela se une a Trinidad y Tobago y al Perú de Alberto Fujimori como los países que se retiraron de la Convención después de estar suscriptas y haber ratificado el Pacto de San José.
Aunque Chávez y Maduro se hayan esforzado en criticar y desconocer cada opinión y fallo de la Comisión y la Corte, al considerar que ambas instituciones están secuestradas por el poder político del imperio estadounidense, en realidad lo que están haciendo es dejar desprotegidos a todos los ciudadanos venezolanos que antes acudían a la jurisdicción internacional en busca de justicia, reparaciones y desahogo cuando se les negaban sus derechos en el país.
Nunca Chávez y menos Maduro aceptaron esa jurisdicción y con ello el Estado (no el gobierno) jamás reconoció los derechos violados de sus ciudadanos, desconociendo pagar indemnizaciones por reparación moral o excarcelar a presos políticos o reabrir causas judiciales.
El retiro de Venezuela (el mismo día que Henrique Capriles introduce ante la CIDH una denuncia para desconocer los resultados de las elecciones que perdió por estrecho margen ante Maduro) es congruente con la política de aislamiento en materia de derechos humanos que hace dos años busca también el presidente ecuatoriano Rafael Correa que ha llamado a desmantelar el sistema y, al menos, que la CIDH no tenga sede en EE.UU. un país que junto a Canadá no ha ratificado la Convención.

Este retiro deja por el aire varios temas incumplidos por Venezuela, entre ellas 16 sentencias condenatorias e indemnizaciones por 9.700 millones de dólares en reparación para unas 300 víctimas, según datos que se desprenden de fallos de la Corte Interamericana.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Obama y la "línea roja"

Barack Obama creó la figura de no cruzar la “línea roja” para argumentar la intervención militar contra quienes osaran utilizar armas químicas. Pero nunca imaginó cuán diferente interpretación tendría su propuesta hasta que intentó aplicarla para escarmentar al régimen sirio de Bashar al Assad.

No tuvo mucha suerte en su Congreso y en la cumbre del Grupo de los 20 en St. Petersburg, adonde acudió en busca de consenso para una operación quirúrgica y limitada contra un régimen al que acusa de matar a 1.429 personas con gas sarín en un barrio de Damasco. La “línea roja” para muchos, entre ellos Vladimir Putin, solo debe aplicarse a través del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Otros líderes prefieren agotar alternativas diplomáticas, aplicar sanciones económicas o recurrir a tribunales internacionales.

Y no es que a Obama le falten pruebas, pero sí credibilidad. Gobiernos aliados y enemigos no creen en un EE.UU. imponiéndose siempre como gendarme; y los estadounidenses están cansados de que se malgaste su dinero en conflictos foráneos de difícil resolución. Gran parte de la desconfianza se debe al descrédito heredado por los yerros garrafales sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. Pero también por sus errores y promesas incumplidas.

No tanto por cuestiones internas, entre ellas la aún existente cárcel de Guantánamo, como por las externas. Obama permitió un intensivo espionaje contra todos los gobiernos del mundo como demuestran los miles de documentos filtrados por Edward Snowden, y se puso en ridículo a la diplomacia internacional con el millón de cables secretos que el soldado Bradley Manning filtró a Wikileaks.

Pero más que la credibilidad, con Obama se desvaneció la esperanza. Al principio de su mandato - premio Nobel de la Paz en mano por promover el desarme nuclear y el retiro de tropas en Irak y Afganistán - la ilusión en Obama fue porque terminaría guerras y no por comenzarlas, y porque practicaría el multilateralismo con anuencia de la comunidad internacional. El conflicto sirio, en cambio, lo desenmascaró buscando consensos forzados, como atrapado en su “línea roja” y amenazando con acciones unilaterales.

También es cierto que su posición como líder de la mayor potencia mundial no es fácil. Calificado de tímido y débil sino actúa, y arrogante si lo hace. El Congreso lo critica sino somete a voto su guerra y si lo hace, como sucedió, lo acusan de evadir su responsabilidad. Sabe que de cualquier forma que actúe, así como les sucedió a sus antecesores con otros conflictos externos, probablemente erosionará su capital político y su fuerza para otras reformas internas como la salud pública y la inmigración.

La ironía es que Assad es quien más se está beneficiando de la “línea roja”. Puso al descubierto que la otra opción, los rebeldes, también son sanguinarios y la hipocresía de una comunidad internacional que hace poco por limitar un conflicto con cien mil muertos, dos millones de refugiados y cinco de desplazados, en el que varias veces se usaron armas biológicas, aunque de menor escala al 21 de agosto.

Poco antes de llegar a St. Petersburg, Obama trató de compartir responsabilidades con todos los actores. “No fui yo quien trazó una línea roja, fue el mundo; no es mi credibilidad la que está en juego, es la de la comunidad internacional, la de EE.UU. y la del Congreso”, dijo desafiante, aunque sin convencer.

Obama no la tiene fácil. Al final de la cumbre consiguió apoyo de 10 países del G-20, pero para actuar con prudencia y, además, le aparecieron opositores inesperados de peso, como Francisco. El Papa convocó para este sábado a una jornada de ayuno y oración en contra de la intervención militar. Una idea que los obispos estadounidenses convirtieron en mandato, instando a sus fieles a que llamen a sus representantes para oponerse a Obama, quien el martes tratará  de convencer a la opinión pública y al Congreso.

Es seguro que Assad será escarmentado, aunque todavía se desconoce la forma en que se aplicará esa “línea roja”. Ojalá sea con consenso internacional y así se evite que esa figura solo sirva para aquellos cuentos de final desopilante – había una vez un americano, un chino, un ruso, un argentino... - que se mofan sobre cómo reaccionan las distintas nacionalidades ante un mismo hecho.