No es casual que Mark
Zuckerberg haya tenido que declarar esta semana ante el Congreso de EEUU por el
robo de datos personales de usuarios en Facebook. Habla de los nuevos desafíos
que enfrenta la libertad de expresión en el contexto digital.
Zuckerberg dijo
que tratarán de eliminar cuentas anónimas y de usuarios que engañan y ganan
dinero con noticias falsas. Tomará medidas para evitar el robo de datos como el de
Cambridge Analytics (CA) que se apoderó de 86 millones cuentas para hacer propaganda
encubierta e influenciar procesos electorales. También creará una comisión
interdisciplinaria para estudiar los efectos de las redes sociales en la democracia.
Es bueno que Zuckerberg
haya asumido que “no hicimos lo suficiente para
evitar que estas herramientas se utilizasen también para hacer daño”. Pero pensar que las autocorrecciones
de Facebook, Google o Twitter serán suficientes para resolver el problema es lejano
a la realidad.
Pero el Congreso de EEUU
dejó una imagen errónea. Crucificó a Facebook y amenazó con imponer regulación.
Soslayó que la mayoría de los delitos cibernéticos no los comete Facebook, sino
que se cometen a través de Facebook. La autorregulación en todo caso puede ser
la respuesta para evitar que la privacidad de los usuarios sea vendida y para
que cambien los algoritmos para que la publicidad no sea tan invasiva.
Las restricciones, los
abusos, las censuras y las campañas de odio y de desprestigio en contra de
críticos y opositores muchas veces son cometidos por los gobiernos. También por
grupos de poder e ilícitos o en connivencia entre sí.
Sin ir tan lejos, en la vereda de enfrente al Congreso,
está el presidente Donald Trump, un experto en el uso de Twitter para atacar y
defenestrar a sus críticos. En la reunión de la Sociedad Interamericana de
Prensa en Medellín, Colombia, se pudo apreciar que las mayores violaciones a la
libertad de expresión digital son parte de la estrategia común de gobiernos y
de grupos vinculados al poder que usan el internet y las redes sociales para asediar,
contragolpear y crear campañas de desprestigio en contra de periodistas, medios
de comunicación y ciudadanos críticos en general.
Los gobiernos más
avezados en estas lides son los más autoritarios. Cuba y Venezuela han creado
una estrategia de férreo control sobre las comunicaciones digitales a través de
empresas oficiales monopólicas. Bloquean sitios web nacionales y
extranjeros, así como el acceso de periodistas independientes al correo
electrónico, hackean cuentas de usuarios en las redes sociales y con
información falsa crean campañas de descrédito en contra de disidentes.
En Nicaragua el
gobierno tiene una red de cuentas en plataformas digitales para hacer propaganda
y contragolpear por críticas en su contra, muy al estilo tradicional, cuando
las marchas antigubernamentales en las plazas eran neutralizadas con
contramarchas oficialistas.
En países más
democráticos como Argentina, Colombia, Ecuador y Brasil, el ambiente también
está contaminado por
maniobras de desinformación, discursos de odio y acciones difamatorias usualmente
anónimas a través de las redes sociales. En otros países como Honduras, Guatemala y El Salvador,
gobiernos nacionales y municipales usan botcenters,
netcenters y ejércitos de cibermilitantes para atacar a los críticos.
También se han detectado movimientos de
ciberactivistas que buscan afectar las elecciones en Brasil, Colombia, México y
EEUU, país este último por la que los legisladores atraparon a Zuckerberg, para
evitar que los rusos contaminen las elecciones legislativas de noviembre como
lo hicieron en las presidenciales de 2016.
Los legisladores de EEUU son ahora
responsables. Si crean regulaciones serán imitadas por varios gobiernos del
mundo, en especial de América Latina, que ya tienen varios proyectos de ley en
la mano para regular el internet.
Facebook y la industria digital deben
con urgencia poner lo suyo con estricta autorregulación para no dar excusas
innecesarias a los legisladores. Deben censurar los discursos de odio y cuentas
anónimas, así sean de la inteligencia rusa o guatemalteca, ya que en nada
contribuyen a la libertad de expresión o a aquel lema de uno de los creadores
del internet, Vint Cerf, que dijo que debe “ser abierto, sin fronteras y sin
regulación”. trottiart@gmail.com